Los restos del Estado del bienestar

Las dudas sobre la sostenibilidad de las pensiones ocultan la aportación de los mayores a la economía

Manifestación de pensionistas en Madrid.

España batió en 2017 su récord anual de turistas extranjeros, pulverizando la marca de los 80 millones. El hito fue presentado así, con lenguaje casi deportivo: "por primera vez España adelanta a Estados Unidos"; "un crecimiento del 8,9% con respecto a 2016"; "el gasto total de los turistas ascendió a 87.000 millones". Obviamente este boom tiene su lado oscuro: los riesgos de fiar el 11% del PIB a un sector volátil; el encarecimiento vertiginoso del precio del alquiler en las ciudades; un desarrollo de infraestructuras orientadas al turista de dudosa sostenibilidad a largo plazo; una galopante precariedad laboral; una nula preparación para afrontar los cambios que provocará en el litoral el cambio climático... Pero el grueso del debate, y sobre todo del discurso del Gobierno, no se sitúa ahí, sino en cómo cuidar de nuestra principal industria, en cómo poner coto a la llamada "turismofobia" para atraer más visitantes y que los que vienen vuelvan. No importa el precio. Porque los turistas son la joya de la corona. Los costes son inversiones, los gastos carecen de importancia en comparación con los retornos. La botella se presenta siempre medio llena. Ya quisieran para sí los pensionistas tanta comprensión.

Los mayores de 65 años son la otra cara de la moneda. Con ellos el vaso siempre está medio vacío. "La riqueza que crea la gente mayor suele ser invisible porque no se haba de ella. Nadie hace esfuerzos por medirla. Los mayores se vuelcan en los cuidados, en la atención familiar, afectiva, pero también en la ayuda económica. Pero hay pocos trabajos sobre eso. Es mucho más fácil poner siempre en la balanza los 8.000 y pico millones que cuestan las pensiones, que es lo que tiene la visualización más clara, y hablar del gasto sanitario. Lo que aportan queda en segundo plano", señala Alberto Álvarez, director del periódico Mayor Actual. Álvarez lamenta que el énfasis se ponga siempre en el coste, en el gasto mensual en pensiones, que se acerca ya a los 9.000 millones. También limita el debate, observa Álvarez, la carencia de un estudio solvente sobre la aportación al Producto Interior Bruto (PIB) de los pensionistas. "Si ahora hablamos de casi un 12% del PIB en gasto en pensiones, pues tirando la línea desde ahí podemos llevárnoslo al 12% en consumo, empleo...", estima José Antonio Herce, doctor en Economía y socio de la consultora Analistas Financieros Internacionales.

El estudio Soluciones para la jubilación. Naturaleza, ventajas, defensa y fomento de las rentas vitalicias en España, dirigido por Herce para la patronal de empresas aseguradoras, presenta la virtud de poner sobre la mesa algunos datos que rara vez son puestos de relieve en la discusión política sobre pensiones. Los pensionistas que se jubilen hoy, expone el estudio, perderán una media de 350 euros mensuales de poder adquisitivo a lo largo de su retiro como consecuencia de las reformas del sistema de 2011 y 2013, con las que se retrasó la edad de jubilación a los 67 años, se cambió la forma de valoración de las pensiones y se introdujo el llamado factor de sostenibilidad. El informe advierte de que la pérdida de margen de gasto de los pensionistas implicará un efecto negativo en el conjunto de la economía para el año 2035 de 46.000 millones de euros en términos de valor añadido bruto y una pérdida de 754.700 puestos de trabajo. La merma de la actividad económica le pegaría al PIB un bocado del 3% en 2035, según el informe.

