Cambio climático

El 'Green New Deal Global' de Jeremy Rifkin: la ilusión del optimismo tecnológico contra la crisis climática

El sociólogo y economista estadounidense Jeremy Rifkin.

El Green New Deal se abre paso con fuerza en la agenda política global. Popularizado por los demócratas norteamericanos en los últimos años, pero con orígenes muy anteriores, el concepto bebe del famoso New Deal de Franklin Roosevelt, el plan de reactivación económica de EEUU tras la II Guerra Mundial, para proponer una inversión masiva en energías renovables, electrificación de la economía y nuevos hábitos sostenibles que no convierta la obligatoria reducción de emisiones causantes del cambio climático en un trago amargo que pasar ineludiblemente, sino en una fuente de empleo, riqueza, crecimiento y bienestar. La derecha liberal lo ve como un despilfarro de dinero; y desde buena parte de la izquierda se interpreta como una huida hacia adelante que solo postergará, si no empeora, el decrecimiento económico necesario para evitar los peores efectos del calentamiento global.

En este contexto, el sociólogo y economista Jeremy Rifkin (Estados Unidos, 1945), autor de La Tercera Revolución Industrial, ha publicado El Green New Deal Global (Paidós), recogiendo buena parte de las ideas difundidas en su anterior obra para hacer una aguerrida, y a ratos muy optimista, defensa de un nuevo acuerdo verde impulsado por las grandes potencias a nivel geopolítico: la Unión Europea (que está en ello), China (que también, con sus particularidades) y Estados Unidos (que, por ahora, ni está ni se la espera). Rifkin, que ya en los 70 se manifestaba en contra de las compañías petrolíferas, defiende un "capitalismo social" basado en la hiperconectividad total de las nuevas redes de Internet, con unas infraestructuras a la altura, una generación de electricidad diversificada en base al autoconsumo y al fin de los oligopolios energéticos, y una participación democrática del nuevo modelo. Pagado, entre otras partidas, con el aumento de los impuestos a los más ricos y la reducción del gasto militar.

El pasado jueves, el economista presentó su obra en el auditorio de la Fundación Rafael del Pino, en Madrid. Ante una sala llena, fundamentalmente por compatriotas, Rifkin explicó cuál es el sustento de El Green New Deal Global: se dan las circunstancias para una nueva Revolución Industrial. Yendo un paso más allá de, simplemente, combatir la crisis climática. Considera que este tipo de cambios a gran escala se producen cuando evolucionan tres tipos de tecnologías: las energéticas, las de comunicación y las de movilidad. La invención del telégrafo, Internet, las autopistas, la locomotora a vapor… fueron hitos. Comparables, opina el autor, a los avances de los que ya hoy podemos disfrutar. La energía solar y la eólica, el Internet de las cosas impulsado por el 5G y el coche eléctrico y autónomo marcarán, o deberán marcar, una nueva era.

 

Portada de 'El New Green Deal Global', de Jeremy Rifkin.

"Con el cambio a la plataforma del internet de las cosas y una Tercera Revolución Industrial es concebible aumentar la eficiencia energética agregada en un 60% en los próximos veinte años, lo que se traduciría en un espectacular aumento de la productividad, a la par que se produce la transición hacia una sociedad estructurada casi al cien por cien a partir de la energía renovable postcarbono y una economía circular muy sólida", resume en el libro Rifkin, que aporta conceptos valiosos a la causa del Green New Deal. En primer lugar, dedica un capítulo entero a abordar el posible papel de los fondos de pensiones y su historia: un dinero que, juzga, sale de los bolsillos del trabajador y no se invierte en causas que repercutan necesariamente en el bienestar del trabajador.

El petróleo, el carbón y el gas ya no son inversiones responsables, que permitan un rendimiento asegurado y estable; ofrecen productos de riesgo. El Fondo Soberano de Noruega, un país con grandes reservas petrolíferas, ha desinvertido recientemente en combustibles fósiles. El autor plantea que sería un error no dirigir, de manera masiva y global, "las mayores reservas de capital del mundo" hacia el impulso de las energías renovables y otras tecnologías que ayuden a luchar contra el cambio climático. Incluso habla, ofendiendo a los más puristas, de "poner del revés las tesis de Karl Marx": "Jamás imaginó la realidad del siglo XXI, en la que los trabajadores del mundo son los principales poseedores del capital de inversión global a través de sus fondos de pensiones". Así, explica, se evita un desembolso masivo de dinero público.

