La nueva legislatura

Los pasos del PSOE para hacer posible una negociación ahondan la brecha entre Esquerra y JuntsxCat

El vicepresident Pere Aragonès (ERC)  y el president Quim Torra (Junts) en una reunión del Govern de Cataluña.

Los avances en la negociación que el PSOE y Esquerra Republicana abrieron hace tres semanas para intentar llegar a un acuerdo que facilite la investidura de Pedro Sánchez y desbloquee la política española tras diez meses de parálisis institucional están agravando los desencuentros en el espacio político soberanista.

El presidente en funciones anunció el miércoles a petición de Esquerra que por fin hablará con el president de la Generalitat, Quim Torra. Pero al jefe del Govern, que llevaba semanas reclamando interlocución con Sánchez, ahora no le parece bien que el líder del PSOE vaya a llamar también a los otros 16 presidentes autonómicos. Torra ya no quiere sólo que Sánchez le coja el teléfono sino un contacto formal que implique bilateralidad, reconocimiento de los sujetos políticos y una propuesta para “dar salida a la autodeterminación y el fin de la represión”. Algo que los socialistas siempre han rechazado.

“El problema no es una llamada”, señalaron fuentes de la Presidencia catalana a Europa Press. Es necesario que todo el mundo esté “a la altura del momento político y encarar el conflicto con valentía y coraje, y no con gestos vacíos y estériles”.

La reacción de Torra al gesto de Sánchez es muy indicativa porque resta valor a una petición de Esquerra destinada a facilitar el avance en las negociaciones. Y es la segunda en dos días: el martes Junts per Catalunya dejó en papel mojado el gesto —que también le había pedido ERC— de retirar del Parlament una propuesta en favor de la autodeterminación. Su portavoz en el Congreso, Laura Borràs, anunció ese día que volverá a presentar la misma iniciativa la semana que viene.

La actitud de Junts es particularmente llamativa porque desafía los intentos de ERC de atraer a los de Carles Puigdemont a su estrategia negociadora con gestos como prestar diputados a la antigua Convergència en el Senado para que puedan formar grupo parlamentario propio. La propia Borràs publicitó que les cuesta ponerse de acuerdo con ERC, que dudan los unos de los otros, y afeó a los republicanos haber hecho público que les habían prestado senadores para tener grupo propio: “La unidad no se predica, la gente está muy harta de los políticos, pero tampoco se ejerce a través de una publicación en Twitter”. Según la portavoz de Junts, la división es también una consecuencia de la represión, aseguró en una entrevista en Catalunya Ràdio.

Las discrepancias de los últimos días se han extendido incluso a un asunto particularmente delicado para la unidad independentista: la clasificación penitenciaria de los condenados a penas de prisión por el procés.procés ERC defendió la decisión de los funcionarios de prisiones de conceder a los presos la posibilidad de acceder al segundo grado. Junts, por el contrario, no sólo la criticó sino que reclamó que se les permitiera acceder directamente al tercer grado, que equivale en la práctica a un régimen de semilibertad.

Torra está en una posición ideal para dificultar el acuerdo entre ERC y el PSOE porque los republicanos quieren situar la búsqueda de soluciones en el marco de un diálogo entre el Govern y el Gobierno, algo que no resulta viable si el president de la Generalitat no está de acuerdo con las reglas de juego que eventualmente puedan pactar los socialistas con Esquerra.

Puigdemont, Torra y Borràs defienden una propuesta de máximos —exigen que el PSOE reconozca el derecho de autodeterminación de Cataluña y que anule las causas judiciales contra los dirigentes políticos y sociales que impulsaron la declaración de independencia de 2017— con la intención de deslegitimar la posición de Esquerra haciendo ver que están a punto de facilitar la investidura de Sánchez a cambio únicamente de la apertura de una mesa de negociaciones.

Sánchez seguirá estrictamente el protocolo a la hora de llamar a los presidentes autonómicos y comenzará por el lehendakari, Iñigo Urkullu. Torra será el segundo, lo que dio pie al president a alimentar aún más la tesis del supuesto agravio.

