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Turismo

La tasa turística que rechazan el PP y las patronales se impone en Europa sin reducir los visitantes

Turistas en Barcelona.

La tasa turística, que en España está encontrando fuertes resistencias políticas y de las organizaciones empresariales, se aplica en la mayoría de los principales destinos europeos, sin que se haya constatado el menor impacto negativo en su capacidad de atracción de visitantes. El PP y Ciudadanos, fundamentalmente, pero también sectores del PSOE y destacados líderes autonómicos socialistas se oponen a esta tasa. París (segundo destino turístico europeo en número de pernoctaciones), Berlín (tercero), Roma (cuarto), Praga (séptimo), Viena (octavo) y Amsterdam (décimo) cobran un impuesto especial a los turistas, una medida que en España sólo se aplica mediante leyes autonómicas en Cataluña y Baleares. Barcelona, quinto destino turístico según los últimos datos de la asociación European Cities Marketing (ECM), sí aplica por tanto esta tasa. A pesar de que sus detractores aseguran que es disuasoria, la capital catalana es el gran destino turístico europeo que más crece porcentualmente en número de pernoctaciones.

Londres –principal destino turístico europeo–, Madrid –sexto– y Munich –noveno– son las únicas en este top ten que no aplican este impuesto, que sí rige en capitales como Lisboa o Budapest y en ciudades de atractivo mundial como Venecia, Florencia, Milán o Brujas. Sadiq Khan, alcalde de Londres, ha declarado su intención de establecer esta tasa, que puede tener como finalidades financiar servicios o infraestructuras necesarias para atender al turismo, establecer políticas que compensen su impacto sobre la vivienda, el urbanismo y la ecología o promocionar los destinos en el mercado.

Khan esgrime un informe oficial de la autoridad regional de la capital británica que señala que el turismo "impone costes a la economía londinense por una demanda adicional de servicios públicos como la red de transporte público, limpieza de calles, servicios policiales y de salud", por lo que se reclama implantar un impuesto a los turistas del 5%, que “podría generar 240 millones de libras [281 millones de euros]". "Si usted mira alrededor del mundo, las ciudades importantes tienen un impuesto para los turistas”, declaró el alcalde de Londres en enero a The Independent. El diagnóstico del Greater London Assembly que citaba Khan –la necesidad de compensar los elevados costes por servicios adicionales a causa del turismo– se ajusta como un guante a la realidad de todas las ciudades turísticas. Pero la afirmación del alcalde de la capital británica es inexacta. No todas las ciudades "importantes" cobran una tasa. Madrid no la tiene.

Lo que sí abunda en España son instituciones públicas que se han declarado partidarias o dispuestas a establecerla. El Gobierno local de Madrid (Ahora Madrid) se ha mostrado dubitativo y contradictorio al respecto. No obstante, Cristina Cifuentes (PP), presidenta de la Comunidad de Madrid, ya ha aclarado que la rechaza porque supondría "castigar" a los visitantes. El asunto ha provocado marejada en el Gobierno de la Comunidad Valenciana. El conseller de Hacienda, Vicent Soler, afirmó que podría ser "enriquecedora". El PP, Ciudadanos y representantes empresariales se opusieron. Finalmente el presidente Ximo Puig (PSPV) la ha descartado por el momento. El alcalde de Sevilla, Juan Espadas (PSOE), también se ha mostrado favorable, si bien la presidenta andaluza, su compañera de filas Susana Díaz, ha dejado claro que no impulsará una modificación legal de ámbito autonómico. Ahora el Ayuntamiento, en vez de pedir cambios normativos a la Junta, ha pasado a presionar al Gobierno pidiéndole la modificación de la Ley de Haciendas Locales para permitir a los ayuntamientos establecer sus propias tasas.