También llamativa es la propuesta de cómo gestionar esta Tercera Revolución Industrial a través del empleo. Rifkin defiende la creación de ejércitos de empleados públicos, a través del servicio obligatorio, que desempeñen trabajos a donde no llegará, estima, la robotización. Una especie de milis ecológicas. Un Cuerpo Verde, un Cuerpo de Conservación, un Cuerpo Climático y un Cuerpo de Infraestructurasmilis ecológicas "que ofrecerán un salario digno y certificación profesional tras la finalización del servicio que permitirá a una generación más joven avanzar en sus carreras en una creciente economía verde" y sustituirán eficazmente a una fuerza militar convencional sobrefinanciada y que ya en la actualidad, paradójicamente, concentra sus esfuerzos en proteger a la ciudadanía de los fenómenos atmosféricos extremos causados por el cambio climático.

El sociólogo acierta a la hora de definir el contexto a partir del cual el Green New Deal, considera, no solo es deseable sino necesario. A diferencia de otros estudiosos sobre el tema, Rifkin pone 2028 como la fecha a partir de la cual "la civilización de los combustibles fósiles colapsará" haciendo varias referencias al pico del petróleo. Dejar este tipo de combustibles bajo tierra no es solo una batalla ecologista, defiende, sino el paso lógico del capitalismo verde, habida cuenta de que la energía eólica y la solar, a día de hoy, son muchísimo más baratas y rentables, además de mucho menos lesivas.

Conoce y defiende los límites a la hiperconectividad de ese Internet de las cosas, donde están enchufados a la red tanto el ordenador como el frigorífico y se generan una cantidad de datos inimaginables: ese límite está en las empresas privadas. Cita el ejemplo de “"barrio inteligente" de Toronto (Canadá), una iniciativa público-privada de 2017 entre el Ayuntamiento y Google, que se tuvo que descartar porque la gigante tecnológica quería utilizar los datos en su beneficio y no en el de los vecinos.

La esperanza verde

La esperanza verde

El 'tecnooptimismo'

Sin embargo, la defensa del capitalismo verde que realiza Jeremy Rifkin en su nuevo libro entra dentro de lo que los más críticos llaman tecnooptimismo a la hora de abordar la crisis climática: la creencia de que los avances tecnológicos –y el avance del sistema económico que los sustenta– salvarán a la civilización del desastre ecológico. Brillante en determinadas propuestas y en determinadas descripciones, el economista no realiza ni una sola mención a los límites que, aunque dejamos de extraer petróleo, seguirán existiendo. No habla de si tendremos los suficientes recursos materiales (silicio, cobre, litio) para mantener a todas las grandes economías del mundo, al mismo ritmo de consumo, con paneles solares en cada tejado; o para disfrutar de un parque móvil del mismo tamaño que el actual sin que las baterías se agoten a cada paso. Menciona, al final y de pasada, la movilización social que está empezando a cambiar de paradigma y que será necesaria para presionar a los poderes fácticos.

Rifkin apuesta por una utopía en la que evitamos los peores efectos del cambio climático con una red de miles, cientos de miles de autoconsumidores que comparten su energía y sus hábitos; en edificios eficientes al máximo conectados en un nuevo Internet, a través de nuevas infraestructuras más rápidas y más limpias; donde el diésel y el gasóleo son cosa del pasado no por prohibiciones, sino porque el vehículo eléctrico, autónomo y compartido, ha ganado la batalla; y donde todos esos cambios necesitan de impulso político, sí, pero siguen siendo favorables para los grandes poderes económicos. Habla de un capitalismo verde que, pese a ser ilusionante, sigue en el mismo escenario falso que el capitalismo clásico: fantaseando con que los recursos son infinitos.

Más sobre este tema
stats