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Gestión del agua

Cómo conseguir la paz en tiempos de guerra (del agua)

Embalse de Yesa.

Entrada de siglo, año 2000. Conflicto relacionado con el agua. Aragón. Con esos tres elementos, el lector con más memoria podrá identificar rápido a qué nos referimos: el Plan Hidrológico Nacional presentado por José María Aznar y su medida estrella, el trasvase del Ebro, que generó una de las mayores movilizaciones sociales en contra de un proyecto hídrico que se recuerdan. Las zonas dependientes del río se pusieron en pie de guerra hasta que finalmente, en 2005, el Gobierno de Zapatero desestimó los planes. Pero no son los únicos conflictos del agua por lo que ha pasado la comunidad autónoma. Menos contados a nivel nacional, pero que acapararon, y acaparan, las portadas regionales: y con actores dentro del Pirineo aragonés.

El segundo río más largo de España ha sido testigo de batallas entre habitantes de su ribera, regantes y ecologistas de décadas de duración y que, en algunos casos, siguen activas. Pero hubo quien quiso poner paz, quien apostó por los acuerdos, la mesa de negociación y el diálogo. La directora de Conversaciones de Ecodes y columnista de infoLibre Cristina Monge y el periodista José Juan Verón analizan en el libro La iniciativa social de mediación de los conflictos del agua en Aragón los intentos, en dos rondas de contactos, de arbitrar entre los bandos en un tema tan delicado y visceral como es el agua, clave para la vida y el desarrollo económico de comarcas y sectores productivos enteros. "Fue una experiencia que creemos que mereció la pena. Lo escribimos para que no quede en el olvido", explica Monge.

Editado por Prensas de la Universidad de Zaragoza, el libro recuerda la llamada Iniciativa Social de Mediación (ISM), que se instauró al margen de políticos e instituciones, para llevar la paz entre dos bandos dependientes del Ebro: los regantes, por un lado, que necesitan el agua para su subsistencia y sus negocios, y los pueblos de montaña y los ecologistas, por otro, que se oponían a que los embalses modificaran el curso del río, secaran los cauces imprescindibles para la vida y, en ocasiones, inundaran localidades enteras. Era un debate sin matices, como recuerda Ignacio Celaya en la introducción, a pesar de que en ocasiones los bandos enfrentados hacían causa común para oponerse al trasvase: "Nadie se atrevía a hablar en positivo de un sueño común en la gestión del agua en Aragón. Embalses sí o no, era la simplificación de un problema profundo que estaba escondido y sigue así, en el corazón de todos/as los aragoneses", afirma.

Así, la ISM sobre los conflictos del agua en Aragón nació en enero de 2002, a propuesta de Ecodes, que convocó para participar a "treinta y ocho personas de reconocido prestigio en Aragón, de muy distintas procedencias y contextos sociales y políticos, que no habían mantenido posiciones beligerantes en las polémicas". Monge, por entonces, era gerente de la Fundación Nueva Cultura del Agua, y, como otra mucha gente, estuvo "entre bambalinas para que esto saliera adelante", explica, mientras que Verón lo contaba desde su periódico, El Heraldo de Aragón. La mediación social, puntualiza el libro, no es un arbitraje: los actores que se posicionan en el centro no toman decisiones. Ponen las bases y tienden los puentes para que sean los propios participantes quienes lleguen al consenso.

El trabajo se hace eco tanto de los casos de éxito, donde la mediación logró llegar a un acuerdo con el que todas las partes estaban de acuerdo y llevó la calma a la región hasta la actualidad, como de los fracasos: los casos en los que la mediación no sirvió y la batalla sigue librándose. Porque no hay un conflicto del agua en Aragón, ni dos, sino que hay decenas. Por ejemplo, el que se libró en torno al río Matarraña, afluente del Ebro. Los regantes querían un embalse, los ecologistas se negaban. Parecía que no había una solución intermedia, pero la había: balsas laterales que no modificaran –demasiado– el curso del río y que llevaran agua a los campos –no demasiada–. En 2010, incluso, se celebró una fiesta entre todos los actores implicados, para celebrar el posteriormente llamado Contrato del Río Matarraña.

El caso del embalse de Yesa no fue tan exitoso. "En el momento de escribir estas líneas, el conflicto sigue abierto", narran los autores. Los regantes pidieron un recrecimiento del pantano para atender a las necesidades de sus cultivos, y encontraron una fuerte oposición. Aún habiéndose aprobado el proyecto –la primera piedra se puso en mayo de 2001–, las obras siguen en fase de ejecución.  La ampliación se ha visto retrasada por grietas y derrumbamientos en las laderas, protestas de todo tipo, recursos y querellas ante varias administraciones e instituciones… En Yesa, la ISM ni siquiera se llegó a abrir. Y ahí siguen.

