Coronavirus

"Expectantes y deseando salir": las familias organizan el fin del encierro infantil entre la emoción y las dudas sobre su puesta en práctica

Una mujer y tres menores durante el estado de alarma.

Pablo Iglesias iniciaba este jueves su intervención ante la prensa dirigiéndose a un interlocutor poco habitual: los niños y niñas. El vicepresidente segundo y ministro de Derechos Sociales les pedía perdón por no haber sido lo suficientemente claro y por los errores cometidos: "Quiero que entendáis que cuando se tienen que tomar decisiones que son muy difíciles, a veces podemos hacer mal las cosas y por eso os estamos pidiendo perdón". Y les agradecía el esfuerzo tras más de un mes de confinamiento. Una medida que se levantará con restricciones a partir de este domingo para los menores de catorce años, que suman 6,88 millones. Los más pequeños de la casa podrán empezar a salir a la calle, una hora al día, siempre acompañados por un adulto y en un radio de un kilómetro. Podrán jugar, saltar y correr, pero las medidas de seguridad y protección se impondrán como límite lógico a la salida. El Gobierno enmendaba de esta manera su primera versión de esta desescalada, dejar salir a los niños sólo para acompañar a sus padres en las tareas cotidianas, objeto de críticas por parte de familias y expertos.

Montse Costa es pedagoga y docente en la Universitat de Barcelona (UB), experta en infancia y familia. Estima la nueva dirección como un paso necesario, aunque insuficiente. "A los niños les gusta correr y jugar, no sólo pasear", reflexiona a preguntas de infoLibre. A su juicio, las nuevas medidas siguen siendo "demasiado restrictivas" y pide más confianza en los pequeños. "Cuando a los niños se les da instrucciones, saben bien qué hacer", opina. Para la pedagoga la opción más razonable habría sido la de trazar una estrategia progresiva, en todos los sentidos: conforme avancen las semanas, incrementar el tiempo y el radio de salida. "Que se aumente esa hora y que los niños puedan ir a plazas y a jugar", siempre teniendo en cuenta las medidas de seguridad. Recuerda la experta que los niños "tienen muchísima necesidad de movimiento para su evolución, desarrollo y crecimiento", de manera que necesitan que la salida a las calles vaya más allá de un paseo. "Es su forma de vida y forma de placer", recalca.

Soledad Andrés, profesora de Psicología Evolutiva y de la Educación en la Universidad de Alcalá (UAH), echa en falta dos elementos que considera clave: un abanico más amplio de actividades en la vía pública y mayor concreción en cuanto a los entornos de vulnerabilidad. "Es obvio que para los niños su salud física y emocional es imprescindible el ejercicio", observa la docente, además de "relacionarse con otros niños sin la tutela de los adultos". Un extremo que el Gobierno de Pedro Sánchez "ha considerado que no es posible, porque hay una necesidad por encima", relacionada con la salud pública.

Andrés entiende la dificultad de tejer soluciones satisfactorias, pero considera que "una hora al día y paseando con un adulto es insuficiente para satisfacer el ejercicio físico y las relaciones con otros". La estrategia trazada "pretende cubrir lo mínimo y apenas lo cubre". Por otro lado, recuerda que la respuesta no puede ser la misma para todos los contextos familiares. "No se nos tienen que olvidar quienes viven en condiciones muy distintas dependiendo de la familia a la que pertenezcan". En ese plano encaja una realidad esencialmente material, como el tipo de vivienda que habiten los niños y otra más relacional, en cuanto a la "calidad de las relaciones en el seno de la familia". En añadido, observa, "hay un sector de niños y niñas que forman parte de hogares donde hay violencia y maltrato". Los problemas vendrán, pronostica, con "los niños en espacios físicos muy restrictivos y en entornos familiares dañinos".

En ese sentido, Carolina Perazzo apela a la paciencia. Ella es directora de Sensibilización y Políticas de Infancia de Save the Children. Al otro lado del teléfono, la experta y activista concede un margen prudencial: "No conocemos el contenido de toda la orden ministerial, ahí podremos saber mejor los detalles". Y especialmente, coincide, la manera de abordar "las vulnerabilidades concretas, que van a requerir siempre que se hile un poco más fino". Cita aquí también a los niños y niñas tutelados por las administraciones. En ese sentido serán fundamentales las cuestiones competenciales y el papel de las comunidades autónomas, recalca.

