Memoria histórica

De la realidad a los libros de texto: ¿tiene memoria la Historia que se estudia en las aulas?

Un aula durante una prueba de acceso a la universidad.

Enrique Javier Díez Gutiérrez, profesor titular de la Facultad de Educación en la Universidad de León, comenzó una extensa investigación después de comprobar que los jóvenes apenas conocían nada de su historia más reciente. Según cuenta, todo empezó durante la grabación del documental Los campos del silencio, con Eloína Terrón. "Me propuso ir a Fabero del Bierzo, en León, y allí entramos en una clase de Historia de Segundo de Bachillerato", dice. Una vez allí, preguntaron a los alumnos y alumnas sobre el campo de concentración que había estado ubicado en su pueblo, en el que hubo un batallón de unos 250 presos republicanos, de 1939 a 1947, que trabajaron como esclavos de Franco. "No sabían nada. Les llevamos a los barracones donde sus abuelos fueron torturados y se quedaron conmocionados porque tuvieron la sensación de que se les había ocultado parte de su historia", lamenta. ¿Por qué no supieron responder a la pregunta? Según afirma con rotundidad, porque "la historia la escriben los vencedores". También la que se estudia en las aulas. Por eso decidió analizar los libros de texto de Historia con los que trabajan los alumnos y alumnas de 12 a 18 años. "Tratamos de analizar lo relativo a las consecuencias de la guerra civil, la represión franquista, la lucha antifranquista y el movimiento de recuperación de memoria histórica", explica. Y la conclusión es clara: "la memoria histórica permanece invisibilizada, oculta e incluso a veces tergiversada". 

Sergio Riesco es profesor de Historia en el Instituto La Cabrera, al norte de la Comunidad de Madrid, y, según confiesa, aunque el contenido de la asignatura es extenso, los temas de memoria histórica no siempre se abordan adecuadamente y dependen, en la mayoría de los casos, de la "subjetividad del profesor". Tanto es así, que en su centro algunos profesores han puesto en marcha una "mesa de memoria" donde llevan a cabo diferentes conferencias y actividades. Silvia Fama, profesora en el Instituto Alejo Vera, en Marchamalo (Guadalajara), comparte su experiencia. "Se da todo con pinzas, intentando ser políticamente correcto y sin tocar ningún dato que pueda molestar", se queja. Por eso también intenta salirse del material del libro de texto para incluir otro tipo de lecturas que den otra visión de los hechos históricos. "Hay un deseo de equidistancia, y ese es nuestro peor enemigo", sentencia Riesco. Precisamente en esa palabra está la clave. La equidistancia también es criticada por Díez Gutiérrez, que habla de una "doble represión" de las víctimas de la guerra civil y la dictadura: "la que sufrieron a manos de sus verdugos y la que quiere borrarlos de la historia y del imaginario colectivo mediante la maquinaria del silencio y la negación".

Pero en su crítica no coinciden todos. Al igual que la historia puede dar pie a diferentes interpretaciones, la pregunta sobre cómo es la historia que se estudia en las aulas españolas puede responderse de distintas maneras. Y el historiador Enrique Moradiellos, aunque admite que sí existe un sesgo a la hora de abordar la asignatura, califica el hecho de inevitable y no tanto de problemático. Según dice, los contenidos que por ley deben incluirse en el temario de Segundo de Bachillerato son muy extensos. Otra cosa, eso sí, es cómo se aborden. Y eso depende de la intención del profesor y los materiales que emplee para impartir sus clases. Aun así, cree que las directrices ya están suficientemente acotadas. "Al profesor se le indica el marco del que tiene que hablar, no lo que tiene que decir", aclara. Y es que, asegura, "si la norma se constriñe demasiado, empieza a ser contraproducente". 

La falsa asepsia, la invisibilidad, la equidistancia y los tabús

Díez Gutiérrez, no obstante, no habla de constreñir la norma, sino de cambiar el contenido de los libros de texto, algo con lo que Fama se muestra plenamente de acuerdo. "Veo la Historia de España de Segundo de Bachillerato, porque en la ESO apenas se toca, como una visión general que no profundiza en nada", denuncia. Y esa es una de las críticas que realiza Díez Gutiérrez en su investigación. 

Los resultados a los que llegó son muy reveladores. En primer lugar, en cuanto a la extensión, Díez Gutiérrez critica que los contenidos sobre la Segunda República, la guerra civil y la dictadura, "que ocupan casi la mitad del siglo XX", apenas abordan "la represión y la lucha antifranquista, que ocupan cuadros de detalle y breves párrafos". Además, se tratan con una "falsa asepsia", es decir, con una "visión supuestamente distante que emplea formas genéricas que apenas dicen nada y ocultan más que aclaran". En este sentido, Díez Gutiérrez también observó una "invisibilidad y una minimización de la represión" franquista. "Sólo la mitad de los manuales hace referencia a la represión de la dictadura que se prolongó durante casi 40 años. Algunos hacen referencia a 'los paseos', pero las cunetas, las fosas y la represión organizada está muy invisibilizada", critica. 

