Encuentro entre mujeres

Tres historias de mujeres que transforman el mundo

Mujeres que transforman el mundo, tres historias separadas en el tiempo con denominador común

Estas tres mujeres comparten un género, una lucha y una idea, una manera de ver la vida que va más allá de sus propias fronteras. Este fin de semana serán entrevistadas en Segovia, en el VI Encuentro Mujeres que transforman el mundo, pero su camino converge de forma paralela desde hace mucho más tiempo.

Lorella Zanardo y Ana Rosa Alcalde se definen como mujeres con la obligación de cambiar y mejorar la vida de las personas, en especial del género femenino. Latifa Ibn Ziaten, en cambio, ensalza a su hijo en la descripción: “Soy la madre de Imad”. La primera alude al activismo como lucha, la segunda como concienciación, y la tercera como necesidad, pero lo cierto es que todas concurren en un aspecto: la educación es el epicentro de la transformación de la sociedad, un proceso que -en sus palabras- ya es ”imparable”.

El revivir de unos valores 

Es conocida popularmente como la madre coraje, pero ésta sostiene que su único objetivo es “hacer vivir los valores en los que creía [su hijo, Imad]”. El camino no fue fácil. “Nunca podré pasar de página”, afirma, pero entender que “la necesidad de comprender fue más fuerte que la pena” se convirtió en un grito que hoy le acompaña en su día a día.

Imad Ibn Ziaten fue un militar francés asesinado en 2012 cuando se encontraba fuera de servicio. Fue la primera de las víctimas de Mohammed Merah, un muyahidín [guerrero santo] de Al Qaeda que acabó con la vida de tres militares franco-magrebíes y cuatro franceses de religión judía en el país galo. La conmoción social sacudió Francia, pero el acto de Latifa fue más allá.

Una vez conocida la pérdida de Imad, decidió "ver cómo era la casa” del verdugo de su hijo: “No sabía por qué, pero tuve la intuición que sobre el lugar mi hijo me había dejado una señal”.

Latifa Ibn Ziaten viajó hasta allí y se encontró con dos jóvenes musulmanes que le dijeron que “Mohammed Merah es un héroe del Islam”. No sabían de quién era madre Latifa. Ésta, en vez de entrar en cólera, les preguntó por qué, les contó el por qué de su viaje y les vio "cambiar de conducta a medida que les expliqué el dolor de una madre”. Al final de la conversación “ellos me entendieron” –señala– e incluso “me pidieron ayuda”. Fue éste el punto de inflexión que le llevó a su nueva vida: la creación de una asociación.

Imad pour la jeunesse et la paix [Imad por la juventud y la paz] es una organización que pretende mantener vivos los valores en los que creía Imad. Para ello, Latifa charla con estudiantes franceses sobre su historia a modo de concienciación, como símbolo de que “jamás un verdadero musulmán se comportaría así [como lo hace Al Qaeda o ISIS] con los demás”.

La educación es uno de los grandes olvidados de la sociedad para luchar contra el radicalismo y por ello Latifa considera que la escuela “es el lugar para comenzar una lucha ante madres y padres que no cumplen su función”.

“Entiendo a los jóvenes” cuando dicen que Francia les margina –especialmente después del atentado contra Charlie Hebdo en enero de 2015– pero “ante todo y sobre todo son franceses como todos los demás”. “Si comenzamos a señalarles por su religión, entonces el problema comienza: se llama estigmatización”.

Un grito contra el rol de la mujer en televisión

Lorella Zanardo nunca se imaginó que su documental, Il corpo delle donne (2009), fuese a alcanzar las 12 millones de visitas, sin embargo, -según explica a infoLibre- tuvo “el mérito de provocar un escándalo en Italia”.

Il corpo delle donne es una obra que a partir de imágenes de archivo pretende reflexionar sobre el papel que desempeña la mujer en la televisión italiana. Una “idea artificial”, “un rol subordinado, secundario, que presenta a las mujeres como un objeto” frente a la figura patriarcal y dominante proyectada por el hombre.

Esta activista italiana quería "que las mujeres comenzasen a comprender el modo en que los medios las representan”, ya que -subraya- éstos tienen un “enorme poder” de influencia del que el espectador no es consciente. Por eso Zanardo entiende que “es necesario que haya un movimiento de protesta”, especialmente desde los colectivos feministas, para acabar con una realidad que es patente en la televisión desde hace décadas.