En cualquier caso, Perazzo asume la salida escalonada como una respuesta que trata de equilibrar las necesidades de la infancia desde una óptica de salud pública. "Una vez los expertos han considerado que el confinamiento se podía empezar a flexibilizar", era importante que "los niños y niñas fueran prioridad". Y a la hora de decidir, completa, "tener en cuenta sus necesidades". A su juicio, salir al espacio público y permitir los paseos se teje como una medida "coherente con la salud pública y las necesidades de los niños".

Perazzo también recuerda la importancia de explicar bien las nuevas realidades a los más pequeños de la casa. "Es importante que los adultos seamos quienes les expliquemos bien cuál es la situación, de manera adaptada a su grado de madurez", aconseja. De esta forma, "si ellos van construyendo, también se sentirán parte".

De un hijo a doce: las diferentes realidades familiares

Lo primero que han hecho Carolina de Dobrzynski y su hija de nueve años ha sido entrar en la aplicación Google Maps para ver qué había a un kilómetro de su casa. Ambas viven en Arganzuela (Madrid). El suyo es uno de los 1,8 millones de hogares monoparentales –los monomarentales suponen el 81%– que hay en el país. "La verdad es que ya estamos haciendo planes", dice Carolina en conversación con este diario. Entre las actividades que esbozan de manera acelerada, priman los planes a la luz del sol. "Vivimos en un bajo, tenemos luz pero no hay sol y la casa es muy pequeña", explica, así que salir al aire libre es un regalo. "Estamos emocionadas las dos".

Carolina recuerda el valor de transitar de nuevo la vía pública, no sólo por la salud de los niños. "Esto no es sólo por ellos, la convivencia con un solo adulto es muy difícil, no tenemos ni un respiro", reconoce y entiende la salida como "una ayuda para todos, una válvula de escape para la propia convivencia", que se ha visto resentida durante el confinamiento.

Pese a las dificultades, la madre admite que el aislamiento con su hija no ha sido especialmente duro. A sus nueve años, comprende con razonable sensatez lo extraordinario del momento. Hasta ahora, detalla, la niña "no ha querido salir, por todo lo que inevitablemente escucha y ve". Carolina se ha esforzado por evitar el goteo constante de noticias que aflora estos días, aunque este jueves ha hecho una excepción: "Le hice escuchar la rueda de prensa y a ella le ha gustado". Se refiere a la intervención de Pablo Iglesias y su discurso dirigido a los más pequeños. "Que te hablen directamente a ti y no te subestimen como niño me ha parecido impecable", elogia.

Carolina ya contaba con la posibilidad de salir a la calle con su hija: las familias monoparentales pueden llevar a sus hijos consigo para las tareas cotidianas. Pero Carolina procura no hacerlo. "La llevo a la panadería o a lugares sin mucha aglomeración". Ella teletrabaja a media jornada y la niña sigue con sus tareas académicas. Carolina suele aprovechar las clases particulares de inglés que recibe la pequeña para hacer sus recados, de manera que durante ese momento es un adulto de confianza el que vigila, aunque telemáticamente. "Yo me voy con mi teléfono y ella también tiene posibilidad de llamarme", explica. Pero lo cierto es que los temores alimentados por el estado de alarma se han ido disipando. La nueva fase que se abre "da una sensación de que el peligro ha disminuido, los niños hacen esa lectura", así que los ánimos van en aumento.

Celia Porros Prieto reconoce tener más dudas. Atiende al teléfono y las muchas voces de fondo dejan entrever un panorama más agitado. Preguntada por el número de niños con los que convive, se toma unos segundos. "Es que tengo doce, pero no están todos aquí en casa porque algunos ya viven solos y otra estudia en Madrid y no ha podido volver", justifica. Celia convive a día de hoy con nueve de sus hijos y su marido, en la ciudad de Burgos. El más pequeño, de dos años. Le siguen una de ocho, once y trece. El resto superan los quince años, así que no estarían afectados por las medidas trazadas por el Gobierno. Con los mayores no hay problema, explica Celia, pero el más pequeño sí que demuestra un grado de agobio significativo. "A veces ve que me pongo la chaqueta para salir y llora, es el que más necesidad tiene", afirma.

