Historia

Por qué los historiadores creen "absurdo" derribar estatuas de Colón (en EEUU y en España)

Estatua del explorador Cristóbal Colón en Miami.

El asesinato de los afroamericanos George Floyd y Rayshard Brooks a manos de la policía ha metido de lleno a Estados Unidos en una profunda reflexión sobre el racismo sistémico que ha marcado buena parte de la historia del país desde sus inicios. Un debate que poco a poco se ha ido expandiendo por otros países europeos –Reino Unido, Francia o España, entre otros– y que ha terminado derivando en una suerte de revisión histórica a cinco siglos vista. En los últimos días, varias estatuas de Cristóbal Colón fueron derrumbadas en suelo estadounidense como símbolo del racismo, el esclavismo y el colonialismo en el continente. Una vuelta al siglo XVI desde la actualidad que, para los historiadores consultados por infoLibre, no tiene “ningún sentido”. “No se puede analizar con ojos del presente actuaciones de hace varios siglos”, explican. Es más, algunos creen incluso que podría ser hasta contraproducente. Principalmente, dicen, porque puede hacer que se pierda el foco. “Se está eximiendo de responsabilidad a quienes a día de hoy no hacen nada para acabar con el problema”, completan.

La primera escultura en caer fue la de Richmond –antigua capital del Sur esclavista–, que acabó en un estanque pocas horas después de que la del traficante de esclavos británico Edward Colston fuese arrojada al puerto de Bristol por los manifestantes. Le siguieron la de Saint Paul, Miami, Boston y Candem, estas dos últimas decapitadas. Una oleada de ataques que terminó obligando a la Policía de Nueva York a desplegar un cordón de seguridad alrededor de la estatua del descubridor italiano que también se levanta en Manhattan. Carlos Martínez Shaw, catedrático emérito de Historia Moderna en la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED) y miembro de la Real Academia de la Historia, no concibe analizar con lentes del siglo XXI acontecimientos de hace quinientos años. “Retirar las imágenes de Cristóbal Colón no tiene ningún sentido. Es un anacronismo. Ponerse ahora en una lucha para quitar todas estas estatuas me parece una reyerta absurda”, asevera el historiador al otro lado del teléfono.

Una opinión similar comparte en conversación con este diario Joan del Alcàzar, catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de València y especialista en Historia Contemporánea de América Latina. Al fin y al cabo, la concepción del mundo a día de hoy no es la misma que hace cinco siglos. Ni los derechos humanos. Las sociedades, en definitiva, avanzan. Por eso, considera un error que se relacione de forma directa el desembarco de Colón en América con los gravísimos problemas raciales que existen actualmente en todo el continente. Desde el norte hasta el sur. “Me parece tapar el Sol con un dedo, desviar el tiro. Con este tipo de actuaciones, lo que se está haciendo es situar el origen del problema en varios siglos atrás, eximiendo así de responsabilidad a todos aquellos a los que en la actualidad se les debería adjudicar. A día de hoy, el problema está en que los sistemas democráticos no tienen la suficiente fuerza, capacidad o voluntad de reducir las distancias internas”, asevera el historiador. Y eso, dice, no es culpa del genovés al servicio de la Corona de Castilla.

Otra cosa bien distinta a ojos de los expertos sería si este mismo debate girara alrededor de símbolos que representen a dictaduras contemporáneas, ya sea el franquismo en España o el nazismo en suelo alemán. Ahí, la diferencia es importante. Y la línea que separa uno y otro caso es bastante gruesa y está muy bien definida. “Cuando se dieron esas aberraciones, cuando se decretaron esas matanzas indiscriminadas, los valores humanos y de defensa de la persona ya estaban muy acrisolados”, sostiene Martínez Shaw. Del Alcàzar, por su parte, añade que “la vigencia” de la figura de Franco con respecto a la España actual “no tiene punto de comparación” con la de Colón “para las generaciones presentes”. De hecho, sólo hay que recordar la resistencia e indignación que todavía generó, cuatro décadas después de su muerte, la decisión del Gobierno de sacar sus restos del Valle de los Caídos para trasladarlos al cementerio de Mingorrubio. “Todavía es algo que contúa dividiendo a la sociedad”, insiste el historiador.

