FALLOS EN LA POLÍTICA DE ACOGIDA

Las condiciones precarias del centro de Cruz Roja en Mallorca empujan a 20 refugiados a marcharse a Alemania

Las condiciones precarias de los refugiados en Mallorca obligan a una veintena de ellos a marcharse a Alemania

Esther Ballesteros

Falta de información, escasez de traductores, problemas con la comida, blindaje respecto al exterior... Son algunos de los problemas a los que denuncian enfrentarse a diario algunos de los refugiados alojados en el albergue habilitado para ellos en S'Arenal, en Mallorca, y que han empujado a una veintena de los que han pasado por el centro desde junio de 2016 a marcharse de la isla en busca de un hogar mejor en Alemania.

Desde su apertura, han sido acogidos en el albergue un total de 110 refugiados. Cuenta con 50 plazas, de las que 38 están ocupadas en la actualidad y las otras 12 el Ministerio de Sanidad las reserva para nuevos asilados. Los acogidos proceden principalmente de Venezuela, Eritrea y Siria.

“Las clases de español no son suficientes. La comida es peor. Deberían, además, darnos más libertad”, se queja a infoLibre uno de los refugiados sirios que ha permanecido en el inmueble durante seis meses, el periodo establecido para la fase de acogida antes de integrarse en la vida en el exterior, y que prefiere mantener el anonimato. Asegura que la información básica para acceder a un trabajo o a determinadas prestaciones les llega desde fuera, proporcionada por voluntarios volcados en su integración, y muy pocas veces por Cruz Roja, la encargada de gestionar el alojamiento.

El joven recuerda que la entidad benéfica les “ayudó en parte”, pero también les ha “causado muchos problemas al mismo tiempo”, principalmente por el idioma y los horarios estrictos del centro, lo que les impide salir del albergue con suficiente autonomía. “Yo no tuve eso”, lamenta.

Recalca además que los 20 sirios que decidieron abandonar la isla volaron hasta Alemania porque Cruz Roja no les ayuda “como debería hacerlo”, sobre todo el encargado del albergue. Los refugiados que continuaron en el centro y finalmente han salido tras cumplir la fase de acogida “tienen amigos que les han ayudado a encontrar un trabajo, no la entidad”.

Otros refugiados deploran del mismo modo las condiciones en las que se encuentran. A una de ellas, que está a punto de dejar el centro, la apuntaron al colegio y le dejaron los libros para estudiar, pero nadie ha realizado posteriormente un seguimiento de su evolución. Sólo desde hace poco recibe clases en castellano fuera del colegio para progresar en la materia. Cruz Roja no la inscribió en su día al considerar que “ya tenía suficiente” con su horario lectivo, explica.

También se queja de que, por ejemplo, en las habitaciones no tienen ventiladores. La sala de estar es el único sitio donde hay aire acondicionado.

Cinco meses sin exámenes médicos

La situación está siendo analizada por asociaciones como la de Apoyo al Refugiado.Una de sus miembros, Natalia Krajewska, denuncia la falta de coordinación entre las administraciones implicadas y Cruz Roja a la hora de propiciar entre todas ellas una acogida “más digna” y ofrecer a los refugiados mayores facilidades para informarse sobre su derecho a prestaciones sociales o a convalidar sus títulos educativos.

“Hay que tener en cuenta que no todo el mundo es joven, ágil, espabilado... Además, vienen de países donde el Estado de bienestar no ha existido nunca o está totalmente disuelto por la guerra o la dictadura”, resalta la voluntaria. “Alguien debe ayudar a los refugiados para que conozcan sus derechos porque, si nadie lo hace, están como un ciego en el bosque”.

Una de las carencias que a Krajewska más le han “chocado” estos meses es que Cruz Roja no responda “a inquietudes y preguntas de los refugiados tan básicas como qué hacer si quieren volver a estudiar en la universidad o sacarse el carné de conducir”. “Alguien no se está tomando en serio todo esto, cuando se trata de jóvenes y adultos con un nivel de estudios alto”, recrimina la voluntaria, “la oferta de terminar como camarero o lavaplatos no les satisface, es lógico que quieran realizar sus sueños y, por muy duro que sea el camino que les espera, hay que facilitarles toda esa información”.

Quienes llegan a España en edad escolar padecen dificultades adicionales: “No es lo mismo entrar en el colegio con seis años que con 16”, apunta. “Los adolecentes lo pasan muy, muy mal y no vemos que se les ayude. Al llegar a Mallorca les bajan de curso dos años y encima están en clase sin entender. Una hora con el profesor no basta”, abunda la voluntaria, quien acaba de ayudar a una joven a inscribirse en un curso intensivo de verano “para que no pierda otro año”.

Otro de los casos más significativos al que alude Krajewska es el de una joven a la que, pese a constituir “un caso claro de vulnerabilidad” y padecer graves problemas de salud, “nadie le ha hecho pruebas específicas desde que está aquí”. “Lleva cinco meses en Palma y no se le han realizado exámenes médicos por parte de un especialista”. Un tiempo “perdido”, lamenta, para solicitar un reconocimiento de minusvalía.

