Los desafíos de la democracia

¿Cómo informar de Vox?: los tres 'pecados' del tratamiento a la ultraderecha

Santiago Abascal, en su entrevista con Pablo Motos en 'El Hormiguero'.

No hay manual sobre cómo cubrir informativamente a la extrema derecha. Sólo el mismo que rige –en teoría– a la profesión periodística: que la noticia tenga relevancia pública y esté contrastada. Poco más secreto. Ocurre que, con estos partidos, el desafío se complica. En primer lugar, porque hacen de la mentira y la manipulación un eje estructural de su estrategia; en segundo lugar, porque algunas de sus posiciones atacan libertades y derechos o socavan consensos democráticos básicos. Eso por no hablar de que el propio partido trabaja con listas negras de medios y periodistas, a los que frecuentemente excluye de sus convocatorias. El debate sobre el tratamiento mediático a formaciones de extrema derecha y ultranacionalistas está ahí desde la década pasada en media Europa y llegó a España con la irrupción de Vox. Y no acaba de cerrarse. La pasada semana recibió un pico de atención al hilo de una portada del suplemento dominical de El País que, bajo el título "¿Por qué voto a Vox?", abría un reportaje que daba la palabra a los seguidores de la formación para indagar en sus motivaciones.

"Una de las cuestiones más complejas que los sistemas democráticos deben afrontar es el modo en el que los medios de comunicación se relacionan con el radicalismo, ya que se pone en tela de juicio el grado de tolerancia que las sociedades deben desarrollar cuando llegan ideas tan intolerantes como las de la derecha radical", señala Carolina Plaza, investigadora en Ciencia Política en la Universidad de Salamanca, en su artículo Medios de comunicación, redes sociales y derecha radical, en Agenda Pública.

A partir de las conclusiones de artículos académicos y de los puntos de vista de investigadores y profesionales de ámbitos sensibles a los discursos extremistas, infoLibre –que está en la lista de medios vetados por Vox–examina la espinosa cuestión de la relación de los medios con la ultraderecha. Queda sentado, a partir de este examen, que en Europa los medios en general no sólo no han sido incapaces de filtrar eficazmente los mensajes de los populistas extremos, sino que han contribuido a su éxito electoral. Del mismo análisis se concluye que no es factible trazar un cordón sanitario mediático en torno a la ultraderecha, pero que sí hay tres pecados capitales que deben evitarse: sucumbir a la agenda extremista, darles un tratamiento indistinguible del que reciben los partidos normales –no digamos ya incorporarlos a formatos de "infoentretenimiento"– y sobreinformar de estos partidos y sus propuestas guiados sólo por la lógica de la audiencia a cualquier precio.

LA AGENDA

Un elemento genera consenso en la literatura académica: el gran éxito de estos partidos es imponer su agenda. No se trata tanto de cómo se traten sus temas, sino a que se aborden. Eso ya repercute favorablemente en la ultraderecha. Si en la televisión están todo el día hablando del veto parental –por poner un ejemplo–, es secundario que la cobertura se acompañe de expertos que subrayen que el porcentaje de padres que piden excluir a sus hijos de actividades escolares es ínfimo. El resultado seguirá alimentando a la extrema derecha. Todo está en George Lakoff y su No pienses en un elefante (2004). Es más determinante el marco que lo que se pinte dentro. Por supuesto que influye el tipo de cobertura, pero no tanto como a qué se da cobertura.

"Está comprobado con estudios empíricos que hay una relación causal entre el auge del crecimiento del apoyo electoral y la cobertura mediática, sobre todo en relación con la selección de la agenda política", explica Carolina Plaza a infoLibre. Y añade: "El marco es lo determinante, porque puede crear un cierto caldo de cultivo para mejorar la conexión del discurso con el electorado". Es también la conclusión a la que llega Antonis A. Ellinas en Media and the radical right (2018): periódicos, televisiones y radios, "enmarcando cuestiones clave como la inmigración y la delincuencia, ayudan a legitimar un espacio político en el que la derecha radical pueda prosperar".

Lo expresa con precisión Carolina Plaza en su artículo en Agenda Pública: "Los medios ayudan a prosperar a la derecha radical cuando prestan atención a los temas que más tarde van a articular la postura de estos partidos, que se define por su resistencia general hacia el multiculturalismo y la inmigración junto con la convicción de proteger la identidad y la cultura nacional. [...] También pueden considerarse responsables de generar cinismo público y desconfianza política cuando enmarcan la política contemporánea. Los medios pueden ayudar a crear un ambiente que conduzca al auge del radicalismo, como habría pasado en Francia, donde han tenido un papel crucial en el éxito electoral del Frente Nacional (hoy Rassemblement National), al describir un clima político vago e incierto, enfatizando la impotencia y el desapego de la política". Plaza también observa cómo la determinación del marco orienta el activismo político. Si un tema recibe mayor atención, es más probable que se dediquen al mismo más activistas, generando así un círculo de retroalimentación. "Es posible", escribe Plaza, "que la cobertura mediática de las manifestaciones lideradas por Pegida en Dresde haya contribuido a la propagación del activismo anti-musulman en Alemania e incluso otros países de Europa".

