Una crisis global

La pandemia obliga a Hortensia a seguir esperando para recuperar los restos de su tío Vicente

Documento con los datos de Vicente Lorente.

La historia de Hortensia es sólo una más de todas las que en pleno siglo XXI todavía se encuentran esparcidas por las miles de fosas comunes que se reparten a lo largo y ancho de la geografía española. Desde hace más de una década, esta arriacense de 68 años busca desesperadamente los restos de su tío, fusilado al alba como tantos otros, para darles digna sepultura. A diferencia de otras muchas familias, tiene la suerte de conocer exactamente dónde fueron arrojados. El nombre de Vicente, asesinado con solo 28 años, figura en el libro de enterramientos de la parte civil del cementerio de Guadalajara. En concreto, en la fosa número 2. Sin embargo, los trabajos que se llevaron a cabo sobre aquel enterramiento fracasaron. Ninguno de los restos extraídos arrojaba coincidencias de ADN. Ahora, cuatro años después, todas las esperanzas de Hortensia están puestas sobre el siguiente enterramiento. La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) lo tenía todo listo para mayo. Sin embargo, la crisis del coronavirus ha alterado por completo el calendario. Como casi todo.

Tomás Vicente Lorente nació el 22 de julio de 1912 en Auñón (Guadalajara). Con apenas veinte años, este jornalero de profesión fue uno de los fundadores de la Casa del Pueblo de la localidad y de la Federación de Trabajadores de la Tierra de Sacedón, perteneciente a la UGT. En 1935, se convirtió en el presidente de la Juventud Socialista Unificada, dentro de la cual se encargó de organizar las milicias. Un año después, en pleno golpe de Estado, decidió incorporarse como voluntario en el Ejército republicano. Entró como soldado de infantería y terminó alcanzando el grado de Teniente de Ingenieros. Según su propia declaración, de la que la ARMH se hace eco, como miembro del Batallón “Frente Rojo”, durante la Guerra Civil operó en los sectores del Centro, Extremadura, Sur y Levante. Pocos días antes de que se declarara oficialmente el fin de la contienda, fue detenido y enviado al campo de concentración de prisioneros de Alcalá de Henares y, de allí, a la prisión de Sacedón. Condenado en consejo de guerra por un delito de rebelión militar, el joven Lorente fue ejecutado el 24 de febrero del año 1940.

Más de ocho décadas después, Hortensia tiene grabada a fuego la historia de su tío. Ni un solo detalle se le pasa por alto. El exhaustivo “archivo” que tiene en su cabeza se lo debe, principalmente, a su abuela. “Recuerdo que cuando tenía 10 años, se sentaba en un taburete a los pies de la cama donde dormíamos, abría el arcón y sacaba todas las gorras, las insignias, las bandas y nos iba contando la historia. No sabía leer, pero recordaba de memoria todo el contenido de las cartas. No tenía otro consuelo la pobre”, explica en conversación con infoLibre al otro lado del teléfono. Los recuerdos acumulados en aquel baúl no eran solo los de Vicente, cuya fotografía cuelga hoy en la habitación de su sobrina. La Guerra Civil también le arrebató a su abuelo y a otro de sus tíos. “Este último murió en el frente”, explica. Sin embargo, la mayor de las esperanzas la tiene puestas ahora mismo en encontrar los restos de Vicente, al que define como un “gran orador”, justo en el mismo emplazamiento en el que fueron sepultados los de Timoteo Mendieta, asesinado en noviembre de 1939 por su condición de sindicalista.

“Intercambio de cuerpos entre las primeras fosas”

La búsqueda arrancó hace más de una década. Tras la aprobación de la Ley de Memoria Histórica durante la primera legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero, se puso en contacto con la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica. Su abuela sabía que su hijo había sido fusilado en el cementerio de Guadalajara. Y los trabajos de investigación situaron a Vicente en la fosa número 2 de la hilera de 17 que se encuentra en la parte civil del cementerio de Guadalajara, en la que se calcula que hay más de tres centenares de víctimas. Sin embargo, los trabajos de exhumación y las pruebas de ADN dieron negativo. Ninguno de los restos recuperados eran los de su tío. “Hubo un momento en el que se ejecutaron a tantas personas que los cuerpos se fueron acumulando sin nombre en la morgue. Y esto provocó un intercambio de cuerpos entre las primeras fosas”, cuenta Marco González, coordinador de exhumaciones de la ARMH. “Cuando comenzaron los trabajos allí estaba yo. Recuerdo que hacía un frío terrible. Un día tras otro. Pero finalmente nada. Fue un palo, la verdad”, rememora la sobrina.

Con las fosas número 1 y 2 abiertas, Hortensia tiene ahora todas sus ilusiones puestas en la tercera, donde se calcula que puede haber sepultadas una veintena de personas. Este iba a ser el mayor enterramiento sobre el que tenía previsto trabajar la asociación a lo largo del año. Lo tenían todo perfectamente planificado para empezar con las labores en cuanto comenzase el mes de mayo. El proyecto de intervención estaba listo. El equipo y el antropólogo forense preparados. El Ayuntamiento de Guadalajara ya había dado la luz verde. Pero la crisis sanitaria lo ha tirado todo por tierra. Y la exhumación se retrasará, al menos, hasta después del verano. De poco sirve que el Gobierno comience a levantar las restricciones impuestas en la última quincena de mayo. El decreto de sanidad mortuoria castellanomanchego, que data de 1999, establece en su artículo 78.2 que los restos cadavéricos “no se podrán exhumar durante los meses de junio a septiembre, ambos inclusive”.

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Atraso hasta octubre

Esto obliga a retrasar las labores hasta, por lo menos, octubre. Y meterse en otoño puede complicar mucho una intervención que ya de por sí es compleja. El proyecto que tenían elaborado contemplaba la retirada de una capa de tierra de 2,35 metros de profundidad de los enterramientos ya excavados para, a continuación, llevar a cabo las tareas de entibación supervisadas por dos mineros experimentados que forman parte del equipo. “Con la experiencia obtenida tras la exhumación de las fosas 1 y 2, podemos certificar que la fosa 3 será probablemente de idénticas características a las ya exhumadas, correspondiéndose a una sepultura con cerca de 4 metros de profundidad, donde los primeros restos comiencen a aparecer a una profundidad 1,36 metros aproximadamente –según intervenciones anteriores–. En este caso, además, es importante remarcar que nos encontraremos ante un enterramiento localizado entre dos fosas comunes, la número 2 que ya fue exhumada, y otra que sería la fosa número 4”, explican.

“Si nos vamos a octubre, habrá que esperar que no llueva y que no nos veamos obligados a cambiar el plan”, explica Marco, que detalla que los trabajos sobre restos en condiciones tan adversas son “muy incómodos”. A pesar de ello, Hortensia no pierde la esperanza. Sea en mayo o en octubre, estará “al pie del cañón”. Aunque sus achaques de salud o los de su marido puedan comprometer este año más su participación, se muestra dispuesta a seguir echando una mano, ya sea cribando tierra o llevando rosquillas a un equipo de trabajadores con los que tiene “muy buen trato”. En ellos deposita todas sus ilusiones, al igual que los familiares de otros muchos españoles con nombres y apellidos cuyos restos se espera rescatar en esta tercera fosa del cementerio de Guadalajara. Como los de Jesús Barriopedro, albañil afiliado a la UGT y al PCE que fue fusilado al alba del 24 de febrero de 1940, el mismo día que Vicente Lorente en la zona conocida como La Rambla. Tenía sólo 23 años.

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