Entrevista | Gerard de Josep

"La CUP logra introducir conceptos como la desobediencia en la agenda de la derecha"

Gerard de Josep, auntor de 'La CUP. El poder de ser antisistema'.

En plena eclosión de un conflicto territorial sin final aparente, la Candidatura d'Unitat Popular (CUP) ha conseguido un papel protagonista. La formación catalana lleva pocos años protagonizando la agenda mediática, pero sus primeros pasos se remontan a una actividad municipalista de base que nace a mediados de los ochenta. Feminismo, anticapitalismo, municipalismo e independentismo son los pilares sobre los que se sostiene. En torno a estas cuestiones escribe Gerard de Josep en su nuevo libro, La CUP. El poder de ser antisistema (Universitat Oberta de Catalunya, 2017). El filólogo y periodista presenta, a través de un conjunto de entrevistas con miembros del partido, el relato de una formación que nace y se apoya en las calles, analiza su desarrollo en los últimos años y expone las contradicciones a las que se enfrenta en el convulso escenario actual. 

PREGUNTA: Menciona en su libro la consulta de Arenys de Munt en 2009 como la primera de las muchas consultas sobre el modelo territorial para Cataluña. ¿Qué supone esa primera consulta?

RESPUESTA: Visto ahora, lo que pasó el 1 de octubre fue lo que pasó en esa consulta, pero muy ampliado. Incluso en la estrategia que se llevó a cabo, intentando contraponer el Estado a sus propias contradicciones, la idea de lo que dice Josep Manel Ximenis, que ya no está en la CUP pero que fue el concejal que en ese momento impulsó la consulta, la idea de llevar esto a las últimas consecuencias para que el Estado quede en evidencia. Eso es curioso que pase en un pueblo tan pequeño como Arenys de Munt y que al final haya sido un referente. Lo que pasó en esa consulta es muy importante ahora en perspectiva, marcó un camino que luego se reproduciría en todos los pueblos. Lo que pasó en las otras consultas, además, es lo que está pasando ahora con los CDR (Comitès de Defensa del Referèndum): hay un acercamiento distinto a la CUP porque se produce no desde el punto de vista de representación política, sino por parte de la gente de base que se implica, y esto da a conocer a la CUP. Con los CDR de nuevo se está ensanchando la base de la CUP.

P: La CUP surge como un proyecto municipalista e independentista. De hecho, nace mucho antes de presentarse a las elecciones autonómicas. ¿Cuál es la importancia del municipalismo para ellos?

R: La es toda. De hecho es la gran diferencia de la CUP con Podemos, por ejemplo. El crecimiento de la CUP tiene que ser muy sostenido, muy arraigado en el territorio, de hecho ellos tienen serias dudas en el momento en que se presentan al Parlament, se preguntan si están realmente arraigados. Xavier Generó, que fue uno de los portavoces de la Secretaría Nacional, dice que si en las autonómicas hay un pueblo en el que tienen más de mil votos y ahí no hay una CUP, hay un problema. No quieren ser un referente nacional sin haber sido antes un referente municipal. Esto establece una manera de trabajar de mucha proximidad que les da esta fuerza de coherencia que a veces Podemos pierde un poco, también porque la CUP no tiene como prioridad ser un movimiento hegemónico, y en cambio Podemos sí quiere serlo. Mientras que Podemos quiere ganar, la CUP quiere sumar, pero a su ritmo. Y todo esto en base al municipalismo.

P: En el libro habla del origen y la trayectoria de Anna Gabriel, entre otros representantes de la CUP. ¿Hay un origen sociodemográfico más o menos común?

R: Hay de todo, sobre todo desde el momento en que crecen. Los medios han explicado mucho el relato de que la CUP tiene dos almas, una es Poble Lliure y otra es Endavant. Anna Gabriel dice en su momento que hace años esto pudo haber sido así pero ahora ya no, porque ha crecido demasiado y ahora la mayoría de los militantes no forman parte de estos dos grupos. Esto mismo es lo que hace que el origen sea ya muy diverso. En el contexto de sus representantes, el origen de la CUP no se puede explicar. Existe la idea de que la CUP es endogámica, en el sentido de que hay una tradición familiar muy politizada. Las familias que han sufrido represión tienen sus mecanismos de autodefensa, y esto en la CUP está muy presente. Ahí surge la pregunta de si es casta, una especie de casta de izquierdas, o no. Sí hay gente así, pero en las familias es muy difícil que ese componente no esté presente.

P: En el libro habla de un "efecto espejo" con el País Vasco, que líderes como Anna Gabriel no perciben. ¿Se ajusta a la realidad de la CUP?