Las investigaciones que ponen el énfasis en el marco-agenda acumulan ya más de diez años. Hajo G. Boomgarden y Rens Vliegenthartb, en Explaining the rise of anti-immigrant parties: The role of news media content (2007), tras poner la lupa en el fenómeno en Holanda y Bélgica, concluyeron que "la prominencia de los temas de inmigración en los periódicos nacionales tiene un impacto significativo y positivo" para la extrema derecha. "Cuantos más medios de comunicación informen sobre temas relacionados con la inmigración, mayor será la proporción agregada de intención de voto de los partidos antiinmigrantes". Esto es así, según esta investigación, sin que una cobertura crítica y periodísticamente solvente de estos temas invierta la tendencia.

Carl C. Berning, Marcel Lubbers y Elmar Schlueter, en su artículo Media Attention and Radical Right-Wing Populist Party Sympathy: Longitudinal Evidence From The Netherlands (2018), también constatan que "la atención de los medios de comunicación es fundamental para la fortuna de los partidos de derecha radical", especialmente gracias a la cobertura de la inmigración.

The Making of the (Issues of the) Vlaams Blok, artículo de 2010 de Stefaan Walgrave y Knut de Swert, se detiene en el tratamiento mediático y los apoyos recibidos por los ultraderechistas de Vlaams Belang (VB), concretamente en Flandes. "¿Contribuyen los medios de comunicación flamencos al éxito de VB al enfatizar los temas del partido?", se preguntan los autores, que hacen uso de un vasto conjunto de datos sobre la cobertura de tres periódicos y dos canales de televisión a lo largo de diez años (1991-2000). Otra vez, la respuesta está en el marco. "El análisis muestra que especialmente los temas de los inmigrantes y el crimen reciben una extensa y creciente atención de los medios, y el análisis de las series cronológicas muestra que este aumento es paralelo al crecimiento electoral de VB. Los medios podrían ser considerados co-responsables del auge de VB".

Han transcurrido diez años desde aquel estudio. Walgrave, en respuesta a preguntas de infoLibre, mantiene aquellas conclusiones, aquilatadas por el tiempo. "El papel de los medios en el impulso de la derecha populista es simple: al dedicar amplia atención a los temas que le pertenecen, aumentan casi mecánicamente el apoyo electoral a estos partidos".

Impresiones rescatadas por este periódico a observadores desde distintos ámbitos a lo largo de la etapa de consolidación de Vox inciden en la misma línea. El sociólogo y ensayista Jorge Moruno, hoy parlamentario autonómico de Más Madrid, señalaba justo después de la irrupción de Vox: "Hace falta desplegar una agenda propia en clave democrática capaz de eclipsar la involución democrática. Esto no se hace sólo con razones y propuestas, sobre todo depende de crear imaginarios que movilicen pasiones. Un afecto sólo se desplaza con otro afecto más fuerte". Moruno se muestra partidario de exigir a Vox explicaciones sobre todo aquello de lo que no suele hablar, como vivienda, precariedad, fiscalidad... Hay medios que lo hacen, desde luego. Pero abundan más, y tienen más repercusión, los que se sumergen en todas las propuestas de agenda de Vox.

Una anécdota de Xavier Rius, especialista en extrema derecha y autor de un blog de referencia en la materia, expresa con nitidez cómo estos partidos se aprovechan del marco, haciendo que el contenido del que se rellena pierda importancia. "Yo seguí mucho a [Josep] Anglada [exlíder del partido ultraderechista Plataforma per Catalunya], cuando sacó 67 concejales en Cataluña en 2011. Recuerdo que en Vic, salió un concejal y desmontó una a una todas cosas que había dicho Anglada, según el cual la mayoría de las ayudas eran para extranjeros. Lo desmontó todo. Y entonces Anglada dijo: 'Ya, pero es que los inmigrantes tienen DNI español'. No era verdad, pero no había tiempo para desmontarlo. Ellos siempre siembran una nueva duda", explica.

