El juicio del 'procés'

Urkullu detalla con precisión el papel de "mediador" que Rajoy olvidó

El lehendakari, Íñigo Urkullu.

Cuando la figura del “facilitador” atraviesa horas bajas, el lehendakari, Íñigo Urkullu, aparece para revitalizarla. El líder del Ejecutivo vasco acudió este jueves a la novena sesión del juicio del procés para explicar el papel que jugó entre el Gobierno central y la Generalitat de Cataluña durante el tensísimo otoño de 2017. Una labor que el expresidente Mariano Rajoy redujo durante su comparecencia en el Tribunal Supremo a simples conversaciones informales pero que el lehendakari no ha dudado de calificar de mediación para evitar el cada vez más probable choque de trenes. Durante su declaración, Urkullu fue claro y preciso. Frente a los olvidos en los que se escudó el expresidente del Gobierno, el dirigente jeltzale ofreció al tribunal, con todo lujo de detalles, información sobre las diferentes reuniones que mantuvo durante todos aquellos meses con miembros de la Generalitat y del Ejecutivo central. Dio nombres, fechas y lugares. De las conversaciones en persona y de las mantenidas vía telefónica. Incluso, en alguna ocasión, puso sobre la mesa la duración y la hora exacta a la que se habían producido.

La comparecencia de Urkullu era una de las más esperadas de esta novena jornada del juicio contra los doce dirigentes independentistas acusados de rebelión, sedición, malversación de caudales públicos y desobediencia. Sobre todo para la defensa de los exconsellers Jordi Turull y Josep Rull y del expresidente de la ANC Jordi Sànchez, que era la que había solicitado esta testifical con el objetivo de dejar claro que por parte de los dirigentes políticos independentistas había existido siempre una disposición al diálogo. De hecho, el abogado Jordi Pina ya intentó durante la sesión del miércoles que el expresidente del Ejecutivo se mojase y diese detalles en el Alto Tribunal del rol jugado por el lehendakari durante aquellos meses de 2017. No hubo mucha suerte. Rajoy, en su registro clásico, dio todos los rodeos posibles para intentar esquivar el asunto. Sólo cuando el letrado y, sobre todo, el tribunal le recordaban que tenía que responder a la pregunta planteada, el expresidente daba ligeras pinceladas sobre el asunto.

Costó, y mucho, que el exlíder del Ejecutivo pronunciase el nombre del lehendakari en su tira y afloja con la defensa de Rull, Turull y Sànchez. “¿A usted le consta que el señor Urkullu intentase mediar o intermediar entre el Gobierno de la Generalitat y usted mismo?”, deslizó el abogado. “Mire usted, en aquella época había muchas personas que quisieron hablar conmigo y hablaron. Pero a todos les deje absolutamente claro lo que ya he reiterado aquí hasta la saciedad: yo no negocio ni el cumplimiento de la ley, ni la Constitución Española, ni la soberanía nacional”, contestó el expresidente. “Yo le he preguntado por un nombre, un señor que se llama Urkullu, que es lehendakari. ¿El señor Urkullu intentó intermediar en este conflicto?”, volvió a la carga el letrado Jordi Pina. De nuevo, Rajoy respondió de forma genérica: “Mire, le entiendo, y yo he sido muy generoso porque le he dicho que han sido muchos…”. Entonces, el magistrado Manuel Marchena entró en juego con un suave “señor Rajoy” y el expresidente pronunció el tan esperado nombre: “También el señor Urkullu”.

Durante su declaración como testigo en el Salón de Plenos del Supremo, el exlíder del Ejecutivo central evitó utilizar en todo momento el término “mediación”. Y el único descuido que tuvo lo corrigió al instante: “Han sido muchos los que han querido intermediar. Bueno, intermediar no, hablar, preguntar, interesarse…”. Porque, como quiso dejar claro, entre la Generalitat y el Gobierno que presidía no hubo “ningún mediador de nada”. “Mis posiciones estaban claras y las de los otros también estaban claras”, insistió por enésima vez el presidente del Gobierno, que intentó no salirse ni un minuto de la línea que se había marcado respecto a esta cuestión. En definitiva, durante el otoño independentista se habló, y mucho, pero con todo el mundo. Y a todos estos interlocutores les escuchó porque “era una situación importante” y porque consideraba que era su “responsabilidad”. Pero de mediadores entre la Generalitat y el Gobierno, nada de nada.