El presidente en funciones, en declaraciones desde Bruselas, donde participa en una reunión del Consejo Europeo, aprovechó una vez más para “agradecer” a ERC que haya “levantado la mano y haya dicho que no se desentiende de que se pueda facilitar la gobernabilidad” en contraposición a los que han optado por bloquear la legislatura con el no, como el PP y “la ultraderecha”. “De la ultraderecha lo espero, pero de un partido que va dando lecciones de constitucionalismo y de ser un partido de Estado, no entiendo cómo después de que los españoles hayan votado cinco veces continúan en el bloqueo”, remachó.

Un "conflicto político"

Del entendimiento con Esquerra dio cuenta también la vicesecretaria de los republicanos, Marta Vilalta, una de las seis personas que participan en las negociaciones. En una entrevista concedida a Naciodigital, Vilalta reconoció este jueves que si el diálogo sigue vivo es “precisamente porque hemos constatado un cambio en la voluntad [de los socialistas] de enfocar la situación que estamos viviendo”. “El PSOE que tenemos delante”, añadió, “ha reconocido que hay un conflicto político sobre el futuro de Cataluña y ha dicho que quiere activar esta vía política; esto nos hace seguir intentando construir los instrumentos que nos permitan hacerlo”.

El desencuentro entre los republicanos y la formación que dirige Carles Puigdemont desde Bruselas es un secreto a voces. Cuanto más apuesta Esquerra por fórmulas de diálogo y por evitar otro choque de trenes, más insiste Junts en su apuesta por el enfrentamiento y por el desafío a la legalidad constitucional, muy en la línea de la CUP, cuyo objetivo sigue siendo retomar el procés donde el 155 lo desactivó: activando la independencia.

ERC y Junts comparten todavía tareas en el Govern pero las dificultades para mantener el Ejecutivo en pie se multiplican. El próximo reto pasa por el Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, que en los próximos días inhabilitará con toda probabilidad a Torra por desobedecer, el pasado mes de abril, una instrucción directa de la Junta Electoral Central. Cuando eso ocurra, el Parlament deberá encontrar un relevo en el plazo de dos meses o habrá que celebrar elecciones. A esa incertidumbre hay que añadir la decisión que pueda tomar el jueves 19 de diciembre el Tribunal de Justicia de la Unión Europea en relación con la inmunidad de Oriol Junqueras como eurodiputado electo, una fallo de especial trascendencia para Puigdemont porque puede abrirle la puerta del Parlamento de Estrasburgo.

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Ambos hechos afectarán a las relaciones entre Esquerra y Junts porque también está pendiente la celebración de elecciones anticipadas en Cataluña, cuya llave controla Puigdemont en exclusiva. La situación política catalana sigue bloqueada, con un Govern incapaz de construir una mayoría para aprobar sus Presupuestos. Republicanos y posconvergentes saben que la convocatoria electoral volverá a decidir quién manda en el espacio soberanista. Que la Presidencia de la Generalitat caiga otra vez del lado de los de Puigdemont o que, por el contrario, pase a manos de los de Junqueras será decisivo para definir la estrategia independentista de los próximos años y, por extensión, la estabilidad política en el conjunto de España.

Los CDR, cuya sintonía con Torra, Puigdemont y el sector más radical de Junts es una evidencia, ya han comenzado la ofensiva para retratar a Esquerra como traidores al independentismo. Una opinión que comparte, sin utilizar expresiones de tanta gravedad, la todopoderosa Assemblea Nacional Catalana (ANC), sobre la que descansa desde hace años la responsabilidad de las grandes movilizaciones sociales del soberanismo. En la antigua Convergència están convencidos de que ERC llegará a algún acuerdo con el PSOE para investir a Sánchez y se disponen a poner eso en el debe de los republicanos pensando precisamente en las próximas elecciones catalanas.

De momento, Esquerra se muestra dispuesta a no ceder a las presiones que tratan de modificar la estrategia fijada por Junqueras. “No queremos renunciar a la oportunidad de intentar activar esta vía política que hace demasiado tiempo que no estaba activada”, asegura Vilalta. “No somos ingenuos, pero creemos que es lo que tenemos que hacer. No queremos renunciar a intentarlo, no queremos renunciar a hablar y poder construir un mecanismo que nos permita canalizar una solución política a un conflicto que es político”.

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