El currículum de los políticos

Los estudios de Pedro Sánchez y una tesis doctoral con ayuda

Los estudios de Pedro Sánchez y una tesis doctoral con ayuda

Jesús Maraña, director editorial de infoLibre, ofrece en Al fondo a la izquierda (Planeta) algunas claves sobre la ahora polémica tesis doctoral de Pedro Sánchez. Reproducimos un extracto del segundo capítulo.Al fondo a la izquierda

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Los chicos de Pepe Blanco

«Este chico», Pedro Sánchez, es licenciado en Económicas y Empresariales por la Universidad Complutense de Madrid, aunque realizó esos estudios en el Real Centro Universitario Escorial María Cristina, de carácter privado, adscrito a la Complutense. Cursó después un máster en Política Económica de la Unión Europea por la Universidad Libre de Bruselas.

Consiguió una beca con la ayuda de Enrique Barón y trabajó en el Parlamento Europeo como asesor de Bárbara Dührkop, viuda del senador socialista Enrique Casas, asesinado por ETA. Allí conoció a Óscar López, también joven asesor del Grupo Socialista. Los contactos que abrió en Bruselas le sirvieron para ser durante un breve periodo jefe de gabinete de Carlos Westendorp, alto representante de Naciones Unidas en Bosnia durante la guerra de Kosovo.

Asistió como delegado al 35º Congreso del PSOE del año 2000, cuando José Luis Rodríguez Zapatero venció por sorpresa a José Bono. Meses después, Óscar López fue integrándolo en el equipo del secretario de Organización, José Blanco, un nombre clave para el futuro de Sánchez, al que incluiría a partir de entonces en las listas electorales madrileñas, primero al Ayuntamiento y después al Congreso de los Diputados.

La misma noche electoral del año 2000 se constituyó, en casa de Miguel Sebastián, que entonces trabajaba en el Servicio de Estudios del Banco Bilbao Vizcaya (BBV), un grupo de economistas dispuestos a aportar análisis e ideas para la reconstrucción del proyecto socialista. Se autodenominaron Grupo Hazaña, y de él formaron parte, junto a Sebastián, David Vegara, Javier Vallés, Soledad Núñez, Germá Bel y David Taguas, entre otros profesores y altos funcionaros públicos que posteriormente articularon Economistas 2004, equipo que elaboró buena parte del programa económico con el que Zapatero se presentó a las elecciones al frente del PSOE.

El grupo solía reunirse en la sede de la Fundación Alternativas, y el enlace o referente del partido era el diputado por Castellón y secretario de política económica de la Ejecutiva Jordi Sevilla. Pero este no acudía a muchas de las citas, y José Blanco tampoco se fiaba especialmente de él. Empezó a enviar a esas reuniones al joven economista que acababa de aterrizar en Ferraz, Pedro Sánchez, que mostraba una gran disposición a asumir cualquier encargo.

Sánchez traba entonces una estrecha relación con Miguel Sebastián, que trabaja de día para el banco y de noche para el partido. Zapatero organiza una reunión con los pesos pesados del área económica socialista, entre ellos Pedro Solbes, Carlos Solchaga y Juan Manuel Eguiagaray, a la que convoca también a Sebastián como voz de Economistas 2004. Los primeros ofrecen una visión muy positiva sobre la marcha de la economía en esa segunda legislatura de Aznar, que se beneficia de la buena coyuntura internacional y de los resultados positivos de la actividad. Sebastián rompe ese discurso advirtiendo que a su juicio el diagnóstico no tiene en cuenta la magnitud de la burbuja inmobiliaria que se está creando y la posibilidad de su estallido. Esa disonancia cautiva a Zapatero, que desde entonces cuenta con Sebastián personal y políticamente, pese a que tampoco sigue después sus consejos respecto a la necesidad de pinchar la burbuja inmobiliaria.

Durante los meses de precampaña y campaña electoral de 2004, Sebastián y Pedro Sánchez acuden a decenas de actos por toda España, casi siempre a bordo de un turismo conducido por Sánchez, que no ha logrado el acta de concejal en la lista que encabeza Trinidad Jiménez en 2003 para la Alcaldía de Madrid, aunque la obtiene un año después gracias a la renuncia de dos compañeros.

Tras la victoria del PSOE el 14 de marzo de 2004, Miguel Sebastián rechaza una cartera ministerial pero acepta dirigir la Oficina Económica de la Presidencia del Gobierno, y ofrece un puesto a Sánchez en la Moncloa. Sánchez prefiere seguir como concejal de la oposición en el Ayuntamiento, asistir a las asambleas de Caja Madrid que le corresponden por su cargo (cobrando las dietas correspondientes y recibiendo los regalos como el resto de designados por cuota política) y trabajar en Ferraz con la vista puesta en un objetivo que no oculta: «Mi ilusión es ser diputado».

A la vista de los acontecimientos posteriores, sus compañeros de partido en aquella época coinciden en que ya entonces Sánchez sueña con la Secretaría General y la candidatura a la Presidencia, que pasa primero por entrar en el Congreso de los Diputados. Cuando Miguel Sebastián asume el reto de intentar quitarle la Alcaldía madrileña al PP en 2007, recibe cursos de oratoria y gestualidad que le imparte el cineasta José Luis García Sánchez, marido de Rosa León.