Los consistorios se enfrentan al problema de la falta de competencias. Los gobiernos autonómicos, que no prestan los servicios de limpieza, policía local o transporte urbano, encuentran pocos alicientes para embarcarse en el establecimiento de una tasa que con sólo aparecer en el debate enciende a las patronales sectoriales y al PP. En Canarias, nada más surgir el tema, la patronal Ashotel afirmó que esta tasa convertiría a las islas en un "destino antipático". Donde sí parece avanzada la concreción de la tasa es en el País Vasco. El Ejecutivo autonómico pretende entregar al Parlamento una regulación que vendría a satisfacer la demanda de una tasa por parte de San Sebastián, que experimenta un fuerte crecimiento como destino turístico. Incluso el comité de expertos para la reforma de la administración local recomienda la introducción de una tasa por pernoctaciones hoteleras. Cuando hablan los estudiosos del fenómeno turístico y de la financiación de las arcas públicas, sobre todo locales, se acaba imponiendo la idea de que la tasa apareja muchas más ventajas que posibles inconvenientes. En cambio, cuando se expresan las organizaciones empresariales, prevalece la idea de que es un castigo al sector. La Confederación Española de Hoteles y Alojamientos Turísticos (Cehat) rechaza las tasas turísticas porque "restan competitividad al sector" y "convierten al hotelero en recaudador" de impuestos. 

Sin impacto en los visitantes

Uno de los argumentos más recurrentes de quienes rechazan la tasa turística es su teórico impacto negativo sobre el número de visitantes. Es decir, que habría menos visitantes con la aplicación de la misma porque resultaría disuasoria. Pero los datos dicen otra cosa. Todas las ciudades europeas con tasa turística antes mencionadas salvo París crecieron en número de pernoctaciones y de visitantes en 2016, según los datos de European Cities Marketing (ECM), la asociación que integra las oficinas de turismo de las principales urbes del continente. Berlín creció un 2,7% hasta superar los 31 millones de pernoctaciones; Roma creció un 1,9% (26,9 millones); Barcelona, quinta ciudad en número de pernoctaciones y en la que se aplica la tasa turística desde 2012, alcanzó los 19,1 millones tras un incremento del 8,5%; Praga creció un 5,5%, hasta los 16,7 millones; Viena sumó un 4,1%, alcanzando los 15,7 millones; Amsterdam creció un 7,2%, hasta quedarse en 13,8 millones.

El mayor incremento porcentual en número de pernoctaciones entre las diez primeras lo experimentó Barcelona, según este estudio. ¿Se puede sostener ahora que la tasa es "disuasoria", como dijo en 2015 la entonces secretaria de Estado de Turismo, Isabel Borrego (PP), que la consideraba además negativa para la "imagen" de España? ¿Se puede afirmar que los destinos sin tasa muestran un mejor comportamiento en el mercado? Madrid creció en número de pernoctaciones en 2016, pero sólo un 0,8%, hasta los 18,09 millones. Munich registró una caída del 0,2%, hasta quedarse en algo más de 14 millones. Londres, también sin tasa turística, cayó 3,2 puntos en 2016, aunque mantiene su liderazgo con más de 75 millones de pernoctaciones, según el último informe de European Cities Marketing, que tiene un valor relativo a la hora de establecer comparaciones brutas porque no todas las ciudades realizan las mediciones de la misma manera. No obstante, sí sirve para ver una tendencia. No hay indicios que apunten a que la imposición de la tasa –o su no imposición– tenga impacto en el número de visitantes. En ello coinciden todos los expertos consultados. El retroceso de París (de nada menos que un 8,2% en 2016, hasta quedarse en algo más de 44 millones de visitantes) ha sido interpretado por todos los analistas del sector como una consecuencia de los ataques terroristas. Munich también ha sufrido el embate del terrorismo, con atentados de repercusión internacional. Son ésos los factores que sí inciden. Así como el atractivo de la ciudad, por supuesto. Pero no la tasa turística.

