Independentismo

Los dos meses que marcarán el futuro político de Cataluña

El president Quim Torra, frente a una imagen gigante de su antecesor Carles Puigdemont.

El nuevo curso político en Cataluña va a arrancar con mucho movimiento. El independentismo busca que la Diada del 11 de septiembre se convierta en una nueva demostración de fuerza antes de que se haga pública la sentencia del juicio del procés, que todavía no tiene fecha pero que se prevé para octubre. No obstante, las diferencias entre organizaciones como la ANC y los partidos, especialmente ERC, han dejado de estar soterradas para hacerse públicas, y las divergencias estratégicas entre los republicanos y el PDeCAT –así como dentro del seno de la propia formación posconvergente– volverán al primer plano de la actualidad, ya que ambas formaciones celebrarán asambleas para rediseñar sus hojas de ruta para los próximos años.

Desde hace semanas, la ANC, Òmnium Cultural y la Asociación de Municipios por la Independencia (AMI) se encuentran diseñando la manifestación que recorrerá el próximo 11 de septiembre las calles de Barcelona. En esta ocasión el lema será "11S: Objectiu independència", y la marcha estará dividida en cinco tramos que confluirán en la Plaza de España de la capital catalana con la intención de representar una estrella de cinco puntas. El llamamiento hecho por la ANC incide en uno de los últimos objetivos de la entidad: la necesidad de "tejer una unidad estratégica" en el bloque independentista.

No obstante, esa meta parece cada vez más lejana. Las grietas en lo que antaño era un bloque bien compactado son evidentes desde hace meses, y los partidos y las entidades ya no se esfuerzan en disimularlas, aunque todas ellas hacen hincapié en la necesidad de mantener al menos una colaboración entre las fuerzas independentistas. A grandes rasgos, dentro del independentismo conviven dos almas: los que insisten en no dar por muerta la vía unilateral y los que apuestan por acumular fuerzas rehuyendo el choque frontal con el Estado.

Estas corrientes no se identifican cada una con un partido o una entidad, sino que se recorren de forma transversal todo el espectro independentista, aunque su existencia es más evidente en unos actores que en otros. De los dos grandes partidos secesionistas, ERC es sin duda el más unido en torno a su líder, Oriol Junqueras, que ha conseguido convertir a los republicanos en la fuerza hegemónica del independentismo –vencieron claramente en las elecciones generales y las municipales– a través de la puesta en marcha de una estrategia abierta a dialogar con el Estado, y que considera que mantener una actitud frentista es contraproducente.

Frente a los republicanos, el PDeCAT está mucho más dividido: el sector más afín al expresident Carles Puigdemont, que controla ahora mismo el partido, es partidario de no colaborar con el Estado y de negarse a dar por zanjada la vía unilateral, mientras otro sector busca acercarse a los postulados de ERC y un tercero, incluso, se plantea la creación de un nuevo partido de corte catalanista pero que no tenga la independencia como objetivo único y último, aunque existan dentro de él secesionistas.

El entorno de Puigdemont sugiere la disolución del PDeCAT

Con esa situación, las asambleas que celebrarán ambos partidos en septiembre serán fundamentales no solo para ellos, sino también para el futuro del bloque independentista y, por extensión, de la crisis territorial en Cataluña. El PDeCAT no celebrará un congreso, sino una conferencia política que tendrá lugar el 20 de septiembre, por lo que la renovación únicamente será de estrategia política y organizativa y no afectará a la dirección. Pero, incluso aunque no vaya a producirse una contienda entre las listas de los diferentes sectores, lo cierto es que la disputa parece inevitable.