Sebastián es derrotado y vuelve a sus clases en la universidad, pero Pedro Sánchez se apunta y mantiene las clases de comunicación política de García Sánchez. Aspira a dominar el arte de la oratoria.

Para las elecciones generales de 2008, Blanco lo incluye en la candidatura al Congreso por Madrid. No obtiene tampoco Sánchez el escaño, pero lo ocupa en septiembre de 2009, al correr la lista tras la dimisión del ministro Pedro Solbes. En 2011, con Alfredo Pérez Rubalcaba como candidato, Sánchez es ubicado en el puesto número 11 de la lista por Madrid. Se queda otra vez a las puertas al obtener el PSOE por esta circunscripción 10 escaños. De nuevo el azar, con la inestimable ayuda del propio Rubalcaba, le facilita volver al Congreso en enero de 2013, tras la renuncia de Cristina Narbona, propuesta desde el PSOE para el Consejo de Seguridad Nuclear.

Quedarse en 2011 por segunda vez fuera del Parlamento supone un duro golpe a la autoestima de Pedro Sánchez, que acude al despacho de Miguel Sebastián en la Facultad de Económicas de la Universidad Complutense. Se muestra desolado, pero a la vez decidido a aprovechar el tiempo disponible para engordar su currículum. Quiere ser doctor en Económicas, pero entrar en la Complutense no es fácil, por las exigencias académicas que se precisan.

Recurre entonces a los contactos que le han proporcionado sus años en el Ayuntamiento y en Ferraz, y consigue que Rafael Cortés Elvira, por entonces rector de la privada Universidad Camilo José Cela de Madrid, le facilite un doctorado y una plaza como profesor asociado de Estructura Económica e Historia del Pensamiento Económico. Cortés Elvira, militante socialista desde 1974, ocupó algunos cargos en la Comunidad de Madrid presidida por Joaquín Leguina, fue director general de Deportes y luego secretario de Estado para el Deporte, coincidiendo con las Olimpiadas de Barcelona.

Tras la derrota electoral de 1996, se dedicó sobre todo a los negocios, con silla en consejos de administración de decenas de empresas, antes de volver a la actividad universitaria que había abandonado para hacer carrera política.

Pedro Sánchez pide ayuda y consejo para elaborar su tesis a Miguel Sebastián y a Carlos Ocaña, exdirector de gabinete de Sebastián como ministro de Industria, conocido entre los amigos como Cocana. Este último le remite gran parte de la documentación que contiene la tesis doctoral de Sánchez, titulada Innovaciones de la diplomacia económica española: análisis del sector público (2000-2012).

Ya es de nuevo flamante diputado, gracias al hueco dejado por Cristina Narbona, cuando la tesis se convierte en libro y es presentado en Madrid el 11 de diciembre de 2013, con un título algo menos técnico, La nueva diplomacia económica española, y rodeado de dirigentes socialistas como Ramón Jáuregui, Trinidad Jiménez, José Blanco, Elena Valenciano o el propio Edu Madina. Sánchez ha conseguido ser diputado, doctor y ensayista en menos de dos años. El libro no recoge un planteamiento ideológico propio, aunque su presentación multitudinaria responde más al lanzamiento de un posible candidato que al de una propuesta original para la reflexión socialdemócrata abierta en España y en todo Occidente.

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Lo cierto es que el 13 de julio del año siguiente, después de recorrer agrupaciones socialistas de media España conduciendo la Vanette, durmiendo en casas de militantes, pero sobre todo ofreciéndose como adversario de Madina al hipotético servicio de Susana Díaz y con la promesa de no «matar» a otros barones, Pedro Sánchez obtiene el respaldo de la militancia al cosechar en las primarias internas el 49 por ciento de los votos, frente al 36 por ciento de apoyos para Edu Madina y el 15 por ciento que vota al granadino José Antonio Pérez Tapias. Dos semanas más tarde, el 26 de julio, se celebra el congreso extraordinario, que preside quien manda sobre la federación más poderosa, es decir, Susana Díaz. Es ella la encargada de leer el informe de resultados de la consulta del 13 de julio a la militancia y quien declara ganador a Pedro Sánchez, aclamado por los mil delegados y los dos mil invitados al cónclave.

«Dejemos de hablar de nosotros y ocupémonos de los problemas de los españoles», dice Sánchez en un discurso en el que pide a su partido que se ponga «en pie para representar a las clases medias y a los progresistas maltratados por las políticas del PP». Cierra el congreso al día siguiente formando una Comisión Ejecutiva pactada con las federaciones que lo han apoyado, con un peso evidente de Andalucía y con el malestar indisimulado de los partidarios de Madina y de Pérez Tapias, que denuncian la ausencia de voluntad para integrar a los perdedores.

«Hoy no empieza todo, pero empiezan muchas cosas», clama Pedro Sánchez desde el atril. En realidad, las más importantes para el devenir del partido socialista y su progresivo hundimiento habían empezado bastante tiempo atrás.

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