Crisis del coronavirus

Los expertos asumen la llegada de una “temporada de riesgo elevado” con la reapertura de fronteras

Viajero en la Terminal 4 del Aeropuerto de Madrid-Barajas.

El Viejo Continente se prepara para abrir el candado fronterizo de cara a la temporada estival. Quince semanas después del cierre absoluto de los límites exteriores, la mayoría de Estados miembros tienen ahora la epidemia más o menos bajo control. Sin embargo, el riesgo a una nueva oleada sigue quitando el sueño en la Unión Europea. Por eso, el plan comunitario pasa por abrir las puertas de forma progresiva a terceros países con una situación epidemiológica controlada. Una estrategia que da cierta tranquilidad a los expertos en la materia. No obstante, los especialistas son plenamente conscientes de que el coronavirus sigue estando al acecho y asumen que con la entrada masiva de turistas las posibilidades de que proliferen nuevos brotes se incrementarán. “Ahora vamos a vivir una temporada de riesgo elevado”, sostienen algunos. Por eso, consideran clave que los mecanismos de detección y seguimiento estén perfectamente engrasados. Y, por supuesto, que los sistemas sanitarios se mantengan bien reforzados durante estos calurosos meses para hacer frente sin problemas a la nueva carga de visitantes.

La apertura de fronteras a viajeros extracomunitarios era sólo cuestión de tiempo con la temporada de verano a la vuelta de la esquina. Al fin y al cabo, el turismo supone uno de los pilares económicos del Viejo Continente. Europa es la región del mundo más visitada. En 2018, según datos de la OMT, registró 710 millones de llegadas de visitantes internacionales. Y los ingresos por esta actividad se situaron en los 510.000 millones de dólares. Sin embargo, la pandemia ha puesto este año al sector –y a millones de trabajadores– contra las cuerdas. Con este panorama, los expertos entienden que los Estados miembros empiecen a abrir tímidamente sus puertas a viajeros de terceros países a fin de insuflar algo de aire a unas economías heridas por la crisis sanitaria. “Después de los meses de encierro, donde se trabajaba para controlar la epidemia, ahora la prioridad pasa por reactivar la economía. Y para ello el verano es clave. Eso sí, hay que ser conscientes de que con la reapertura de fronteras y con el incremento de la movilidad las posibilidades de contagio también serán mayores”, explica Salvador Macip, médico investigador de la Universidad de Leicester y la UOC.

El Viejo Continente se meterá de lleno, en opinión del experto, en una “temporada de riesgo elevado” donde será fundamental mantener la tensión respecto a las medidas de higiene y seguridad. En la misma línea se pronuncian los epidemiólogos Ildefonso Hernández y José Tuells, que también son conscientes de que el peligro se incrementa con la entrada masiva de visitantes. Por ello, consideran que la reapertura debe plantearse con aquellos Estados que tengan una situación epidemiológica similar o mejor a la que se vive actualmente en el Viejo Continente. Esto, al menos, permite minimizar los posibles riesgos. “Si las capacidades de detección y seguimiento y las de los servicios sanitarios se mantienen a pleno rendimiento y se ajustan a la llegada de todos estos visitantes, no veo mal que se permita venir a ciudadanos de países de bajo riesgo. Me preocupa casi más que la gente se relaje en la adopción de medidas preventivas”, sostiene Hernández, portavoz de la Sespas. En este sentido, algunas regiones como Cataluña o Comunitat Valenciana ya han anunciado refuerzos de personal sanitario para hacer frente a la temporada estival.

El plan de apertura que los Estados miembros llevan una semana negociando se ha apoyado precisamente en estos criterios médicos. En concreto, la restringida lista blanca de terceros países cuyos ciudadanos podrán pisar suelo europeo a partir del 1 de julio, que fue aprobada este lunes y que deberá ser ratificada por las veintisiete capitales en las próximas horas, ha sido confeccionada poniendo como barrera la tasa de incidencia media de contagios europea por cada 100.000 habitantes en los últimos 14 días, que según el Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC, por sus siglas en inglés) se mueve por debajo del 20. Además, se ha prestado atención tanto a la tendencia de nuevos casos durante todo este periodo como a la capacidad de dichos Estados para trazar, tratar y contener posibles nuevos brotes. No obstante, la relación acordada en Bruselas es sólo un punto de partida. Cada dos semanas será sometida a revisión para ir incluyendo a nuevos en los que mejore la situación epidemiológica o para ir sacando a aquellos en los que empeore.