El principal problema con el menor de dos años es que "a un niño tan pequeño no le puedes explicar que no toque un banco", lamenta en una primera valoración de las medidas. "Y al mío no le gusta nada la silla, si le llevas en silla se enfada". Describe al pequeño como una suerte de torbellino: "Tiene una moto de pedalear y tan pronto la deja, se sube a un banco". En cuanto a las medidas de protección, Celia descarta totalmente la mascarilla. "A un niño de dos años no puedes ponérsela y la de ocho igual tampoco la aguanta mucho tiempo". El miedo a la exposición pesa sobre las familias numerosas. "Yo personalmente aún no sé lo que voy a hacer", reconoce.

Para Celia y su familia, el confinamiento no ha sido un problema. "Yo pensaba que iba a ser peor", admite. Los más mayores "están con las clases y entre ellos además se entretienen mucho". El principal obstáculo ha sido repartir los tres ordenadores con los que cuentan o intentar coordinar las conexiones a internet para evitar la saturación de la red. "A la hora de la convivencia bastante bien, aunque a veces hay que echar la llave para que el pequeño no se escape cuando salimos a tirar la basura", relata.

Quienes sí están "deseando salir" son Rosa Arcos y su hija, de ocho años. Ambas viven en un pueblo a las afueras de Santiago de Compostela, con el padre de la niña. Pablo Iglesias ha dedicado una mención especial a las familias de las zonas rurales, que podrán salir al monte y al bosque siempre respetando las medidas de seguridad. "Entendiendo la gravedad de la situación y las medidas de confinamiento, teníamos la sensación de que estaban muy pensadas para las ciudades", confiesa Rosa a este diario.

El medio rural "permite espacios a los que poder salir, tomar el aire, que no entraban en contradicción con las medidas de distanciamiento". En ese sentido, "muchos días normales en pueblos pequeños sales a la calle y no te encuentras con ningún vecino", de modo que las medidas de confinamiento eran "más difíciles de explicar a los pequeños". Ahora, celebra, están "expectantes y deseando poder salir". "Tenemos el privilegio de tener mucho más espacio para respetar esas medidas y nos va a resultar más fácil cumplir con esas directrices", afirma. Su niña, cuenta Rosa, "es muy tranquila" y ha entendido las reglas con normalidad, aunque las preguntas emergían de vez en cuando: "¿Por qué no puedo ir a dar un paseo al monte si no nos cruzamos nunca con nadie? Es difícil explicárselo".

Celebra Rosa que las medidas permitan mayor libertad para los pequeños. Aunque remarca la necesidad de mantener intacta la responsabilidad demostrada hasta el momento. "La gente está siendo muy prudente y con esta salida de los niños lo seguirá siendo. Hay una conciencia colectiva de comunidad, de cuidarnos los unos a los otros", valora.

La estela de otros países

Los niños podrán bajar a las zonas comunes vecinales sin agruparse y acompañados siempre por un adulto

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Mientras el Gobierno de España trabajaba por una respuesta coordinada, otros países iban diseñando sus propias estrategias respecto a los niños. En Francia los más pequeños tienen permitido salir una hora al día, siempre con una declaración jurada firmada por sus progenitores. También en un radio de un kilómetro alrededor de sus domicilios. El próximo 11 de mayo se prevé el fin del confinamiento y con él la reapertura de los centros escolares.

Sin justificante pero cuidando las medidas de seguridad, los niños alemanes han conservado la libertad de salir a las calles a pesar del confinamiento. El Gobierno de Italia, por el contrario, ha sido más duro respecto al aislamiento de los menores, que únicamente pueden pisar las calles acompañados por un adulto para realizar tareas imprescindibles debidamente justificadas. En Portugal los niños no tienen la obligación de permanecer siempre en sus hogares, aunque sí es recomendable que lo hagan lo máximo posible. Las autoridades permiten "dar pequeños paseos" próximos al domicilio, manteniendo la distancia prudencial con los vecinos.

En Reino Unido los menores, del mismo modo que los adultos, pueden salir a la vía pública con cierta normalidad para realizar tareas cotidianas e incluso ejercicio físico, de nuevo con las medidas de protección y seguridad, esencialmente el distanciamiento físico, como base.

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