Hoy en día casi la mitad de los pensionistas (46%) cobra una prestación pública que no alcanza los 735,89 euros, el Salario Mínimo Interprofesional (SMI). Del total de 9,15 millones de pensionistas, más de 5,8 no llegan a mil euros al mes. La situación es mucho más grave para las mujeres mayores. Casi un millón y medio no cobran pensión. La reducción de las pensiones, si no se altera el rumbo, comenzará siendo del 8% en 2020 y podrá alcanzar el 35% a mitad de siglo, según los cálculos del catedrático de la Universidad del País Vasco Ignacio Zubiri publicados en los Papeles de Economía Española. No obstante, el problema de la suficiencia de las pensiones, o del margen para ampliar el porcentaje del PIB dedicado a pensiones que podría permitirse el Estado si aprovechara nuevas fuentes de ingresos fiscales, queda permanente eclipsado por las omnipresentes "dudas sobre la sostenibilidad del sistema", que se acrecientan cada día ante las proyecciones de envejecimiento de la población.

Según los datos del padrón, a 1 de enero de 2017 había en España 8.764.204 personas mayores (65 y más años), un 18,8% del total de la población (46.572.132). La estructura de población por edad obliga a proyecciones de incremento del gasto. Aún puede observarse en la pirámide de población el déficit de nacimientos motivado por la Guerra Civil (1936-1939). Las décadas siguientes registraron un fuerte crecimiento demográfico, con un baby boom entre 1958 y 1977. En esas fechas nacieron casi 14 millones de niños (más de 650.000 cada año), sumando 4,5 millones más que en los 20 años siguientes y 2,5 más que en los 20 años anteriores. Hacia 2050 la tercera edad (a partir de 65) y llamada cuarta edad (de la media de esperanza de vida, alrededor de 80, al límite biológico, unos 114 años) habrán duplicado sus efectivos. La población en edad laboral (16-64) y los niños (0-15) habrán reducido su peso. Los mayores de 65 triplicarán la cifra de menores de edad. Es cierto que hay que pensar a fondo en esto.

El precio de las dudas sobre el sistema

Pero, además del gasto que suponen, los pensionistas son mucho más. Ciñéndonos sólo a lo económico, son un formidable mercado, que además podría ser vital para mantener el consumo interno ante las previsiones que alertan de un nuevo ciclo bajo de la economía a escala planetaria. Esto tiene más sentido aún en España, donde los analistas suelen coincidir en que la recuperación económica se está asentado en una retroalimentación de dos factores: generación de empleo e incremento del consumo familiar. Pero lo cierto es que las incertidumbres sobre la viabilidad del sistema, en ocasiones sembradas o alentadas por las propias autoridades, ya están erosionando ese mercado. No es una preocupación de cara al futuro, es algo que ocurre hoy y que demuestra algo: dudar sobre las pensiones públicas daña la economía.

El informe del Banco de España La recuperación del consumo privado en España por tipo de producto y hogar es elocuente. En los hogares en los que el principal sostén económico tiene más de 65 años el consumo se redujo algo más de 0,12 puntos cada año entre 2014 y 2015. Poco, sí. Pero la caída supone un cambio de tendencia en el ciclo (2008-2013) y supone un trazado opuesto al comportamiento del resto de tipos de familias. Las cifras apuntan a que el agotamiento del Fondo de Reserva de la Seguridad Social contrae el consumo de los pensionistas. Hay un efecto prudencia ante el aluvión de noticias alarmistas.

Familia y memoria

Los pensionistas suelen ser presentados como una rémora, lamenta Eduardo Rodríguez, presidente del Consejo Asesor de la Fundación Edad & Vida, que destaca el aspecto "afectivo intergeneracional", desde luego el más difícil de cuantificar económicamente. "Siempre se dice que la familia está de capa caída, pero mira las encuestas. Ahí sigue, como la primera institución. Y los mayores son un soporte fundamental de la familia. Encarnan la memoria familiar, además de ser en muchos casos una ayuda económica fundamental", señala. Es complicado medir la importancia de que una sociedad reconozca el papel y respete la dignidad de sus mayores. Cualitativamente, parece que mucha. Estudios como El resurgir del pasado en España, de Paloma Aguilar y Leigh A. Payne, han trazado relatos muy explícitos sobre la deuda moral acumulada por la democracia española con las generaciones de la guerra y la posguerra.

