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Aporofobia

Primero la persona y después los papeles: un estudio identifica los obstáculos con los que se enfrentan los sin hogar

Una persona sin hogar pidiendo limosna en la calle.

Sofía Torres

Falta de documentación que les impide acceder a los servicios sociales, un sistema público de vivienda deficiente y una masculinización de los servicios públicos. Son tres de las barreras con las que se topan las personas sin hogar para poder dejar algún día la calle, según un estudio presentado este miércoles en Madrid por la fundación de lucha contra la exclusión social RAIS que será publicado a comienzos de 2019.

El informe titulado La discriminación de las personas en situación de sinhogarismo como barrera de acceso a recursos indica que el primer impedimento para acceder a los servicios públicos es la rigidez de las normativas asociadas a la documentación. Esto se suma a la falta de coordinación entre la oferta de servicios existente y las necesidades que plantean estas personas, que no cuentan con canales de información adecuados para conocer las normativas y los derechos sociales.

El estudio se marca como objetivo identificar los estigmas que se derivan de la aporofobia en distintos entornos convivenciales. Sostiene que existen barreras transversales a todos los servicios sociales –sanidad, educación, vivienda o salud– para las personas en situación de vulnerabilidad.

Vanesa Cenjor, directora de la Unidad de Impacto de RAIS, aclaró que "no hay un perfil para las personas sin hogar" sino que, en todo caso, "hay características compartidas".

Según los resultados del estudio, más de un tercio de las personas sin hogar encuestadas viven con menos de 350 euros y el 10 % vive sin ningún ingreso, una economía escasa que condiciona el acceso al resto de servicios.  

Los investigadores estiman que mientras un tercio de los entrevistados tiene algún tipo de discapacidad reconocida, podría haber más casos en los que ésta no hubiera sido detectada por falta de oportunidades.

Asimismo, observaron que las personas en esta situación tienen menos opciones de hacer uso de los servicios sanitarios, sea por razones de imagen, higiene o dependencia de sustancias estupefacientes, sin que exista un protocolo que facilite su acceso.

En el caso de las personas migrantes sin hogar, reseñan que las mayores barreras para su acceso a los servicios sociales son la falta de documentación, la barrera idiomática y los tratos xenófobos.

Otro de los factores que resaltan es que los recursos, las prácticas y enfoques están más adaptados a los hombres que a las mujeres. Respecto a las mujeres en situación de sinhogarismo, los autores han remarcado que, las que son visibles, forman parte de la minoría, algo que han contrastado con sus necesidades son específicas. Señalan que las mujeres estaban en mayor medida en los centros de empleo y que, en general, opinan que los recursos no se adaptaban a sus necesidades. 

A lo largo de los últimos tres años, el 47 % de las personas encuestadas han circulado por centros de acogida y albergues, el 40 % de han sobrevivido en espacios públicos. Otros han podido acceder en algún momento a habitaciones de alquiler, o pero los datos advierten de que la mayoría de las personas en situación de vulnerabilidad han combinado situaciones residenciales diferentes en más de dos ocasiones de 2015 a 2018.

El informe concluye que trabajar no garantiza salir de la pobreza, si bien obtener mayores rentas empodera a las personas. Además, que los recursos de emergencia como los albergues representan medidas temporales e insuficientes como respuesta al sinhogarismo.

 

Metodología de la investigación

El informe ha sido realizado por cinco investigadores de la entidad, entre los que se encuentra su introductor Gonzalo Cavero, y bebe de otras investigaciones anteriores como la del Observatorio Hatento. La metodología ha consistido en realizar cuestionarios a unas 125 personas, con una edad media de 47 años, entrevistadas en diferentes ocasiones y escenarios: centros de día, centros de noche, albergues, servicios de empleo y otros. 

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El promedio de tiempo en situación en la calle es de entre cinco y seis años. La investigación se ha basado también en la percepción de los profesionales que atienden a las personas sin hogar y de grupos de discusión.

 

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