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El año electoral

La idea de García-Page de pactar con Ciudadanos tras las elecciones no gana adeptos en el PSOE

Emiliano García-Page y Pedro Sanchez posan en la puerta de la Moncloa.

Fernando Varela

El Gobierno insiste en que sigue esforzándose para alcanzar un acuerdo presupuestario con los independentistas, a pesar de su negativa a abrir negociaciones sobre las cuentas de 2019. Pero Unidos Podemos no cree que Pedro Sánchez esté haciendo lo suficiente para atraer el apoyo de PDeCAT y Esquerra, a la vista del tono que está tomando el intercambio de mensajes entre los socialistas y los partidos catalanes, de manera que entre sus dirigentes empieza a tomar cuerpo la sospecha —o el temor— de que el presidente del Gobierno acabe cediendo a la tentación de convocar elecciones con la esperanza de que una nueva distribución de escaños refuerce al PSOE lo suficiente como para llegar a un acuerdo con Ciudadanos.

Esta posibilidad ha comenzado a circular en algunos medios la semana pasada después de que el presidente de Castilla-La Mancha, el socialista Emiliano García-Page, lanzase en una entrevista publicada por el diario El Mundo la idea de que unas elecciones generales diesen paso a un Gobierno del PSOE apoyado por Ciudadanos y no por Podemos.

El presidente castellanomanchego, uno de los barones que en el pasado mostraron más críticos con Sánchez y representante genuino del ala más derechista del PSOE, sostiene que la única mayoría posible después de las elecciones “vendrá desde el centro”, lo que desde su punto de vista significa que la única opción viable será “un Gobierno del PSOE apoyado por Ciudadanos”.

García-Page, que paradójicamente gobierna su comunidad en coalición con Podemos, se mostró en la citada entrevista muy cercano al partido de Albert Rivera. La posición del líder de Ciudadanos "en torno a la Constitución y al modelo de país me parece muy compatible con el PSOE”, señaló. “Rivera podría ser perfectamente del PSOE, al menos del PSOE en el que yo me afilié”, concluyó García-Page.

Ciudadanos siempre fue la opción preferida de una parte del PSOE, precisamente la que perdió las primarias con Susana Díaz como candidata a la Secretaría General —la presidenta andaluza ha gobernado su comunidad gracias precisamente a un acuerdo con los del Albert Rivera—. Este sector, muy heterogéneo —y desde la derrota interna desprovisto de liderazgo—, se sublevó contra Sánchez precisamente porque sus planes para llegar a la Moncloa con ayuda de Unidos Podemos necesitaban del respaldo de los independentistas catalanes, razón por la cual siempre fueron más partidarios de un acuerdo con Ciudadanos. De hecho, el propio Sánchez ensayó la alianza con Cs después de las elecciones de 2015, si bien no consiguió sacar adelante la investidura porque no fue capaz de atraer el voto favorable de Podemos y su candidatura a la Presidencia resultó rechazada.

Ahora, ya en la Moncloa, y sin una oposición interna organizada, la hipótesis de que Pedro Sánchez opte por un pacto con Ciudadanos después de las elecciones si PSOE y Cs suman suficientes escaños no parece contar con muchos adeptos. O al menos no con dirigentes —excepción hecha de García-Page— que la consideren viable, aunque sobre el papel puedan simpatizar con una solución que no incluya ni a Podemos ni a los independentistas.

La alta temperatura del enfrentamiento entre el Gobierno y Ciudadanos no ha hecho más que aumentar desde la moción de censura y eso no ayuda a imaginar que un acuerdo entre los socialistas y el partido naranja sea factible en la próxima legislatura. La química entre Sánchez y Rivera, si es que alguna vez existió, parece haber desaparecido. El líder de Cs fue el que decidió situar en el centro del debate político la autoría de la tesis doctoral del presidente y casi a diario le acusa de ponerse de rodillas ante los independentistas. Sánchez, a su vez, lleva un año retratando a Ciudadanos como un partido de derechas, la marca blanca del PP, una caracterización incompatible con su recuperación de la identidad progresista del PSOE, nítidamente expresada desde que ganó las primarias —y se deshizo de la tutela de la vieja guardia— con el lema “Somos la izquierda”.

Los obstáculos

Y es que, a pesar de la opinión de García-Page, Cataluña es el principal obstáculo de un hipotético acuerdo entre el PSOE y Ciudadanos. Sánchez defiende una solución política negociada, en línea con el planteamiento del PSC, e intenta atraer a la normalidad institucional a los dos grandes partidos independentistas con la vista puesta en una solución federal que implica necesariamente otorgar más autogobierno a Cataluña.

Rivera está en las antípodas de todo eso. Ciudadanos defiende desde antes de la moción de censura la necesidad de aprobar una nueva intervención de la autonomía catalana a través del artículo 155 sin esperar, como hizo Mariano Rajoy, a una violación del ordenamiento constitucional. La formación naranja, lejos de creer que más autogobierno sea una solución, es partidaria de reforzar las competencias de la administración central en Cataluña y en otras comunidades autónomas, especialmente en aquellas en las que se habla una lengua distinta del español.

Tampoco hay coincidencia en política económica y social. Sánchez ha puesto en el centro de su programa político, fundamento de la oferta que trasladará a los ciudadanos en las próximas elecciones, una agenda social que incluye la reversión de los recortes y necesita un aumento de la presión fiscal sobre las entidades financieras, las corporaciones y las grandes fortunas que provoca sarpullidos en Ciudadanos, cuyos dirigentes militan orgullosos en el ideario económico del liberalismo.

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Los socialistas que piensan que un acuerdo PSOE-Cs después de las elecciones es viable son minoría, al menos en estos momentos, y no constituyen una sector activo dentro del partido. “No hay clima para eso ni nadie defendiéndolo, excepto Page”, asegura a infoLibre un parlamentario poco sospechoso de afinidad con la actual dirección.

La hipótesis no parte de criterios programáticos sino que se basa en el supuesto de que el escenario postelectoral haga inevitable esta salida, especialmente si la única combinación capaz de sumar una mayoría estable es la de diputados socialistas y naranjas. En esas circunstancias no falta quien cree que tanto Sánchez como Rivera serán capaces de dejar a un lado sus diferencias.

Entre ellos no se encuentra, desde luego, el secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, que fue quien se ocupó de responder, en declaraciones a la cadena SER, a la idea del presidente de Castilla-La Mancha de que Rivera tendría cabida perfectamente en el PSOE. “No sé cuándo se afilió Page. En la época en la que yo me afilié no podría haber estado Rivera. No hubiera estado”, afirmó el número tres de Pedro Sánchez.

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