La versión de la Cruz Roja

Mientras tanto, las evasivas de Cruz Roja no son pocas, acusa la voluntaria. La entidad niega cualquier tipo de irregularidad: “No tenemos constancia de que haya habido maltrato ni una no intervención, aunque sí que es cierto que en la apertura hubo quejas por la comida”. La responsable departamento de Inclusión Social y Cooperación Internacional de Cruz Roja en las islas, Dolça Feliu, reconoce que el albergue no dispone de cocina propia, con lo cual ésta ha sido subcontratada con un catering.

Pese a ello y con la presencia de hasta 11 nacionalidades diferentes en el alojamiento, la comida, asegura Feliu, cumple con los requisitos para cada caso, como el de los musulmanes y el de los diabéticos. “De hecho, hay seis menús diferentes”, precisa.

Sí admite que últimamente los refugiados han transmitido su inquietud respecto a la búsqueda de un lugar donde vivir una vez emancipados. Baleares es una comunidad autónoma “en la que buscar vivienda es muy complicado”, advierte Feliu, a lo que se suma el hecho de que la gran mayoría de los refugiados no tiene trabajo. No obstante, explica, tanto Cruz Roja como el Ejecutivo autonómico han firmado un convenio para que el Instituto Balear de la Vivienda (Ibavi) ceda 10 viviendas a los acogidos.

La falta de traductores de determinados idiomas se añade al catálogo de problemas del albergue de S'Arenal. Feliu resalta la dificultad de encontrar profesionales para lenguas como el tigrilla, propia de Eritrea. “Lo vamos subsanando desde el minuto cero, trabajando los planes de cada persona”, aclara.

En cuanto a los colectivos especialmente vulnerables, la responsable de Cruz Roja subraya que se permite una flexibilización en las fases –de acogida y de integración–, al tiempo que se ha creado una mesa intersectorial con el Gobierno balear a la que se sientan representantes de servicios sociales, sanidad, educación, empleo y los ayuntamientos.  Su objetivo es “trabajar de forma coordinadadesde el momento en que llegan personas vulnerables. La coordinación es continua y hacemos reuniones de forma periódica”.

Dolça Feliu resta trascendencia a la marcha de los 20 refugiados. Si los refugiados decidieron trasladarse a Alemania tras su paso por el albergue, fue porque “desde el primer momento ése era su objetivo”. “Se fueron voluntariamente”, insiste.

El problema de la vivienda

Por su parte, la consejera de Servicios Sociales y Cooperación, Fina Santiago, reconoce a infoLibre que en la fase de integración los refugiados están teniendo problemas “al tratarse de un colectivo vulnerable con dificultades de acceso a la vivienda y un trabajo estable”, si bien lo achaca a las consecuencias del turismo en las islas, que están disparando los precios del alquiler.

Santiago recuerda, además, cómo al inicio de las acogidas se quejó una mujer procedente de Grecia cuyos dos hijos habían sido escolarizados en colegios distintos. Es el caso, añade, de “muchas familias” de Baleares, que también “deben esperar dos y meses y medio para que les vea un especialista”, por ejemplo. La responsable de Servicios Sociales reconoce, no obstante, que el proceso de adaptación de los refugiados, que con un nivel económico medio“llegan y tienen que aceptar unas normas de convivencia, es brutal”.

Aunque la consejera insiste en que los recursos de los que disponen los refugiados “son los mismos que los de cualquier otro ciudadano”, también considera que el Estado debería asignar especialistas del ámbito psicológico distintos para cada caso: “No es lo mismo un refugiado de Venezuela que otro que huye del conflicto de Siria. Les ayudarían a integrarse”. En cualquier caso, defiende que se han producido procesos positivos, sobre todo de personas que han llegado a la isla con conocimiento de inglés y han podido integrarse en la hostelería y el comercio, sectores clave en Baleares.

Redes de apoyo insuficientes

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Recientemente, varios letrados de la Comisión de Derechos Humanos del Colegio de Abogados de Baleares lograron un permiso para acceder al albergue y entrevistarse con sus responsables. Fuentes de la Comisión, presentes en la visita, corroboran que la “mayor dificultad” de los refugiados es conseguir una vivienda. “Están teniendo problemas muy graves”, recalcan.

Natalia Krajewska concluye que eritreos, sirios e iraquíes son quienes peor se encuentran en Palma, puesto que “sus redes de apoyo son mucho más flojas que las de latinos, rusos o ucranios”. “Sus comunidades son muy pequeñas y no pueden proporcionarles todo el apoyo que necesitan, por lo que, de entrada, son más vulnerables en todo: idioma, casa, trabajo y contactos. No tienen dónde apoyarse cuando están fuera del albergue”.

Claro que quienes tienen a toda la familia en su país de origen y a nadie en Europa “están todavía peor”, advierte la voluntaria de Apoyo al Refugiado: “Sólo les quedan las ONG, las instituciones y los amigos que sean capaces de hacer aquí”.

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