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Elecciones autonómicas

Sánchez entra en campaña sin esperanzas de recuperar la Xunta y aspira a mantenerse en Euskadi

Pedro Sánchez junto a Gonzalo Caballero e Idoia Mendia en sendos actos electorales celebrados durante la fallida campaña en Galicia y Euskadi para el 5 de abril.

Entre las muchas cosas que la pandemia del coronavirus ha cambiado están las expectativas del Gobierno y en particular las del PSOE en la arena de las elecciones gallegas y vascas. Antes de la enfermedad, el presidente Pedro Sánchez se disponía a impulsar, por improbable que fuera, el asalto a la Xunta de Galicia y a ganar peso en la coalición con el PNV que gobierna el País Vasco. Ahora, aunque oficialmente las expectativas siguen siendo las mismas, las sensaciones con las que los socialistas afrontar la doble campaña son, según las fuentes del partido consultadas por infoLibre, sustancialmente distintas. Igual que el escenario político, marcado por la nueva normalidad, en el que los actuales presidentes, Alberto Núñez Feijóo (PP) e Iñigo Urkullu (PNV), cotizan al alza.

El presidente Sánchez estará el domingo en San Sebastián pero se estrenará este sábado en campaña con un mitin en Ourense. En Galicia nadie que no sea el candidato del PSdeG-PSOE, Gonzalo Caballero, cree que haya opciones reales de poner fin a once años de mayorías absolutas del PP. A menos que una corriente de cambio de fondo que ninguna encuesta de intención de voto ha sido capaz de detectar provoque un vuelco inesperado.

A esa posibilidad se aferra el propio Caballero, convencido de que la mayoría progresista que protagonizó las elecciones de 2019 en Galicia se puede repetir en las autonómicas. O sus socios potenciales del BNG, deseosos de que el deseo de cambio que reflejan las encuestas sea suficiente para poner fin al dominio de Alberto Núñez Feijóo.

Lo cierto es que las encuestas, también las del CIS, dicen otra cosa. El PSdeG-PSOE, que en 2019, cuando lo que estaba en juego era el Gobierno de España, fue capaz de ganar por primera vez al PP en las elecciones generales, no parece que vaya a acercarse siquiera a aquel resultado. En parte, según la mayoría de las personas consultadas por infoLibre, por culpa de su dificultad casi histórica de construir un discurso propio en el marco política gallega, en la que el nacionalismo nunca ha sido hegemónico pero donde el recurso emocional a la identidad propia explica en parte tanto los buenos resultados del PP como las dificultades de Ciudadanos y Vox para asentarse sobre el terreno. De ahí que los sondeos muestren que un enorme porcentaje de quienes votaron en Galicia al PSOE hace apenas medio año lo harán ahora al PP y casi otro tanto no sabe siquiera qué votará.

Caballero, profesor de Economía de la Universidad de Vigo, fue adoptado por el sanchismo después de que derrotara al candidato apadrinado por el líder del PSOE en las primarias que los socialistas gallegos celebraron en 2017. Tiene el respaldo formal de Ferraz, pero está lejos de generar entusiasmo en sus propias filas. Las encuestas dicen que, en el mejor de los casos, pasará de sus 14 diputados actuales a 18. Y en el peor se quedará en 16.

Así que en privado en Ferraz ya dan por bueno si consiguen recuperar el liderazgo de la oposición, perdido hace cuatro años en plena efervescencia de la izquierda alternativa. Y no falta quien se frota la manos pensando que una victoria de Feijóo, de nuevo por mayoría absoluta, pondrá las cosas más difíciles a Pablo Casado y a los halcones de su partido en su estrategia de acoso y derribo contra el Gobierno de Pedro Sánchez. Y ya se consuelan con eso.