Por un lado, Puigdemont es partidario de continuar con la oposición frontal a cualquier tipo de acuerdo con el Gobierno si éste no garantiza un referéndum de autodeterminación. En esa misma posición están dirigentes como el president Quim Torra o la portavoz de Junts per Catalunya en el Congreso, Míriam Nogueras, que consiguieron apuntarse un tanto hace unas semanas al votar contra la investidura de Pedro Sánchez frente a una ERC que se abstuvo y que ya ha mostrado su disposición a votar a favor de Sánchez si hay una mayoría suficiente para que sea presidente. El propio Torra, el pasado martes, lo dejó claro: su apuesta pasa por asumir que "tan sólo queda la confrontación democrática y pacífica" para "hacer valer el proyecto de la República", frente al "autonomismo" del que acusó (veladamente y sin nombrarla) a ERC.

Este sector, además, pretende que el PDeCAT subsuma sus siglas en la Crida Nacional per la República, el partido que Puigdemont fundó el pasado enero junto al exlíder de la ANC, Jordi Sànchez, y que no termina de despegar. Eso serviría al expresident para afianzar su mando dentro del espacio posconvergente, y dentro de esta familia no se descarta incluso que esa absorción vaya aparejada a la desaparición del PDeCAT. Así lo planteó hace unos días Toni Morral, secretario general de la Crida y diputado de Junts per Catalunya en el Parlament, que afirmó a las claras que "se tendría que plantear que el PDeCAT se disolviese", lo que generó una fuerte contestación por parte de algunos dirigentes de la formación.

La posible escisión del PDeCAT

Mientras tanto, el presidente del partido, David Bonvehí, mantiene un perfil bajo, aunque se muestra partidario de mantener las siglas del PDeCAT y tratar de recuperar la "centralidad", lo que implica dejar de prestar únicamente atención al "eje nacional". La apuesta de Bonvehí pasa por establecer una alianza estable entre la estructura de la formación y las siglas de Junts per Catalunya, o lo que es lo mismo, entre el PDeCAT y Puigdemont, manteniendo ambos espacios vivos y sin que eso suponga la disolución. El pasado junio, el dirigente explicaba en una entrevista que su apuesta era "por la marca y la filosofía Junts per Catalunya", pero siempre teniendo en cuenta el peso de "lo que ha sido tradicionalmente el PDeCAT o lo que era Convergència".

En esa entrevista, Bonvehí se mostraba abierto a estudiar diferentes modelos: "una sola estructura", "diferentes estructuras que coinciden con una estructura superior que marca la dirección política" o "una estructura mixta" como la que tiene ICV dentro de los comuns, un modelo en el que el partido ecosocialista mantiene su dirección y participa, además, dentro de la de Catalunya en Comú. "El requisito que yo pongo para que Junts per Catalunya funcione es que todo el PDeCAT se sienta cómodo", señalaba el dirigente.

Pero las diferencias son tan profundas que parece muy complicado que esa armonía llegue a ser una realidad. El 21 de septiembre, tan solo un día después de que tenga lugar esta conferencia política del PDeCAT, varios dirigentes y exdirigentes de la formación nacionalista han convocado su propio encuentro en el Monasterio de Poblet (Tarragona), según publicó El Confidencial este martes. A este encuentro acudirán dirigentes que se han significado públicamente contra la actuación frentista de Puigdemont, como la expresidenta del PDeCAT Marta Pascal o el exdiputado Carles Campuzano, y también dirigentes de otros pequeños partidos catalanistas como Convergents o la recién creada Lliga Democràtica.

Aún no se conoce la agenda de esta reunión, pero en el horizonte planea la posibilidad de fundar una nueva formación de carácter catalanista en la que la independencia no sea el objetivo único y prioritario; una suerte de PNV catalán. La propia Marta Pascal ya dejó caer esta posibilidad en una entrevista en el diario La Vanguardia el pasado abril, cuando afirmó que era "una opción" la creación de un partido. "Mucha gente se siente huérfana y creo que debemos atenderles [...] Soy independentista, pero también creo en el aprovechamiento del autogobierno y en la necesidad de ser útiles a la sociedad", apuntó entonces Pascal, que planteó la necesidad de "salir del actual bucle" y trabajar para "un referéndum acordado".

