El expresidente del Gobierno
José Luis Rodríguez Zapatero celebró el pasado viernes, en una
carta publicada en prestigioso diario estadounidense
The Washington Post, el décimo aniversario de la legalización del matrimonio homosexual en España, que se cumplirá el próximo 30 de junio.
Tras recordar el papel que jugó Irlanda la pasada semana al convertirse en
el primer país del mundo en aprobar el matrimonio entre personas del mismo sexo a través de una votación popular, el exlíder del Ejecutivo socialista rememoró en la misiva que España fue el
tercer Estado en el mundo en dar el paso y legalizar el enlace entre personas homosexuales, después de que lo hiciesen Bélgica y los Países Bajos.
"Estoy muy orgulloso de la forma en la que España acepta la homosexualidad", aseguró, añadiendo a renglón seguido que "no hay término medio entre la tolerancia y la intolerancia". "Es bastante frecuente que las personas que rechazan a los homosexuales se sientan de la misma manera con los inmigrantes, los que profesan otras religiones e incluso con las mujeres. Sin embargo, los que se sienten cómodos con estos colectivos tienden a sentirse cómodos con otros grupos.
Las fobias parecen ser contagiosas, como la tolerancia".
El expresidente apuntó que "una sociedad que es tolerante con los homosexuales, será una sociedad tolerante" y esperó, en alusiones a Estados Unidos y tras comparar el porcentaje de españoles que consideran la homosexualidad socialmente aceptable (88%) con el de estadounidenses (60%), "que en un país donde las libertades públicas se desarrollaron de manera robusta, en parte gracias a la libertad religiosa, esta libertad no sea invocada en algunos
estados a la hora de promulgar leyes intolerantes y discriminatorias".
Hagamos una precisión conceptual: se debería hablar de tolerancia sexual al igual que hablamos de tolerancia religiosa o tolerancia cultural. Ser tolerante con los homosexuales es tan poco respetuoso como ser tolerante con los católicos o con los gitanos. En sendos casos, cuando se trata de minorías, no ha de exigirse tolerancia, como si fuera concesión graciosa de la mayoría, sino respeto de los derechos. Dado que las mayorías y las minorías son variables numéricas dependientes del tiempo podría llegarse al absurdo de una sociedad que se dice tolerante con los heterosexuales.
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