El partido conservador en alza

Contra Rajoy pero apoyando a Rajoy: así cabalga Ciudadanos su gran contradicción

Albert Rivera, presidente de Ciudadanos.

Pablo Iglesias le dio popularidad a una curiosa expresión, "cabalgar contradicciones", pero es Albert Rivera el que ha elevado esta práctica a la categoría de arte. Si uno entra en su perfil de Twitter sin saber dónde están las fichas del tablero político español, difícilmente adivinará que nos encontramos ante el principal aliado de Mariano Rajoy y el PP, ante el líder del partido que con sus 32 diputados facilitó su investidura, y que todavía hoy lo mantiene en el poder con su apoyo parlamentario. Rivera encadena críticas y más críticas al PP, advertencias severas, mensajes contra el partido de Rajoy uno tras otro. Cabría oponerle: "Déjelo caer, entonces. Está en su mano propiciar un cambio de escenario político, incluso un cambio de presidente". Pero este mensaje apenas se escucha. Rivera logra ser a la vez socio de investidura del partido de gobierno y opositor siempre de guardia, y lo es sin pagar el alto coste que suele tener haber entregado los votos a otro candidato, lo cual suele dejar al partido que lo hace sin margen para anotarse los logros del gobierno ni para ejercer la oposición con credibilidad.

Mientras tanto, a Pedro Sánchez, secretario general del PSOE, aún le reprochan día sí y día también que no fuerce de algún modo la caída de Rajoy y lleve hasta sus últimas consecuencias su "no es no", mientras a Pablo Iglesias, secretario general de Podemos, todavía le afean que votase contra la investidura de Sánchez en marzo de 2016. Hace ya dos largos años. Con los socialistas y los morados dedicados a recordarse deudas y reverdecer permanentemente las mismas cuitas, Cs parece en ocasiones el principal partido de la oposición, cuando es en realidad el único partido nacional –aparte del PP, claro– que votó a favor de la investidura del actual inquilino de la Moncloa.

Nadie lo diría, repasando el historial de declaraciones de Rivera. "No haré presidente a Rajoy", decía en junio de 2016. "No vamos a apoyar ningún gobierno de Mariano Rajoy", insistía un mes después. Al presidente del Ejecutivo lo suele colocar al lado de una palabra: "corrupción". Sólo en 2018, un breve repaso de la hemeroteca nos brinda estas perlas: 1) "El PP arrastra con los pies la corrupción"; 2) "Esconde la corrupción en vez de combatirla"; 3) "El caso PP no tiene fin. Es un partido que se descompone por la corrupción. España no se merece un presidente que tapa la corrupción". 4) "La corrupción del PP es impropia de una democracia". La lista sigue ad infinitum. Pero, tras cada una de estas declaraciones, Rivera hace siempre lo mismo para apear del principal puesto de responsabilidad política del Estado español a quien considera un encubridor y líder de corruptos: nada. ¿Cómo lo hace? ¿Cómo cabalga Rivera esta contradicción, al mismo tiempo que su partido gana las elecciones en Cataluña y se dispara en las encuestas a nivel estatal, incluido el último barómetro del CIS?

  Pragmatismo y nacionalismo

Antoni Gutiérrez-Rubí, asesor de comunicación y consultor político, cree que el partido de Rivera compensa sus posibles incoherencias con una hábil explotación de sus puntos fuertes. El primero de ellos, señala Gutiérrez-Rubí, "el pragmatismo". "Hay una demanda muy fuerte de pragmatismo en la sociedad española. Rivera lo ha entendido. Eso pasa por colaborar con la gobernabilidad. Y no sólo eso. El 70-75% de las leyes votadas por el PP lo son también por Ciudadanos, aparte del acuerdo de investidura. Y en Andalucía, igual", señala Gutiérrez-Rubí. La encuesta de referencia en Andalucía sitúa ya a Ciudadanos, socio de legislatura del PSOE de Susana Díaz, en segunda posición. Si no hay un adelanto de las generales, las autonómicas andaluzas serán la próxima cita electoral.

