Entrevista

Pedro Gullón, epidemiólogo: "El urbanismo es vital en la prevención de la pandemia y en las desigualdades ante el covid"

El epidemiólogo Pedro Gullón.

Pedro Gullón (Madrid, 1988) es médico especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública y vocal de la Sociedad Española de Epidemiología, así como investigador en la Universidad de Alcalá. Es de ese tipo de expertos que reconoce que no sabe de determinados temas, admite errores ante una pandemia que se ha llevado todo por delante y pide tanto prudencia como determinación. Especializado en la relación entre el urbanismo y la salud pública y en la desigualdad como causa y consecuencia de una epidemia, tiene claro que la prioridad ante el paso del covid es reducir la brecha entre ricos y pobres. Los vulnerables son los más afectados y el coronavirus, digan lo que digan algunos, es cuestión de clases.

Tampoco tiene una bola de cristal que le permita vislumbrar la respuesta a la pregunta que tantos se hacen durante estos días: ¿volveremos a pasar por lo mismo dentro de poco? La clave, asegura, es controlar y rastrear a los contactos y, en el debate público, dejar de exigir a gritos certezas que la ciencia es incapaz de proveer.

En el quiénes somos del Colectivo Silesia, al que pertenece, se pueden leer parte de las andanzas de Robert Virchow, considerado padre de la patología moderna. "Comprende que el brote de tifus de la Alta Silesia al que se enfrenta desde hace semanas no podrá detenerse con acciones individuales, ni farmacológicas ni depurativas, mientras no se adopten soluciones radicales destinadas a que la población entera mejore sus condiciones de vida". De eso se sigue tratando.

Pregunta. Hace unos días, The New York Times publicó una encuesta a varios epidemiólogos en la que declaraban que pasaría mucho tiempo antes de que volvieran a gestos tan habituales antes como abrazar, dar un apretón de manos o acudir a una aglomeración. ¿Se nota más precavido que el resto por su profesión?The New York Timesuna encuesta a varios epidemiólogos

Respuesta. En España creo que está pasando mucho más con las personas que vienen de entornos clínicos, que han estado en las UCIs o en los centros de salud primaria… me comentan que tienen dificultades. Yo, que no he estado en un entorno clínico, me siento todavía un poco incómodo en situaciones con mucha gente. Supongo que se irá pasando por el tiempo.

P. No sé si recuerda el primer momento en el que escuchó que el coronavirus no es cuestión de clases. ¿Cuándo le empezó a sonar rara esa afirmación y cuándo surgieron las ganas de darle la vuelta?

R. Creo que desde el principio. Incluso ya con otras epidemias es algo que se ha dicho: los virus igualan las clases sociales. Entiendo que es un relato que intenta decir que todos podemos ser vulnerables ante ello, pero ignora la estructura de clases y desigualdad que afecta a todas las enfermedades, no solo el covid-19. Hubo un momento en el que empezó a ser más visible cuando lo dijo Pedro Sánchez en una comparecencia, y a partir de ahí mucha gente empezó a decir: "oye, bueno, entiendo el mensaje, pero esto no es del todo cierto"”. Y a raíz el presidente ya empezó a virar el mensaje, a decir que todos somos responsables del coronavirus y a referirse a que el virus no entiende de autonomías o regiones.

P. ¿Hay ya datos que permitan establecer una relación directa entre los niveles de desigualdad de España y la incidencia del covid-19 en nuestro país?

R. Es pronto para que lo digamos. Intentamos decir: es seguro que la gente de clase social baja sufrió el doble de incidencia o de mortalidad que los de clase social alta. Pero ya empiezan a existir datos. Por ejemplo, Barcelona ha publicado las diferencias entre barrios de diferente nivel socioeconómico en mortalidad por covid. En Estados Unidos se han hecho estudios sobre los barrios más desfavorecidos, con más población negra, que tienen mucha más incidencia o mortalidad. No creo que en España, cuando tengamos la capacidad para hacer una cosa más fina, vaya por un sentido diferente a lo que está pasando en otras partes.

P. ¿Cómo debe ser una política de Salud Pública que aborde la desigualdad?

R. Entender la desigualdad es entender el contexto histórico en el que se encuentra todo. Es muy difícil decir cómo lo harías una vez comienza una pandemia. Lo más importante es entender que esa desigualdad viene de base. Para hacer políticas que tengan en cuenta el impacto de la pandemia en la desigualdad lo que tienes que hacer es políticas que reduzcan la desigualdad social, no específicamente sanitarias. Tienes que atender a las causas. Aun así, se pueden tomar decisiones.

