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Salud

'Vapear' en lugar de fumar: la nueva moda que se sitúa en el punto de mira de especialistas y autoridades sanitarias

Una persona consumiendo un cigarrillo electrónico.

La alerta saltó la semana pasada a miles de kilómetros de distancia sobre un producto que cada vez se consume más en España. El número de fallecidos en Estados Unidos por problemas pulmonares graves tras consumir cigarrillos electrónicos se elevó a seis en casos repartidos por California, Illinois, Indiana, Minesota, Oregón y Kansas. Y podría haber más casos. Según informaron las autoridades sanitarias, 450 personas podrían estar sufriendo las mismas afecciones. Por eso, instaron a los consumidores a dejar de utilizar estos dispositivos hasta que se tenga claro el origen de las enfermedades, que podría no estar en los dispositivos en sí, sino en su contenido, que podría tener un compuesto químico contaminado.

Casi de manera paralela a que esto ocurriera, en España, la ministra de Sanidad en funciones, María Luisa Carcedo, presentaba la nueva campaña institucional contra el tabaco. Y el lema ya es toda una declaración de intenciones: "El tabaco ata y te mata en todas sus formas". Por si dejaba alguna duda, el cartel que acompaña a la frase es aún más claro: aparecen varias personas fumando a través de distintos medios, pero todas situadas al mismo nivel, sujeten un cigarrillo normal o uno electrónico. Es decir, Sanidad pretende extender las políticas antitabaco a estos nuevos dispositivos que han puesto de moda el conocido como vapeo

 

"Pretendemos eliminar falsos mitos y creencias erróneas asociadas al consumo de los distintos productos del tabaco", dijo Carcedo durante la presentación. Es la primera vez que la campaña institucional aborda todos estos nuevos métodos de fumar, pero es que su consumo ha aumentado. Los datos provisionales de la Encuesta ESTUDES correspondientes al año 2018 afirman que uno de cada dos jóvenes ha probado estos dispositivos. En 2016 lo había hecho tan sólo uno de cada cinco. Y todo porque, según explicó la delegada del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas (PNSD), Azucena Martí, la percepción generalizada es que estos nuevos sistemas no son tan perjudiciales como el consumo tradicional de tabaco. Tal y como dijo, según recoge una nota de prensa del Ministerio, sólo el 34% de los estudiantes piensa que consumir cigarrillos electrónicos puede causar bastantes o muchos problemas de salud. 

La lucha contra el tabaquismo que comenzó en el año 2005 no contemplaba ningún tipo de regulación sobre estos dispositivos, cuyo uso no estaba ni mucho menos generalizado. Tampoco lo hizo la modificación de la normativa que se hizo cinco años después. Fue en 2014 cuando el Congreso aprobó, con el único apoyo del PP y la abstención de UPyD, la ley que especificaba dónde pueden usarse. La normativa prohibió el consumo de cigarrillos electrónicos en centros de las administraciones públicas y entidades de derecho público, en centros, servicios y establecimientos sanitarios, y en los espacios al aire libre o cubiertos, comprendidos en sus recintos. También se vetaron al aire libre en los parques infantiles o zonas de juego para la infancia acotadas, así como en los espacios al aire libre en centros docentes o formativos, salvo en los dedicados a la población adulta. Tres años después se restringieron aún más: se limitó su venta y se equiparó su publicidad a la de los productos del tabaco. 

Desde que este tipo de dispositivos comenzaron a generalizarse han sido muchas las dudas que se han generado. ¿Es perjudicial? ¿Tanto como el tabaco? ¿Podría ayudar a dejar de fumar tabaco convencional? Unas preguntas que han sido respondidas desde distintos sectores pero que, ante la falta de estudios y la posterior proliferación de ellos con distintas conclusiones, no consiguen poner de acuerdo a los especialistas. 

¿Inocuo o perjudicial?

La primera pregunta que surge apunta directamente a los efectos que los cigarrillos electrónicos pueden causar en la salud. En un artículo publicado por el Ministerio de Sanidad el pasado 31 de mayo, la institución estableció que se "estima una media nacional de 51.870 muertes" anuales atribuibles al tabaco. ¿Los cigarrillos electrónicos podrían bajar esas cifras?

Fernando Fernández Bueno es cirujano oncológico en el Hospital madrileño Gómez Ulla y lo tiene claro: los cigarrillos electrónicos no matan ni han provocado ninguna enfermedad grave. No obstante, admite que estos dispositivos no son inocuos, "pero son mejor opción que fumar". Fernández Bueno, que también ejerce de portavoz en la Plataforma para la reducción del daño por tabaquismo, dice que busca la mayor "reducción de daños". Esto "consiste en utilizar productos en aquellos pacientes que no van a dejar lo que les mata", explica. Y hace un símil, aunque lejano, con la heroína y la metadona. La primera sería el tabaco convencional y la segunda un cigarrillo electrónico. "No quiero que consumas metadona, pero no es lo mismo que consumir heroína", dice. 

Antoni Baena, que es profesor de los Estudios de Ciències de la Salud e investigador de la Unidad de Control del Tabaco del Instituto Catalán de Oncología (ICO), discrepa. "Al principio, los que ayudábamos a personas a dejar de fumar veíamos el dispositivo como una buena alternativa", recuerda. Pero ya no. "Es un producto de riesgo que engancha a los jóvenes, que es un target goloso para este tipo de productos", critica. "Los cigarrillos electrónicos no tienen tabaco, sino sustancias para crear el sabor y el vapor, pero eso no quiere decir que no tenga riesgos. Pueden generar un enfisema o un problema cardiovascular", añade. 

