El futuro de Cataluña

El 21D pilla a contrapié a los independentistas en el momento de mayor movilización de sus adversarios

Cabecera de la manifestación del domingo en Barcelona. En primer plano, entre otros, Miquel Iceta (PSC), Xabier García Albiol (PP) y Albert Rivera (Ciudadanos).

“Votarem”. Los unionistas catalanes dieron la vuelta este domingo al grito de resistencia de los promotores del referéndum del 1 de octubre e invocaron el objetivo de derrotar a sus adversarios en las elecciones autonómicas que el presidente Mariano Rajoy ha convocado para el próximo 21 de diciembre.

El llamamiento a la movilización política de los partidarios de la unidad de España ha dado el pistoletazo de salida de la campaña electoral. Los portavoces de los partidos que participaron activamente en la marcha —PP, Cs y PSC— y las personalidades que subieron a la tribuna de oradores, singularmente el socialista Josep Borrell, dejaron muy claro que para ellos resulta esencial mantener movilizados a los sectores sociales contrarios a la independencia y conseguir que su posición política se traduzca en votos. Con la Generalitat intervenida por el Gobierno central, encuestas que apuntan a un retroceso electoral del nacionalismo y una presencia sin precedentes en las calles de la capital catalana, los partidarios de la unidad de España creen tener ante sí una oportunidad única de desplazar a los independentistas de las instituciones.

En las primeras horas, al menos, el calendario electoral ha pillado además a contrapié a los partidos soberanistas. PDeCAT, ERC y la CUP se habían conjurado para concentrar sus esfuerzos en la defensa de la república catalana, implementar los primeros decretos para desarrollar la Ley de Transitoriedad (anulada por el Constitucional) y sentar las bases de unas futuras elecciones constituyentes. Y todo apunta a que no habían previsto tener que hacer frente tan pronto a una convocatoria a las urnas. Los tres partidos tienen que tomar decisiones y rápido.

La primera, y la más importante, es si participan en las elecciones, a riesgo de que implícitamente suponga regresar al ordenamiento jurídico del Estatuto y la Constitución y reconocer que la proclamación de la independencia ha sido un fracaso. La segunda es si PDeCAT y Esquerra lo hacen por separado o si vuelven a utilizar la fórmula de la coalición electoral que ensayaron con éxito hace dos años con Junts pel Sí.

Los estados mayores de las tres formaciones independentistas debaten desde el viernes qué hacer. Los partidarios del boicot, especialmente la CUP, invocan la fidelidad a la república y la necesidad de desautorizar la estrategia de deslegitimación del soberanismo puesta en marcha por Rajoy. Quienes así piensan apelan a la excepcionalidad antidemocrática de votar con dos de sus referentes encarcelados —los presidentes de ANC y Òmnium Cultural, en prisión preventiva acusados de sendos delitos de sedición— y a la amenaza de detención que pesa sobre Carles Puigdemont y los cesados consellers de su Govern, así como sobre los cinco miembros independentistas de la Mesa del Parlament.

Los que prefieren votar, en cambio, temen las consecuencias, devastadoras para sus intereses, de que el independentismo sea expulsado de las instituciones en unas elecciones validadas por la comunidad internacional. Ganar el 21D, incluso con más apoyo popular que hace dos años siendo capaces de convertir en votos el impulso ciudadano de los últimos meses, ofrecería a los soberanistas la oportunidad única de retomar el procés desde una posición de fuerza. Los ojos de la comunidad internacional están puestos sobre lo que ocurre en Cataluña, opinan los partidarios de ir a las elecciones, y una victoria incontestable del independentismo pondría en bandeja forzar una negociación con el Gobierno Español.

No estar en el Parlament significa, además, un recorte de ingresos que pocos partidos se pueden permitir. Y ese factor, mucho más práctico, también pesará a la hora de tomar una decisión.

