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Desastres naturales

La lucha contra los incendios forestales también va de derechos laborales

El tema ha saltado a la primera línea de la agenda pública cuando, desgraciadamente, ha habido cuatro muertos. Los incendios de Galicia empezaron a abrir portadas durante la noche del domingo al lunes, cuando la virulencia del fuego se hizo patente y empezó a amenazar núcleos urbanos como el de Vigo. Pronto empezaron los análisis, sobre todo de las causas de tantísimos focos arrasando el monte a la vez. Se ha hablado, con acierto, de los bosques de eucalipto de la industria papelera, de la irresponsabilidad de propietarios que deciden quemar sus rastrojos sin orden ni concierto, de la maleza que avanza en ambientes rurales descuidados y de las condiciones climáticas: lo que se conoce como el 30-30-30 (30 o más grados de temperatura, menos de un 30% de humedad del ambiente y más de 30 nudos de velocidad del viento) es el cóctel perfecto para que un incendio forestal se descontrole. Pero, sin pecar de oportunismo, también hay razones políticas, que en este caso tienen su principal consecuencia en las condiciones laborales de los trabajadores contraincendios: brigadistas, agentes medioambientales o bomberos forestales que llevan años denunciando no sólo que sus retribuciones y materiales son muy mejorables, sino que es urgente un viraje en la manera de abordar estas catástrofes medioambientales, sociales, económicas y humanas.

La principal crítica de los trabajadores contraincendios es el de la estacionalidad de los empleados. Fue, también, lo primero que saltó a la palestra cuando, tras toda catástrofe, se buscan razones desesperadamente para entender el sinsentido. 436 brigadistas fueron despedidos en Galicia justo antes de que se desatara el desastre. Pero cuando los sindicalistas y las asociaciones hablan de estacionalidad en los contratos contra los fuegos, van más allá. "Necesitamos disponibilidad para actuar todo el año", asegura Pablo González, el portavoz de la Asociación de Trabajadores de las BRIF (Brigadas de Refuerzo de Incendios Forestales). Las BRIF son un cuerpo de agentes forestales de ámbito estatal (aún no son considerados bomberos) que se trasladan a los incendios más graves cuando se les requiere, y que cuentan con diversas bases en el territorio, generalmente cerca de zonas en las que el peligro de incendio es mayor o de especial valor paisajístico o medioambiental. "Durante seis meses del año solo contamos con cinco bases operativas", afirma González, y los brigadistas se van "20 o 21 días" de ese año directamente al paro.

Activos todo el año

No reclaman mantener la actividad en todas las estaciones para apagar fuegos –aunque en Galicia se ha demostrado que las nuevas circunstancias climáticas exigen ampliar las épocas que consideramos peligrosas–, sino para dedicar recursos y esfuerzos a una vieja olvidada: la prevención. Desbrozar caminos y parcelas, concienciar de los peligros de una gestión del campo irresponsable, mantener limpios los cortafuegos… "La prevención está descalza en este país", afirma Íñigo Hernández, bombero forestal y exportavoz de la Asociación Nacional de Bomberos Forestales. "Cuando tienes unas condiciones climáticas como las que tenemos y una vegetación como la que tenemos, hay que estar activos todo el año. No se hace toda la prevención que se debería hacer. Si en invierno no tienes personal, no podemos hacerlo. La prevención que se puede hacer con 300 o 400 personas es una risa", sentencia.

La estacionalidad de muchos de estos trabajadores, que trabajan apagando fuegos solo algunos meses al año, tiene otra consecuencia: "Tres meses al año, de este trabajo, no se vive", recuerda Hernández. "Los funcionarios de la administración pública no son reforzados. No entran más agentes medioambientales". Y cuando tu trabajo es tan precario, con sueldos que rondan los 900 euros, "si encuentras otro puesto de trabajo más estable y duradero, pues te vas", denuncia. Eso provoca que el trasiego de trabajadores durante las épocas de mayor exigencia sea continuo. Ni se incentiva ni se permite, excepto en los agentes medioambientales que son funcionarios, aprender de tu oficio poco a poco, el valor de la experiencia, la formación continua.  Alejandro Rodríguez, responsable de agentes forestales de Comisiones Obreras (CCOO), pone un ejemplo. "Los de las BRIF son, literalmente, los que van al infierno. Hace unos meses algunos se pagaron de su bolsillo unos cursos en Estados Unidos que costaban 1.500 euros. Para mejorar. El Ministerio de Medio Ambiente no les puso ninguna facilidad". La salida y entrada de trabajadores de los equipos contraincendios provoca que expertos que llevan años luchando contra las llamas se marchen porque encuentran algo mejor, siendo sustituidos por profesionales cualificados pero novatos. "Si ese conocimiento no lo pones en valor… Son sustituidos por gente que viene de fuera. Conocen cómo se usa el material, pero no conocen el terreno, los puntos de agua… Tienes que tener personal cualificado, preferiblemente de la misma zona", indica Rodríguez, que asegura no tener nada en contra de trabajadores de otras comunidades autónomas, pero denuncia que vienen en sustitución de otros brigadistas o bomberos que se saben el dedillo cómo actuar en su propia tierra.

La estabilidad laboral permite una formación y una experiencia que se ve boicoteada por las condiciones actuales, resume. No ayuda precisamente la cantidad de actores que intervienen en caso de un incendio forestal, sobre todo si hablamos de uno grave, y que genera una descoordinación agravada por las circunstancias. Ayudan a apagar el fuego los miembros de las BRIF, la Unidad Militar de Emergencias (UME) en caso de urgencia, los efectivos de cada comunidad autónoma y los contratados por los Ayuntamientos. Compañeros contra las llamas que no se conocen por la ya citada inestabilidad, con recursos distintos, con maneras de trabajar distintas y con diferencias salariales de hasta 500 euros, afirma Rodríguez.

Una larga lista de reivindicaciones

La falta de recursos para un trabajo tan exigente y agotador es una reivindicación clásica de los trabajadores contraincendios, algo que afecta a todos, independientemente de quién les pague. El exportavoz de la Asociación Nacional de Bomberos Forestales explica que se suele poner el foco en los trabajadores contratados por los Ayuntamientos, pero que "se comprueba que estos grupos cumplan con los requisitos técnicos mínimos" y que la carestía afecta a todos. "Dos tercios de la flota de vehículos cuenta con unos 400.000 kilómetros y 15 años de antigüedad. Y muchos no tienen ni luces de emergencia", ejemplifica. Falta material y sobra precariedad. La lista de reclamaciones de los trabajadores contraincendios para realizar su trabajo con garantías es larga. La principal es que se les reconozca la categoría de bombero forestal, un objetivo culminado en algunas comunidades pero no en otras.

No es la única. Reclaman que se dedique menos recursos a la UME, que actúa cuando los incendios son enormes y descontrolados, y más a los servicios de emergencias y prevención, que los atajan antes de que crezcan; que los trabajadores sean públicos y los servicios no se privaticen o haya entidades públicas que intermedien (las BRIF, por ejemplo, dependen de Tragsa) para evitar que los medios se recorten y que los objetivos se desvirtúen; piden, en definitiva, un cuerpo contraincendios público, bien pagado, homogeneizado, que trabaje todo el año en prevenir más que en extinguir. A juicio de los consultados, España está lejos de eso: y eso incide directamente en que cada verano haya que contar dramas. "Los incendios no se pueden evitar, por nuestras condiciones climáticas", reconoce el responsable de CCOO. Pero sí podemos hacer todo lo posible por evitarlos. Y eso pasa, irremediablemente, por las condiciones laborales de los luchadores.

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