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10N | Elecciones Generales

Cinco monólogos apenas interrumpidos por las peleas dentro de cada bloque por el voto indeciso

Los candidatos en el debate electoral del 4 de noviembre.

La pelea entre los partidos de cada espacio político se impuso este lunes a la batalla entre los bloques de la izquierda y la derecha en el debate a cinco organizado por la Academia de Televisión a sólo seis días de las elecciones del 10 de noviembre.

En un formato muy condicionado por la dificultad de profundizar en los asuntos previstos y en el que todos los candidatos reservaron munición contra sus adversarios, la necesidad de pelear por los electores indecisos detectados por todas las encuestas dio especial intensidad a la pelea entre formaciones ideológicamente limítrofes.

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias ventilaron de nuevo sus diferencias por el fracaso de la investidura exhibiendo las estrategias irreconciliables que condujeron a la repetición de las elecciones —el secretario general del PSOE se negó a alentar la más mínima posibilidad de ofrecer a la formación morada un gobierno conjunto y el líder de Unidas Podemos rechazó cualquier salida que no sea un Gobierno de coalición—. Iglesias insistió una y otra vez en su tesis de que lo que en realidad busca Sánchez es un acuerdo con la derecha después de las elecciones tomando Cataluña como excusa. Y Sánchez —que negó cualquier posibilidad de pactar con el PP— le reprochó haberle negado la investidura hasta en cuatro ocasiones desde el año 2016.

Cada candidato se aferró a su guion y evitó entrar en la mayoría de los debates que les ofrecían sus rivales. Sánchez se centró en presentarse como el único aspirante en situación de ganar las elecciones y pidió a los electores apoyo para forma un Gobierno "fuerte" capaz de romper un bloqueo político del que responsabilizó al PP, a Cs y a Unidas Podemos. Ninguno de sus rivales aceptó su propuesta de dejar gobernar a la lista más votada y aunque rechazó pactar con los de Pablo Casado no aclaró en qué alianzas está pensando para conseguir la investidura y sacar adelante los Presupuestos Generales durante los próximos cuatro años.

Iglesias atacó precisamente ahí, tratando de poner en evidencia que a Sánchez no le queda más remedio que llegar a acuerdos por la derecha o con Unidas Podemos. Y que si desea pactar por la izquierda, tendrá que aceptar compartir las tareas de gobierno.

El líder de la formación morada acusó al presidente en funciones de querer cambiar “las reglas de juego” en medio del partido al pedir que gobierne la lista más votada cuando “lo decente” es formar un Gobierno de coalición. Culpó a Botín y a los poderes económicos en general de la resistencia de Sánchez a compartir el poder. “Ojalá rectifique”, dijo, “porque muchos socialistas están perplejos de que quiera pactar con la derecha”, insistió. Lo que hace falta, remarcó, es unir la “valentía” de Unidas Podemos y la “experiencia” de Sánchez para sacar adelante un Gobierno que dé prioridad a las "necesidades de la gente".

En el otro bloque, la pelea por el espacio de la derecha se hizo bien visible en el intercambio de golpes que protagonizaron sobre todo Albert Rivera y Casado, y el líder de Ciudadanos con el presidente de Vox. A diferencia de lo que sucedió en las elecciones de abril, el presidente del PP respondió a todos los ataques de su adversario naranja en línea con su estrategia, avalada por las encuestas, de situarse a sí mismo como el único aspirante capaz de convertirse en alternativa a Pedro Sánchez: “Hoy tenemos un referéndum sobre Pedro Sánchez. Quien no quiera que siga en la Moncloa, la única alternativa de cambio la encarna el Partido Popular. Solo el PP puede ganar al Partido Socialista”, enfatizó. Un llamamiento al voto útil al que Abascal y sobre todo Rivera replicaron metiendo en el mismo saco al PP y al PSOE, a los que hicieron corresponsables del protagonismo político del nacionalismo, de la situación en Cataluña o de la corrupción.

El líder naranja buscó insistentemente —y consiguió— el cuerpo a cuerpo con el presidente del PP y trató de marcar algunas diferencias con Vox, aunque también admitió su cercanía con la ultraderecha en materia de recentralización de competencias y defensa de la nación española. Abascal, por su parte, se centró también en Casado y especialmente en la defensa de su discurso contra el Estado de las Autonomías y las políticas que persiguen la violencia de género, así como en su apuesta contra la inmigración y su propuesta de ilegalizar a los partidos nacionalistas.

Sí hubo, no obstante, algunos momentos de toma y daca entre ambos bloques, en especial entre Sánchez y Casado —el presidente no respondió al líder del PP cuando éste le emplazó a decir cuántas naciones cree que hay en España, una pregunta que persigue al líder socialista desde los tiempos en los que defendía que vivimos en un país plurinacional— y entre Sánchez y Abascal, al que el presidente en funciones utilizó para poner en entredicho a PP y Ciudadanos por haber pactado con una formación que defiende un mensaje involucionista, xenófobo y contrario a las políticas construidas en los últimos años para tratar de frenar la violencia de género. “Que envidia”, exclamó, de la derecha europea, capaz de levantar un cordón sanitario frente a la ultraderecha. “Son ustedes una derecha cobarde frente a una ultraderecha agresiva”, les reprochó el presidente, que sin embargo también dejó sin respuesta la pregunta que le planteó insistentemente Casado emplazándole a aclarar si después del 10N va a “pactar con Torra, Otegi y Junqueras”. 

Las medidas que chocan con la Constitución en el discurso de Abascal

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También hubo intercambio entre bloques cuando Iglesias se encaró con el líder de la ultraderecha, al que acusó de no querer condenar el franquismo. Abascal le respondió negándose a "recibir lecciones" de respeto a la Constitución por parte de el líder de Unidas Podemos, al que quiso situar como próximo a las posiciones de ETA, la formación terrorista que abandonó sus actividades criminales hace ocho años y se disolvió en 2018.

Cataluña fue el eje principal de las discrepancias entre los dos bloques. Los tres partidos de la derecha compitieron en reclamar medidas como la aplicación de la ley de Seguridad Ciduadana, la suspensión de la autonomía catalana o incluso la detención del president de la Generalitat y acusaron a Sánchez no ser capaz de imponer el orden en las calles de Barcelona.

En este punto Iglesias pidió al líder del PSOE que no se achique frente a las tres derechas y apueste por el “diálogo y la reconciliación” en Cataluña porque con “más agresividad no vamos a ninguna parte”. Sánchez le replicó echándole en cara que su solución sea convocar un referéndum de autodeterminación y que defienda que en España hay “presos políticos”. 

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