Incluso la CUP, que en un primer momento reaccionó a la convocatoria electoral del 21D proponiendo un boicot festivo celebrando ese día una gran comida popular, parece estar considerando participar. Su portavoz Núria Gispert insistió este domingo en que su formación sólo reconoce la república catalana, pero confirmó las dudas que tienen que resolver: “No descartamos presentarnos el 21 de diciembre porque no descartamos nada, y esto lo tiene que decidir la militancia. Pero no avalamos ninguna medida del 155, sólo aceptamos el mandato del 1 de octubre”, declaró.

Tensión en la antigua Convergència

La división interna en el PDeCAT, la antigua Convergència, es evidente. El liderazgo político de Carles Puigdemont, elegido para consumar el tránsito hacia la independencia, no sólo caducaba con el procés sino que está amenazado por procedimientos judiciales que pueden acabar con su ingreso en prisión si los planes de la Fiscalía se hacen realidad. Las tensiones internas han paralizado, de momento, la aprobación de los decretos de desarrollo de la ley de Transitoriedad que el Govern tenía preparados antes de su destitución pero que no llevó al Diari Oficial de la Generalitat en las horas inmediatamente posteriores a la declaración de independencia. Están aún encima de la mesa pero ahora su aprobación constituye un desafío añadido al ordenamiento constitucional.

Sin Puigdemont, con Artur Mas inhabilitado judicialmente y sin un liderazgo claro a la vista, cobra protagonismo la figura del dimitido conseller de Empresa, Santi Vila. Amigo personal de Puigdemont, partidario de las elecciones, bien visto por los poderes económicos catalanes que tradicionalmente más han influido en la antigua Convergència y libre de amenazas judiciales porque abandonó el Govern antes de la declaración de independencia y de la aplicación del artículo 155, será sin duda la apuesta de una parte del PDeCAT, aunque no de la facción que ha abrazado sin reservas la proclamación de la república catalana.

Algunas voces, como anticipaba este domingo La Vanguardia,La Vanguardia especulan con la idea de sortear el dilema de acudir o no al 21D promoviendo una “lista civil” integrada por personalidades de la sociedad catalana alejadas de la primera línea de los partidos y de la que podrían formar parte incluso Jordi Sànchez y Jordi Cuixart, los líderes del asociacionismo en prisión preventiva. Sin embargo, la crisis de confianza entre el PDeCAT y ERC, muy visible en los últimos días, hace difícil alcanzar un acuerdo.

A los antiguos convergentes es a quienes más apremia tomar decisiones y muchas de ellas dependen, además, de lo que hagan, decidan y aprueben en los próximos días Puigdemont y sus destituidos consellers. El calendario avanza, inexorable, y en pocos días, el 7 de noviembre, acaba el primer plazo: la fecha para inscribir coaliciones. Y apenas diez días después deben presentarse las candidaturas por las cuatro provincias.

El dilema republicano

ERC también tiene que tomar decisiones. Las encuestas les dan como ganadoresencuestas indiscutibles en las próximas elecciones, corroborando a los republicanos como los principales beneficiarios de los dos años de coalición con el PDeCAT. Eso hace de Esquerra, precisamente, el partido que más tiene que perder en caso de boicot a las elecciones. Pero ERC también fue clave para forzar a Puigdemont a no convocar elecciones autonómicas y proclamar la república, lo que obligará a sus dirigentes a explicar muy bien a sus seguidores si deciden participar en la convocatoria del 21D.

Su líder, el destituido vicepresidente del Govern, Oriol Junqueras, no ha desvelado nada todavía. La única pista que ha dado, hasta ahora, fueron dos frases en un artículo publicado este domingo por el diario El Punt Avui. La primera parece preparar el terreno al asegurar que en los próximos días tomarán decisiones “que no serán siempre fáciles de entender”. La segunda anima al soberanismo a continuar adelante “sin renunciar nunca a las urnas para validar la República, y preparando a la vez unos futuros comicios municipales”.

Sin hablar todavía de participar en las elecciones, los republicanos sí han lanzado algunos mensajes dirigidos a atraer a la parte de Podem que, liderada por su secretario general, Albano Dante, en las últimas semanas ha acabado abrazando la proclamación de la república catalana.