R: Yo creo que sí hay semejanzas. Anna Gabriel tiene razón en que Bildu no es municipalista, la idea de organizar esa política es distinta. También tiene razón al decir que en la CUP no han nacido nunca con la voluntad de coger las armas o algo por el estilo. Hay diferencias sustanciales. Pero en los noventa había esto que Anna Gabriel rechaza y que se llamaba síndrome de la vasquitis, yo creo que sí. Y sí creo que tiene que ver con el crecimiento de los casals y ateneus, que es muy importante porque arraiga a nivel cultural y vehicula el proyecto político desde el ocio, algo muy interesante que agrupa a mucha gente que antes no estaba en esto. Esto surge a partir del ejercicio de decir, y no quiero hacer caricatura, "cómo dejamos de beber patxaran y escuchar Kortatu, igual tenemos nuestras propias expresiones y debemos empezar a potenciarlas". Esta reflexión es la que hace que prospere la idea de casals y ateneus, o la red de bares comprometidos con la causa independentista. También salen discográficas como Propaganda pel fet! que empiezan a contratar músicos de los Països Catalans con este compromiso, y parte de todo eso viene de ese ejercicio, de pensar cómo importar todo lo que allí se está haciendo así, y que ellos han vivido admirándolo. Anna Gabriel dice que esa admiración está, pero como parte de una solidaridad internacionalista. Igual son maneras distintas de explicarlo, pero funciona y ese efecto espejo yo creo que es clarísimo.

P: Suele decirse, usted también en el libro, que la estructura interna de la CUP es muy compleja.

R: Es muy compleja y además está en constante transformación. Yo creo que ahí es donde tienen más miedo. Les pasa que saben asumir el crecimiento en la teoría, de manera sostenida y a nivel de arraigo del territorio. Esta base teórica la tienen clarísima, pero tienen bastantes problemas cuando tienen que ver cómo funciona a nivel nacional. Cuando hablaba con Xavier Generó ya se debatía si tienen que ser liberados, y siempre se ha decidido que no, pero claro, el volumen de trabajo que supone estar en un partido que ya tiene diez diputados, que podría repetir esos resultados o ampliarlos, es una gran carga de trabajo. Eso les va generando dudas sobre si están funcionando bien. La estructura nacional estaba, pero no para funcionar de esta manera. Ellos no quieren funcionar de forma centralizada, sino al revés. Eso en parte es bastante innovador y la gran discusión interna constante y permanente. Y por eso es tan complejo. Tienen un reto y lo van intentando controlar.

P: Varios líderes de la CUP se definen como independentistas e internacionalistas, pero no nacionalistas. ¿Cómo explicaría las diferencias entre ambas posturas?

R: El nacionalismo está impregnado de etnicismo. En esta escalada de tensión han caído máscaras de bastantes sitios. Por ejemplo Núria de Gispert no hace mucho le dijo a Inés Arrimadas que se volviera a Cádiz. Eso es nacionalismo en ese sentido etnicista. La idea de que tienes que tener unos apellidos, un poco primario todo. Para la CUP no es eso. Para la CUP la lucha independentista no es una lucha egoísta del pueblo catalán, sino que tiene que tener un pacto global al final, abrir el candado del 78 para que los demás pueblos de España puedan ver posible un cambio. Y esa es la idea del independentismo internacionalista, de decir "esto es una ruptura democrática importante que hacer para que se sumen luego las voluntades de otras partes, también del Estado español, y de donde sea necesario". Por eso ellos están involucrados en otras causas de otros espacios y rechazan el centro de dominación y que Madrid funcione de esta manera. Ahí está la diferencia de planteamiento político y no tan identitario.

P: También se definen como anticapitalistas. ¿El objetivo de la CUP consiste en superar el capitalismo o adaptarse a una socialdemocracia que priorice las cuestiones sociales?

R: Claramente la idea es superar el sistema capitalista. Sobre el modelo concreto que querría la CUP, sabemos que hay algunas propuestas, sabemos que la CUP no cree en esta Unión Europea, sabemos que la CUP no cree en pertenecer a la OTAN, que es partidaria de nacionalizar la banca y de hecho es una propuesta que se ha llevado varias veces al Parlament. Hay algunas propuestas concretas que tiene la CUP pero aún así el modelo concreto es abierto, porque hay CUP entre ellas muy distintas, y vienen de tradiciones muy distintas. Hay algunos muy marxistas y hay algunos muy libertarios, y acogen estas sensibilidades que si tienen algo en común es una lucha férrea contra el capitalismo. La idea de cambiar este sistema. Capgirem, el nombre con el que se presentaron a las últimas municipales, vamos a darle la vuelta, responde bastante a esta idea. En este sentido a nivel de condiciones materiales no se ha visto, pero hay unas victorias simbólicas importantes sobre cómo han arrastrado a la derecha a discursos que jamás se habrían podido sostener si no hubieran estado ahí ellos con su discurso anticapitalista y poniendo eso en la agenda constantemente.