Las lecciones aprendidas en estos años de mediación social son muchas. Pero los autores destacan dos: la diferencia entre fines y medios y la importancia de tener algo que perder. El primer concepto lo explica Monge. "Los regantes dicen: necesitamos esta cantidad de agua. Puedes discutir eso, lo que se ha hecho siempre desde un punto de vista ambientalista, o, mediante la mediación social, decir: '¿Tú quieres más agua para regar?' Vale, ese es el fin. Pero hay diferentes maneras de llegar a ese fin". Y no todas pasan por hacer un megaembalse.

Hay ocasiones, claro, en las que ese fin es excesivo. Por mucho que haya distintas maneras de llegar hacia él, las peticiones no cuadran con la sostenibilidad del recurso. Y ello enlaza con la segunda gran lección. "Cuando no hay capacidad de mediar", explica Verón, "es porque alguna de las partes no tiene la sensación de que puede perder". Si desde un Gobierno estatal o regional se promete a los regantes que van a tener todo el agua que quieran y más, es difícil que en una negociación renuncien a ese objetivo: o si se les asegura a los activistas que determinada infraestructura es imposible que se levante, no van a querer ver ni una grúa por la zona. Para sentarse a la mesa, tienen que saber de antemano que van a tener que ceder y que, posiblemente, esa cesión será más beneficiosa a la larga que quererlo todo, y mucho mejor que quedarse sin nada.

El papel de la prensa

Verón entró a trabajar en el Heraldo de Aragón en 1996 y cuando en el comienzo del siglo XXI se desataron los conflictos del agua más cruentos, él ya era el periodista ambiental encargado de cubrir la gestión del agua en el periódico. "No se hablaba de otra cosa. Fueron los años triunfales de la prensa escrita: en la página 3 siempre estaba dedicada al agua", rememora. Y siempre, claro, desde una perspectiva de enfrentamiento. "En periodismo, el conflicto siempre vende más que la paz", reconoce el periodista. Para el autor, una de las grandes victorias de la ISM, y lo que cambió la perspectiva, fue hablar con los responsables de los medios y "ser capaces de seducir a los que trabajábamos en esto".

Se estableció un pacto tácito, una complicidad entre los medios aragoneses y los responsables de la mediación. No por oscuros intereses económicos: simplemente porque la prensa también era parte de la sociedad, era consciente de que la paz en las guerras del agua solo podía conseguirse con la participación activa de todos los sectores y porque sabían que un titular malintencionado, el ansia por querer dar un titular antes que nadie, podía echar al traste una negociación importante. "Entendimos que no convenía publicar el día a día de la conversación, ni adelantar acontecimientos para evitar presiones". Los actores que estaban sentados a la mesa tenían doble labor: llegar a un acuerdo, primero, y posteriormente convencer a los suyos de que ese acuerdo era beneficioso.

La mediación en los conflictos del agua

La mediación en los conflictos del agua

¿Y ahora?

Gracias, en parte, a la labor de la iniciativa de mediación social en Aragón, en la actualidad las discusiones sobre el agua en la comunidad están menos polarizadas y hay más espacios para el diálogo, afirman Monge y Verón. Pero, como siempre, hay lecciones sin aprender y lecciones que podrían aplicarse al resto del país. Siguen confundiéndose los fines con los medios, con embalses como el único objetivo, desdeñando una gestión equilibrada y sostenible del recurso. Siguen jugando su rol partes implicadas que, como no tienen miedo a perder, lo quieren todo.

La mediación social parece ideal para conflictos que siguen enquistados desde hace décadas en relación al agua, como el que enfrenta al Tajo y a los habitantes de la cuenca del Segura por un trasvase activo y funcionando desde hace años, pero que nunca ha dejado de generar polémica. Pero no solo vale para los recursos hídricos: en realidad, la mediación puede aplicarse a cualquier batalla en torno al uso de cualquier recurso. Ya se ven planteamientos similares en la pesca, o en las estrategias de transición justa que abordan el fin de los combustibles fósiles. En realidad, más que una recomendación, parece una obligación: el impacto del cambio climático amenaza la disponibilidad de dichos recursos. "Tenemos clarísimo que esto va a ir cada vez a más", asegura Monge. "O empezamos a trabajar en esta línea, vamos a tener conflictos cada vez peores", pronostica Verón.

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