La respuesta de la gran potencia oriental

Un carrusel de demoras, omisiones y fallos tumba el mito de la eficaz reacción china

Trabajadores durante la construcción del hospital Huoshenshan en Wuhan

¿Tiene China, el país de origen del coronavirus, algo de lo que presumir en la gestión de la crisis global desencadenada? Muy poco, a la luz de los hitos y fechas que componen la reacción de las autoridades chinas. Pese a la experiencia previa con el síndrome respiratorio agudo grave (SARS), en 2003, hubo significativas demoras en la primera reacción. El sistema creado a raíz de aquella epidemia de hace más de tres lustros no funcionó como estaba previsto, como ha desvelado una investigación de The New York Times. Los denunciantes fueron reprimidos y las alertas ocultadas, lo que incrementó la exposición de la población a focos de contagio, según un análisis realizado por Reporteros sin Fronteras (RSF). Y no es sólo que hubo cosas que se hicieron deficientemente, es que la propia naturaleza dictatorial del régimen supone un lastre, ya que coarta a los técnicos y dificulta que lancen alarmas, como ocurrió tras el desastre nuclear de Chernobyl en al Unión Soviética, como explica la especialista en política comparada Ruth Ferrero.

Mientras el mundo se fascina por la rapidez de la respuesta china, su construcción exprés de un hospital y su envío de ayuda a Europa, hasta el punto de haberse abierto un debate sobre las supuestas bondades del autoritarismo expeditivo en situaciones catastróficas, la letra pequeña de la historia muestra aspectos del reacción china mucho más oscuros. El informe-cronología elaborado por RSF, a partir de un análisis de investigadores de la Universidad de Southampton (Inglaterra), concluye: "Si la prensa china fuera libre, el coronavirus no sería una pandemia". Y añade: "El número de casos de coronavirus en China podría haberse reducido en un 86% si las primeras medidas, que se tomaron el 20 de enero, se hubieran implementado dos semanas antes".

'Efecto Chernobyl'

Veamos fecha a fecha. El Centro John Hopkins para la Seguridad de la Salud, en asociación con el Foro Económico Mundial y la Fundación Bill y Melinda Gates, realizó el 18 de octubre de 2019 un simulacro de pandemia que proyectaba 65 millones de muertes en 18 meses. "Si el Internet chino no estuviera aislado por un elaborado sistema de censura electrónica y los medios no se vieran obligados a seguir las instrucciones del Partido Comunista, el público y las autoridades sin duda se habrían interesado por esta información", señala RSF.

El primer caso documentado se remonta al 17 de noviembre, según South China Morning Post. Casi un mes después, Wuhan ya tenía 60 pacientes con una neumonía desconocida. Era sabido que varios de ellos habían frecuentado el mercado de pescado de Huanan. "Si las autoridades no hubieran ocultado a los medios la existencia de un brote epidémico vinculado a un mercado muy popular, el público habría dejado de visitar este lugar mucho antes de su cierre oficial, el 1 de enero", indica RSF. ¿Cuántos contagios hubo en ese lapso?

Ruth Ferrero, profesora de Política Comparada y Estudios Europeos en la Complutense y en la Carlos III, hace en este punto una anotación de interés. En la fase inicial de las crisis, señala Ferrero, los regímenes dictatoriales tienen un déficit de partida: el miedo a la denuncia de los técnicos, que suele ser el prólogo de la reacción política. "Es algo que se ve en el caso de Chernobyl. Siempre hay un bloqueo de la información cuando hay una crisis para que no salga de un pequeño grupo de decisores políticos. Esto tiene como consecuencia que los técnicos tienen miedo a dar aviso de las anormalidades que detectan, porque pueden verse sometidos a represalias", señala Ferrero. Y añade: "Esto ha pasado en China. No se dio la voz de alarma cuando se intuyó que había un primer caso, en noviembre".

Más fechas. Según la reconstrucción de RSF, Lu Xiaohong, jefe de gastroenterología del Hospital de la Ciudad de Wuhan No. 5, comenzó a conocer casos de infección entre el personal sanitario el 25 de diciembre. "Si las fuentes de los periodistas en China no se expusieran a sanciones severas [no hay garantía del secreto profesional], que van desde una reprimenda profesional hasta penas de prisión, Xiaohong habría asumido la responsabilidad de alertar a los medios, obligando a las autoridades a tomar medidas, lo que no sucedió hasta tres semanas después", señala RSF. De nuevo, el efecto Chernobyl como lastre.