El escenario vasco

Mientras, en Euskadi también parece que los socialistas van a mejorar posiciones. Modestamente, pero sí lo suficiente como para salvar los muebles del PSOE en la primera prueba de fuego en las urnas tras la emergencia sanitaria. Las encuestas anticipan un gran resultado del PNV pero lejos de la posibilidad de independizarse de la coalición con los socialistas. El avance de ambas formaciones tendrá dos consecuencias inmediatas. La primera es que no dependerán de terceros para sacar adelante los Presupuestos y tomar decisiones, como ocurría hasta ahora. La segunda es que seguirán dependiendo mutuamente en el Parlamento de Vitoria y en el Congreso de los Diputados. Los seis diputados que los nacionalistas vascos tienen en la Cámara Baja no son suficientes para garantizar la estabilidad del Gobierno de coalición de Pedro Sánchez pero sí para seguir jugando un papel clave de esa mayoría sobre la que el presidente desea asentar la legislatura.

Aparentemente, el PSE está en situación de pasar de 9 a 13 escaños, lo que volvería a situar a los socialistas vascos por encima de Elkarrekin Podemos, pero aún lejos de los 18 diputados de 2004 y, sobre todo, de los 25 de 2009.

En todo caso, en el País Vasco el consenso más extendido es que PNV y PSE volverán a ponerse de acuerdo para gobernar, un escenario en el que ambas formaciones se han sentido cómodas durante la legislatura que termina y que encaja como un guante con las necesidades del Gobierno. Aunque las cuentan den, sobre el papel, ni el PNV está por frente nacionalista con EH Bildu que reproduzca el modelo de confrontación soberanista de Cataluña —del que los nacionalistas vascos siempre se han desmarcado— ni los socialistas apuestan por una coalición de izquierdas con la formación abertzale y Elkarrekin Podemos-IU, la marca vasca de la coalición de Pablo Iglesias. La moderación con la que EH Bildu se está manejando en el Congreso, con posiciones a menudo más flexibles que las de Esquerra y una estrategia política que enfatiza su perfil de izquierdas sobre las posiciones soberanistas, ha allanado mucho las relaciones con el PSOE, pero el día en que ambas formaciones se acerquen lo suficiente como para gobernar juntas en Euskadi todavía no está en el horizonte.

El relato del avance relativo al que se aferran los socialistas para curarse en salud no parece estar, sin embargo, al alcance de su socio de Gobierno. Unidas Podemos afronta las dos convocatoria en modo contención de daños: el objetivo es neutralizar el retroceso en votos y en escaños que anuncian las encuestas.

Unidas Podemos se presenta en la comunidad gallega como Galicia en Común, una coalición integrada por Podemos, Esquerda Unida, la formación nacionalista Anova y los restos de las mareas municipalistas, derrotadas en las elecciones del año pasado. Un espacio político al que la última encuesta del CIS pronostica un fuerte castigo: obtendría entre cuatro y seis escaños (tenía 14) y pasaría de casi el 20% de los votos a poco más del 7% con el BNG como principal beneficiario. El candidato es el líder de Podemos en Galicia, Antón Gómez-Reino.

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En el caso del País Vasco las perspectivas son mejores, siempre según el CIS. Contradiciendo encuestas anteriores, la demoscopia oficial atribuye a la fórmula Elkarrekin Podemos-IU la posibilidad de repetir los escaños de hace cuatro años (11), lo que no impedirá que se vean superados por el PSE. La candidata es Miren Gorrotxategi, elegida en primarias con el respaldo de Pablo Iglesias, igual que su homólogo gallego.

Todavía no se conoce el calendario de Iglesias ni su participación en la campaña. Fuentes de la formación morada señalaron a infoLibre que como mínimo acudirá a un gran mitin en Galicia —muy probablemente en compañía de la ministra Yolanda Díaz— y a otro en Euskadi. 

Unidas Podemos y el PSOE no tendrán problemas de coordinación durante la campaña gallega porque las dos formaciones persiguen el mismo objetivo: poner fin al Gobierno de Feijóo. El escenario del País Vasco, en cambio, es muy distinto. Los de Iglesias defenderán un gobierno de la izquierda, con participación de PSOE, EH Bildu y Elkarrekin, mientras los socialistas ponen en valor los años de gobierno con el PNV.

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