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Crisis del coronavirus

Reino Unido y Francia vs Google y Apple: los desacuerdos sobre la 'app' de rastreo complican la apertura de fronteras

Aplicación de detección de casos desarrollada en Suiza.

El debate sobre cómo la tecnología puede ayudar en la lucha contra el coronavirus ha terminado. Al menos, en los puntos esenciales. Ingenieros, informáticos y Gobiernos de medio mundo llevan meses discutiendo y trabajando sobre cómo nuestros smartphones pueden ayudar al llamado rastreo o detección de casos. La desescalada necesita que el sistema sanitario identifique claramente a los nuevos enfermos, y eso no solo se consigue mediante más test: también es necesario saber quiénes han estado en contacto con los enfermos y aislarles, y así cortar la transmisión del agente patógeno. Los llamados rastreadores de cada comunidad autónoma ya intentan hacer esta labor a mano, preguntando a cada sintomático con quién ha estado en los últimos días. Pero hay ámbitos donde no llegan: ¿cómo vas a saber quién es la persona que se sentó a tu lado durante media hora en el trayecto de metro? Hay programas ya en desarrollo que permiten avisar si has estado cerca de un posible caso.

Durante meses se ha mantenido un debate en la mayoría de países europeos sobre qué tipo de aplicación es la más adecuada para la detección. La mecánica básica de funcionamiento es la misma: utilizan la tecnología bluetooth para identificar cuándo dos móviles han estado cerca durante determinado tiempo, por lo que si uno de los portadores declara tener síntomas, la aplicación avisa a la otra persona. Todo el sistema es anonimizado mediante códigos. Pero varios Gobiernos como el de Alemania o el de Italia apostaron en un primer momento por un modelo denominado centralizado, donde la información viaja a servidores centrales y es susceptible de ser consultada por un ente externo a los propios usuarios (por ejemplo, una administración). Otros defendieron un modelo descentralizado, donde la información solo viaja de un smartphone a otro, dificultando las injerencias. smartphonePero la balanza se ha inclinado hacia el segundo, por la influencia y poder de dos pesos pesados: Google y Apple.

Que la Unión Europea no utilice el mismo modelo es un problema, adelantábamos en infoLibre en las semanas en las que el debate estaba aún candente. Si se abren las puertas en julio al turismo exterior y los europeos con otros sistemas instalados en sus smartphones acuden a España de visita, será difícil cortar las cadenas de transmisión del virus, ya que las aplicaciones no serían compatibles. La ausencia de un consenso puede poner en peligro la desescalada. Y actualmente, Francia y Reino Unido avanzan en un software distinto al que han aceptado el resto de países, que han elegido el más descentralizado y con la firma de Google y Applesoftware. Incluidos Alemania e Italia, que cambiaron de bando, e incluido España. No se descarta, en todo caso, que franceses y británicos acaben cediendo y adaptándose a las exigencias de las dos grandes empresas tecnológicas.

Los disidentes a Google y a Apple ya están trabajando en el desarrollo de sus programas, a pesar de que no serán compatibles con el resto. Francia comenzó a primeros de mes con las pruebas de su aplicación, denominada STOP Covid. En Reino Unido, el software está siendo testeado en la isla de Wight. "Si no están diseñadas desde el momento 0 para que lo sean, es difícil esperar que sean interoperables a posteriori, podría ser más complicado", explica Manuel Carro, profesor de Informática en la Universidad Politécnica de Madrid y director del Instituto IMDEA Software de la Comunidad de Madrid. Pero, por ahora, no han cambiado de opinión. "La política sanitaria es, desde el punto de vista del gobierno francés, una prerrogativa soberana que depende del Estado", defiende el Gobierno galo para desmarcarse de la opción ya mayoritaria. Concretamente, lo defiende Cédric O, Secretario de Estado para la Economía Digital, Además, argumenta así a favor de la centralización: con su modelo, el sistema pasa por servidores centrales, sí, pero con el software descentralizado los datos se quedan en cada teléfono, haciéndolos susceptibles a robos o hackeos.

Para entender el origen y el sentido del debate hay que remontarse a algunas semanas, donde la batalla aún estaba en tablas entre el consorcio PEPP-PT, que apostaba por la centralización, y una secesión de ingenieros que, observando la deriva, decidieron empezar a trabajar en su propio protocolo, denominado DP-3T. Por entonces, solo Suiza y Austria defendieron abiertamente el segundo modelo, cuyo desarrollo está liderado por la ingeniera española Carmela Troncoso. Pero todo se precipitó cuando Google y Apple, aliados en esta contienda, anunciaron que apostaban por la descentralización. Y se hace lo que Google y Apple quiere porque la inmensa de smartphones del mundo tienen instalado su sistema operativo (iOS o Android).