El estudio Envejecimiento en red. Un perfil de las personas mayores en España, 2018, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), apunta: "La frecuencia de contactos entre las distintas generaciones de una familia es uno de los principales vehículos de la solidaridad familiar [...]. Los contactos intergeneracionales son más frecuentes en los países meridionales que en el resto de Europa". Es una diferencia cultural española. El informe Las personas mayores en España, del Ministerio de Sanidad, abunda en la aportación que hacen los mayores como vehículo intergeneracional. El 84,4% de los jóvenes de 18 y 24 años mantiene relación con sus abuelos, y el 14,1 la tuvo, pero ya fallecieron. Hasta el 25,6% tiene o recuerda haber tenido trato con sus bisabuelos. El tipo de actividades compartidas que destacan son: días señalados como los de navidad o cumpleaños (98,5%), juegos (86,6%) y temporadas largas (62,4%).

Cohesión familiar, consejo... y dinero

"Los jóvenes de 18-24 años señalan que, en general, los abuelos realizan dos importantes contribuciones a la sociedad española: dar apoyo emocional a la familia y mantenerla unida", señala el estudio oficial. Cuando se les pregunta en la misma encuesta a los mayores de 65 cuál consideran que es su principal aportación, responden de forma menos lírica. No se ven tan importantes dando consejos como los ven sus nietos, ni manteniendo unida a la familia, ni dando apoyo emocional. En cambio, valoran más que sus nietos la aportación económica que realizan. Claro, sale de su bolsillo.

Éste es un flujo de dinero informal, también difícil de medir. Pero hay aproximaciones. La ONG Educo, en su estudio Crisis y efecto dominó. ¿Quedan piezas por caer?, cuantifica en 290 euros al mes la aportación media de los pensionistas a ayudar a sus hijos y nietos. Este estudio de 2015 señala que el 80% de los pensionistas ayuda directamente a sus descendientes, si bien otros informes apuntan a porcentajes menores.

Pero hay muchas más aportaciones. ¿Cómo se mide el impacto de que los nietos pasen temporadas con sus abuelos? ¿Y el impacto de que los abuelos lleven o recojan a los niños del colegio, mientras sus padres apuran sus horas de trabajo? ¿Y de la ayuda que prestan en las tareas domésticas? Diversos estudios y encuestas han situado alrededor del 70% el porcentaje de abuelos que ayudan a cuidar de sus nietos. El informe Retrato de un jubilado español, de la Obra Social La Caixa, de 2017, señala que el 60% de los mayores cuida de sus nietos o familiares a cargo.

Rodríguez Rovira, de la Fundación Edad & Vida, sitúa esta aportación en un terreno intermedio entre lo afectivo y lo material. "Es absolutamente vital para la familia", subraya. Es un mensaje para los defensores más enfáticos de la familia con mayúsculas, pero que luego la desligan del análisis sobre las pensiones. "Tenemos el fenómeno de las abuelas canguro, pero es que también están lo que yo llamo entre paréntesis las abuelas esclavas, que trabajan y ayudan por encima de lo que físicamente pueden y deberían", señala Rodríguez Rovira, que lanza otra pregunta: "Si no hubiera personas mayores cuidadoras, ¿cuántos padres y madres no podrían ir a trabajar? ¿Qué impacto tiene eso en el PIB?". Los abuelos y abuelas se mueven en ese terreno difícil de roturar estadísticamente. Rodríguez Rovira cierra así: "En España no ha habido revuelta social porque los pensionistas han aguantado mucho del impacto de la crisis. Esto no estará cuantificado, pero sí está reconocido socialmente".