Podemos sí acudirá a las elecciones del 21D, pero eso no significa que no tenga que hacer frente a sus propios dilemas. La posición sobre Cataluña de la dirección de Pablo Iglesias, partidario de defender el derecho a decidir y muy volcado en contra de la posición del Gobierno de Rajoy (“no vale ser equidistantes entre quien ha utilizado la fuerza pública para reprimir a la gente y quien estaba proponiendo una movilización política”, defendió después del 1-O), acaba de ser cuestionada por la cofundadora del partido Carolina Bescansa, que reclamó un Podemos que le hablase “más a los españoles y no sólo a los independentistas”.

Al debate interno se sumó este domingo la corriente de Anticapitalistas, en la que militan dirigentes destcados como el eurodiputado Miguel Urbán, la líder andaluza del partido, Teresa Rodríguez, y el alcalde de Cádiz, José María González, Kichi. Este grupo hizo público un comunicado en el que da por buena la proclamación de la república catalana y asegura que la decisión del Parlament abre un proceso constituyente “que rompe con el régimen del 78”.

El liderazgo de Catalunya en Comú

Iglesias reunirá este lunes a la dirección de Podemos par hablar precisamente de su proyecto para afrontar el conflicto catalán pero con el calendario electoral sobre la mesa. Y ahí todo está pendiente, entre otras cosas la posibilidad de acudir a las elecciones dentro de Catalunya en Comú, la organización de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau.

En este supuesto, uno de los asuntos aún por resolver es precisamente el del liderazgo. Autodescartada Ada Colau como candidata a la Presidencia de la Generalitat, la apuesta de la organización es Xavier Domènech, diputado y portavoz de En Comú en el Congreso. Así lo confirmó la propia alcaldesa el domingo por la noche en una entrevista en directo emitida por el programa El Objetivo de Ana Pastor (La Sexta).

En cualquier caso, la brecha abierta entre la dirección nacional de Podemos y su líder catalán, Albano Dante, es total y no es descartable un cambio en el liderazgo de Podem antes de las elecciones del 21D.

Los que parecen tener todas las incógnitas resueltas son los partidos que apoyaron este domingo la manifestación de Sociedad Civil Catalana.

Ciudadanos es, de las tres formaciones, la que más expectativas tiene. Su líder, Albert Rivera, confía en que su partido sea el más votado de los no independentistas y hacer valer esa posición para forzar a los demás a darle su apoyo y hacer de su candidata, Inés Arrimadas, la primera presidenta de la Generalitat. Y así “parar a los golpistas”, dice Rivera abiertamente.

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Cs, explicó el sábado su líder, nació para que “el día que el separatismo llegara tan lejos” existiese “una alternativa” en Cataluña. “Estamos preparados”, proclamó, convencido de que serán ellos quienes capitalicen la oposición política al independentismo. “Es la oportunidad de nuestras vidas para poner fin al nacionalismo”, declaró en la manifestación del domingo en Barcelona.

Miquel Iceta, el primer secretario del PSC, ha sido, probablemente junto al lehendakari Iñigo Urkullu, el político que más a fondo se ha empleado en la fracasada búsqueda de una solución pactada entre el Gobierno central y la Generalitat. Ahora, en calidad de candidato a la Presidencia (el partido ya tomó la decisión el pasado julio, en previsión de la crisis política que se avecinaba), comprobará si los ciudadanos aprueban o castigan la posición del PSC: contraria a la declaración de independencia y al referéndum de autodeterminación. Iceta, muy en sintonía con el líder del PSOE, Pedro Sánchez, defiende la reforma de la Constitución como la única manera de resolver el conflicto.

También el Comité Ejecutivo del PP catalán ha hecho sus deberes y el mismo sábado aprobó por “aclamación” al líder del partido, Xavier García Albiol, como candidato a la Presidencia de la Generalitat. Albiol tiene ante sí el reto de limitar los daños que las encuestas anuncian para el PP, principal perjudicado del ascenso de Ciudadanos.

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