Google y Apple no utilizaron el modelo DP-3T, pero sí su esencia y su concepto. "La propuesta es básicamente la misma. No están imponiendo nada. Son las mismas que se estaban discutiendo a niveles académicos", explica Carro. "Desde este punto de vista, todos los científicos e informáticos que han estudiado las propuestas de Google y Apple aseguran que es como lo habrían hecho ellos". Pero muchos países no están de acuerdo. Acusan a los dos gigantes tecnológicos de arrogarse competencias que no son suyas, decidiendo cuál es el mejor modelo en términos de seguridad, privacidad y salud pública, cuando ese tipo de decisiones corresponden a "Gobiernos elegidos democráticamente".

El entrecomillado proviene de una tribuna publicada en varios medios europeos, incluyendo El País, por varios secretarios de Estado responsables de Digitalización, incluyendo el mencionado Cédric O y su homóloga española, Carme Artigas. De circunloquio en circunloquio, el texto afirma que "el uso de la tecnología debe ser diseñado de manera que, los Gobiernos elegidos democráticamente, podamos evaluar y juzgar su aceptación, asegurando la privacidad de nuestra ciudadanía y en línea con los valores europeos. Cualquier intento de poner en entredicho estos derechos para imponer unos estándares tecnológicos ante otros resultaría en una oportunidad perdida para la necesaria colaboración entre Gobiernos y sector privado", lo que se traduce en una dura crítica a Google y Apple por imponer sus ideas. España se ha decantado finalmente por el modelo descentralizado, que ya prueba en Canarias: pero, como se desprende de las palabras de Artigas, de manera obligada y a regañadientes para asegurar la interoperabilidad y que los smartphones de los turistas europeos avisen de contactos peligrosos.

El concepto de "soberanía digital" ha entrado en juego. "Es la base para conseguir una competitividad sostenible en el ámbito europeo", defiende la tribuna."El establecimiento de estándares digitales en el mundo globalizado debe ser nuestra ambición para poder determinar así el uso y producción de estas aplicaciones digitales, independientemente de las empresas particulares". El mensaje lanzado por los Gobiernos firmantes (Alemania, Italia y Portugal, junto a Francia y España) es que no quieren que Google y Apple rijan el destino de la desescalada.

"Yo soy técnico, y es una cuestión política", explica Carro, pero deja entrever en la conversación que se opone al planteamiento de Artigas. "No es tanto una cuestión de rendirse ante alguien. Siempre puedes sospechar de lo que hagan Google y Apple. Pero se resume en que defienden la privacidad de los usuarios y hay determinados países que no quieren una solución descentralizada". Las empresas, asegura, no siguen el camino de la centralización "porque creen que no es lo que quieren los usuarios". Y a ellos, en teoría, se deben.

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Dudas sobre el funcionamiento

Aún no hay una fecha clara en ningún país para el desembarco masivo de estas soluciones tecnológicas en los móviles de la población en general. Primero tienen que realizarse pruebas y ver si su uso es viable. Por ahora, el país más adelantado en esta fase beta, Reino Unido, está reportando algunos errores. fase betaLos expertos explican que el principal obstáculo es que la tecnología bluetooth no fue diseñada para esto. "No fue pensada para evaluar la distancia en base a la intensidad de señal. Hay muchas situaciones y muchos escenarios en los que serán inevitables los falsos positivos", explica el investigador en Inteligencia Artificial del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) Ramón López. Emitirá avisos y recomendará cuarentenas si dos personas están a menos de dos metros de distancia, por ejemplo, pero ambos tienen mascarilla y están de espaldas. O si uno de ellos o los dos visten un equipo de protección individual, o si les separa una mampara o un cristal, que hacen casi imposible el contagio.

Por ello, explica Carro, muchas de estas aplicaciones recomiendan que los sanitarios o los empleados con gran exposición al público desactiven el bluetooth en su horario de trabajo. Es optimista: cree que, aunque no tendrá "una fiabilidad de un 100%", ayudará más que entorpecerá. "No hay magia aquí. Es una ayuda al sistema sanitario" para aislar y cortar las cadenas de transmisión allá donde los rastreadores no llegan. Pero no hay que tener prisa, a pesar de que la desescalada sigue avanzando en la mayoría de países, opina López. "Hay que hacer pruebas y una vez sepamos los resultados, decidir. Antes de desplegar la app de forma masiva. A mí me gustaría creer que tienen previsto evaluar y estimar los falsos positivos que pueden dar estas apps de contactosappapps ". Si falla demasiado, podría ser contraproducente, asegura: mandando al centro de salud a cientos de personas que, en realidad, no han estado cerca de ser contagiadas por covid-19 y sobrecargando un sistema sanitario al que aún le quedan muchas batallas por delante.

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