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El final de ETA

Históricos etarras se reinventan como hosteleros, escritores, docentes o monitores de yoga

Históricos etarras se reinventan como hosteleros, escritores, docentes o monitores de yoga

infolibre

Históricos terroristas de ETA que rompieron con la banda y optaron por el camino de la reinserción individual han logrado reinventar sus vidas lejos de la violencia y renunciando a la protección que presta el entorno proetarra a sus pistoleros. La hostelería, la docencia o la literatura son algunas de las salidas para varios que empezaron de cero tras años de cárcel por su pasado criminal, informa Europa Press.

Uno de los casos más representativos es el de José Luis Álvarez Santacristina, Txelis. Quien fuera uno de los máximos dirigentes de ETA e ideólogo de la cúpula Artapalo, desarticulada en Bidart en 1992, experimentó un proceso personal que le llevó a desvincularse de la banda y abrazar la vida religiosa.

Este mes la Audiencia Nacional le concedió la libertad condicional, aunque llevaba años saliendo a diario de la prisión guipuzcoana de Martutene para dar clases de euskera en un centro educativo de Álava, concretamente el Txema Finez. Ese lugar debe su nombre al ya fallecido número dos de la Consejería de Justicia del Gobierno vasco durante el mandato del socialista Patxi López. En otro tiempo, Txema Finez habría sido objetivo potencial para Txelis.

Álvarez Santacristina fue condenado a 30 años de cárcel por ordenar al comando Ekaitz el asesinato del ex secretario de Estado Manuel Broseta a principios de 1992. Además, había redactado un listado con decenas de objetivos de la banda.

Acoso del entorno proetarra

Romper con ETA supone asumir un riesgo tanto para ellos como para sus familias por el rechazo o incluso el acoso que ejerce el entorno proetarra contra quienes se salen de la disciplina que marca la organización. En ocasiones son las propias familias las que piden a sus allegados en prisión que se piensen bien las consecuencias adversas que puede significar cortar el cordón umbilical con la banda.

De entrada eso supone perder la asistencia de los abogados habituales del colectivo de Presos de ETA o la posibilidad de que las familias acudan a las cárceles en los autobuses fletados por las plataformas afines. Tampoco hay actos de ongi entorri para recibir y agasajar en la herriko taberna para quienes salen de prisión como disidentes, aunque hayan cumplido decenas de años por matar en nombre de ETA.

Por ello ha habido resoluciones judiciales que a la hora de conceder beneficios penitenciarios a etarras arrepentidos han tenido en cuenta el esfuerzo personal que supone para ellos la ruptura con la banda. Así se lo reconocieron expresamente al disidente José Luis Urrusolo Sistiaga, a quien la Sala de lo Penal de la Audiencia Nacional le otorgó un permiso de salida de prisión valorando la "dificultad" que para él ha supuesto romper con ETA "en un entorno hostil".

Urrusolo Sistiaga, autor de numerosos atentados como responsable del comando Madrid de ETA en la década de los ochenta, ha recorrido ese proceso en compañía de su pareja sentimental, la también arrepentida Carmen Guisasola. Ella cumplió 24 años presa por participar en cuatro asesinatos y ha rehecho su vida con ayuda de la literatura. Guisasola publicó su primera novela (escrita en prisión) titulada Gaur Zortzi, en euskera y editada por Alberdania.

"No es autobiográfica"

En el libro narra el sufrimiento de una madre cuya hija ha huido para integrarse en ETA. "No es autobiográfica", aunque algunos pasajes "están ligados a la realidad", reconocía en la presentación del libro en la que abogó por llevar a cabo una "reflexión" del pasado para poder avanzar en la convivencia.

Otro disidente como Iñaki Rekarte también probó con la literatura a través del libro titulado Lo difícil es perdonarse a uno mismo (editorial Península). Rekarte, asesino de cuatro personas, sí que hizo una obra autobiográfica en la que repasaba toda su trayectoria en ETA hasta que en prisión conoció a una trabajadora del centro penitenciario, gaditana de nacimiento, con la que actualmente vive en libertad.

Además del libro, Rekarte es propietario de un bar en la localidad navarra de Santesteban. Al menos en 2013 el negocio atravesó por problemas económicos. Eso argumentó Rekarte, aún preso, a la hora de solicitar permiso para salir los fines de semana a trabajar en el local y así no tener que contratar a nadie para que haga ese trabajo.

Pidió trabajar los fines de semana

Apelaba a que de ese modo "cubriría mejor las responsabilidades civiles" que tenía asumidas por sus atentados y por las que destinaba 100 euros al mes. La Audiencia Nacional puso como requisito que se acreditase esa actividad laboral.

Otra histórica integrante del comando Madrid de ETA como Idoia López Riaño, La Tigresa, también se encuentra expulsada de la banda tras acogerse a la denominada Vía Nanclares. Actualmente se prepara para su vida en libertad saliendo periódicamente de la cárcel con permiso de los jueces para sacarse el carnet de conducir. El auto de la Audiencia Nacional defendía que no es "sólo una opción personal, sino una exigencia laboral y personal, muchas veces determinante".

Antes de eso, fue la encargada de cuidar a los perros que empleaba la cárcel en un programa de terapia asistida con animales para otros reclusos con problemas de adaptación. López Riaño, cuyo verdadero alias en ETA era Margarita, también comenzó a estudiar un módulo de Formación Profesional y dio clases de euskera y francés.

Andoni Muñoz, trabajador nocturno

A la hora de conceder beneficios penitenciarios, los jueces suelen otorgarle importancia al hecho de que los presos cuenten con alguna oferta de trabajo en el exterior. Este fue el caso de Andoni Muñoz, ex miembro del comando Vizcaya de ETAcomando Vizcaya y condenado a 67 años de cárcel.

Tras romper con la banda recibió el permiso para salir todos los días de la prisión de Basauri (Vizcaya) para trabajar como limpiador en el Metro de Bilbao. En concreto, salía de lunes a viernes en un horario nocturno desde las 23.00 hasta las 6.00 horas.

Dentro de la férrea disciplina que ETA imponía a sus presos en las cárceles quedaba prohibida la participación en talleres o asumir trabajos dentro de los centros penitenciarios. Para la banda eso no era propio de "presos políticos". La mayoría de etarras que han optado por la reinserción individual han terminado desempeñando trabajos en prisión en lo que era casi como un primer gesto de rebeldía contra el control de la organización.

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Carrasco Aseguinolaza

El propio Rekarte empezó a trabajar en el economato de la cárcel de Villabona (Asturias), la misma función que desempeñó Valentín Lasarte, uno de los asesinos de Gregorio Ordónez y hoy considerado un traidor por el entorno proetarra. Urrusolo Sistiaga, por su parte, aceptó un trabajo en la biblioteca de la cárcel, participó en un taller de escritura y llegó a impartir clases a sus compañeros sobre programas de ordenador.

Dentro de estas actividades en prisión, una de las menos habituales es la que le sirvió el pasado junio a Luis María Carrasco Aseguinolaza para recibir un permiso de salida de la cárcel de seis días. Condenado a 400 años por varios atentados –entre ellos el asesinato del exgobernador Civil de Guipúzcoa, Juan María Jauregui– este interno disidente pasa los días en la cárcel ejerciendo de forma desinteresada como monitor de yoga para sus compañeros y está realizando un curso de aprendiz de panadero.

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