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Coronavirus

No habrá un día después del Covid: la salida será gradual, sin aglomeraciones y evitando con 'apps' nuevos brotes

Un hombre instala unas linternas de papel en el templo de Chogye, en Seúl (Corea del Sur).

Tras unas semanas centrados únicamente en la fase de mitigación de la pandemia de coronavirus, una vez se han tomado prácticamente todas las medidas posibles en cuanto a la restricción de la movilidad de los ciudadanos, expertos y responsables públicos empiezan a plantearse cómo organizar la salida del confinamiento. Muchos ciudadanos tienen en mente un día X en el que todo vuelve súbitamente a la normalidad, con todos los bares, restaurantes, teatros y discotecas abiertos, pero ese escenario no es realista: a la vista de la opinión de los epidemiólogos, que temen rebrotes fuertes, y a la vista de los pasos que están dando los países más avanzados que España en la tarea de aplanar la curva. Todos los métodos para salir del confinamiento que se están poniendo sobre la mesa son progresivos: ya sea en cuanto a tipos de establecimientos que se abren (dejando los que propician aglomeraciones para el final), en cuanto a zonas más o menos afectadas o en cuanto a grupos de riesgo: los que tienen menos posibilidades de sufrir síntomas graves podrían ver antes restablecida su libertad.

El Gobierno aún no ha anunciado cómo será la salida del confinamiento. Aún se ve relativamente lejos, toda vez que los datos de nuevos contagios, ingresados en la UCI y fallecidos se ralentiza muy lentamente. Pero si seguimos el mismo paso que Italia, en el país alpino ya se empieza a entrever –aunque de manera muy tenue– la luz al final del túnel, por lo que en nuestro país no tardará en surgir ampliamente el debate de cómo y cuándo podremos salir de casa. En la opinión de los expertos consultados, en primer lugar es clave realizar cuantos más test serológicos (que miden la generación de anticuerpos contra una amenaza en el cuerpo) mejor. "Necesitamos saber el estado de la población, la presencia de anticuerpos en general", asegura el catedrático de Microbiología de la Universidad de Málaga (UMA) Eduardo Martínez.

Se necesita, explica, para estimar hasta dónde ha llegado la "inmunidad de grupo": es decir, la debilitación de la epidemia fruto de que una buena parte de los españoles ya ha desarrollado defensas y no puede transmitir el virus. Paradójicamente, afirma Martínez, cuantas más personas hayan estado expuestas (y hayan superado la enfermedad) mejor. Un número alto implicaría que estamos, como sociedad, más preparados para el futuro; también demostraría que el coronavirus es menos letal de lo que parece, puesto que más enfermos de lo inicialmente estimado superan el Covid-19 con pocos o nulos síntomas. Sin embargo, advierte en dos sentidos: en primer lugar, y a pesar de que la demanda de test irá disminuyendo progresivamente, se necesitan muchos para que la foto final se ajuste a la realidad. "Hay que hacérselos a un grupo de población muy importante, no a todos los españoles, pero que la muestra sea lo más representativa posible", apunta. En Italia ya están manos a la obra, y este jueves el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias, Fernando Simón, confirmó que los test de anticuerpos ya han sido validados y es el momento de iniciar su uso, especialmente para esos estudios de población que nos aportarán más información sobre cómo se ha movido el nuevo coronavirus durante estos meses. 

En otro sentido, explica el catedrático, aún no sabemos por cuánto tiempo el cuerpo humano mantiene la inmunidad ante el coronavirus. Los estudios científicos al respecto aún no han avanzado lo suficiente. Podría ser de solo unas semanas, de meses o de años: evidentemente, cuanto más dure, mejor. En un estadio muy posterior, cuando se desarrolle y generalice la vacuna, los epidemiólogos tendrán que trabajar en distintas variantes adaptándose a las diversas mutaciones del SARS-Cov 2. Una inmunidad más prolongada les daría más margen, además de ofrecernos un margen amplio a la hora de controlar futuros rebrotes. "Espero que se parezca más a su hermano, el SARS-Cov 1 (causante del síndrome respiratorio agudo grave), que genera una inmunidad de un año", y que se parezca muy poco al MERS, cuya inmunidad dura una semana.

Ildefonso Hernández Aguado, médico portavoz de la Sociedad Española de Salud Pública y Administración Sanitaria (Sespas), coincide: "Es importante saber cómo será la próxima ola que venga. Tenemos que estar muy preparados para eso. Por ejemplo, si los niños han pasado la infección sin síntomas, es bueno que lo sepamos". El experto puntualiza que el personal sanitario debe ser el primero que se someta al test serológico: "Hay que hacerles muchas pruebas para saber cuántos se han infectado, cuántos no, para saber cuáles son las posibilidades de trabajar y en qué situación".