Alertas ignoradas

Lo cierto es que quienes por miedo no se atreven a dar la alarma acaban cargándose de razón. Ai Fen, directora de emergencias de emergencias del Hospital Central de Wuhan, y un grupo de médicos más lanzaron una alerta sobre un "coronavirus similar al SARS" el 30 de diciembre. Ocho de ellos, incluido el doctor Li Wenliang, quien murió después a causa de la enfermedad, fueron detenidos por la policía de Wuhan el 3 de enero por hacer circular "falsos rumores". En una entrevista con la revista china Renwu, de la que se hicieron eco numerosos medios de todo el mundo [ver aquí The Guardian], la doctora Ai Fen denunció en marzo que fue silenciada cuando dio la voz de alarma. “Agarré al director del departamento respiratorio cuando pasaba por mi oficina y le dije que uno de sus pacientes había sido infectado con un virus parecido al SARS”, apuntó. ¿Respuesta? Un mensaje de su centro recalcando que la información sobre esa enfermedad no debía hacerse pública. Fen acabó siendo convocada por la dirección del hospital y amonestada. Diversos medios, entre ellos Channel 9 en Australia en su programa 60 minutes, dan ahora por desaparecida a la doctora Fen.

El equipo del profesor Zhang Yongzhen, del Centro Clínico de Salud Pública de Shanghai, secuenció el virus el 5 de enero, "pero las autoridades parecen reacias a hacer público el genoma", según RSF. El 11 de enero, el día en que China confirma su primera muerte por el virus, los investigadores filtran información en plataformas de código abierto, "lo que resultará en el cierre punitivo de su laboratorio", señala el informe. Y agrega: "Si las autoridades chinas fueran transparentes, habrían comunicado inmediatamente la secuencia del genoma del coronavirus a los medios científicos, ahorrando a la comunidad internacional un tiempo precioso en su investigación para una vacuna". El 13 de enero se conoce en Tailandia el primer caso de infección por coronavirus fuera de China, un turista de Wuhan. "Si los medios internacionales hubieran tenido acceso total a la información que tenían las autoridades chinas sobre la escala de la epidemia antes del 13 de enero, es probable que la comunidad internacional hubiera evaluado la crisis y la hubiera anticipado mejor, reduciendo el riesgo de que la epidemia se propagase fuera de China y, posiblemente, evitando su transformación en pandemia", señala RSF.

Represión

La ONG Reporteros sin Fronteras pone el énfasis en la represión y censura contra periodistas y denunciantes. El oftalmólogo Li Wenliang se ha convertido en un emblema. Mostrando la foto de un test, Li habló sobre la epidemia por primera vez el 30 de diciembre. Lo hizo con exalumnos de la Facultad de Medicina en un grupo privado en el servicio de mensajería WeChat. "Sonaron las alarmas y sus mensajes fueron ampliamente difundidos en Weibo", señala RSF. El 31 de diciembre de 2019, un día después, la Comisión de Salud de Wuhan informó a la OMS de un grupo de 27 casos de neumonía de etiología desconocida, con una exposición común a un mercado de Wuhan, incluyendo siete casos graves. Quizás el poso del tiempo convierta en un héroe a Wenliang, que fue interrogado y se vio obligado a firmar una declaración reconociendo que había "difundido rumores falsos", según RSF. Murió de coronavirus en febrero.

Reporteros sin Fronteras denuncia otros actos de represión a raíz de divulgaciones de diversos ciudadanos que, alarmados por las dimensiones del drama, se decidían a compartir imágenes. "Lo que les ocurrió a Fang Bin [un sencillo empresario textil residente en Wuhan que empezó a difundir vídeos] y a Chen Qiushi [un abogado de la provincia nororiental de Heilongjiang que se había hecho célebre en las redes chinas por los vídeos que grabó en las manifestaciones de Hong Kong] sirvió de advertencia. El 1 de marzo entró en vigor una normativa aún más represiva que permitía a Pekín apretar las tuercas en las redes sociales. Desde enero, 450 internautas han sido interrogados por haber compartido informaciones sobre el coronavirus calificadas por las autoridades como 'falsos rumores'", señala RSF, que también señala que el 12 de marzo se hizo público que Ren Zhiqiang, un comentarista político y miembro del Partido Comunista, había "desaparecido después de criticar los fallos del régimen". A ello se suma la expulsión de periodistas extranjeros, entre ellos de medios como The New York Times, The Washington Post y The Wall Street Journal, siempre según RSF.