P: Uno de los entrevistados del libro dice: "La CUP sólo va a la institución para cuestionarla y devolver el poder al pueblo" pero "sin la almohada de los movimientos sociales, le fallará el motor". ¿Cómo pasa la CUP de las calles a las instituciones? ¿Cómo asume las contradicciones y los límites de su presencia institucional?

R: El paso de las calles a las instituciones no es tan extraño porque creen en el municipalismo, y desde el municipalismo siempre creen interesante que haya la pata institucional. La CUP no es la vertebradora de un movimiento, sino que la CUP es sólo la pata institucional de la izquierda independentista. Que es necesaria esa pata institucional yo creo que lo tienen claro. Existen muchas más dudas por ejemplo sobre su presencia en el Parlament, incluso por su funcionamiento. Son muy críticos con el funcionamiento del Parlament, cómo funciona el parlamentarismo, cómo funciona la apelación de las resoluciones, el poder que realmente se puede ejercer a través del debate parlamentario lo ponen muy en duda. En cualquier caso su duda y contradicción es que la pata institucional delimite en algún momento la pata de la calle. Por eso hay un temor a convertirse en un partido convencional, pero dicen que tienen confianza ciega en que, si se convierten, esas bases van a rebelarse contra el partido, y se acabaría el partido porque sólo tiene sentido mientras haya unas bases en la calle. Anna Gabriel dijo en la Asamblea de Granollers que la estructura de Estado más importante que tiene Cataluña es la gente movilizada, y eso yo creo que los demás partidos no se atreven mucho a decirlo, pero justamente en este tiempo se ha visto un poco así. La CUP es el movimiento más capacitado para mantener esa oposición frontal en las calles. Y tienen muy claro que no quieren perder eso. No se explica la CUP si no es así.

P: ¿Cómo es la relación con los 'comuns' y con otras fuerzas anticapitalistas del Estado?

R: Con los comuns depende. En los últimos tiempos ha habido relaciones como de división. Yo creo que sí ha habido momentos de tensión entre gente que había luchado junta. Lo que pasaba tanto en la CUP como en bastantes de los comuns es que venían de movimientos sociales, y ha habido tensiones importantes. Pero si se habla de casos concretos, si vamos a Barcelona en Comú, Jaume Asens está ahí siempre, la relación yo creo que es buenísima, venía de ser abogado, de luchar en muchas causas antirrepresivas y yo lo he visto posicionarse siempre siendo muy poco ambiguo, que es lo que se les reprocha a los comuns. También es buena con Gala Pin, que fue activista antidesahucios. En las últimas elecciones, cuando Barcelona en Comú no hizo campaña por Catalunya Sí Que es Pot, dijo que votaría a la CUP porque estaba Gabriela Sierra, a quien ella admiraba muchísimo. A nivel personal existen vínculos muy fuertes porque comparten luchas en la calle. En el caso de Catalunya Sí Que es Pot, con Lluís Rabell que venía de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Barcelona, no sé cuál era exactamente la relación antes, pero no es buena. Ahí ha habido un distanciamiento clarísimo en cuanto a posicionamientos. Lo que pasa es que las CUP de los distintos municipios son bastante distintas, y los comuns de los municipios también son distintos porque al final en las agrupaciones municipalistas hay gente que proviene de movimientos sociales muy locales que responden a realidades muy concretas. En los círculos locales de Podemos, sin embargo, hay mucha gente que se ha puesto para hacer carrera política, que no sería el caso de la CUP ni de los comuns por su idea de base. Es gente que está ahí para intentar cambiar algo no para hacer carrera política.

Y con otros partidos del territorio español hay relación y buena relación. Con el País Vasco es evidente, pero también en Madrid, con los anticapitalistas, con Yesca… Hay bastantes organizaciones con las que tienen buena relación.

P: Hemos hablado del independentismo, municipalismo, anticapitalismo y diría que falta la pata del feminismo. ¿Cómo se articula y qué importancia tiene la perspectiva feminista dentro de la CUP?

R: Yo diría que es muy importante. María Rovira, concejala de Barcelona, me contaba que no fue una lucha tan fácil. Que es algo que está en la base ideológica, pero que llevarla a cabo es un logro de las feministas de la CUP, y ha sido una lucha constante. Yo creo que esto ha sido siempre así en toda la izquierda. La izquierda es de discurso feminista pero de prácticas no tan feministas. En la CUP ha habido mucha presión desde dentro para que sea de facto más feminista. ¿Por qué van el 21D con un cabeza de lista hombre otra vez [Carles Riera]? Pues yo creo que los argumentos son varios. Por un lado está que el líder no es tan importante, que los portavoces van rotando. Y por otro lado la idea de que es criticable porque el liderazgo debería ser femenino, pero que se puede funcionar de manera feminista y eso es más importante. Es decir, elegir las cosas por consenso, tener mecanismos de apoyo mutuo, etc. Ser feminista como organización es tener unos mecanismos que son feministas y que subvierten las lógicas habituales de los partidos tradicionales. Eso son logros de las feministas de la CUP que aunque en la base ideológica estaban, en la práctica se han ganado poco a poco.

