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Corrupción política

Correa golpea al PP al confesar que las mordidas del 3% eran “práctica” habitual

Francisco Correa a su llegada a la Audiencia Nacional, donde declaró este jueves por su presunta implicación como cabecilla de la trama Gürtel.

Alicia Gutiérrez / Tono Calleja

Tras siete años de silencio, casi cuatro de ellos en prisión, Francisco Correa asestó ayer al PP un golpe monumental en el primer macrojuicio de Gürtel. El considerado jefe de la trama Gürtel, papel que él mismo vindicó a lo largo de una declaración de casi siete horas que proseguirá hoy viernes, lanzó casi al final de la tarde el misil: el cobro de mordidas de entre el 2% y el 3% a empresarios interesados en obtener contratos públicos -dijo- fue "la práctica" durante años. 

Correa, para quien la Fiscalía pide 125 años de cárcel por varios graves delitos de corrupción y que busca obtener una condena más benévola a cambio de su confesión, ya había aportado por la mañana el primer dato inquietante para el PP desde el punto de vista político más que penal: que en 1996, tras la llegada de José María Aznar a la Moncloa, él mismo acordó con Luis Bárcenas conseguir adjudicaciones para empresarios que luego iban "a colaborar con el partido". Ya en ese momento Correa reconoció que había pagado actos electorales de Pozuelo y Majadahonda (Madrid) en las elecciones de 2003. Y que en Valencia había facturado a constructores por servicios en realidad prestados al PP.

Fue en ese marco donde encajó la declaración más ilustrativa sobre la simbiosis entre la trama Gürtel y el PP: "Yo me pasaba el día en Génova. Estaba más tiempo allí que en mi despacho, era mi casa", dijo.

Por la tarde, Correa lanzó la munición definitiva con las siguientes palabras: "Yo no sé la cantidad de dinero exacta que le he llevado al Partido Popular correspondiente a esas gestiones de haber gestionado [la adjudicación amañada de] obras , puede que hayan sido 1.000 millones [de pesetas] o que haya sido más o menos. No lo he contabilizado, puede que fueran 1.000 o 500 o 2.000".

Pero lo que es cierto -agregó tras espetar a la fiscal Concepción Sabadell que no se quedara con el detalle de los 1.000 millones sino con el concepto- es que eso era lo habitual: "Lo que es cierto es la práctica", fueron sus palabras textuales. ¿Qué tipo de adjudicaciones eran aquellas?, inquirió ahora Sabadell. "Carreteras, autopistas, obras del AVE, de medio ambiente, eran diferentes obras", respondió el acusado antes de explicar cuál era la mecánica: el empresario en cuestión le comunicaba que estaba interesado en obtener una licitación, "Luis Bárcenas gestionaba con el correspondiente ministerio, el empresario pagaba el 2 o el 3% y yo se lo llevaba a Génova". "A veces lo he entregado en Génova y a veces en su casa", agregó. El receptor del dinero –asegura Correa– siempre era Bárcenas.

Cuando disparó, Correa estaba respondiendo a una pregunta de Sabadell sobre una de las grabaciones subrepticias que hizo el exconcejal del PP José Luis Peñas y terminó poniendo en manos de Anticorrupción. Es en esa charla, donde Correa se jacta de haber llevado 1.000 millones de pesetas a Luis Bárcenas a Génova por obras de la etapa de Cascos. Este jueves, Correa minimizó por completo lo que se oye en esa charla en relación a cómo él mismo sabía dónde ocultaba Cascos el dinero. Aquello, dijo el acusado, fue un calentón propio de quien se ha tomado una copa de vino.

El acusado no dio detalles sobre qué empresarios pagaron ese "2 o 3%% de comisión ni la Fiscalía se lo preguntó, aunque el interrogatorio continuará hoy viernes. Distintas fuentes sostienen que además de a la Fiscalía y a su defensa responderá también, como mínimo, a una de las tres acusaciones populares: la ejercida por los socialistas valencianos. 

La pomada del PP y la falta de química con Rajoy

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Correa, que durante la sesión nombró varias veces a Aznar como de pasada y describió a su yerno, Alejandro Agag, como alguien que había sido su "íntimo amigo", se ocupó de remarcar que la relación de la trama con el PP nacional acabó "en 2004 o 2005". ¿Por qué motivo?, interrogó la fiscal. El acusado contestó así: "Porque trabajábamos con todo el equipo de Aznar, nombran presidente del partido a Rajoy y creo que Pablo Crespo [que fue secretario de organización del PP gallego y a quien se lo había presentado el ya fallecido Xosé Cuiña, dijo] no tenía una muy buena relación con Rajoy en Galicia, no había una química. Luego iniciamos una actividad en Valencia". 

De Rajoy,director de las campañas electorales en 1996 y 2000 como vicesecretario de organización, secretario general del partido entre 2003 y 2004 y miembro de los sucesivos gobiernos de Aznar, Correa no dijo nada más. Sí añadió en cambio algo, deslizado como dato casual, que refuerza su propio relato sobre la vinculación de Gürtel con la etapa del aznarismo, etapa que la mayor parte de los juristas conocedores del caso Gürtel entienden prescrita desde el punto de vista penal.

Ocurrió tras la audición de una conversación intervenida por la Policía y en la que el jefe de la red corrupta charlaba con el exconsejero madrileño de Inmigración, el también acusado Carlos Clemente. El tono de la charla y lo que Correa vino a considerar algo así como normalidad empresarial entre los dos interlocutores le hizo exclamar que acababa de tener "un subidón" de alegría. Y que escucharlo le corroboraba en la idea de que la operación policial lanzada por Baltasar Garzón en febrero de 2009 carecía en su opinión de sentido. "Me lo podía haber esperado en 2003, 2004, cuando estaba en la pomada del PP", afirmó.

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