Crisis del coronavirus

Los acuerdos con Cs y PNV arrinconan al PP y enturbian la unidad del bloque que apoyó la investidura de Sánchez

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, este miércoles en la tribuna del Congreso.

Acostumbrado a habitar en el alambre, Pedro Sánchez vivió este miércoles con naturalidad el debate en el Congreso que le permitirá prolongar durante quince días más, hasta el 24 de mayo, las medidas de confinamiento y el mando único de lucha contra la pandemia con las que se propone seguir avanzando en la desescalada de las medidas extraordinarias adoptadas para reducir los contagios.

La única novedad en la nueva prórroga es muy relevante porque afecta al modelo con el que se toman las decisiones: el Gobierno se ha obligado a decidir con mucho cuidado qué territorios y cuándo progresan de la Fase 0 a la Fase I del desconfinamiento de común acuerdo con los gobiernos de las Comunidades Autónomas.

La forma en que estaba tomando hasta ahora estas decisiones, sin atender las peculiaridades y las criterios de cada comunidad, está en origen de la retirada de apoyo de Esquerra Republicana, que este miércoles votó en contra de la prórroga, y de las quejas de otras fuerzas nacionalistas e independentistas, como Junts, Bildu y el BNG, así como del malestar de varios presidentes autonómicos, algunos de ellos del PP.

Pero más allá de esa modificación normativa, que en la práctica depende de la habilidad del Gobierno para gestionar la crisis sanitaria, la noticia de este miércoles en el hemiciclo fue el aparente cambio operado en el centro de gravedad de la mayoría que respalda a la coalición de Pedro Sánchez.

Cambio aparente porque en realidad fue provocado no por un giro estratégico del Ejecutivo sino que es consecuencia de la reubicación en el tablero político de dos actores fundamentales de la legislatura, el PP y Esquerra, que este miércoles decidieron cambiar la posición que habían estado manteniendo en relación a la estrategia para acabar con el covid-19: el PP pasó del voto favorable a la abstención y Esquerra cambió la abstención por el voto en contra.

El nuevo emplazamiento de conservadores y republicanos dio a Ciudadanos y PNV la oportunidad de hacer valer sus posiciones sin cambiar de sentido de voto pero negociando y cerrando acuerdos políticos con el Gobierno de consecuencias muy distintas.

De los dos, el acuerdo impulsado por Inés Arrimadas, que este miércoles hizo una excepción a su confinamiento —está en avanzado estado de gestación— para acudir presencialmente al Congreso y realzar con su presencia el papel de su partido, es el que menos dificultades implica para el Gobierno. Apenas les obliga a otra cosa que hablar semanalmente con Cs sobre el plan de desescalada “y en su caso consensuar” nuevas medidas. Porque, más allá de eso, se limita a hacer dos declaraciones que ya forman parte de la hoja de ruta de Moncloa: prolongar el estado de alarma “sólo por el tiempo estrictamente necesario”, lo que en palabras del Gobierno es hasta finales de junio, cuando considera que ya se podrá viajar entre provincias, y la adaptación de los ERTE y las ayudas a pymes y autónomos para que puedan mantenerse cuando ya no exista estado de alarma.

La supuesta apertura del Gobierno por la derecha que implica un acuerdo con Cs, aunque sea sobre bases tan limitadas, despertó, no obstante, la suspicacia de los socios tradicionales del Ejecutivo, formaciones de izquierdas o nacionalistas tradicionalmente en las antípodas de la formación naranja, un partido marcadamente liberal en lo económico y radicalmente centralista en lo territorial.

Así lo hicieron saber en sus respectivas intervenciones EH Bildu, Junts per Catalunya, el BNG y especialmente Esquerra. Su portavoz, Gabriel Rufián, apeló repetidamente a Unidas Podemos a preocuparse por ese acuerdo y afeó a Sánchez no haber negociado con ellos y haber preferido pactar con Cs. “Mienten cuando dicen que es esto o el caos. La dicotomía entre obediencia ciega o deslealtad es perversamente falsa; aquí la única dicotomía que ha habido es la de negociar un estado de alarma con el PP o Ciudadanos o con nosotros y han elegido lo primero”, lamentó.

No obstante, la frialdad con la que Pedro Sánchez e Inés Arrimadas se refirieron al acuerdo entre el Gobierno y la formación naranja confirmó que la colaboración entre ellos tiene, al menos en apariencia, poco recorrido más allá de la coincidencia de intereses a la hora de poner en evidencia la incapacidad del Partido Popular para pactar, un objetivo en el que ambos coinciden.