El resultado de la intensa negociación ha sido una reducida lista de apenas una quincena de países. En ella se encuentran Argelia, Australia, Canadá, Japón, Montenegro, Marruecos, Nueva Zelanda, Ruanda, Serbia, Corea del Sur, Tailandia, Túnez, Uruguay, Georgia y China, si bien en este último caso el levantamiento del veto está sujeto a reciprocidad por parte de Pekín. Fuera se quedan países como Cuba, Venezuela o Angola a pesar de tener una situación epidemiológica similar a la europea. Y, por supuesto, los grandes focos. Es el caso de Qatar o Chile, con una incidencia acumulada por encima de 500, según los datos facilitados por el Ministerio de Sanidad con fecha 28 de junio. También de Brasil, por encima de los 230, Estados Unidos –135,1– o Rusia –67,3–. No obstante, el veto no es total. Como hasta ahora, se seguirán permitiendo viajes en algunos casos excepcionales: vuelta de ciudadanos europeos o sus familiares del exterior, estudiantes, trabajadores de alta cualificación, diplomáticos, viajeros en tránsito o trabajadores estacionales –temporeros, por ejemplo–.

La preocupación sueca

El acuerdo de las capitales llega una semana después de la apertura de las fronteras españolas al espacio Schengen. Una decisión de la que, sin embargo, se excluyó a Portugal después de que su primer ministro, Antònio Costa, pidiese retrasarla hasta el 1 de julio. Por aquél entonces, el foco de riesgo se encontraba a este lado del Miño. Ahora, sin embargo, el problema parece estar en la otra orilla. Sobre todo en la zona de Lisboa. La pasada semana, el Gobierno luso decidió decretar el confinamiento de 19 de los 24 distritos del área metropolitana de la capital. Según los datos ofrecidos por el Ministerio de Sanidad el pasado domingo, la tasa de incidencia en el país vecino se encuentra en 43,8 por cada 100.000 habitantes, cinco veces más que en España –8,2–. Los epidemiólogos se muestran preocupados por los datos. “No es muy extrema, pero es una cifra alta”, explica Hernández. Sin embargo, el especialista prefiere no mojarse cuando se le pregunta si hay que mantener cerrado el límite fronterizo. Si no hay flujos poblacionales grandes, no cree que haya problema. El riesgo, dice, estaría en que se produzcan movimientos destacables a uno y otro lado.

Pero Portugal no es la mayor preocupación dentro de la casa común europea. El riesgo está mucho más al Norte. Los datos que llegan diariamente de Suecia rompen los registros habituales del resto de Estados miembros. Incluidos también los de Portugal. El país que apostó por evitar los confinamientos para intentar conseguir la famosa inmunidad de grupo presenta una tasa de incidencia en los últimos 14 días de 132. Es casi tres veces la de los lusos, dieciséis más que en España y veinticinco más que en suelo italiano. Es, incluso, superior a la de países como México o India, que han quedado fuera de la lista blanca comunitaria. Por ello, alguno de los epidemiólogos consultados por este diario no cree que sea mala idea mantener vetar las llegadas del Estado escandinavo hasta que se consiga controlar la situación. De hecho, el primer ministro griego, Kyriakos Mitsotakis, confirmó este lunes que el país impedirá hasta al menos el próximo 15 de julio de vuelos procedentes de Suecia y Reino Unido.

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Controles en los aeropuertos

El debate sobre la entrada de turistas por los aeropuertos lleva días en el centro del debate político español. Y más después de los brotes en lugares como Murcia o Galicia, que pusieron el foco en los casos importados –a pesar de que estos llegaran en vuelos de repatriación–. La semana pasada, la oposición centró buena parte de su ofensiva contra Moncloa en cargar contra el plan de controles puesto en marcha en Barajas. “A este paso, va a convertir Barajas en el próximo 8 de marzo”, llegó a decir el secretario general del PP, Teodoro García Egea. En la punta de lanza se situó el Ejecutivo de la Comunidad de Madrid, que considera insuficientes las medidas acordadas por el Gobierno central para controlar la llegada de pasajeros. Por el momento, los viajeros que aterrizan en España no están obligados a venir con pruebas PCR de origen, algo que se reclama desde las filas conservadoras. La estrategia que se está siguiendo se basa, principalmente, en un triple control: medición de temperatura con cámaras termográficas, cumplimentación de un formulario y control visual. En el caso de no pasar alguno de ellos, el pasajero es remitido a los servicios médicos.

Los epidemiólogos consultados señalan que ese plan no evita, ni mucho menos, que puedan llegar a colarse viajeros contagiados. Hay que tener en cuenta los casos asintomáticos. O la posibilidad de que los visitantes puedan bajarse con medicamentos la fiebre en el avión para que no salten las alarmas al ponerse frente a la cámara. “No garantiza que no vayan a pasar personas enfermas”, asevera Tuells. Sin embargo, tanto Hernández como el investigador de la Universidad de Leicester tampoco creen que sea factible tener controlados a todos los pasajeros mediante pruebas diagnósticas. En este sentido, recuerdan que se pueden producir falsos positivos o contagios desde que se hacen en origen hasta que llegan a destino. “Lo único seguro sería hacer un test aquí a todos y encerrarlos en un hotel durante quince días, pero no es algo que se pueda”, dice Macip. Tuells, por su parte, aboga por “cribados aleatorios”. Es decir, coger una muestra pequeña de pasajeros y someterles a una prueba.

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