Violencia machista

El machismo cala entre los más jóvenes: celos, control y feminicidios

Las calles de Madrid han acogido este sábado a miles de personas que se manifestan en la primera gran movilización nacional contra las "violencias machistas".

El asesinato machista perpetrado el pasado viernes puso, una vez más, la voz de alarma. Una joven de 19 años era asesinada a manos de su pareja, un hombre tres años mayor que ella. Un nuevo golpe que desmiente la percepción equívoca, pero generalizada, de una sociedad compuesta por jóvenes educados en la igualdad. La realidad, por el contrario, dibuja un escenario donde la violencia machista campa a sus anchas entre las nuevas generaciones, cuyos hábitos desembocan en consecuencias irreparables.

Las asociaciones feministas y la sociedad civil llevan décadas denunciándolo. Reclaman medidas educativas que vayan directas a la raíz del problema, y sobre todo, que la violencia de género sea un asunto de Estado. El feminicidio es sólo el último eslabón –y en ocasiones el más visible– de toda una cadena de actitudes machistas que engrosan el sistema patriarcal desde la más tierna infancia. 

"Las mujeres llevamos muchos años trabajando dentro del sistema educativo, aplicando mecanismos de prevención y estudiando las causas", relata la directora de la Fundación Mujeres, Marisa Soleto, quien, además, denuncia la ausencia de un "trabajo sistemático de lucha contra los estereotipos" que forman parte del engranaje de "mensajes culturales" carentes de valores igualitarios.

Ellos fuertes, ellas frágiles

El principal problema que impide evolucionar hacia una sociedad igualitaria es el arraigo de los estereotipos machistas desde la infancia. Las expertas apuntan a toda una serie de factores que se encuentran en el día a día y que la sociedad no asume como elementos nocivos. Se trata de la publicidad, el cine, la música, los cuentos, y "todos los mensajes que reciben por parte de los agentes de socialización y que están basados en estereotipos tradicionales", tal y como explica Yolanda Besteiro, presidenta de la Federación de Mujeres Progresistas.

"Los niños y niñas a partir de los tres años ya han interiorizado esos estereotipos de género", comenta Besteiro, "ya no viven como personas, sino como niñas y niños". La experta señala como clave fundamental la idea de identificar a los niños como "valientes y agresivos", mientras que ellas asumen el papel de "tiernas y cariñosas".

Nina Infante, integrante del Fórum de Política Feminista, lamenta que ese tipo de percepciones sean ahora "muchos más virulentas", debido a las nuevas tecnologías, y denuncia que la mayoría de "juegos educativos generan violencia en general, y violencia entre los chicos y las chicas". Para Infante, "ese mostrar a las chicas como débiles, y nunca protagonistas, poco a poco va conformando una mentalidad para unos y para otras".

Precisamente el pasado año el Centro Reina Sofía sobre adolescencia y juventud publicaba un estudio titulado ¿Fuerte como papá? ¿Sensible como mamá? Identidades de género en la adolescencia, en el que constataba cómo "muy mayoritariamente las chicas son definidas como sensibles y tiernas (según el 56% de los y las jóvenes), preocupadas por la imagen (46%) y responsables y prudentes (36%), mientras que los chicos, por su parte, como dinámicos y activos (66%), independientes (36%) y posesivos y celosos (31%)".

El mito del amor romántico y sus consecuencias

"A los jóvenes se les ofrece modelos de relación fundamentalmente basados en los estereotipos más rancios", relata Soleto, quien apunta, además, hacia una "cierta involución" en este sentido. Para la experta, los mitos que rodean al concepto de amor romántico continúan "presentes en los productos y subproductos culturales", esencialmente a través de la figura de "la media naranja", lo que supone, subraya, "el principal factor de riesgo" que impide "formarse sobre nociones igualitarias".

La experta se pregunta "hasta qué punto las relaciones igualitarias pueden estar construidas en base a la idea de amor romántico", es decir, aquel que inculca plantamientos como que "si quieres mucho a una persona acabará cambiando, la entrega total, la media naranja, o la exclusividad", y que fomentan "relaciones muy rígidas y muy dadas a que se descompensen y desemboquen en actitudes de abuso". 

