Entrevista a Charo Nogueira

"Ha llegado el momento en que la historia también la escribamos las mujeres"

La periodista Charo Nogueira junto a la activista feminista Ana María Pérez del Campo.

Hace ahora dos años la periodista Charo Nogueira tomó la decisión de cambiar el ajetreo constante de la prensa diaria por la pausada y ardua labor de contar una historia donde convergen otras muchas: la lucha de las mujeres españolas desde la dictadura franquista. Lo hace a través del relato de la vida de Ana María Pérez del Campo, presidenta de la Federación de Asociaciones de Mujeres Separadas y Divorciadas. El resultado verá la luz bajo el título La mujer que dijo basta. Nogueira ha iniciado un proceso de mecenazgo a través del portal online libros.com –que remata este jueves 7 de diciembre–, con el objetivo de recaudar los fondos necesarios para la publicación del texto, prevista para febrero del año que viene. "Es el primer paso en una dirección en la que me gustaría seguir trabajando, que es la de visibilizar la historia de las mujeres españolas con mirada de género", explica la periodista en conversación con este diario.

La experiencia de Ana María Pérez del Campo, más allá de sus singularidades, es el reflejo de cómo las mujeres comienzan a ser conscientes del sometimiento impuesto por el poder masculino desde tiempos ancestrales. Y de cómo su rebelión particular ha sido clave en el basta colectivo de las mujeres, cada vez más organizadas y combativas, contra el patriarcado. Charo Nogueira escribe para poner voz a las mujeres olvidadas y para abrir caminos a las generaciones que recogen el testigo. En esta entrevista con infoLibre, la periodista reflexiona sobre el recorrido del movimiento feminista tras la dictadura y los retos aún por afrontar.

PREGUNTA: ¿Cómo se fragua la idea de La mujer que dijo basta?La mujer que dijo basta

RESPUESTA: Durante mi última etapa en El País llevé temas de igualdad, especialmente en el periodo en que se producen los grandes cambios, entre 2001 y 2007. Al dejar el periodismo del día a día hace un par de años, pensé en un proyecto que llevaba mucho tiempo acariciando, que es el balance del gran vuelco de las españolas en las últimas décadas. Poco después de empezar a trabajar en esta idea me llama Ana María Pérez del Campo, y me dice "yo ya estoy mayor, quiero que lo cuentes". Entonces de alguna manera convergen esas dos ideas. Ana María es una mujer que ha sido pionera en las luchas feministas, no ha sido la única feminista pero ha sido una feminista muy relevante y al comenzar a charlar me di cuenta que a través de su propia biografía podíamos contar muy bien tanto el legado en forma de memorias que ella quiere dejar, como el gran vuelco de las españolas en las últimas décadas.

P: ¿De qué manera ella recoge y es ejemplo de la lucha feminista?

R: Ella es una mujer que a mi juicio tiene el enorme mérito de haber convertido su experiencia personal y su pésima situación personal en una lucha en favor de todas las mujeres. Ella era una chica bien, de familia aristocrática, que se casa con 21 años y cinco o seis años después decide que quiere separarse. Tiene que enfrentarse a su familia, a la propia legislación del momento, porque en esa época en la práctica no había más matrimonio que el religioso, no había divorcio, no había por supuesto matrimonio civil, tenías que apostatar, lo que era inviable. Entonces ella se da cuenta que tiene que trabajar, cosa que no ha hecho nunca. Necesitaba además el permiso de su marido para trabajar, y no lo tenía. Luego estuvo a punto de perder su empleo porque el marido la denunció por estar trabajando sin su permiso. A partir de sus propias experiencias piensa cómo luchar contra eso, entra en contacto con otra mujer importante, que es Mabel Pérez Serrano, y juntas deciden hacer una pequeña asociación en cuanto los niños crecen un poco y se pueden dedicar a eso. A comienzos de los setenta empiezan, y a través de lo que van viendo, de la asesoría jurídica y psicológica, se dan cuenta de que no sólo es que falten matrimonios civiles o divorcios, sino que había otras cuestiones como la violencia de género. Su trayectoria ilustra muy bien todo lo que se ha ido visibilizando después.

P: ¿Es un ejemplo de cómo pasa de ser un asunto privado a un asunto público?

R: Claro, lo personal es político. Pero tiene el enorme mérito de ser consciente de su situación y de llegar al feminismo a partir de preguntarse por qué me pasa esto a mí. Y luego entender que les pasa a muchas.