"Es ya el momento de que las administraciones hagan su plan de salida e ir escalonando las medidas. Cada administración debe hacer su plan, incluidas las locales". Hernández confirma que es necesario ir pensando y preparando este escenario, aunque veamos aún lejos un alivio de la emergencia sanitaria. A la hora de escalonar, se barajan tres criterios: por grupos de riesgo, por tipo de establecimientos y, apunta Martínez, por zonas. No son, confirman los expertos, excluyentes: con un buen sistema de detección temprana y aislamiento de nuevos casos, se puede y se debe seleccionar cuidadosamente quién está habilitado para abandonar el confinamiento y qué empresas pueden retomar primero su actividad. "Primero deberán abrir las fábricas y los centros de trabajo, y el siguiente paso serían restaurantes y establecimientos similares, pero con la mitad del aforo y manteniendo la distancia entre las mesas", propone.

La detección temprana, insiste el portavoz del Sespas, es absolutamente clave para la fase postconfinamiento. El sistema sanitario debe estar preparado para "tener una capacidad diagnóstica suficiente para volver al estado de contención o de mitigación si es necesario", es decir, en caso de que los contagios vuelvan a dispararse o a aumentar peligrosamente. "Debemos poder testar rápidamente a cualquier sospechoso para aislar cualquier brote". Y volver de nuevo al confinamiento, aunque nos pese volver a perder la libertad recuperada. Por eso es tan importante la detección temprana, teniendo en cuenta que el nuevo coronavirus puede propagarse durante días desde el cuerpo de una persona sin síntomas. Y para esa labor, probablemente, ayude la tecnología.

El especialista en Salud Pública del Institut Català de la Salut Jacobo Mendiaraz ha compartido en Twitter cómo sería, a su juicio, la salida progresiva del confinamiento ideal: asegura que, para empezar a abrir la mano, es necesario no solo bajar el número de casos y de muertes, también la congestión de las Unidades de Cuidados Intensivos y de los hospitales en general. Hace falta, considera, "haber pasado al menos 14 días con descenso de casos (manteniendo o subiendo nivel de testeo), descenso de casos no ligados a casos conocidos, descenso de muertes y descenso de infecciones en sanitarios", así como tener la capacidad para tratar en UCIs al doble de los casos registrados en ese momento. Igual con los test. Cuando se cumplan esos requisitos, considera, podrán abrir negocios que no alberguen a más de 10 personas en su interior, y manteniendo a grupos de riesgo (y sus cuidadores) aún en casa. Posteriormente podrán abrir los lugares qu  congregan a más gente: bares, restaurantes con el aforo a su total capacidad o salas de ocio nocturno. Pero siempre con un ojo avizor por si se produce un nuevo rebrote.

En Italia, donde aún no se ha abierto la mano significativamente, ya se permite dar un paseo con los niños, para evitar los efectos del confinamiento prolongado en un sector especialmente vulnerable al encierro. El Ejecutivo de Conte, explica El Mundo, planea una apertura progresiva, donde lo primero en abrir será de lo último que cerró: determinadas fábricas y empresas del sector secundario, siempre que se tomen las pertinentes medidas de seguridad. El Gobierno piensa en mayo para permitir la apertura de bares y restaurantes, siempre manteniendo una adecuada distancia entre mesas para evitar el contagio. El ocio nocturno y las grandes aglomeraciones podrían tener que esperar más… si no se produce ningún rebrote.

En Wuhan (China), epicentro de la pandemia, se levantará el próximo 8 de abril el confinamiento obligado de todos los habitantes de la ciudad. Ya pueden acudir a restaurantes, teatros o cines, guardando la distancia de seguridad. Podrán abandonar la urbe… siempre que en sus móviles muestren un código QR de color verde, que certifica que no están contagiados ni han estado cerca de ningún contagiado. ¿Y cómo puede certificar una aplicación móvil esa información? Con el tratamiento masivo de datos personales relativos a la salud y a la movilidad, cuya implantación en España cuenta con barreras.

El uso de 'apps'

China y Corea del Sur, dos países fuertemente impactados por el coronavirus, se apoyan en la tecnología para controlar la difusión del SARS-Cov2. Utilizaron apps tanto en la fase de contención como de mitigación, y siguen utilizándolas a la hora de abandonar el confinamiento. España ya no tiene tiempo de implantarlas en ambas fases, pero sí está a tiempo de utilizar un sistema similar a la hora de abandonar el confinamiento. Sería útil para el proceso que describía uno de los expertos consultados: "Debemos poder testar rápidamente a cualquier sospechoso para aislar cualquier brote". Detectar todos los potenciales casos de un país habitado por 46 millones de personas, por muchos test que se fabriquen o se importen, no es fácil: por eso entran en juego los smartphones, al alcance de la mano de una gran mayoría de ciudadanos.

