Un estudio holandés, publicado por la revista Pediatrics y realizado sobre menores transexuales, confirma que el suministro del tratamiento que bloquea el desarrollo de la pubertad les
facilita su inmersión social. Las 55 personas objeto del estudio mostraron situaciones emocionales iguales o mejores que los adolescentes no transexuales.
Este es uno de los datos que recoge el informe de la
Fundación Daniela sobre la situación actual de acceso de los niños y niñas transexuales a los
“tratamientos médicos necesarios para su proceso de transición”.
El bloqueo de la pubertad
posibilitó a estos 55 jóvenes “no tener que pasar por la desagradable experiencia” de ver cómo su cuerpo se desarrollaba “en dirección contraria a su identidad de género”, destaca la fundación.
El informe pone de relieve la gran diferencia que hay para el acceso a este tratamiento hormonal entre comunidades autónomas. Por ejemplo,
en el hospital Ramón y Cajal de Madrid hay actualmente unos 60 niños transexuales “a los que se les ofrece apoyo psicológico y contención emocional”, pero en ningún caso pueden recibir el inhibidor hormonal que retrasa su desarrollo puberal.
En el lado opuesto se sitúa
Andalucía: la más desarrollada en este aspecto "gracias a la aprobación de la
Ley integral de Transexualidad" que permite el suministro de este tratamiento a los niños y niñas transexuales.
Argumentos más políticos que científicos
Para el resto de España, la
Fundación Daniela denuncia que “los argumentos que permiten o no el acceso a los bloqueadores hormonales a los niños transexuales
son más de índole política y moral que realmente científicos”.
La fundación resalta en su informe que el tratamiento hormonal es reversible, pero que permite “congelar” el desarrollo del vello, la barba o los pechos durante unos pocos años, hasta que el menor está capacitado para
someterse definitivamente a operaciones de transexualidad.
Los 55 jóvenes del estudio publicado en
Pediatrics se sometieron al tratamiento a una edad media de 13,6 años y se operaron definitivamente sobre los 20 años. Todos mostraron un “estrés emocional y preocupación por la propia imagen corporal” similar al que mostraban los jóvenes no transexuales de la misma edad.
Ninguno de ellos se arrepintió del proceso.