P: El hecho de que ella fuera una mujer de clase alta, ¿supuso un escollo para llegar a las mujeres de clase obrera que sufrían también la desigualdad de género?

R: La separación y toda la situación que se abre después le hace romper con su clase social. Mantiene sus lazos familiares, pero de alguna manera rompe con su clase. La desigualdad existe entre hombre y mujeres pero existe también la desigualdad entre ricos y pobres, existen muchas desigualdades, y estamos manteniendo sociedades basadas en la diferencia. Ella también aborda esa lucha contra la discriminación en sentido amplio. Quizá es más consciente de eso antes, de la desigualdad social, que de la desigualdad por género. Cuando definitivamente se cae del caballo es cuando se casa, porque se pregunta por qué le pasa eso, se da cuenta de que la respuesta es por ser mujer, porque la ley es cómo es y porque la sociedad es cómo es.

P: ¿A qué se refiere cuando habla de la Transición de las españolas?

R: La Transición desde el punto de vista del cambio que supone para las mujeres y desde el papel protagonista de las mujeres apenas se ha contado. Tú busca bibliografía específica y es escasísima. La historia tradicionalmente la han escrito los hombres, la historia de la Transición también. Yo creo que ha llegado el momento en que la historia también la escribamos las mujeres, con perspectiva de género y desde nuestro punto de vista. Además hay que aprovechar las experiencias de las mujeres que tuvieron un papel protagonista y que ya miran pasar con rapidez las hojas del calendario.

P: ¿Cuál fue el peso del movimiento feminista durante la Transición?

R: El movimiento feminista fue muy importante, aunque no masivo, pero había muy pocas cosas masivas en la Transición. Fue muy activo, y muy peleón, ya desde antes de la muerte de Franco. A comienzos de diciembre del 75 hay unas jornadas en Leganés del movimiento feminista, en un colegio de monjas hábilmente disfrazadas, o sea que no es Ana María sola, hay muchas como ella y muchas han caído en el olvido. Luego hay otro elemento determinante, y es la fractura que se produce a partir del año 79 por la doble militancia, cuando las feministas empiezan a militar en los partidos. Esa fractura que en cierto sentido sigue viva en algunos ámbitos, es algo que daña al movimiento feminista como tal. Pero si luego miras desde una perspectiva histórica te das cuenta de que las mujeres feministas, por lo menos las del PSOE, sí logran influencia y meter estos temas en la agenda en la era Zapatero, que es cuando se producen grandes saltos en el terreno jurídico.

P: ¿Cuáles son las piezas de esos grandes saltos?

R: Tiene dos piezas muy importantes, que son la Ley contra la Violencia de Género de 2004 y la Ley de Igualdad de 2007. La ley de violencia es la primera y hasta ahora única ley que podríamos llamar feminista, en la medida en que establece una serie de medidas tendentes a evitar situaciones como las agresiones que derivan del sometimiento de la mujer por parte del hombre. En ese sentido es una ley pionera y revolucionaria. Y después la ley de igualdad la primera consecuencia que tiene es la paridad en las listas electorales. El resto de las medidas importantes prácticamente han quedado en papel mojado, porque eran medidas voluntarias. En cualquier caso, sí tiene la enorme virtud de poner la desigualdad en el primer plano de la agenda y crear o favorecer el auge de una corriente de igualdad, y que esa corriente sea el asunto del que estamos hablando de una manera cotidiana y del que somos mucho más conscientes.

P: ¿El feminismo está ahora más presente que nunca?

R: Ahora mismo sí, porque hay acontecimientos que obligan a que esté en la agenda y porque el movimiento feminista se ha reforzado. Hay muchísimas jóvenes militando en el feminismo. Pero no es un tema que esté en la agenda porque haya políticas tendentes a la igualdad, quedaron cercenadas tras la crisis económicas, con recortes tremendos y hechos inconcebibles como que la igualdad no esté en las escuelas y no forme parte de los currículums, esa ausencia perpetúa el problema. El auge de los últimos tiempos yo lo situaría en el intento del PP de reformar la Ley del Aborto. Después de la llegada del PP empiezan los recortes, y hay movilizaciones, pero el gran detonante es el intento de contrarreforma del aborto. Que ese intento fracase provoca la dimisión del ministro, da oxígeno al movimiento feminista y además se diversifica muchísimo con otro vector que sería el 15M y los nuevos feminismos. Ahora es un movimiento tremendamente vivo.

