8M

Quienes "sostienen la vida" dan un paso al frente este 8M

Situar la vida y los cuidados en el centro. Es una de las consignas que de manera reiterada ha repetido el movimiento feminista en los últimos años, especialmente a medida que se aproximaba el Día Internacional de la Mujer. Este domingo, la división territorial a la hora de acordar una convocatoria de huelga ha llevado que varias de las comisiones repitieran con más fuerza la necesidad de revalorizar las tareas domésticas en todas sus formas: las remuneradas y aquellas que asumen las mujeres en sus propios hogares.

La Comisión 8M de Madrid recuerda en su argumentario que el trabajo de cuidados y doméstico lo continúan realizando "las mujeres en contextos de precariedad creciente". En el ámbito familiar, recalcan, "sigue sin haber redistribución de los cuidados", de manera que la corresponsabilidad está lejos de ser una realidad. En añadido, "el Estado no se responsabiliza de garantizar que haya servicios y recursos de cuidados, públicos y dotados con la financiación adecuada". El resultado para las mujeres toma forma de doble o triple jornada de trabajo. Jornadas que "minan sus tiempos personales, su vida, salud y derechos a la protección social".

De acuerdo a un estudio elaborado por la investigadora Marta Domínguez Folgueras y publicado por el Observatorio Social de La Caixa, el valor del trabajo doméstico "está por encima de los 426.372 millones de euros, más de 40,77% del Producto Interior Bruto (PIB)". Hasta septiembre de 2019, se solicitaron un total de 48.177 excedencias por cuidado familiar, de las cuales 42.857 correspondieron a mujeres: el 88,9%. Los últimos datos de la Encuesta de Población Activa (EPA), correspondientes al cuarto trimestre de 2019, determinan además que el segundo motivo que aducen las mujeres para explicar su jornada parcial –tras "no haber podido encontrar un trabajo a jornada completa"– es el "cuidado de niños o de adultos enfermos, incapacitados o mayores". Sólo un 2,42% de los hombres se detienen en esta razón. Los cuidados, las tareas del hogar, tienen todavía rostro de mujer.

Sostener la vida

Quienes sostienen la vida lo hacen también en otros nidos. Son las trabajadoras domésticas, las auxiliares a domicilio, las cuidadoras, las camareras de piso. Todas ellas, organizadas en distintas plataformas, han sido invitadas a formar parte de la cabecera que presidirá la manifestación de este domingo en Madrid.

Lo cuenta Concepción Real como una suerte de victoria. Ella es portavoz de la Plataforma Unitaria de Auxiliares de Ayuda a Domicilio y trabajadora en el municipio madrileño de Getafe. Al movimiento feminista, dice, "hay que agradecerle que ponga en valor a las mujeres que trabajamos en los cuidados, porque nos han dado visibilidad". De puertas para afuera, pero también entre las propias trabajadoras: "Gracias al 8M muchas compañeras nos dimos cuenta de que éramos precarias y que los cuidados no estaban en el centro", confiesa la empleada.

También Ana Carolina Elías, presidenta de la asociación Servicio Doméstico Activo (Sedoac), agradece al movimiento feminista el altavoz, aunque reprocha la demora. "El feminismo habló durante mucho tiempo de poner en el centro a las cuidados", pero sin tener en cuenta a quienes lo hacían. "Durante este tiempo hemos venido cuidando de la vida cuando los hombres y las mujeres no lo han podido hacer porque se han dedicado al mercado productivo", relata la trabajadora. La ausencia de conciliación, esgrime, las sitúa a ellas como alternativa. Pero en unas condiciones de "precariedad y explotación completamente injustas".

Aunque el "feminismo está llegando un poco tarde", insiste la empleada y activista, "igualmente es bienvenido al darle importancia y valor a quienes trabajamos en los cuidados". En esa senda, es fundamental que el feminismo considere a las trabajadoras del hogar "como parte del movimiento" con el propósito de "cambiar las situaciones de desigualdad entre las mujeres". Un objetivo hacia el que "poco a poco se van dando pasos".

Dignificar el trabajo

Los cuidados, denuncia Real, se han "profesionalizado hace años, pero no se han dignificado". Ellas siguen siendo "las chicas que vienen a cuidar al abuelo", en lugar de ser reconocidas como "profesionales cualificadas". Su profesión está enquistada en el plano de la precariedad porque "laboralmente no hay una equiparación" al resto de las trabajadoras.

Para Real, la única vía a la hora de dignificar el trabajo de cuidados pasa por evitar que "los servicios públicos estén en manos de empresas privadas", que priorizan sus "intereses económicos" por encima del bienestar de las personas. Todo ello mientras "las administraciones públicas miran para otro lado".

Ahí el Gobierno tiene mucho que decir. "Es el momento de que haga ya algo", apremia Real. Que los cuidados sean prioritarios en la agenda. "Estamos ante una emergencia social", sostiene la trabajadora, no sólo por las propias condiciones de las trabajadoras, sino también por los riesgos que ello acarrea para las personas dependientes. "No podemos permitir que 80 personas fallezcan diariamente y mantener a internas en condiciones de precariedad porque muchos pagadores son jubilados con pensiones miserables. Es la pescadilla que se muerde la cola", denuncia Real.

Elías confía en que el altavoz con el que han ido haciéndose las trabajadoras redunde en mejoras reales. "Hay un compromiso adquirido por el actual Gobierno" de ratificar el Convenio 189 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), tal y como anunció Irene Montero a finales de febrero. "Es un primer paso que celebramos, pero que necesitamos ver materializado antes de que acabe la legislatura", remarca la empleada, quien no oculta el temor de que la promesa quede en "papel mojado".

Las trabajadoras domésticas son las únicas que no tienen derecho a una prestación por desempleo. Las auxiliares conviven con la "contratación eventual, jornadas parciales, horas complementarias o encadenar varios trabajos". Las camareras de piso trabajan tratando de esquivar las muchas enfermedades profesionales que deben soportar diariamente. "Nos merecemos estar en otro lugar", remacha Real.

Contra la atomización

Las trabajadoras que contestan al teléfono para responder a las preguntas de infoLibre son conscientes de la fuerza que tiene la organización colectiva. Pero llegar a ese punto no ha sido fácil. "La tarea sigue siendo difícil, pero todo el movimiento asociativo está haciendo un gran trabajo de visibilización", comenta Elías. Hasta ahora, recuerda, "no existía todo eso, pero hemos salido más a la calle y estamos logrando perder el miedo".

La atomización se expresa en la ausencia de un centro de trabajo como tal, en la imposibilidad de establecer lazos entre compañeras. Pero las trabajadoras han sabido enyesar esas grietas para organizarse. "Queremos interseccionar los problemas que nos atraviesan y ver cómo podemos hacer las cosas juntas", agrega la empleada doméstica. Es de este modo que las camareras de piso, las cuidadoras o las trabajadoras del hogar se han sumado a un mismo frente de lucha.

Parte de la inquietud por generar nuevos espacios parte del abandono de los sindicatos. Así lo explica Real, quien sin embargo participa de manera activa en uno de los sindicatos mayoritarios del país. "Siempre hemos sido las pobrecitas que van por ahí a cuidar de los abuelos", narra la auxiliar. Nunca "creyeron que fuéramos capaces de defendernos" y esto "se ha permitido desde los sindicatos". Pese al evidente desencanto que manifiesta, la auxiliar madrileña no cuestiona el valor de las agrupaciones sindicales y para muestra la fidelidad al suyo. Pero sí cree importante "sacarles los colores". Ahora, confía, la situación está cambiando. Y parece irreversible.

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