Economía plateada

Lo que sí está estudiado –ahí entra la mercadotecnia, que quiere saberlo todo– es el pensionista como consumidor, como target. Como mercado, tiene unas proporciones fabulosas. Hay que repetir el dato: 8,7 millones de mayores de 65 años, un 18,8% sobre el total de la población. El informe Envejecimiento en red pone de relieve que su gasto fundamental (40%) es en las facturas domésticas, incluida la vivienda, seguido de la alimentación. A pesar de las estrecheces económicas, un 84% afirma sentirse "libre para hacer lo que me gusta", según el estudio de la Obra Social La Caixa. Es obvio que conforme la persona envejece, su consumo es menor. Pero la prolongación de la llamada "esperanza de vida saludable" ha multiplicado la actividad para los pensionistas. No en vano, existe incluso un sector, la llamada "silver economy", o "economía plateada", centrada esencial pero no únicamente en el ocio: sanidad, turismo, construcción (rehabilitación, cambios de ascensores y bañeras), servicios domésticos...

Hay rasgos de los mayores de 65 que apuntan a un tipo de consumidor más equilibrado que la media, que encaja con ese discurso tan repetido del "consumo responsable". El informe Economía del envejecimiento, realizado con fondos europeos por la Universidad de Salamanca, asegura que los mayores son "más leales en la compra y menos sensibles a las promociones". "Los mayores gastan más en mercados municipales, especialmente a partir de los 75 años. De hecho, el porcentaje de estos consumidores que gasta más en los mercados municipales llega a ser hasta 7 veces mayor que el de consumidores de entre 40 y 49 años (8,90% y 1,22% respectivamente)", recoge el informe. Son bastiones del comercio de barrio, que a su vez favorece un modelo de desarrollo urbanístico más sostenible y eficiente. Resultan además especialmente atractivos para el negocio de los viajes. El número de viajes que han hecho en los dos últimos años las personas de más de 60 años es mayor (4,86) que las personas de menor edad (3,52), recoge el estudio. Programas como el Imserso, así como el hecho de no estar sujetos a obligaciones laborales, hacen de los pensionistas un factor favorable a uno de los objetivos que el sector del turismo lleva décadas persiguiendo: la desestacionalización. Es decir, que no se concentre todo el turismo en verano.

Prudencia y generosidad

Aunque es frecuente que les cueste llegar a fin de mes –al 51,3% de los mujeres y al 37,1% de los hombres–, el criterio de prudencia es lo que acaba salvando la economía familiar de los mayores de 65 años. El estudio-encuesta La revolución de la longevidad y su influencia en las necesidades de financiación de los mayores, de la Fundación Edad & Vida, señala que más de la mitad, un 55,5%, prefiere ahorrar parte de sus ingresos por si tienen que afrontar un imprevisto. El resto, un 39,6%, asegura que no puede ahorrar porque carece de ingresos suficientes, frente a un reducido 4,9% que indica que su opción es gastar todos sus ingresos sin pensar en posibles contingencias.

La actitud ante la herencia desvela otro rasgo: generosidad. Un 71,4% de los encuestados señala que quiere dejar todo su patrimonio a sus herederos y un 23,7% indica que prefiere gastarlo y dejarles sólo la vivienda. En cualquier caso, sólo un 2,1% prefiere gastarlo todo, incluida la vivienda habitual. Su visión de la vivienda no es en absoluto especulativa. Sólo un 8,2% de los entrevistados no dispone de vivienda en propiedad. Pero aquí está lo curioso: de los 828 individuos encuestados, hasta el 33% –un tercio– ni siquiera sabía estimar el valor de su vivienda en ninguno de los amplios tramos que se les proponían. El gasto medio mensual de los encuestados ascendía a 953 euros y se repartía fundamentalmente entre salud, vivienda, alimentación y ocio.