“Durante muchos años en España y en Italia el cuerpo de la mujer fue ocultado y cubierto” en televisión, por eso el reclamo del desnudo femenino en la pequeña pantalla suscita tanto interés, porque “son siempre imágenes ligadas al pecado, a lo prohibido”.

Zanardo considera que este aspecto deriva de la educación católica que ambos países han recibido y por eso defiende que es en el colegio donde se tienen que proporcionar “los instrumentos para no ser esclavo de los medios”. Estos “tienen un poder enorme en la edad evolutiva” y “la familia no siempre tiene los instrumentos”, por eso “hay que encontrar el modo de trabajar con los jóvenes para hacerles comprender qué quiere decir 'ser auténtica'”.

Este es uno de los motivos por los que esta activista milanesa recorre las escuelas del país impartiendo charlas de concienciación, porque cree en el cambio y cree en las personas. Precisamente éste eslogan, Primero las personas, fue lo que le hizo sumarse a la lista de Alexis Tsipras por Italia para las Elecciones Europeas del 2014. “Me parecía un título muy cercano al mundo de las mujeres: nos preocupamos de la gente primero”, recuerda, “por eso cuando me dijeron de entrar en las listas de Tsipras pensé que me asociaba a esa idea”.

Zanardo reconoce que la candidatura del griego “no tenía futuro” en su país porque “el activismo italiano está atravesando un momento dificilísimo”. “Conseguimos tres representantes electos en el Parlamento Europeo y después el movimiento se rompió, ya no existe”, apunta. No obstante, pese a la fragmentación de la izquierda, Zanardo insiste: “Yo continúo con mi actividad de activista de modo independiente”.

Bien mediante vídeos, la publicación de sus libros o la impartición de charlas, Lorella Zanardo está convencida de que las personas y, en concreto, las mujeres, pueden cambiar la realidad que nos rodea; pero, para ello, “lo primero es creer que nosotras tenemos un poder inmenso, usarlo y no limitarse a hablar”.

“Nuestra obligación es mejorar el mundo”

Ana Rosa Alcalde no se limitó a hablar y en 2008 formó lo que hoy se conoce como Alianza por la Solidaridad, una ONG cuyo objetivo es “trabajar conjuntamente por algo que es común, no por algo individual de cada uno”.

Su recorrido por los 15 países donde esta organización realiza actividades en defensa por los derechos humanos y de la mujer, le ha conducido a aprender “a ver la realidad de dos formas”. Por un lado “aprendes a ver las enormes diferencias de igualdad que existen en el mundo”, y por otro, “percibes la similitud de los procesos que generan esas desigualdades”, argumenta Alcalde.

En concreto, Alcalde alude a la falta de una “legislación perfecta” ante la violencia contra la mujer. “Existen normativas que han evolucionado positivamente”, afirma, “y en España se ha avanzado muchísimo”, pero “todavía no se dan mecanismos legales que proporcionen a las mujeres la confianza de que una vez que dan el paso de denunciar, vayan a ser adecuadamente protegidas”.

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Para ésta la erradicación es “completamente posible”, pero es necesaria una clara voluntad ejemplificante por parte de todos los sectores de la sociedad: “Tiene que estar en la escuela, en casa y también en el espacio público”. De hecho, Alcalde subraya que los productos culturales son unos de los mayores culpables porque “vemos todavía mucha violencia contra la mujer, bien verbal o mucho más explícita”.

Con el fin de cambiar esta realidad hacia una perspectiva futura, en países como Palestina Alianza por la Solidaridad realiza campañas de sensibilización con los hombres –bien mediante charlas o talleres– para “demostrar que es posible otra forma de tener la identidad masculina que no esté vinculada a ese sometimiento violento de las mujeres”. “En Líbano realizamos una campaña donde hombres relevantes de la sociedad libanesa rechazaban la violencia contra las mujeres”, y en Bolivia “trabajamos los noviazgos sin violencia con jóvenes que empiezan su primera relación” para “ir construyendo la relación asentada sobre unas bases que no sea el sometimiento de la mujer”.

“Cada paso importa”, reitera Ana Rosa Alcalde cuando se le alude a los instrumentos necesarios para cambiar la realidad que nos rodea. “Lo primero es transformándose a sí misma” y después sumándose –”siempre de manera colectiva”– al “proceso histórico en el que estamos muchas mujeres desde hace años”. “Hemos tenido dificultades”, recuerda Alcalde, pero –concluye– éste es ya un proceso “imparable”.

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