El pragmatismo permite a Ciudadanos sacar "el máximo rédito político con el mínimo coste", añade el consultor. "Dejan que los otros partidos se metan los goles y ellos ejercen su influencia". Pero no sólo con pragmatismo mantiene Ciudadanos en sombra los interrogantes que podrían incomodarlo. Según Gutiérrez-Rubí, están haciendo un uso inteligente de los tiempos. "Ellos necesitan tiempo para madurar sus presas, haciendo al adversario exponerse, desgastarse, con el tiempo justo de cocción", explica gráficamente. Para esa maduración, añade, necesita "tensión", pero sin llegar a la ruptura. Amagan con romper, advierten, pero no lo hacen.

El tercer factor que están manejando con habilidad, además del pragmatismo y la tensión, es el discurso nacionalista. "Cuando en agosto endurecen su discurso han entendido que existe una fuerte demanda [de nacionalismo español]", señala el consultor. Desde entonces han buscado causas y símbolos que ayudan a este discurso. El 155, la inmersión lingüística... El último, la equiparación salarial de guardias civiles y policías. "Eso ahora va a tener un impacto con [el ministro Cristóbal] Montoro alcanzando un acuerdo", señala Gutiérrez-Rubí. La medida, si llega, será del Gobierno, como lo fue el 155, pero Cs se puede quedar con buena parte del rédito político.

  Marketing y retórica

Para entender a Ciudadanos conviene analizar al partido en sí y también a su líder, cuya formación ha ido creciendo en buena medida a su imagen y semejanza. Ciudadanos tiene trazas de partido de autor, ligero de estructura y equipaje ideológico.Se maneja mejor en el debate epidérmico, la consigna y el eslogan que en la densidad programática o el compromiso ideológico. "Ciudadanos es una estructura de marketing para captar voto", sintetiza Manuel Bermúdez, profesor de Filosofía y promotor de la reputada Aula de Debate de la Universidad de Córdoba. Y al frente tiene, señala Bermúdez, "un comunicador formidable, que hace un gran uso de la retórica".

En la televisión se mueve como pez en el agua. Como se dice en el argot, no hay quien lo pille en renuncio. Y si se contradice, pues lo gestiona con absoluta naturalidad. Agitado por definición, detrás de sus formas nerviosas hay un carácter templado y mucha seguridad en sí mismo. No pierde los papeles. "Hay algo que es del propio Albert Rivera. Y es que tiene desparpajo, arrojo, audacia. Alguien, no yo, diría que tiene cara dura. Lo cierto es que está permanentemente en la tabla de surf encima de la ola. Eso es una habilidad en tiempos líquidos, al margen de enjuiciamientos morales y éticos", añade el consultor.

  Más convicción que explicaciones

A menudo el observador distante cree que la coherencia en política siempre tiene premio. Y no. ¿Ha habido partido nacionalista más coherente con el órdago del procés que la CUP? Seguramente no. Y ha pasado de diez a cuatro parlamentarios autonómicos. "La coherencia es una señal de liderazgo, pero no la única. La competencia también lo es. Y Rivera es competitivo", expone Gutiérrez-Rubí. El profesor Bermúdez lo conoce desde 2001, cuando se enfrentó como miembro de la Universidad de Córdoba al equipo de la Universidad Ramón Llull en la Liga Nacional de Debate Universitario. Ganó la privada Ramón Llull a la pública de Córdoba. A Rivera le había tocado defender que la prostitución es equiparable a cualquier otra profesión [aquí el vídeo: su intervención empieza en el 20' 48'']. Bermúdez recuerda cómo el hoy líder de Cs se movía como pez en el agua en aquel ambiente de jovencitos brillantes y ojeadores de futuros líderes, donde todo el acento se pone en el cómo, mientras el qué es secundario. Donde uno aprende a defender una cosa y la contraria. Ahí se forja Rivera, no en una tradición ideológica, sino en la cultura del liderazgo y la ética de la persuasión.