LA COBERTURA

El periodista Rius también ha observado a Santiago Abascal utilizar tácticas a lo Anglada: "Le desmontan lo de las denuncias de violencia de género y te siembran la duda sobre la forma de contar. Es muy difícil. Puedes prepararte para debatir, pero ellos siempre te van a liar. Además, el populismo siempre tiene ventaja para ganar, porque apela a las emociones". Casos como este son los que llevan a sectores de la opinión pública e incluso a relevantes actores institucionales a pedir a los medios que directamente excluyan a Vox de su cobertura mediática. O incluso a que lo veten. CCOO ha solicitado recientemente la anulación de una entrevista con Santiago Abascal, antes de su celebración, porque suponía un "blanqueo democrático impropio de un medio público".

Lo cierto es que es difícil justificar periodísticamente la exclusión informativa del tercer partido en representación en el Congreso. Eso, además de algo que en la profesión es una obviedad: entrevistar no es blanquear. La entrevista encierra un diálogo crítico. Otra vez, volvemos a las premisas básicas del oficio, que son válidas para Vox y cualquier otro partido. A esto se suma una pregunta razonable: ¿Es práctico vetar a la ultraderecha? Investigadores como Guillermo Fernández, sociólogo especialista en extrema derecha, han subrayado lo escasamente conveniente que es otorgar a los responsables de Vox una pátina antiestablishment que empuja en la misma dirección que pretende el partido. La exclusión, razona Fernández, puede reforzarles, mientras que una cobertura crítica les genera problemas. Igual lo ve Jorge Moruno: "Hay que quitarles todo halo de outsiders".

Excluirlos no es sólo difícil de justificar, sino seguramente improductivo. Pero, al mismo tiempo, darles espacio de debate en idénticas condiciones al resto incrementa su respetabilidad. La manta es siempre demasiado corta. Carolina Plaza admite que la naturaleza de estos partidos somete a los medios a "una tensión muy difícil de resolver". "Por un lado, aparecer en los medios les da un barniz de respetabilidad, sobre todo cuando empiezan. Es una manera de reconocer su condición de actores políticos importantes, de acabar con el estigma de los extremistas. Por otro lado, si no aparecen alimentan su discurso de víctimas del sistema, de que los medios son parte de un élite que censura las opiniones de millones de personas...", explica Plaza, que pone dos ejemplos de esto último exitosos para la extrema derecha: "El enmarcamiento de los Demócratas Suecos como una bestia no bienvenida ha ayudado a que este partido se proyecte como los verdaderos oponentes del sistema. En Hungría, el Jobbik avanzó electoralmente pese a ser puesto en cuarentena por los medios de comunicación mainstream". A esta tensión se suma que está en juego la libertad de expresión, consustancial a una democracia.

Tiene interés para el análisis el caso de Bélgica, dado que en Valonia se han ensayado fórmulas de marginación mediática de la ultraderecha. ¿Qué opina Walgrave, coautor de The Making of the (Issues of the) Vlaams Blok? "Los medios valones son mucho más agresivos con la derecha populista que los medios flamencos. VP es ignorada, marginada y atacada", señala. ¿Conclusión? "No estoy seguro de cuál es la política más efectiva", responde. Y se acaba encontrando en la misma encrucijada que Plaza. Excluirlos aumenta la "credibilidad" de su afirmación de que son "maltratados por las élites", lo cual podría llevar a pensar que la mejor forma de abordarlos es normalizarlos, aunque esto pueda ser positivo para el crecimiento de estos partidos.

Joël Matriche, periodista de Le Soir, también en referencia al caso de Valonia, coincide en observar que “los medios de comunicación nunca dan voz a los partidos de extrema derecha”, aunque en periodos de campaña sí explican sus programas, críticamente. Están excluidos de la televisión pública y otros medios imitan esta práctica. No obstante, matiza, “lo que está en juego es menor en Valonia que en Flandes porque la extrema derecha francófona, por todo tipo de razones, es casi inexistente”. Es decir, se  ha ensayado una especie de "cordón sanitario mediático", en efecto, pero nunca allí donde la extrema derecha es fuerte.

De Wert, coautor del artículo junto a Walgrave, cree que hay que tratarlos, pero de manera diferente: "Tan pronto como los medios tratan a la extrema derecha como a cualquier otro partido, se normalizan. Incluso si esta atención es menor que su cuota electoral. La idea de que defienden puntos de vista y valores que no se ajustan a lo aceptable en una democracia se pierde al tratarlos de la misma manera. VB no ha sido excluido de los medios en los últimos 30 años, aunque a veces ha recibido críticas y se ha enfrentado a la reticencia de algunos medios, principalmente públicos de gran difusión, a cubrirlos en un contexto de infoentretenimiento. Creo que esto es lo máximo que uno puede esperar de forma realista". Es un tipo de barrera a la que no se enfrenta en España Vox, cuyo líder es entrevistado en programas amables como el de Bertín Osborne o el de Pablo Motos, caramelos para cualquier líder político.