Eso no es todo. Díez Gutiérrez también critica la llamada "teoría de la equidistancia" mediante la que se insiste "en afirmar que hubo un enfrentamiento fratricida o un enfrentamiento entre hermanos". "Se habla de dos bandos igualados que se enfrentaron en igualdad de condiciones o con la misma legitimidad", critica. De este modo, continúa, se culpa por igual a víctimas y golpistas. Otras veces, además, se va un poco más allá y se tergiversan los hechos, dice. "Poco a poco va desapareciendo de los libros de texto, pero muchos continúan falseando las causas de la guerra civil, que algunos manuales achacan al caos de la Segunda República", denuncia. 

Y sigue habiendo "temas tabú". Según la investigación del profesor, el papel legitimador de la Iglesia en la represión de la dictadura no siempre aparece, al igual que no lo hacen los "mecanismos legales de incautación de bienes que tuvieron consecuencias en la población y en el proceso de enriquecimiento que asentó la oligarquía del régimen". "Tampoco se ponen en valor a los que siguieron defendiendo el orden legítimo de la Segunda República" ni la "implicación activa de una parte de la sociedad civil que se sentía vencedora". Los movimientos de recuperación de memoria histórica, además, están prácticamente ocultos, asegura.

La subjetividad del profesor y la libertad de cátedra

Moradiellos, por su parte, coincide en el diagnóstico pero no en calificarlo de problema. Admite que hay un sesgo que polariza los contenidos de la asignatura de Historia y que hace que los alumnos salgan de un centro u otro con una visión histórica dispar. Pero opina que es inevitable. "Los libros de texto son diferentes porque hay mucho margen para la interpretación, pero todos incluyen el temario que es obligatorio por ley", que ya es suficientemente amplio, según indica. Así, discrepa con Díez Gutiérrez en la necesidad de cambiar los contenidos y de establecer otros aspectos a estudiar. "Es un debate interminable, pero yo prefiero las cosas como están ahora porque significa que hay libertad. Que el Estado elija una norma general histórica me pone los pelos de punta", dice.

Para eso está la libertad de cátedra, según afirma, para que cada profesor y profesora vea de qué manera se pueden mejorar los contenidos que se proponen en los libros de texto. Por ejemplo, cree importante que se hable del papel de la mujer en estos periodos históricos, algo que como tal no viene incluido en el currículum pero que, a través de lecturas y actividades, los maestros pueden incluir en sus aulas.

El contrarreloj de la EvAU

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Hay otro aspecto que, según algunas voces, dificulta el estudio de la historia reciente. Profesoras como Fama critican que, en demasiadas ocasiones, ni siquiera da tiempo a que se aborde ese temario. "En la ESO apenas se imparte Historia de España y en Bachillerato sólo se hace en Segundo y de forma súper amplia", explica. El temario abarca, dice, desde los primeros hombres en la Península Ibérica hasta la época actual. "Y con la EvAU (la prueba de acceso a la universidad) a la vuelta de la esquina, es casi imposible abordar" la historia reciente. Y ella cree que responde a una intencionalidad. "Hay temas que no se quieren tocar: la república, la guerra civil y el franquismo. Como los temarios anteriores se llenan de contenidos, a esos se llega tarde y mal", denuncia. 

Es el mismo problema que observa David Fernández de Arriba, profesor de Ciencias Sociales. "Son temas muy extensos a los que casi siempre resulta imposible llegar. Además se profundiza poco, normalmente se da de manera muy rápida y con una visión muy aséptica", denuncia. Por eso ha creado el libro Memoria y viñetas, una obra que pretende que sirva como guía para los profesores que, descontentos con los libros de texto, quieran ampliar los materiales "para trabajar la memoria". La idea, explica, es hacerlo a través del cómic, "un recurso educativo muy potente y muy desaprovechado que emplea el lenguaje que mejor entienden los jóvenes: el audiovisual". 

En cualquier caso, Díez Gutiérrez insiste en la necesidad de que en los institutos se estudie la historia desde una perspectiva de memoria. "Sin memoria no hay comprensión del presente y tampoco puede haber ciudadanía responsable y consciente de los derechos y deberes para con la sociedad si no se tiene memoria", dice. "Es lo que la derecha se niega a reconocer. Hablan de dejar de revolver y de mirar atrás, pero no hay futuro sin pasado", sentencia. 

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