Un sistema que no funcionó

Las deficiencias de la respuesta china van más allá de la censura informativa, la represión y el efecto Chernobil. The New York Times acaba de publicar un extenso artículo que detalla cómo ha fracasado el sistema de notificación de enfermedades infecciosas que las autoridades chinas articularon a raíz del SARS, en 2003. "Usando este sistema, los oficiales de salud en Beijing podían analizar las pantallas que mostraban los informes de los hospitales o centros locales de control de enfermedades, listos para detectar señales de advertencia a las pocas horas de que un médico diagnosticara una infección problemática, como el cólera o la tuberculosis, así como casos difíciles de diagnosticar de neumonía viral", explica el diario neoyorquino. En el caso del coronavirus el fracaso del sistema resulta innegable. Y la clave es política: "En teoría, los médicos podrían haber informado directamente de esos casos, pero los hospitales chinos también responden a las burocracias del Partido Comunista". Al final se actuaba sobre la base de "no sorprender y avergonzar a los líderes locales", explica NYT. Añade el artículo: "Después de que los médicos de Wuhan comenzaran a tratar grupos de pacientes afectados por una misteriosa neumonía en diciembre, se suponía que la notificación era automática. En lugar de ello, los hospitales se remitieron a los funcionarios de salud locales que, por una aversión política a compartir malas noticias, ocultaron la información".

El "peor escenario posible"

Amnistía Internacional (AI) lo tiene claro: China no puede ser ejemplar. Su nota ¿Por qué no hay que hacerle la ola a China? arranca de forma sarcástica: "Resulta que ahora China es la gran benefactora porque ha desplegado una especie de plan Marshall para ayudar a países en serias dificultades con la progresión de la pandemia, como Italia o España, apareciendo ahora como la solución en tiempos de crisis. China es un 'país serio' y 'organizado', que ha sabido hacer frente a la crisis con una firmeza ejemplar, poniendo por delante la salud de sus ciudadanos a la economía. China es un modelo a seguir". Pues no, concluye la nota.

En declaraciones a infoLibre, Esteban Beltrán, director de Aministía Internacional España, señala: "China no es un modelo a seguir. Al contrario, es un modelo del que huir. Sobre la base de que hay que 'salvaguardar al Estado', que es una fórmula que vale para lo que quieran, han castigado a los denunciantes, han ocultado información y han acabado retrasando la respuesta. Y no es la primera vez que pasa. En 2008, durante la crisis de la leche infantil envenenada, miles de niños tuvieron que ser ingresados y el régimen castigaba a los que hablaban de ello".

Con su reacción en la crisis del coronavirus, señala Beltrán, China "facilitó que se produjera el peor escenario posible". El director de AI España no considera creíble la información que facilita China. "No es en absoluto fiable", dice. Y plantea un razonamiento. ¿Cómo fiarse de la información facilitada por un Estado, inmerso en una batalla de propaganda contra Estados Unidos, cuando ni siquiera facilita su número de ejecuciones al año por considerarlas "secreto de Estado"?

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Cultura o experiencia

La analista de la Fundación Alternativas Águeda Parra, ingeniera y sinóloga –especialista en las lenguas y culturas de China–, hace un apunte cultural oponiéndose la extendida consideración de que la eficacia china una vez que adoptó la línea expeditiva de confinamientos se debe al carácter dictatorial del régimen, que tiene mayor capacidad represiva. A juicio de la autora de China, las rutas del poder, el factor esencial es otro: la cultura. Hay otros países, del entorno, como Corea del Sur o Taiwan, donde la eficacia ha sido similar, subraya Parra. "La firmeza ha sido la misma. Esto es la herencia confuciana del colectivismo, que no es exclusiva de China. Estas sociedades se identifican de forma más clara con las indicaciones del gobierno [que los países occidentales]", explica la también doctora en Ciencias Políticas, que cree que los datos que ofrece China actualmente sí son fiables.

Ruth Ferrero, al mismo tiempo que se muestra segura de que el carácter dictatorial de China mermó su capacidad de respuesta en la primera fase, sí cree que en la segunda, en la de "control social", ha demostrado capacidad para hacer cumplir medidas "tajantes y rígidas". Pero, a diferencia de Parra, no pone el énfasis en el plano cultural. La clave está en la capacidad de intimidación y en la experiencia previa por el SARS. Coincide en que en las democracias también ha habido "demoras" en la reacción, pero "por razones diferentes", más vinculadas a la inexperiencia y al deseo de proteger la economía que a la voluntad de ocultar debilidades y vulnerabilidades, como suele ocurrir con las dictaduras.

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