Lo mismo que opina el doctor Santiago Méndez, médico de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC). "No hay tanta evidencia del perjuicio como el tabaco fumado porque llevan menos tiempo usándose, pero sí hay publicaciones que nos alertan sobre posibles efectos perjudiciales para la salud", alerta. Pero el problema del desconocimiento, dice, lo genera la propia publicidad del producto. "Se publicita como vapor de agua y no es solo vapor de agua. No es tan inocuo como lo quieren vender", denuncia. 

Martín Lázaro, que es médico especialista de oncología médica del Complexo Hospitalario Universitario de Vigo y portavoz de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), tampoco cree que estos nuevos dispositivos sean buenos. "Introduce sustancias nocivas en nuestro cuerpo y normalmente llevan nicotina, que es adictiva, y otros componentes químicos que pueden tener otros efectos adversos" en la salud. Así, enumera que los vapeadores pueden provocar los mismos efectos que el tabaco: enfermedades cardiovasculares, efectos sobre el corazón, enfermedades respiratorias y trastornos pulmonares. "Además", advierte, "tienen el mismo efecto en mujeres embarazadas y lactantes". 

Aunque los discursos de los especialistas son muy diferentes, todos ellos aseguran basarse en evidencias científicas que avalan sus argumentos. Así, por ejemplo, Baena cita el artículoCigarrillos electrónicos: uso, efectos sobre el tabaquismo, riesgos e implicaciones políticas (E-Cigarettes: Use, Effects on Smoking, Risks, and Policy Implications), publicado por Stanton A. Glantz —del Departamento de Medicina de la Universidad de California— y David W. Bareham —del centro Lincolnshire Community Health Services NHS Trust (LCHS)—. Según el documento, aunque "los cigarrillos electrónicos entregan niveles más bajos de carcinógenos que los cigarrillos convencionales, aún exponen a los usuarios a altos niveles de partículas ultrafinas y otras toxinas que pueden aumentar sustancialmente los riesgos de enfermedad pulmonar cardiovascular y no cancerosa, lo que representa más de la mitad de todas las muertes causadas por fumar, a tasas similares a los cigarrillos convencionales".

Por su parte, Fernández Bueno se basa en los artículos publicados en distintos organismos y que recoge en la página web de la plataforma de la que es portavoz. Por ejemplo, la Revisión de evidencia de cigarrillos electrónicos y productos de tabaco calentado 2018: resumen ejecutivo (Evidence review of e-cigarettes and heated tobacco products 2018: executive summary), elaborado por autoridades sanitarias inglesas. Según recoge, "la potencia del cáncer de los cigarrillos electrónicos era en gran medida inferior al 0,5% que tiene el riesgo de fumar".

¿Usarlo para dejar de fumar o luchar contra él?

Pero más allá de que sea perjudicial o no para la salud, ¿es un método eficiente para abandonar el consumo de tabaco convencional? Ante esta pregunta, las opiniones también se enfrentan. Fernández Bueno cree que, como son menos perjudiciales para la salud, los cigarrillos electrónicos sí pueden convertirse en una alternativa al cigarrillo clásico. "Es una forma de dejar de fumar. Si fuera una puerta de entrada para el tabaco, la cantidad de personas que fuman habrían aumentado en aquellos países donde se permite el uso de estos dispositivos", dice. Y según los datos que cita, nada más lejos de la realidad. "EEUU tiene dosis mínimas de consumo de tabaco en adolescentes, el Reino Unido ha bajado un 50%, Nueva Zelanda un 28% y Noruega está en tasas del 2% de tabaquismo", defiende. "En la primera mitad de 2017, las tasas de éxito para dejar de fumar en Inglaterra fueron las más altas observadas hasta el momento y, por primera vez, se observó paridad entre los diferentes grupos socioeconómicos. Es plausible que los cigarrillos electrónicos hayan contribuido a esto", añade el artículo publicado en la web de su plataforma. 

Justo lo contrario que opinan Baena, Méndez y Lázaro. El profesor argumenta que, lejos de conseguir el abandono total del consumo de tabaco, los cigarrillos electrónicos funcionan como un complemento de este. "Los estudios nos dicen que más del 50% de los fumadores que se pasan al cigarrillo electrónico siguen fumando. Lo utilizan para fumar en lugares donde está prohibido, pero luego continúan con su consumo", lamenta. Así lo asegura también el artículo científico que defiende: "En lugar de estimular a los fumadores a cambiar de cigarrillos convencionales a cigarrillos electrónicos menos peligrosos o dejar de fumar por completo, los cigarrillos electrónicos están reduciendo las tasas de abandono del hábito de fumar y expandiendo el mercado de la nicotina al atraer a los jóvenes". 

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Además, dice Baena, si realmente fuera un método efectivo para dejar de fumar, se vendería en farmacias, igual que los parches o chicles de nicotina. Fernández Bueno, en cambio, contesta que ese aspecto no es evidencia de su falta de efectividad. 

Méndez, por su parte, cree que este sistema no permite acabar ni con la adicción orgánica a la nicotina —a no ser que el cigarrillo electrónico no la contenga— ni con el hábito físico que implica fumar. "Si mantenemos hábitos muy similares al hecho de fumar, poco bien nos hace para deshabituarnos de esta adicción. Con el cigarrillo electrónico también inhalas y exhalas", apunta. Por eso, dice que "no es un sistema para dejar de fumar ni puede ser considerado como tal". 

Por eso, estos tres especialistas lo tienen claro: la regulación del cigarrillo electrónico debe ser similar a la del tabaco convencional. "Ya hay suficientes evidencias para considerarlo como otra forma de consumo de tabaco, aunque no sea tabaco en el sentido estricto de la palabra", sentencia Méndez. 

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