P: Ese movimiento tan vivo en las calles, ¿cuenta con una equivalencia en las instituciones?

R: Las instituciones están por lo general separadísimas de las calles. Me parece que hay un amplísimo movimiento en las calles que no tiene ningún reflejo en las instituciones. Por lo menos las del Gobierno central, no tienen ningún interés en este tipo de políticas. Al Instituto de la Mujer hasta le han cambiado el nombre, y cuando ves lo que hace te das cuenta de que está enfocado a lo que ha sido la doctrina de igualdad para el PP, es decir, igualdad en base al mérito.

P: ¿Ocurre lo mismo en los partidos de oposición?

R: El problema de fondo es el patriarcado, y el patriarcado lo hay en la derecha y lo hay en la izquierda. Las feministas de izquierdas tienen que estar empujando, y las feministas de derechas, si es que existen, o al menos las mujeres que en la derecha defienden la igualdad, también tienen que estar empujando todos los días porque el problema de fondo es el patriarcado, es la falta de reparto equitativo de poder y de las oportunidades.

P: ¿Es optimista respecto al Pacto de Estado contra la Violencia de Género?

R: Al Pacto lo primero que le hace falta es dinero, y dinero garantizado. Un Pacto de Estado es imprescindible amén de conveniente, porque fallan muchísimas cosas. Tenemos una legislación que está bien, pero su aplicación cojea. Y cojea enormemente, por no decir que en algunos territorios es inexistente, la atención de las víctimas. No se puede estar diciendo a una víctima que denuncie porque es la única manera, y que luego no exista esa protección en forma de vida cotidiana. Hay una falta de apoyos públicos para conseguir una vivienda, para conseguir ingresos de integración social… Al final las víctimas caen casi en una especie de agujero negro. No podemos decirles que denuncien si eso les supone estar desprotegidas por los poderes públicos. Eso por no hablar de cómo funcionan muchos de los juzgados de violencia, de la actitud de los jueces, de la falta de crédito hacia las víctimas y del desconocimiento profundo del delito que están juzgando.

P: ¿Falta formación?

R: Falta desde la escuela. Los poderes públicos se limitan a hacer una campaña el 25 de noviembre, y se acabó. Pero tienes que enseñar la igualdad en las escuelas, establecer observatorios que funcionen, que saquen los colores a los medios cuando infringen las normas de igualdad. Tienes que hacer una política que sea una mancha de aceite, y esa política como mancha de aceite no se está haciendo. Entonces falta formación en los policías, en los profesores, en los asistentes sociales, los médicos, y falta conciencia. Conciencia del vecino que oye los golpes y que dice que el maltratador saludaba y era muy simpático. Y luego va el periodista y recoge eso. Falta mucho trabajo por hacer. Entender que la violencia es un problema que podemos sufrir cualquier mujer. Ahora, por fortuna, hay cada vez más hombres conscientes de eso. No estamos solas.

P: También hay una ausencia evidente de las mujeres en las asignaturas.

R: En las escuelas falta todo. En el caso de las mujeres, las asignaturas no recogen su historia. La historia sigue silenciado a las mujeres.

P: ¿Qué le sugiere el concepto de micromachismos?

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R: Lo importante de los micromachismos es darnos cuenta de que existen. El término micromachismos se ha puesto de moda, pero los micromachismos han estado siempre ahí. Cuando vas en el metro tienes que ocupar tu espacio porque sino el señor de al lado lo hace por ti. Yo los veo continuamente. Que este tema esté de moda significa que nos hace ser mucho más sensibles a eso que antes eran pautas normales, entonces empiezan a no salir gratis. Lo cual es un paso importante para ir contra los micros y por supuesto para llegar a los macromachismos, que son más peligrosos.

P: Hay quien critica que el feminismo sea una moda debido a la mercantilización del movimiento.

R: Ahora el feminismo está de moda, vende. Pero esas empresas que aprovechan el tirón del feminismo bien podrían practicarlo siendo igualitarias y, por ejemplo, mejorando las condiciones y la vida de quienes hacen las prendas y las venden, mujeres casi siempre. También podrían apoyar al movimiento feminista, cosa que no me consta que estén haciendo, si tanto les gustan sus mensajes. Les sugiero que se animen a ello.

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