La España interior

Los mayores también son esenciales para mantener la vida en los pueblos, justo cuando España se enfrenta a un problema de despoblamiento de amplias zonas del interior. Es cierto que el mayor número de personas de edad se concentra en los municipios urbanos. Por ejemplo, en las dos ciudades más grandes de España, Madrid y Barcelona, viven casi un millón de personas mayores (999.954) más que en los 5.868 municipios rurales. Sin embargo, el envejecimiento –la proporción de mayores respecto del total– es mucho más acentuado en el mundo rural. En 2017, según los datos del padrón, vivían 2.728.017 personas en los municipios rurales (de 2.000 o menos habitantes), de las que el 28,3% son personas mayores (773.249). El empobrecimiento de los pensionistas al que apunta el pronóstico pesimista sobre sus ingresos sería la estocada a la España rural.

Pero esto se dice poco. El retrato de la cuestión que más se difunde abunda en el envejecimiento insostenible de España, con un porcentaje de mayores de 65 años que no tendría parangón en los países del entorno. No es así. Italia (22,0%), Alemania (21,1%), Grecia (21,3%) y Portugal (20,7%) son los países más envejecidos en cifras relativas. España está en el 18,8%.

También han evolucionado, mucho más rápido que la percepción social, los roles de los mayores. Los sucesivos informes del Imserso, así como el Libro Blanco del Envejecimiento Activo, desvelan una autopercepción mucho más juvenil de los nuevos jubilados, que cada vez se resisten más a verse a sí mismo como faltos de autonomía y tratan de prolongar al máximo la práctica de deportes y el desarrollo de aficiones. El informe Envejecer sin ser mayor, de la Fundación Pilares para la Autonomía Personal, abunda en la misma idea: los mayores están cada vez más formados, tienen expectativas vitales cada vez más altas. Hay incluso estudios que revelan que los mayores encuentran cada vez más atractivo a las actividades sociales y de voluntariado desinteresadas.

Nuevos roles

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Si los factores afectivos o éticos no parecen tener un papel protagonista en la discusión política sobre cuál es el mínimo que la sociedad debe garantizar a sus mayores para vivir el último tramo de sus vidas con dignidad, Rodríguez Rovira, de la Fundación Edad & Vida, reivindica también la importancia de los abuelos como consumidores. Sabe que si se asume la idea de que un empobrecimiento de los pensionistas supondrá un empobrecimiento de amplios sectores de la sociedad, tienen más posibilidades de salir con bien del espinoso debate sobre el futuro del sistema. "La empresa ha desatendido tradicionalmente el segmento de las personas mayores, salvo la especializada, considerándolo marginal. Pero no sólo el cambio demográfico, sino el perfil del propio mayor, con mejor salud, más preparado, procedente de un ámbito urbano y con mayores recursos económicos, está obligando a las empresas a dirigir su foco hacia este segmento, importante y en crecimiento. Los departamentos de planificación estratégica y los de marketing con visión de futuro ya lo han detectado", expone.

También insiste en que no es cierto que exista un analfabetismo tecnológico endémico que impida a la tercera edad usar las nuevas tecnologías como vía de acceso a productos y servicios. En un documento remitido a infoLibre que reúne datos extraídos de diversos informes con los que trabaja la fundación, señala: "El nivel medio de formación de los mayores aumenta cada año. Si en 1960 no tenía estudios o sólo eran primarios en un 80%, en la actualidad tiene estudios secundarios (55%) y universitarios (20%). Cada vez más personas maduras tienen acceso a bienes superiores, culturales, lo que deberá ser tenido en cuenta por las empresas de estos sectores. Entre los mayores de 65-70 años el uso de internet es del 33%, creciendo el porcentaje rápidamente en las nuevas cohortes de jubilados. El 90% utiliza teléfono móvil. Las compras por internet, crecientes, son del 30% entre las personas de 65-69 años".

Aunque se descorcha más champán por los 80 millones de turistas que por los 9 millones de pensionistas, estos también tienen mucho que ofrecer.

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