Coronavirus

Valentina Cepeda, la limpiadora que pone rostro a un sector expuesto al contagio, la precariedad y la invisibilidad

Valentina Cepeda, trabajadora de la limpieza en el Congreso de los Diputados.

Su nombre es Valentina Cepeda. Este miércoles se ha convertido en objetivo involuntario de las cámaras y en protagonista accidental de los titulares. Lo ha hecho por un gesto que repite a diario: desinfectar el el atril de la tribuna del Congreso. Aunque son 29 los años que lleva haciendo de la Cámara Baja un lugar más habitable, ha sido foco de todas las miradas tras haberse encargado de limpiar los micrófonos antes de que los diputados que han acudido este miércoles a su bancada tomaran la palabra. La trabajadora, que ha recibido la ovación de los parlamentarios, pone rostro de manera simbólica a todas las empleadas que sostienen la vida en días especialmente crudos.

Sobre Valentina sólo se escuchan elogios: "Es una más, muy querida por todos y muy profesional". Así lo relatan fuentes del Congreso consultadas por infoLibre, que apenas se valen de un tiempo de reflexión para dar respuesta a las preguntas planteadas. Valentina Cepeda es un pilar en la cotidianidad menos visible de la institución. "Una mujer magnífica desde todos los puntos de vista", subrayan las mismas fuentes.

No es habitual ver a Valentina con mascarilla, pero las circunstancias así lo exigen. Ella, como otras trabajadoras, sigue el plan de actuación del Congreso de los Diputados para "prevenir y minimizar el impacto que la evolución que la situación epidemiológica pueda tener". El protocolo marca, entre sus prioridades, la de "extremar la limpieza de aquellos elementos de uso común".

Valentina es personal subrogado –también lo son, entre otros, los camareros–, por lo que su lugar en la Cámara Baja se mantiene independientemente de la empresa a la que se le adjudique los servicios de limpieza e higienización de los edificios. Sobre el fondo oscuro de su uniforme, luce en letras blancas el nombre y el logo de la compañía. Justo al lado del pin de la Agenda 2030 que se cobija en el borde izquierdo de la chaqueta. Actualmente, esa empresa es Clece S.A, una de las grandes del sector y miembro de la Asociación Profesional de Empresas de Limpieza (Aspel). Clece está "muy centrada en la contratación pública y cuenta con un volumen de facturación muy grande", explica Sergio Picallo, secretario sectorial de Limpieza y Seguridad de UGT.

Desde su sindicato reconocen estar observando la situación del personal de limpieza "con mucha preocupación". Por un lado, afirma Picallo al otro lado del teléfono, los trabajadores son conscientes de la urgencia del momento, pero a su vez recuerdan que el suyo es un "sector muy olvidado". Por este motivo, añade el sindicalista, su labor se va a "cumplir con el rigor que la situación exige", pero no por ello se dejarán de "denunciar los centros que no cumplen con los mínimos", a través de los diferentes "comités de empresas y acciones sindicales para detectar carencias".

Esas carencias tienen que ver, esencialmente, con la falta de material y de personal. "Tenemos todo lo malo de la situación laboral y la responsabilidad de ser un sector de primera necesidad en los centros para garantizar la higiene", admite el secretario, quien asume las órdenes de las autoridades sanitarias pero destaca que "el miedo de las plantillas es razonable también". Los profesionales de la limpieza son fundamentales, en un contexto de estado de alarma, en espacios como los supermercados, el transporte y los centros sanitarios. Pero para poder cumplir necesitan "condiciones de tranquilidad y seguridad".

Cuidar en estado de alarma

Si ya lo era antes, sostener los cuidados en estado de alarma se ha demostrado extremadamente complejo. Lo dicen quienes cuidan de las personas dependientes, quienes trabajan a domicilio y las que se dejan la salud limpiando los hoteles. Falta material, coinciden, incluso cuando los protocolos exigen un suministro adecuado de los recursos.

Concepción Real es portavoz de la Plataforma Unitaria de Auxiliares de Ayuda a Domicilio y trabajadora en el municipio madrileño de Getafe. La Comunidad de Madrid sí ha confeccionado un protocolo que contempla equipos de protección individual (EPI) para las empleadas. Batas desechables, mascarillas, guantes y gel. "El problema es que lo tienen que suministrar las empresas subcontratadas, que tienen la licitación", explica la auxiliar. Y aunque "no se niegan", lo cierto es que "no hay" material suficiente. El resultado es que la protección no existe, pero el trabajo no concede tregua.

La consecuencia esperable es que las trabajadoras se convierten en "correa de transmisión del virus", no sólo por el contacto permanente con usuarios en los distintos domicilios, sino también por el uso frecuente de transporte público. "Tenemos miedo, incluso donde se han decretado servicios mínimos, porque no sabemos si vamos a cobrar", reconoce la auxiliar.

La ausencia de material es el pan de cada día para las camareras de piso. Eulalia Corralero, portavoz de las Kellys en Cataluña, se sienta en el sofá de su casa para atender la llamada de infoLibre. "Estos días están siendo muy duros", resume en medio de la exhalación. "Los hoteles no llaman, muchas kellys no saben qué va a pasar", afirma. La falta de protección, causa fundamental de las enfermedades profesionales, es habitual en el sector. Pero en un estado de alarma la desprotección pesa sobre las espaldas de las trabajadores con mayor intensidad. "Nunca hemos tenido EPIs, no iba a ser esta una excepción", asiente, aunque puntualiza que en algunos casos sí se cuenta con mascarillas.

Y si bien asume que una vez superada la crisis su labor será necesaria para el sector turístico, "ahora se está despidiendo a mujeres que llevan muchos años en las empresas, con derechos adquiridos y que además ya son mayores". El consejo para sus compañeras pasa por "ser muy prudentes a la hora de firmar" y recuerda que entre las medidas gubernamentales la prioridad está en los ERTE como alternativa al despido.

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Unas medidas que, no obstante, no están pensadas para los sectores más precarios. Las empleadas domésticas asumen con inquietud la incertidumbre que ha impuesto el coronavirus. "Al final muchas están siendo despedidas, otras reducen sus jornadas o salarios, pero otras muchas son obligadas a quedarse en el mismo domicilio donde trabajan bajo el chantaje del empleador". Toma la palabra Carolina Elías, presidenta de la asociación Servicio Doméstico Activo (Sedoac). Para Elías, las trabajadoras a domicilio siguen siendo no sólo las invisibles, sino las grandes perdedoras en la gestión de la crisis.

"No hay ni una sola medida específica para las empleadas del hogar", pero además tampoco son aplicables los acuerdos laborales alcanzados. "¿Qué ERTE se va a aplicar a una empleada del hogar, que no está en el régimen general?", se pregunta la trabajadora. Ni ella ni sus compañeras, en añadido, cuentan con prestación por desempleo. El desplazamiento al centro de trabajo, que toma forma de domicilio privado, también puede ser difícil de justificar. "Los empleadores no quieren hacer justificantes porque muchos se expondrían a multas por tener a alguien sin papeles", explica Elías. "Una vez más, las que estamos brindando los cuidados que no puede garantizar el Estado somos nosotras. Solo que en una situación de esclavitud y precariedad".

Fuentes del Ministerio de Trabajo consultadas por infoLibre se expresan conscientes de la situación. "Las trabajadoras de la limpieza pueden acogerse a las medidas publicadas", explican, "pero dada la especificidad de su situación estamos estudiando medidas concretas". Desde el ministerio de Yolanda Díaz se trabaja igualmente por sacar adelante herramientas que protejan laboralmente a las empleadas del hogar.

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