“Enlace” o “intercesor”

La versión ofrecida por Rajoy contrastó, sin embargo, con la que dio unas horas después en el Tribunal Supremo el lehendakari Íñigo Urkullu. El líder del Ejecutivo vasco sí que habló explícitamente de la existencia de una mediación entre ambas partes para intentar dar cauce a una situación que, en su opinión, se estaba “yendo de las manos”. Durante el interrogatorio, el dirigente jeltzale confirmó su papel en el conflicto. Aunque más que “mediador” prefirió decir que hizo las funciones de “enlace” o “intercesor”. Eso sí, dejó bien claro que ese rol no lo estuvo desempeñando a petición del Ejecutivo central, sino por representantes “de la vida catalana de todos los ámbitos”, entre ellos el expresident de la Generalitat o el exconseller de Empresa Santi Vila. A pesar de que la iniciativa no surgiese desde el Gobierno conservador, el lehendakari aseguró que por parte de Mariano Rajoy “había voluntad de mantenerle informado y de escucha”.

El lehendakari medió hasta que Puigdemont, acosado por la calle y por una parte de su grupo parlamentario, tomó la decisión de seguir adelante con la declaración unilateral de independencia, simbólica para los acusados y bastante real para los exmiembros del Ejecutivo central. Hasta ese momento, el jefe del Gobierno vasco puso sobre la mesa varias propuestas, aunque ninguna de ellas pasaba por la vía unilateral ni tampoco por una consulta encuadrada fuera de los límites constitucionales. Uno de estos planteamientos, que fue el que cogió más fuerza, fue la convocatoria de elecciones en Cataluña a cambio de que no se interviniera la autonomía, algo a lo que Rajoy no llegó a comprometerse taxativamente. Urkullu explicó que siempre vio en el expresident de la Generalitat una “disposición al diálogo”, mientras que en el caso de Rajoy la actitud era “de escucha, de atención”, aunque “renuente” a cualquier paso que se pudiera interpretar como una negociación “que traspasara” la Ley Fundamental.

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De los olvidos de Rajoy a los detalles de Urkullu

Rajoy también se negó durante su comparecencia en el Supremo a ser explícito sobre las reuniones o conversaciones mantenidas sobre la cuestión catalana. Y mira que lo intentaron las defensas. “¿Atendió usted al señor Urkullu?”, le preguntó el letrado Jordi Pina una vez consiguió que el nombre del lehendakari saliese de la boca del expresidente. “Yo atiendo a todo el mundo…”, respondió el testigo Rajoy. Viendo que se le escapaba, el letrado matizó: “¿Atendió usted personalmente a Urkullu?”. Entonces se produjo un nuevo tira y afloja entre ambas partes que solo finalizó con la intervención del presidente del tribunal y la respuesta del exlíder del Ejecutivo: “A mí me llamó mucha gente. A algunos los vi personalmente, y con otros hablé por teléfono. De algunos me acuerdo que he hablado personalmente en Moncloa. De otros es muy difícil, porque ha pasado un tiempo y ya le digo que fue mucha gente”. “No se preocupe, ya nos lo aclarará mañana el señor Urkullu”, zanjó la defensa.

Y en esta novena sesión del juicio del procés, el lehendakari se encargó de relatar con pelos y señales todas las conversaciones mantenidas. Él sí recordaba todo: interlocutores, lugares, fechas… El 19 de junio de 2017, por ejemplo, se reunió durante dos horas en el Palau con Puigdemont, que le expresó su deseo de que “interviniera” para “alcanzar una solución política pactada”, algo que le trasladó ese mismo día en la sala de autoridades del aeropuerto de El Prat a la entonces vicepresidenta del Gobierno. Un mes después mantuvo un encuentro de dos horas en persona con Mariano Rajoy, con el que también conversó vía telefónica tras los acontecimientos sucedidos a las puertas de la Conselleria de Economia de la Generalitat el 20 de septiembre. Pero los contactos más intensos se produjeron a partir del 4 de octubre, una vez celebrado el referéndum de independencia, y durante la noche del 25 al 26 de octubre, cuando se acordó convocar elecciones. Un pacto que terminaría rompiendo un presionado Puigdemont.

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