"Un debate español"

"No es sólo que hablamos de destinos turísticos que llevan una clara trayectoria ascendente, en ocasiones durante décadas, que en nada se ve afectada por la tasa turística. Es que las ciudades que la implantan precisamente lo que buscan es replantear el equilibrio entre el residente y el visitante, porque a menudo la afluencia es tal que acaba por no haber relación entre el éxito turístico y el rendimiento del mismo para la ciudad", señala Iñaki Gaztelumendi, consultor estratégico en el sector. A su juicio, "este es un debate español, porque en Europa está zanjado y lo tienen cada vez más claro". Y no sólo en Europa, subraya Gaztelumendi. En ciudades de Estados Unidos se llegan a pagar tres tasas: la urbana, la estatal y la federal. Países como Marruecos, Túnez o Islas Maldivas cobran la tasa. Otros como Alemania imponen impuestos extra a los vuelos, con la misma finalidad. A juicio de Gaztelumendi, el debate debería situarse en torno a cómo cobrarla y en qué emplear los ingresos obtenidos con la misma, no en un supuesto impacto sobre el número de visitantes que en realidad no existe. "Los impuestos que pagan los turistas los recaudan el Estado y las comunidades; en cambio la mayoría de los servicios los prestan los ayuntamientos. Es de lógica establecer elementos correctores y garantizar la sostenibilidad del turismo", señala Gaztelumendi.

Así se hace por ejemplo en París, pionera en esta tasa en Europa con su establecimiento en 1994. En la capital francesa se pagan entre 0,83 y 3,3 euros por noche, según la categoría de los hoteles. En Amsterdam la tasa es del 5,5%, en Berlín del 5%, en Viena del 3,2% y en Lisboa del 1%. En Praga se pagan 0,5 euros por noche y en Budapest, entre 1 y 4, según el establecimiento. En Roma la horquilla abarca de 2 a 7 euros.

Cambios en Cataluña

En Cataluña la tasa turística es un impuesto propio de la Generalitat que fue establecido por ley en 2012. Tiene carácter finalista y la recaudación debía ir orientada básica aunque no exclusivamente a la promoción turística. En principio estaba previsto que las administraciones locales recaudaran un 30%, aunque "en el caso de Barcelona esto llegó en realidad hasta un 34%, por especificaciones establecidas en la propia ley", explica Ernest Cañada, coordinador de Alba Sud y miembro en calidad de experto del Consejo Turismo y Ciudad de Barcelona. "A pesar de la resistencia inicial del empresariado turístico, la puesta en marcha de esta tasa funcionó correctamente, probablemente por el contexto de crisis y reducción de presupuesto público y esta orientación hacia la promoción que tenía el nuevo impuesto", señala Cañadas.

El impuesto catalán ha cambiado. El Parlament aprobó en marzo una modificación que incrementó el porcentaje gestionado por las administraciones locales, que pasó de un 30% a un 50%. También se actualizaron las tarifas. En el caso de Barcelona, de largo el principal destino turístico de la ciudad, en hoteles de 5 estrellas se deben pagar 2,25 euros por persona y noche; en hoteles de cuatro estrellas 1,10 euros; en viviendas de uso turístico 2,25 euros –lo que supuso un notable ascenso porque hasta entonces estaba en 0,65–, y en el resto de establecimientos 0,65 euros.

¿Dónde va el dinero en Barcelona? El Ayuntamiento gestionó casi 8 millones de lo recaudado entre el tercer y cuarto trimestre de 2015 y el primer y segundo de 2016, último periodo del que hay balance. La mitad se transfirió para promoción turística al Consorcio Turismo de Barcelona, formado desde 1993 por el Ayuntamiento, la Cámara de Comercio y la Fundación Barcelona Promoción, "y por tanto con mayoría privada frente al sector público", puntualiza Ernest Cañada. La otra mitad, que sumada con el saldo que quedaba acumulado desde 2014 superaba los 4,5 millones, fue gestionada directamente por el Ayuntamiento. "Uno de los principales destinos de estos fondos, con unos 2 millones de euros, fueron proyectos de compensación del impacto turístico en el espacio público, movilidad y gestión de flujos de visitantes y servicios de información y dinamización de zonas con importante afluencia turística, sobre todo con el refuerzo de agentes cívicos", señala Cañada. A ello se sumó su uso para la mejora de infraestructuras y equipamientos en las zonas turísticas.

