Barómetro del CIS

La nueva 'cocina' del CIS siembra dudas sobre la estimación del último barómetro

Daniel Ríos

La polémica que rodea el último barómetro del CIS, hecho público el martes, no amaina. El nuevo director de la institución, el socialista José Félix Tezanos, ha decidido cambiar la metodología utilizada para elaborar la proyección de voto que acompaña periódicamente al sondeo, y ha asegurado que ésta vez la estimación no está hecha en base a la denostada "cocina". No obstante, los expertos consultados por infoLibre no solo niegan que esto sea así, sino que aseguran que la cocina es necesaria para que las proyecciones de voto se acerquen lo más posible a la realidad.

El barómetro del pasado martes colocaba al PSOE en una cómoda primera posición en proyección de voto con un 30,5% de los sufragios, casi diez puntos por encima del PP (20,8%) y también con una clara ventaja sobre Ciudadanos (19,6%) y Unidos Podemos (16,1%). Los socialistas mejoraban así su resultado del barómetro del pasado julio, cuando ya experimentaron un ascenso notable, y superaban la barrera del 30% por primera vez desde la irrupción de los nuevos partidos.

No obstante, pese a que el voto estimado trajese muy buenas noticias para los socialistas, el análisis sosegado de los datos en bruto no sonreía tanto al PSOE. El partido perdió fidelidad de voto (en julio el 77% de sus votantes de 2016 pensaba repetir, por un 69% en septiembre), las transferencias desde otros partidos hacia los socialistas se reducían y, especialmente, la intención directa de voto –es decir, el número de encuestados que nombraban al PSOE al ser preguntados por su opción en los próximos comicios– caía nada menos que cinco puntos.

Con estos malos datos, ¿cómo es posible que apenas hubiera cambios con respecto al barómetro de julio? La respuesta puede estar en el cambio en la metodología utilizada por el CIS, que en el barómetro de septiembre modificó sus métodos para realizar la estimación de voto a instancias de Tezanos. El nuevo método para ofrecer la estimación de voto consiste, únicamente, en sumar el voto directo –lo que los encuestados dicen que van a votar– y a esos porcentajes sumarles la simpatía –es decir, el partido que los encuestados consideran más cercano a sus ideas– y descontar el supuesto porcentaje de abstenciones, obviando otras consideraciones.

La nueva metodología ha suscitado críticas entre algunos profesionales del sector de la demoscopia. Uno de ellos ha sido Narciso Michavila, director de la empresa GAD3, que ha asegurado que "dar como voto más probable el voto crudo que sale del campo sin corregir sesgos muestrales, sin imputar indecisos, sin estimar la respuesta muda (no sabe/no contesta), etcétera, es la mayor de las manipulaciones". Ante estas acusaciones, el propio Tezanos defendió este miércoles en una entrevista en la Cadena Ser sus métodos, aseguró que el nuevo CIS "esta vez no tiene cocina", sostuvo que "no hay que creerse las encuestas" y aseguró que "jamás" ha manipulado un sondeo.

La cocina existe, pero es diferente

No obstante, otros expertos consultados por infoLibre coinciden en que el nuevo método abre, cuanto menos, dudas en lo relativo a la validez de sus proyecciones. El sociólogo Jorge Galindo, para empezar, deja claro que no es cierto que el nuevo método de estimación de voto no utilice la denostada "cocina", y señala que lo que ha variado únicamente son los ingredientes con los que se sazona el resultado final. Para evitar la cocina, señala Galindo, la única opción posible es ofrecer los datos en bruto, y en el momento que se hace una estimación, "aunque se utilicen solo los datos de intención directa de voto", ya se está realizando un tratamiento de la información.

Pero, además de eso, Galindo señala que la nueva metodología del CIS "asume que el voto oculto para todos los partidos es el mismo", cuando históricamente en España eso no ha sido así. Según explica el sociólogo, la experiencia demuestra que los ciudadanos encuestados tienen una mayor propensión a no declarar que van a votar a la derecha en las siguientes elecciones, y apunta que esa "infrarrepresentación de votantes de derechas" que se detecta constantemente en los datos en bruto era corregida a posteriori para que la estimación de voto fuera más cercana a la realidad.

Con él coincide el sociólogo y politólogo Alberto Penadés, profesor en la Universidad de Salamanca, que explica que años de sondeos han demostrado que los encuestados "tienden a nombrar más partidos de izquierdas que de derechas, al partido que gobierna que a los que no o a los partidos nacionalistas, en el caso de comunidades como el País Vasco o Cataluña", lo que genera un sesgo que es el que, precisamente, corrige la cocina. "Sabemos por la experiencia que la intención directa de voto no es trasladable tal cual" a una estimación, considera Galindo. Por ello, otros datos que se suelen utilizar para elaborar las estimaciones son las tendencias de crecimiento o decrecimiento que siguen los partidos, la simpatía que despiertan o la valoración de sus líderes.

El CIS se defiende

En un comunicado hecho público este jueves en mitad de la polémica, el CIS trató de defender la metodología utilizada en su último barómetro. "En este caso, el CIS recoge lo que opina y dice directamente la población encuestada, sin ninguna distorsión ni reelaboración no explicada. Como cualquiera puede comprobar directamente, se recoge el voto directo y se imputa como posible voto añadido lo que los propios encuestados declaran sobre el partido con el que más simpatizan", explica el instituto, que además asegura que "el tamaño" de la muestra analizada en el barómetro y el reparto territorial de los encuestados "permiten que los datos del CIS sean más representativos y más fiables".

Y es que, desde hace años, los sondeos del CIS son los que se realizan a través de un mayor número de encuestas, y una de las primeras órdenes de Tezanos ha sido la de ampliar aún más la muestra para mejorar la precisión de los datos. No obstante, Galindo duda de que esta medida termine teniendo un impacto real en los barómetros precisamente porque la muestra utilizada antes ya era lo suficientemente amplia. "A partir de un cierto número de encuestados, da igual que amplíes la muestra. Digamos que la diferencia entre hacer 1.500 entrevistas y 3.000 no es grande, así que pasar de 2.500 a 3.000 [como se ha hecho] ofrece una diferencia casi irrisoria", sostiene el experto.

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