Junqueras presiona para un adelanto electoral

Por su parte, ERC sí que celebrará un congreso, aunque en un ambiente mucho más tranquilo. Este congreso estará dividido en dos partes. La primera, que tendrá lugar el próximo 15 de septiembre, tiene poco misterio, ya que las bases votarán la composición de la nueva dirección con solo una lista para elegir: la de los actuales números uno y dos, Oriol Junqueras y Marta Rovira, que seguirán ejerciendo el liderazgo pese a los inconvenientes evidentes que provoca su situación –el primero está encarcelado y la segunda, huida en Suiza, aunque ambos participan en la toma de decisiones–. En el día a día del partido seguirán dando la cara el vicepresident de la Generalitat, Pere Aragonès, y la portavoz del partido, Marta Vilalta.

El debate y la aprobación de la nueva hoja de ruta estratégica tendrá lugar unas semanas más tarde, entre octubre y noviembre. Y, aunque una porción minoritaria de la militancia también ha planteado una posición crítica y favorable a adoptar una actitud de choque frontal con el Estado, lo cierto es que la estrategia conciliadora de Junqueras y su tesis de atraer al supuesto "80%" de catalanes que están a favor de un referéndum tiene un amplio apoyo de las bases, habida cuenta de los réditos que le ha dado a los republicanos, a los que todas las encuestas sitúan en cabeza si hoy hubiera elecciones en Cataluña.

Precisamente el adelanto de esos comicios autonómicos es, hoy por hoy, el objetivo principal a corto plazo de ERC para confirmar su hegemonía y la de su estrategia en el campo independentista. En una entrevista el pasado lunes, Junqueras defendió sus postulados: afirmó que ERC "no necesita sobreactuar ni gritar para decir que es independentista", sostuvo que "solo con diálogo se llega a consensos" y dejó caer que "convocar elecciones es una opción que no hay que descartar nunca", una afirmación que añade presión a un Torra cuyo objetivo declarado es agotar la legislatura.

La ANC se aleja de ERC y se alinea con Torra

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Pero esta estrategia de ERC no solo es contrapuesta a la de Puigdemont y Torra, hoy por hoy dominantes en Junts per Catalunya, sino que también choca frontalmente con la de la ANC, la entidad civil más importante (junto a Òmnium Cultural) del bloque independentista. Su presidenta, Elisenda Paluzie, mantiene desde que sustituyó a Jordi Sànchez una posición muy crítica con el proceder de los partidos y el peligro de una deriva "autonomista", y defiende sin ambages una oposición frontal a cualquier pacto con el Estado o con los partidos de ámbito estatal porque considera ilusorio que pueda conseguirse un referéndum pactado.

Esa postura ha llevado a la ANC a mantener desde hace semanas un cruce de críticas más o menos explícitas con ERC, a quien la propia Paluzie ha acusado de tener la "piel fina" después de que el exportavoz republicano en el Congreso, Joan Tardà, afirmase que la ANC "se ha convertido en un contrapoder" que está "pervirtiendo la voluntad diáfana del independentismo de ser flexible". Este mismo miércoles, Paluzie se alineo con el sector que lideran Torra y Puigdemont e insistió en la necesidad de "acompañar la desobediencia civil con la desobediencia institucional", de cara a continuar con la estrategia de "unilateralidad" que rechaza ERC. 

"No somos ingenuos, sabemos que la unilateralidad es una vía difícil y compleja", pero "desde la lucha no violenta tenemos que ir debilitando los pilares del poder del Estado ", defendió Paluzie pocas horas después de la llamada de Torra a la "confrontación democrática". Y Jordi Sànchez, número dos de Puigdemont y expresidente de la ANC, fue incluso más claro en una entrevista desde prisión en la que exigió a ERC que no haga "política de partido" pidiendo un adelanto electoral. "Mezclar anticipadamente la respuesta a la sentencia con elecciones son ganas de hacernos comulgar con ruedas de molino", señaló.

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