P: En las elecciones del 2015 la CUP consideraba una victoria que el independentismo superase el 50% de los votos. Aunque sí logró mayoría absoluta en escaños, no hubo una victoria en porcentaje.

R: La CUP decía, yo creo, que si se tiene la victoria con el 51% declararía la independencia inmediatamente. Esta es la gran diferencia. Como no se consiguió, pero sí ganaron, optaron por trabajar y apoyar un referéndum del 1O que si no no habrían apoyado porque ya habrían implantado la República. Aquí está el cambio: "No hemos ganado para implantar la República desde el día después de las elecciones, por tanto accedemos a esto, lo que hacemos es trabajar por el referéndum del 1O".

P: ¿Cómo afectó al seno de la CUP la decisión de no investir a Artur Mas?

R: No tiene muchas consecuencias. Tiene efectos inmediatos, en un momento de tensión que se está viviendo en Cataluña, pero una vez superado eso ya está. Al final la CUP puede contar el relato de su victoria en eso, la CUP consigue lo que quiere conseguir: apartar a Mas y que el proceso no termine. Por tanto los que piensan que se terminaba con Mas están equivocados y la CUP vuelve a remar ya. Esa es la victoria que consiguen en ese sentido, que les hace pasar por un momento muy delicado, pero que no tiene unas consecuencias de ruptura posterior.

P: En el libro habla de asuntos como la política social de la CUP o la lucha contra la corrupción en ayuntamientos como el de Reus. Pese a ser una formación manifiestamente de izquierdas, una de las principales críticas que recibe actualmente es la de ir de la mano de partidos burgueses que no priorizan las luchas sociales.

R: La CUP ha arrastrado a la derecha a discursos que jamás habría llevado a cabo. Por ejemplo, una vez Convergència se suma al independentismo la gente se cree poco a Convergència. Esto a la CUP le va muy bien, porque manteniendo un discurso muy potente en este sentido logra que Convergència ceda ante ellos casi todo el rato, porque sabe que si flaquean se les va a acusar de que no se lo creían desde el primer momento. No hay un partido seguramente más en contra de Convergència que la CUP y está usando su capacidad de presión para llevar el país a donde quieren. Hay quien puede usar el argumento de que van de la mano de Convergència, pero es que Convergència no va cómodamente de la mano de la CUP, digamos.

P: ¿Genera contradicciones o tensiones dentro de la CUP?

El TS pone en el punto de mira a todos los partidos y organizaciones que promovieron la independencia

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R: Sí, claro. Pero cuando las hay es, por ejemplo, en relación a los Presupuestos. Convergència intenta meter su presión también. La CUP sabe que no debería estar apoyando los Presupuestos de Convergència, y eso sí que genera muchas contradicciones. Pero su idea es que necesitan romper ese candado y llevar a cabo esa implementación de la República para entrar en ese proceso constituyente. Ellos todo lo fían a ese proceso constituyente en el que el trabajo es definir cómo será ese nuevo Estado. Como parece que esté cerca, aunque esto es discutible, van a persistir en ello. La liberación social llegará de la mano de la liberación nacional. Ellos no están conformes con hacer política en el Parlament, ellos van a cambiarlo todo. Esta ruptura importante es para generar un nuevo modelo. Ellos creen que así, tal y como está ahora, el sistema es irreformable en Cataluña y en el Estado español. Es irreformable si no se rompe con el modelo.

P: ¿De qué forma ha servido como mecanismo de presión para el Govern?

R: Puigdemont ha sabido vender una imagen de independentista convencido, tiene el pedigrí independentista, al contrario que Artur Mas. Pero sí es verdad que asuntos como el de cesar consellers se produce porque si sale alguien que no está convencido, la CUP estará ahí. Esa presión sí la ha estado ejerciendo mucho en estos meses y eso sí se ha visto. También es verdad que ha habido gestos que ha hecho el Govern respondiendo a esta presión que eran gestos de maquillaje porque todo el mundo sabía, todo el mundo, que Santi Vila no era independentista. Se cesaron a los consellers, se dejó a los que eran independentistas y estaban dispuestos a pagar lo que fuera por serlo, y Santi Vila estaba ahí. ¿Convergència estaba dispuesto a llegar a la cárcel? No. Pero la CUP logra introducir conceptos como la desobediencia en la agenda de una derecha que jamás hubiera arropado el concepto de desobediencia.

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