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La gran paradoja del 21A: un Parlamento más soberanista, una ciudadanía menos independentista

21D | Elecciones en Cataluña

El soberanismo catalán lleva 18 años obteniendo resultados casi idénticos en las autonómicas

El destituido president Carles Puigdemont, junto al también cesado vicepresidente del Govern y conseller de Economía, Oriol Junqueras y la presidenta del Parlament, Carme Forcadell.

Ya sea en su formulación nacionalista o en su actual versión independentista, el bloque soberanista catalán con representación parlamentaria lleva 18 años obteniendo los mismos resultados en las elecciones autonómicas. La variación máxima desde 1999 ha sido de apenas 2,3 puntos porcentuales, los que van del 46,5% de los votos que sumaron en 2006 al 48,8% que consiguieron en 2010. El primer porcentaje, su registro histórico más bajo, coincide con la aprobación del Estatut; el segundo lo obtuvieron a los pocos meses de la sentencia con la que el Tribunal Constitucional anuló parcialmente la norma fundamental catalana y dio origen a la actual crisis política.

El voto soberanista se ha mantenido estancado, pero a la vez estable, a pesar de la variedad de siglas con las que el independentismo ha trasladado su oferta a los ciudadanos a lo largo de las últimas dos décadas. Primero con los votos de CiU y ERC; después sumando los de Solidaritat Catalana per la Independència (SI) y en 2015 con la coalición Junts pel Sí (una combinación de la antigua Convergència y Esquerra con el apoyo de organizaciones sociales independentistas) y los votos anticapitalistas de la CUP.

El peso del soberanismo está por debajo del 50% de los votos desde las elecciones de 1995. Antes de esa fecha, la suma de nacionalismo e independentismo en las elecciones autonómicas, en los años de hegemonía de Jordi Pujol, siempre superaba la mitad de los votos emitidos.

Los resultados de las últimas elecciones (2015), convocadas por Artur Mas a modo de plebiscito, son un calco casi perfecto de la media histórica de los tres bloques que marcan la política en Cataluña desde hace casi 40 años: 48% para el soberanismo (Junts pel Sí y la CUP), 39% para el unionismo (Ciudadanos, PSC y PP) y 8,6 para la izquierda alternativa (Catalunya Sí que es Pot).El 4,4% restante corresponde a formaciones que no obtuvieron representación parlamentaria.

La evolución de los constitucionalistas

La suma de los partidos constitucionalistas no se ha comportado de la misma manera. Desde 1999, el único año en el que, con un 47,81% de los votos, estuvieron a punto de superar el 50% (Pasqual Maragall se presentaba por primera vez a la Presidencia de la Generalitat), el respaldo ciudadano a las formaciones unionistas ha sufrido oscilaciones de hasta 12,6 puntos porcentuales. Si su mejor resultado se registró en 1999, el peor se produjo en 2010 (el año de la sentencia que anuló parcialmente el Estatut) con un 35,1%.

El unionismo nunca ha gozado de mayoría absoluta en el Parlament de Cataluña. La suma de todos los partidos de este bloque ha oscilado entre los 47 escaños de 1992 (su peor año, junto a los 48 de 2012) y los 64 de 1999. En aquellas elecciones el PSC de Maragall ganó en votos a Pujol pero se quedó por detrás en escaños (la ley d’Hondt y las circunscripciones provinciales sobrerrepresentan las demarcaciones con menos población).

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El tercer bloque

El tercer bloque político catalán, la izquierda alternativa con una fuerte carga identitaria (representada hace 40 años por el PSUC y hoy organizados en torno a los comuns) tampoco es un ejemplo de estabilidad. Su mejor resultado se remonta a 1980 (24 escaños y un 18,89% de los votos). Desde entonces, y en sus diferentes configuraciones, ha ido sufriendo altibajos (su peor momento fue en 1999, con tres escaños y apenas el 2,5% de los votos, coincidiendo precisamente con el momento de mayor éxito del PSC, y el mejor en 2012, con trece diputados y un 10% de los votos).

El soberanismo ha sido siempre hegemónico en el Parlament, con la única excepción de las primeras elecciones autonómicas de 1980. Sus mejores resultados tuvieron lugar en 1992 (81 escaños coincidiendo con los Juegos Olímpicos de Barcelona) y 2010 (76 diputados, en este caso apenas unos meses después de que el TC anulase parcialmente el actual Estatut). Desde entonces ha ido perdiendo peso en la Cámara a razón de dos escaños por convocatoria (74 en 2012 y 72 en 2015).

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