Un tema tabú

En 2011, al anunciarse la tasa, se produjo un conflicto entre el Gobierno catalán entonces presidido por Artur Mas y las principales patronales, que calificaron la medida como "injusta, irracional y arbitraria". "Debe de ser muy rica la gente del Gobierno si creen que no afectará a la llegada de turistas tener que pagar entre uno y tres euros por noche", afirmó Jordi Clos, presidente del Gremio de Hoteleros de Barcelona. "La tasa turística, lejos de ahuyentar a los turistas como pronosticaban inicialmente los representantes del sector empresarial, ha funcionado y se ha convertido en un instrumento relevante de la política turística", añade el experto del Consejo Turismo y Ciudad.

"Sin embargo", explica, "hay diversos aspectos que deben mejorarse para adaptarse a las necesidades generadas por la creciente masificación". A su juicio, sería necesario que las administraciones locales pudieran gestionar "un porcentaje mayor, si no la totalidad, de los recursos recaudados, en la medida que tienen mayor capacidad de hacer frente a las necesidades generadas por el desarrollo turístico en sus municipios". Por otra parte, "de una vez debería desligarse este impuesto de las finalidades de promoción". "Cataluña, y muy en particular Barcelona, no tienen un problema de posicionamiento en el mercado turístico internacional. Al contrario, lo que padecemos es una sobresaturación. Y efectivamente habría que seguir destinando recursos generados por la actividad turística a compensar sus impactos negativos, pero aún más, y esto parece que fuera tema tabú, a acompañar un cambio de modelo económico, más diversificado y menos dependiente del turismo", añade Cañada. La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, ha sido acusada de "turismofobia" por defender la necesidad de políticas correctoras y alertar del impacto del turismo en la vivienda, que experimenta un fuerte encarecimiento, y la ecología urbana.

"Sostenibilidad" no es "rentabilidad"

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Baleares empezó a aplicar la tasa turística en julio del año pasado, también tras la aprobación de una ley autonómica impulsada por el Gobierno de los socialistas y Més. El impuesto es igualmente finalista y tiene como objetivo favorecer el "turismo sostenible". Dependiendo de la época del año y la opción de alojamiento, la cuota varía desde los 0,25 euros por persona y noche de la opción más barata a los 2 euros por turista y día de la más cara, es decir, en hoteles de cinco estrellas en temporada alta. De nuevo no se aprecia el menor impacto negativo en la atracción de turistas. Baleares recibió 13 millones de visitantes extranjeros en 2016, lo que supone un aumento de más del 11% con respecto a 2015, según datos del INE. El gasto por turista también crece.

"Cuando se estableció la tasa turística por primera vez en 2002 [más tarde el PP la derogó], se dijo que había incidido negativamente en el número de turistas, cuando yo creo que la causa era la sensación de inseguridad por el atentado del 11-S [en 2001]. Ahora ya no hay atisbo de aquello y a nadie se le ocurre decir que esta tasa va a hacer que venga menos gente", señala Macià Blázquez, miembro del Grupo de Investigación sobre Sostenibilidad y Territorio de la Universitat de les Illes Baleares, con amplia trayectoria en el estudio del fenómeno turístico. A su juicio, más allá del ruido político y mediático, el supuesto impacto negativo en el destino de la tasa turística es un debate amortizado.

Blázquez cree que la cuestión crítica es a qué se dedica la recaudación, si a garantizar una verdadera "sostenibilidad" del turismo o sólo la "rentabilidad" de las empresas, sobre todo cadenas hoteleras, que dominan el mercado. La ley establece cinco destinos para los fondos: preservación del medio natural; fomento de la desestacionalización; rehabilitación de patrimonio histórico; investigación y desarrollo, y mejora de la formación y la calidad del empleo. En Sevilla el Ayuntamiento ya ha aclarado que su intención es destinar la recaudación –si llegara a implantarse, cosa dudosa– a promoción turística, que es lo que más agrada a las empresas del sector. Aun así el sector se opone. El mismo esquema se repite cada vez que un ayuntamiento amaga con esta tasa.

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