Un personaje con sus claroscuros

El debate alrededor del descubrimiento y conquista de América rebrota cada cierto tiempo. La última vez que lo hizo con fuerza fue hace poco más de un año, cuando el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, visitó la ciudad maya de Comalcalco y solicitó por carta al rey Felipe VI y al papa Francisco que pidieran perdón “a los pueblos originarios” por las “violaciones” cometidas: “Hubo matanzas, imposiciones... La llamada conquista se hizo con la espada y con la cruz. Se edificaron las iglesias arriba de los templos. Se excomulgó a nuestros héroes patrios”. Los historiadores no creen que tenga sentido pedir perdón ahora. Pero eso no quita, explica Del Alcàzar, que no se pueda “analizar” lo que realmente significó la llegada de Colón a América y la posterior conquista del continente. Con sus luces y sus sombras. “No podemos ufanarnos, por supuesto, del trato que se diera a los indígenas, aunque fuera una guerra y otra época. Por tanto, lo que hay que hacer es contar la historia como fue. Ni hay que negar lo malo, ni tampoco tenemos que olvidarnos de lo bueno”, sostiene Martínez Shaw.

No obstante, el miembro de la Real Academia de la Historia rechaza que lo que se produjo en suelo americano fuera un genocidio. “No hubo una clara conciencia de masacrar culturas ni un deseo de eliminar razas. Se necesitaba mano de obra. Prácticamente, todos los pueblos sobrevivieron a la conquista e, incluso, consiguieron mantener parte de su lengua”, sostiene el historiador. Esta semana, con motivo de los ataques a las estatuas del explorador, el instituto de investigación The Hispanic Council hizo público un artículo en el que también se rechazaba esta cuestión. “A diferencia de otras potencias cuyas políticas se basaban en la aniquilación de los habitantes de los territorios conquistados, la mezcla cultural entre españoles y nativos es una clara evidencia de cómo España afrontó su presencia en América, dentro de sus luces y sus sombras”, recogía el instituto, que deslizaba que el descenso de la población nativa se había debido “fundamentalmente a la transmisión de enfermedades”. Aunque, por supuesto, no ocultaba que durante aquellos años se hubieran producido “episodios de violencia condenable”.

El instituto no niega que Colón viera con buenos ojos la esclavitud. “Estando en su segundo viaje, envía barcos con cargamento de seres humanos para su venta”, recoge la doctora en Historia de América María Saavedra Inaraja. Al fin y al cabo, recuerda, esta triste realidad estaba normalizada por aquel entonces. Martínez Shaw, sin embargo, rechaza el término esclavista. “Sometió a servidumbre porque su empresa tenía que dar resultados económicos para los reyes”, dice. Y, en este sentido, señala que desde España se prohibió desde el primer momento “la esclavitud de los indígenas”. Así, recuerda que fueron impulsándose varias disposiciones en esta línea tras la llegada de Colón al continente y, como culminación legislativa, pone sobre la mesa las Leyes de Burgos de 1512. En ellas se establecía que el rey de España tenía títulos de dominio sobre el continente americano pero el indio tenía naturaleza jurídica de hombre libre, con los derechos de propiedad y no podía ser explotado. Eso sí, como súbdito debía trabajar para la Corona española.

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Dejar claros los valores que hoy no se toleran 

El debate sobre el futuro de las estatuas de Colón ha aterrizado en las últimas horas en nuestro país. El pasado sábado, la presidenta de Catalunya en Comú Podem en el Parlament, Jessica Albiach, señaló que no veía mal desmontar la estatua del explorador en Barcelona. “Sería una buena medida”, dijo la dirigente política durante una entrevista, en la que señaló que “es un error” pensar que el “racismo y la xenofobia es un problema solo de Estados Unidos”. Pocas horas después, alrededor de dos centenares de personas pedían en la Ciudad Condal la retirada de la escultura, que recuerda en el puerto el regreso del explorador tras su primer viaje a América. Una opción que también puso sobre la mesa la coordinadora de Podemos Andalucía. En declaraciones a La Sexta, apuntó que no le parecía normal que a día de hoy se continúe homenajeando “a esclavistas españoles y andaluces”. “Nos parece que es una buena idea, por qué no, dejar de hacerlo por respeto a personas de otras razas que han sido víctimas de esto en otras épocas”, completó Rodríguez.

La alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, aseguró este lunes que no contempla la opción de retirar la estatua, pues “es un icono de la ciudad, para bien o para mal”. Eso sí, está estudiando la posibilidad de poner una “explicación crítica” en el monumento. Del Alcàzar no ve mal la idea de resignificarlo. “Se puede dejar negro sobre blanco quién fue, cuál fue su época, cómo se comportó y dejar claro que la opresión o el esclavismo son valores que hoy en día la sociedad no tolera”, apunta el historiador. Martínez Shaw, por su parte, cree que esto no es necesario. Que la mayoría de las personas saben quién fue Colón y por qué esas estatuas están ahí. “Muchas de ellas ya están significadas. ‘Cristóbal Colón, descubridor de América’. No hace falta decir nada más porque ese es el valor histórico, no hace falta ponerle una retahíla histórica de lo que hizo y dejó de hacer”. Mientras tanto, el debate continúa abierto.

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