EL DRAMA DE LOS REFUGIADOS

Médicos sin Fronteras publica 'Atrapados en tránsito', testimonios del horror que es Libia

Ali Shawkat, un afgano de 21 años, nos cuenta cómo llegó a Grecia tras recorrer 5.450 kilómetros pagando a los traficantes de personas

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Médicos Sin Fronteras (MSF) rescató a más de 25.000 personas en aguas del Mediterráneo, la inmensa mayoría de ellas procedentes de Libia, en el último año, documentando con el testimonio de muchos de ellos "el alarmante nivel de violencia y explotación que sufren los refugiados, solicitantes de asilo e inmigrantes" en este país.

La ONG reunió en un documento, Atrapados en tránsito, las principales conclusiones extraídas de los testimonios de estas personas, hombres, mujeres y, "cada vez con mayor frecuencia, los niños no acompañados (algunos de tan solo 10 años) que atraviesan Libia" y "están sufriendo abusos a manos de traficantes, grupos armados y particulares".

Estos, denunció MSF, "están explotando la desesperación de los que huyen de conflictos, la persecución o la pobreza" y les están sometiendo a abusos que incluyen "violencia (incluida la sexual), detenciones arbitrarias en condiciones inhumanas, torturas y otras

formas de malos tratos, explotación económica y trabajos forzados".

Así, el 50% de las personas entrevistadas por MSF durante 2015 dijeron haber sido detenidas durante meses en contra de su voluntad en Libia, ya sea por la policía y otras autoridades, por las milicias implicadas en el conflicto, por bandas criminales que operan en las principales ciudades o por particulares.

Durante su encierro, vivieron en "condiciones humanitarias extremas y sin acceso a asistencia médica", sometidas a violencia u obligadas a realizar trabajos forzados. "Nada más llegar a Libia nos encerraron en un gran hangar (...) Nos traían muy poca comida, tan solo una vez al día. Todo estaba sucio, era horrible. Nunca podría volver a Libia, pase lo que pase", contó una mujer eritrea.

Por otra parte, el secuestro se ha convertido en "una forma común de obtener dinero", por lo general de la familia y amigos del país de origen del rehén, y los rescates suelen pagarse a través de hawala, un sistema informal de transferencia basado en una red de operadores internacionales.

Menethueos, un eritreo de 23 años rescatado este mayo, fue uno de los que sufrió esta práctica y estuvo retenido durante cuatro meses por unos captores que exigían cerca de 1.800 euros por su liberación. "Me golpearon y torturaron en repetidas ocasiones, pero yo no tenía ningún familiar a quien llamar (...) Te golpean con las culatas de las pistolas. Cualquier cosa que les apetezca", relató.

"Te atan las manos y los pies juntos y te dejan acostado boca abajo día y noche. Durante el día te dejan tirado bajo un sol abrasador y por la noche pasas mucho frío. No te dan nada para comer. Ese es el tipo de tortura que utilizan muchas veces", precisó.

Trabajos forzados

Los trabajos forzados entre los que han sido secuestrados también son corrientes. Así, por ejemplo, los hombres se ven obligados a trabajar en obras de construcción o granjas durante el día, a menudo durante meses, hasta que pagan su libertad, mientras que las mujeres han contado haber sido mantenidas en cautiverio para trabajar en el servicio doméstico o forzadas a esclavitud sexual.

"Cuando alguien en Sudán me vendió a un libio por cerca de 1.800 euros, me sentí como una especie de mercancía valiosa. Los traficantes de esclavos de Sudán y Libia trabajan juntos, es como un negocio. Tras mi venta, me encerraron con otras personas en una especie de centro de detención. Durante el día trabajaba en granjas y por la noche volvían a encerrarme", contó un somalí, que vio a personas morir porque estaban enfermas y no recibieron tratamiento.

Su relato es similar al de una camerunesa rescatada el pasado junio. "La gente vende a las personas. En Libia, la venta de seres humanos es normal", comentó. En su caso, tras ser secuestrada por cuatro hombres armados se vio obligada a ejercer la prostitución y fue violada en repetidas ocasiones.

Cicatrices de torturas

El personal de MSF a bordo de los barcos que la ONG desplegó en el Mediterráneo para rescatar a inmigrantes y refugiados en apuros, pudo atestiguar en primera persona algunos de los abusos que estos relataban.

"Alguien llega por un catarro y cuando se quita la camisa ves todas las cicatrices de las torturas que ha sufrido y, de pronto, te das cuenta de que tiene algunos huesos rotos y te cuentan historias horribles", explicó la doctora Erna Rijnierse, a bordo del Aquarius en junio. "En los últimos 12 rescates, he examinado a al menos 32 pacientes con claras lesiones de violencia", comentó.

"Desde que llegué, he asistido a varios casos de personas con fracturas, y he visto las cicatrices de grandes heridas en cuero cabelludo, espalda, brazos y piernas como resultado de su paso por Libia", indicó por su parte la doctora Paola Mazzoni, a bordo del Bourbon Argos.

Desaparecidas casi un centenar de personas al naufragar un barco con inmigrantes frente a las costas de Libia

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MSF tiene actualmente tres embarcaciones en el Mediterráneo. Sus equipos médicos a bordo "siguen tratando y siendo testigos de las consecuencias de la violencia física y psicológica infligida a las personas que huyen de Libia", precisó la ONG.

Según precisó, "en los últimos meses, los médicos de MSF vieron a un hombre con una herida de machete infectada en el antebrazo de varias semanas de antigüedad; una joven que había recibido tantos golpes en la cabeza que su tímpano estaba perforado; un hombre con una inflamación grave tras ser golpeado en la ingle; un hombre con una fractura de clavícula y grandes cicatrices en la espalda como resultado de los latigazos que recibió durante su detención; un hombre al que habían golpeado con un Kaláshnikov tantas veces y con tanta fuerza que los huesos de la mano se habían hecho añicos".

La ONG puso también el acento en los traumas y los efectos psicológicos que lo vivido en Libia tiene para estas personas. Según los datos recogidos por MSF en el centro de recepción de Ragusa, en Sicilia, el 60% de las 387 personas entrevistadas presentaba necesidades en materia de salud mental. Al 42% de ellos se les diagnosticó trastorno por estrés postraumático y al 27% trastornos debidos a la ansiedad.

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