Todo ello le facilita la gestión pública de contradicciones. Explicaciones, pocas. Convicción, toda. "A mis alumnos les suelo poner un vídeo de una intervención de Albert Rivera en el Parlament. Sale sin papeles y proyecta con todo el cuerpo el mensaje que quiere transmitir", explica Bermúdez. Ahí está su fuerte. Sus puntos débiles son conocidos: un partido con escasa urdimbre organizativa y escasa implantación en la España interior. Y una subordinación, al menos hasta la fecha y a excepción hecha de Cataluña, al PP y el PSOE en el Gobierno y las comunidades autónomas. Esa posición secundaria, que potencialmente es una máquina de generar contradicciones, ha sido convertida por Ciudadanos es un activo mediante la táctica de situarse en una oposición cómplice, al mismo tiempo que ruidosa. ¿Puede esa posición prolongarse dos años largos más de legislatura? "No sé si tiene fecha de caducidad. Mientras mantengan el apoyo del Grupo Prisa y de tantos otros medios... Ahora mismo son los niños bonitos de los medios. Ciudadanos ha usado métodos heterodoxos de financiación, pero no se habla mucho del tema", expone el profesor.

  Exageración de la promesa

Ciudadanos y Rivera gozan de "mucha elasticidad, mucha viscosidad para aguantar diferentes pieles en diferentes contextos", señala Gutiérrez-Rubí. Y un recurso a su favor: la llave de la tensión, que puede abrir o cerrar a conveniencia. Ahora está en fase de apretar, por ejemplo abriéndose a la derogación de la llamada "Ley Mordaza". Es posible que más adelante afloje. Lo haga o no, es previsible que no le persigan sus promesas electorales. Es más, en la cultura política española ya está casi aceptado que lo dicho antes de unas elecciones apenas cuenta.

"Las campañas son un escenario teatral y un estadio atlético donde varios participantes compiten en una carrera de promesas", explica Miguel Catalán, profesor de Ética e Ideas Políticas de la Universidad CEU Cardenal Herrera. "El pueblo se siente en esos momentos a sus anchas, porque por un breve periodo se siente el rector de la clase rectora. Y pide que le hagan promesas más satisfactorias. Al hacerlas, el candidato está en cierto sentido obedeciendo al votante o, al menos, siguiendo la senda que le marca. Le contaré un chiste alemán. Un votante masoquista le pide a un candidato sádico: 'Miénteme'. Y el candidato, como buen sádico que es, le responde: 'No'. Esta ironía deja entrever cuán difícil es que un político no se deje llevar por la tentación hiperbólica de exagerar sus promesas". Ahora la promesa de Rivera es "regenerar España". Y pide su oportunidad sin haber roto del todo sus amarras con el PP.

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  Al margen de su propio pacto

¿Es posible soplar y sorber a la vez durante el resto de legislatura? El sociólogo y politólogo Albert Balada no se aventura con una respuesta, pero cree que Ciudadanos tiene buenas cartas. Por ejemplo: un discurso "muy simple" y "flexible" y el viento a favor de un debate centrado en la cuestión nacional. "Su línea de acción es atacar al Gobierno por la corrupción, situándose al margen del propio pacto que alcanzaron. Su mensaje es: 'Yo apoyo al Gobierno pero no formo parte del Gobierno", explica Balada. Y cree que le funciona, en parte por una decisión inicial acertada: no aceptar ministerios. "Lo que están haciendo no lo podrían hacer desde dentro", señala.

Ahora bien, añade Badala, como partido voluble y tacticista, aún no ha logrado consolidar una masa electoral estable y fiel. "De la misma manera que un acierto estratégico lo ha catapultado, un error estratégico lo puede hundir", destaca el politólogo. Sus adversarios, especialmente el PP, esperan como agua de mayo un error de bulto de Ciudadanos. Pero al mismo tiempo que dependen del partido naranja para mantener la estabilidad del Gobierno. Los de Rivera no son los únicos que cargan con contradicciones. Pero sí son los que menos coste político están pagando por las mismas. Al menos hasta ahora.

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