Las aplicaciones que usan en Corea del Sur o en China preguntan diariamente al usuario cómo se encuentra: si la persona reporta síntomas, aunque sean leves, pasa a contar para el sistema como "contagiado" y se le impone el confinamiento durante 15 días mínimo o hasta que los efectos de la posible infección desaparezcan. Obtiene un QR rojo y queda aislado. Además, se rastrea dónde ha estado: usando no solo su ubicación determinada por el GPS, también sus reservas de hoteles, viajes o butacas de cine. Las personas que hayan estado cerca del contagiado obtienen un QR naranja, por el cual se le restringen determinados servicios: no está demostrado que sufra el Covid-19, pero podría albergar el virus. Solo un código QR verde permite plena libertad de movimientos.

La aplicación móvil contra el coronavirus planteada hasta el momento por Sanidad y con la colaboración de las comunidades autónomas dista mucho del sistema implantado por algunos países asiáticos. Geolocaliza al usuario, sí, pero solo para ubicarlo en una CCAA concreta y ofrecerle información detallada sobre a qué servicio de salud acudir si es necesario. En paralelo, el Instituto Nacional de Estadística (INE) gestionará un proyecto para rastrear con algo más de precisión a los portadores de un teléfono inteligente, pero solo para obtener datos detallados de la movilidad de los ciudadanos durante la cuarentena. Fuentes del Gobierno citadas por El País aseguran que, por ahora, no se tiene previsto importar el modelo de una aplicación con más información y con más poderes.

Independientemente de las pretensiones del Ejecutivo, un grupo de desarrolladores ya ha terminado el diseño de una aplicación similar a las usadas en China, Corea del Sur o Singapur. Denominada Open coronavirus y con código abierto para que el Gobierno pueda introducir los ajustes necesarios para adaptarla a la legislación en materia de protección de los datos personales –según ellos mismos explican–, el programa permite no solo solicitar una prueba de diagnóstico y controlar los movimientos ciudadanos, también incluye software "de control de datos donde las autoridades de control epidemiológico y de salud podrán consultar y detectar los movimientos del SARS-CoV-2. Desde el software, podrán ver los puntos focales de infección, el cumplimiento de la cuarentena obligatoria para aquellos infectados o potencialmente infectados". Las autoridades contarían con una aplicación paralela para restringir o permitir el acceso a determinadas zonas o eventos en base a la lectura del código QR obtenido. La puesta en marcha de esta aplicación permitiría, además, recluir solo a determinadas zonas donde el contagio esté subiendo peligrosamente o donde la infección aún se mantenga generalizada. Y abrir la puerta del confinamiento solo en los lugares libres de coronavirus.

Pantallazo de la aplicación 'Open coronavirus'

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Este tipo de apps "nos proporcionaría mucha información para gestionar las medidas de distanciamiento social: si sabemos dónde está el virus, podemos centrarnos en esas zonas solamente. No es complicado: es la base de cómo los países del este asiático han sido capaces de controlar este brote sin drásticas medidas de distanciamiento social que se están convirtiendo en imprescindibles en otros países", explica el ingeniero español Tomás Pueyo en el artículo El martillo y la danza, que explica cómo solo una estrategia de supresión, y no solo de mitigación, logrará evitar muertes y un repunte periódico del virus.

Sin embargo, hay límites, dificultades y barreras para implantar un sistema así en España. os modelos surcoreano y chino podrían entrar en conflicto con la legislación española en cuanto a la privacidad si no se prevén mecanismos "de información, seguridad, transparencia y gobierno abierto", explica en The Conversation Javier Valls, profesor de Derecho Penal de la Universidad de Granada especializado en regulación ética y jurídica de la inteligencia artificial y robótica. El artículo 9.2 del Reglamento de Protección de Datos permite la utilización de información sanitaria y personal especialmente protegida "cuando el sujeto cede la información mediante su consentimiento y cuando los sistemas de prevención médica o tratamiento sanitario lo determinen". Valls pone una condición: es vital "garantizar que los datos se van a utilizar única y exclusivamente para este objetivo médico. Que solo se van a guardar durante el tiempo necesario para la controlar la pandemia. Y también que los datos que van a manejar la administración y las empresas no se emplearán para otros fines ni se venderán a terceros".

También es necesario tener en cuenta que, para que el modelo funcione a la perfección, la inmensa mayoría de ciudadanos deberían tener instalada la aplicación. Y en España, aunque en determinados círculos sociales no se perciba, hay personas sin smartphone o con una versión del sistema operativo (Android o iOS, generalmente) que puede ser incompatible con aplicaciones avanzadas, que necesitan de determinados requisitos en el software de la máquina. Y, por otro lado, numerosos expertos alertan de que la instalación de una aplicación de manera masiva, así como la obligación de reportar diariamente nuestro estado de salud, requiere una disciplina y una conciencia cívica que puede que no hayamos alcanzado en España. Aunque es una teoría que no se podrá comprobar al 100% sin, al menos, intentarlo.

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