Yolanda Besteiro coincide con su compañera cuando explica el peligro de entender la "protección y los celos como prueba de amor", cuando se trata de "violencia de género". "Todo lo tradicional que creíamos superado se viene reproduciendo generación tras generación", lamenta la experta, porque "seguimos educando en base a unos roles tradicionales, con el agravante de que los jóvenes creen que viven en una sociedad igualitaria". 

Esa percepción es, según Besteiro, "una falsa apariencia de igualdad" que genera toda una serie de dificultades para la visibilización del machismo. En este contexto se normalizan actitudes de "control", maquillado bajo la apariencia de "muestra de amor". Las jóvenes, continúa Besteiro, "piensan que sus parejas se comportan así porque las quieren, cuando lo que hacen es controlar y dominar". En este sentido, destaca la "idealización del amor romántico", la idea del "príncipe azul que tiene que venir a salvarme", y recupera a la feminista Kate Millet al señalar que "el amor es el opio de las mujeres". La experta resalta que "el 80% de los jóvenes cree que la chica tiene que satisfacer los deseos del chico", lo que desemboca en una relación desigual en la que se prima un comportamiento dominante por parte del hombre y el sometimiento de la mujer.

Nina Infante coincide en que "hay determinados comportamientos que no han sido modificados para nada", en concreto "todo lo que tiene que ver con la convivencia en igualdad", que no sólo está "muy poco interiorizada" sino que además se ve reforzada con el control a través de las redes sociales y con "esa valoración que hacen todavía muchas chicas que entienden los celos como sinónimo de mayor cariño". La experta admite que en la actualidad "hay más herramientas" que hace una década, pero "también más recortes" que impiden la lucha contra esta problemática.

La educación como arma

La postura de las tres expertas consultadas por este periódico es únanime a la hora de señalar la principal herramienta para combatir la lacra de la violencia machista: la educación. Marisa Soleto apunta a "la información real sobre el fenómeno y sus causas", así como "una educación por la igualdad", como los factores de protección más importantes.

"Lo que deberíamos es trabajar sobre recomendaciones generales", considera la experta. El principal asunto a tratar, detalla, se basa en "todo lo que tenga que ver con la infiltración del sexismo en el marco de las relaciones". Soleto se refiere, en este punto, a aspectos como "la percepción de la desigualdad como una cuestión normal", pero también se trata de "cuestiones más benévolas", matiza, "como la protección, o la idea de que ellas son delicadas". Todo ello, continúa, "influye enormemente en la construcción de relaciones igualitarias".

Para Soleto es esencial "trabajar en factores de prevención sobre cómo construir relaciones equilibradas", así como "en la percepción del abuso y maltrato", es decir, definir qué indentificamos "como amor verdadero, y diferenciarlo del abuso y del dominio, que es un auténtico maltrato y un auténtico acoso", señala.

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En este sentido, "todas las organizaciones de la sociedad civil insistimos en la adecuada formación en materia de igualdad y violencia de género", que explique "la bondad de los valores por la igualdad y ayude a los chicos y chicas a construir" relaciones basadas en dicha idea. Soleto explica cómo esta labor viene siendo ejercida por asociaciones como la suya mediante talleres que, sin embargo, "no tienen espacio en la formación". 

"La desaparición de Educación para la ciudadanía" es, a juicio de la experta, uno de los fracasos en cuanto a la elaboración de un sistema igualitario. Aboga, de este modo, "por una educación sistemática y universal" fundada en estos valores. Yolanda Besteiro también considera que la "escuela debería apuntar hacia una educación coeducativa", es decir, "aquella que forma y educa como personas, independientemente de que seas hombre o mujer".

Besteiro destaca, por otro lado, el aumento progresivo del número de denuncias y condenas, "pero mientras no incidamos de manera directa", advierte, "los jóvenes seguirán reproduciendo todos los roles tradicionales, y eso se seguirá traduciendo en violencia de género". En este punto coincide Marisa Soleto, al esgrimir que "si esto es así y lo llevamos sabiendo más de diez años, no nos pueden sorprender las cifras que se consolidan en actividades delictivas". Remata, la experta, con un diagnóstico que pone el acento en la ausencia de medidas destinadas a evitar comportamientos machistas entre los más jóvenes: "Si no se hace nada contra la instauración de estereotipos en las relaciones, y se sigue dejando que se entiendan al margen de la igualdad y el respeto... Entonces veremos los resultados en las cifras", concluye.

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