LA AUDIENCIA

Las conclusiones de los investigadores son claras. Dado que es imposible cortocircuitar a la extrema derecha, al menos queda la opción de no aceptar sin más su agenda –para no contribuir a su crecimiento– y no darles un tratamiento convencional –para no contribuir a su validación y homologación–. Es decir, mantener la guardia alta. No parece un propósito de gran ambición, pero es bastante más de lo que hacen aquellos medios que se planifican en función de la última ocurrencia de los líderes del partido de Abascal o que dan pábulo a sus denuncias, tengan estas o no el más mínimo fundamento.

Ocurre que, como han detectado otros estudios en el ámbito académico, no es sólo que la extrema derecha se vea beneficiada por unos medios que aceptan acríticamente su marco temático y dan a sus líderes una pátina de respetabilidad incluso antes de que su apoyo electoral lo justifique, es que acaba recibiendo incluso más atención de la justificable bajo cualquier criterio. Bajo cualquiera, menos uno: la audiencia.

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En su artículo Does media coverage drive public support for UKIP or does public support for UKIP drive media coverage?, de 2018, Justin Murphy & Daniel Devine señalan que el UKIP no sólo no ha sufrido ningún tipo de cordón sanitario, sino que ha llegado a disfrutar de un tratamiento "injusto", en el sentido de excesivo. "La extraordinaria cobertura mediática que se ha dado al UKIP no tiene justificación en base a la dinámica de la opinión pública, según lo medido por las encuestas", señalan. Según este estudio, el UKIP recibe –comparando con otros partidos– más atención de la que le tocaría. Carl C. Berning, uno de los autores del artículo Media attention and radical right-wing populist party sympathy: longitudinal evidence from The Netherlands, coincide con este punto de vista: "Los medios tienden a informar en exceso sobre la derecha radical". Estos partidos "provocan intencionadamente y sobrepasan los límites de la retórica", lo que los hace atractivos para unos medios ávidos de audiencia y clicks. Es un círculo vicioso porque, al mismo tiempo, "para la derecha radical, cualquier noticia es una buena noticia". Concluye Berning: "Los medios deben ser conscientes de la estrategia y no morder el anzuelo".

La obligación de los medios de ejercer una responsabilidad periodística se acentúa si consideramos que, dado el terreno de juego, los movimientos populistas parten con una ventaja, ya que se benefician de la autopista que para la desinformación han abierto las redes sociales y la mensajería instantánea. También hay evidencia empírica al respecto. Un estudio de la BBC de 2018 vincula la difusión de noticias falsas con el auge de ideas nacionalistas, que se adaptan como un guante a la inmediatez y la emocionalidad de las redes. Así lo ha expresado Roberto Rodríguez Andrés, profesor de la Universidad Pontificia Comillas y de la Universidad de Navarra, para quien el auge de whatsapp y las redes sociales ha provocado que los ciudadanos se conviertan en "agentes activos y de propagación" de contenidos: "Los algoritmos de las redes sociales hacen un flaco favor, porque tienden a mostrarte contenido acorde con tu pensamiento, reforzando tu punto de vista". Dos estudios más: uno del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT) ha comprobado que las noticias falsas se difunden más y más rápidamente que las de verdad. Otro del periódico Folha de S. Paulo concluyó que el 97% de las noticias compartidas por whatsapp por los seguidores de Bolsonaro durante la campaña en Brasil eran mentiras o distorsiones. La vinculación del éxito de Trump con la difusión de contenido dudoso está acreditada por numerosos informes, como Trump 2016, ¿presidente gracias a las redes sociales?, del profesor Rodríguez Andrés.

En resumen, con el terreno abonado por la emocionalidad y los canales para la difusión de contenido basura perfectamente engrasados, se multiplica la importancia del cortafuegos periodístico y el sesgo fáctico de los medios. Como ha explicado Amparo Huertas, directora del Instituto de Comunicación de la Universidad Autónoma de Barcelona, los medios deberían actuar en dos niveles. Uno, "responder a lo que es falso y explicar por qué". Y dos, salir de la "lógica del impacto emocional". La idea sería: en tiempos de endogamia y polarización, al menos no echar más leña al fuego sólo porque vende. Mikel Araguás, con una larga trayectoria de trabajo en el ámbito de defensa de los derechos de los inmigrantes, actualmente en SOS Racismo, expresa en términos sencillos una tarea pendiente de los medios: "Dejar de cabrear a la gente".

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