Los límites del acuerdo

Arrimadas no desaprovechó su vuelta al Congreso para dejar constancia de la durísima opinión que le merece la gestión de la crisis. Y aunque trató de poner en valor la voluntad de pacto de su partido, dedicó especial esfuerzo a dejar claro lo limitado del apoyo de Ciudadanos, que sólo respalda la prórroga del estado de alarma, subrayó. Nada más. “Después de esta votación este Gobierno seguirá teniendo 155 escaños, ni uno más. No hay ni un solo español que no sepa lo que pienso de este Gobierno, de Sánchez y de Iglesias”. “Algunos piensan que esta votación sirve para tumbar al Gobierno, pero no. Sirve para tumbar el estado de alarma”. “Los españoles no ven humildad, rectificación ni mano tendida”, reprochó.

La verdad es que tampoco Sánchez abundó en el entusiasmo y se limitó a agradecer el apoyo de Cs, aunque casi más para subrayar la actitud del PP en contra de la prórroga. “Ha demostrado con 10 escaños que se puede ser más relevante que con 88 cuando se tiene voluntad de ser útil”, señaló.

Su apelación a explorar otras vías de acuerdo —“tenemos cuatro años por delante para reconstruir social y económicamente del país y espero que podamos contar con su aporte”, indicó Sánchez— no halló eco en la líder naranja. “Usted pide unidad”, le dijo Arrimadas en la réplica, “pero para pedir unidad hay que ser creíble”. Algo que no vio en las críticas que la portavoz del PSOE, Adriana Lastra, dedicó a Pablo Casado. “Hoy a nosotros no nos ha tocado, porque hoy votamos una cosa que a ustedes les gusta, pero ya nos tocará en el siguiente pleno o en el otro cuando votemos algo que no le guste al Gobierno. Va a tener que esforzarse mucho para ser creíble”, reiteró.

Por si había alguna duda sobre lo que cabe esperar del acuerdo entre los dos partidos, Lastra, aclaró después que la opinión de los socialistas sobre Ciudadanos no ha cambiado —lo consideran un partido “irrelevante”— y sigue siendo la misma que ella misma expresó en enero durante la investidura. En aquella sesión, la portavoz socialista lamentó la posición política de la formación naranja, que ya entonces tenía a Arrimadas como líder. “Creo que todos esperábamos algo más de quienes se autodefinen como constitucionalistas pero rehúyen la labor constitucional de dar a este país el único Gobierno posible y se dedican exclusivamente a boicotear de cualquiera manera posible la formación del Gobierno democrático. Hemos visto a la derecha hacer cosas desesperadas, pero nada semejante al ridículo que ha hecho usted alentando tamayazos. En política hay algo peor que estar en la oposición y es estar en la irrelevancia”, declaró en aquella ocasión desde la tribuna.

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Al final, la estrategia de desescalada del Gobierno, basada en un gradual desconfinamiento y en conservar la última palabra sobre las medidas a tomar, salió adelante con 178 votos a favor (dos más que la mayoría absoluta de la Cámara), 75 votos en contra y 97 abstenciones. A favor de la prórroga votó la parte más sólida del bloque de la investidura, formado por PSOE (120), Unidas Podemos (35), Más País (2), Compromís (1), Nueva Canarias (1) y Teruel Existe (1), además de Ciudadanos (10 escaños), el PNV (6) y Coalición Canaria (1).

La estrategia del PSOE a la hora de construir mayorías en el Congreso sigue abierta. El Gobierno va a necesitar prorrogar varias veces el estado de alarma si quiere llegar a finales de junio con capacidad de mantener el confinamiento, aunque sea en menor grado que ahora. Y si el PP cumple lo que Casado sugirió este miércoles y une su voto al ’no’ en el que ya están Vox, Junts y la CUP, el Ejecutivo tendrá que encontrar la manera de conservar el apoyo de Ciudadanos o, en su defecto, de recuperar al menos la abstención de Esquerra.

Lo que ocurra dependerá en gran medida de cómo sea capaz del Gobierno de tomar medidas de desescalada de común acuerdo con los gobiernos autonómcios, especialmente los del País Vasco y de Cataluña. La declaración de las provincias o las áreas que pasen a Fase I será, en los próximos días, el mejor termómetro para conocer si el Ejecutivo estará en situación de recuperar la confianza de las formaciones que le dieron a Sánchez la investidura.

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