Si atendemos a unos de los factores de desigualdad más importantes en salud, que es el género, hay que ver qué políticas de conciliación se hacen mientras se aborda el confinamiento, intentar que las mujeres no sean las más afectadas. O si hablamos de desigualdad con respecto a la clase social, hay que tener en cuenta qué empleos se consideran esenciales, cómo conseguir minimizar el riesgo en estas personas. Ya estamos viendo con una transmisión baja que la mayoría de los brotes que encontramos se detectan en trabajadores temporeros y de mataderos. Son colectivos con un nivel de precarización muy alto. Si sabemos que eso pasa, podemos hacer medidas específicas, por ejemplo con inspecciones de trabajo. Que no tienen que ver con la pandemia, sí con la desigualdad.

P. ¿Qué nota le daría a la gestión del Gobierno con respecto a la desigualdad durante la crisis sanitaria?

R. Me es muy difícil. Cada vez que tengo contacto con algún organismo de decisión entiendo que la toma de decisiones es muy complicada y en una pandemia todavía más. Me parecería insultante. Además es gente que he considerado compañera en algún momento. Evidentemente, me hubiera gustado que en vez de un ingreso mínimo vital hubiera sido una renta básica universal, o que se tomaran medidas más valientes. Pero yo entiendo el contexto en el que se hacen estas cosas y valorar con una nota me parece totalmente injusto. Es una gestión súper complicada en la que se han visto todos los gobiernos del mundo.

P. ¿Sigue teniendo sentido relacionar el urbanismo con la salud pública?

R. Totalmente. Está proyectado que para el 2050 un 63% de las personas vivan en ciudades: eso significa que la salud y la enfermedad cada vez son más cosas de ciudades. No podemos ignorar este contexto. No podemos ignorar que las condiciones de salubridad son mejores que las del siglo XIX, pero ahora tenemos problemas diferentes. Por ejemplo, vemos que Madrid es una ciudad totalmente segregada entre un sur más pobre y un norte más rico, con una concentración de los puestos de trabajo en zonas específicas de la ciudad. Esto hace que el metro se masifique a ciertas horas. Esto hace que el tipo de vivienda que se tenga en un sitio o en otro sea diferente. El urbanismo y la planificación tienen una importancia vital en la prevención de la pandemia y en la generación de desigualdades sociales en un contexto de covid-19.

"Lo que no se puede esperar es que con los pocos trabajadores que tiene la salud pública en las comunidades autónomas, de repente puedan ofrecer una gestión en tiempo real y con datos individualizados de un día a otro y corriendo"

P. ¿Hay una explicación para la gestión de los datos del Gobierno? ¿Son normales y necesarios estos cambios de criterio en epidemiología?

R. Nada es normal en epidemiología (ríe). Es la primera vez que manejamos una pandemia a tiempo real. En términos de comunicación, tanto por parte del presidente como de los medios, se debería tener mucha paciencia y mucha mesura. Todos queremos correr mucho en dar el número, pero los datos que estamos dando ahora requieren una consolidación más o menos semanal.

El uso principal de los datos es el de controlar la epidemia. Y os datos que sirven para cada momento de la epidemia son diferentes. Desde el 11 de mayo ya no importa tanto el dato fino de un fallecido, dos fallecidos, cero fallecidos al día. Lo que importa es saber los casos nuevos, cuándo tuvieron los primeros síntomas, a cuántos se les ha hecho un control de contactos, de ese control cuántos han dado positivo. Eso significa que la serie histórica a veces se rompe, pero bueno.

No podemos entender su gestión como algo que sale de la nada. Llevamos 10 años de recortes en salud pública, no ha tenido ninguna importancia en los últimos 10 años. Lo que no se puede esperar es que con los pocos trabajadores que tiene la salud pública en las comunidades autónomas, de repente puedan ofrecer una gestión en tiempo real y con datos individualizados de un día a otro y corriendo.

P. Hay ocasiones en los que una autonomía declara un fallecido y no lo registra Sanidad.

R. Tiene que ver con que Sanidad, hasta que no tiene el dato consolidado con la fecha de fallecimiento, no lo declara. Puede tardar una semana en hacerlo. A lo mejor alguna región comunica todos los declarados y cuenta con la fecha de fallecimiento, y el Ministerio hasta que no está seguro de la fecha no termina de consolidar ese dato. Se generan unas discrepancias que pueden tardar unos días en irse. Eso, insisto, es un reflejo de años de recortes por los cuales las comunidades autónomas y el Ministerio no tienen gente suficiente para hacer esto a tiempo real. Y por otro lado nos dice que deberíamos tener un poco de paciencia. Ahora mismo, saber si tenemos cero, uno o dos fallecidos no es lo que nos ayuda a controlar la pandemia. Lo que nos ayuda es que estemos haciendo un control de los contactos.

La velocidad a la que la ciencia y el periodismo han estado generando información ha sido peligrosa. En la ciencia lo hemos visto con la hidroxicloroquina. La carrera por el tratamiento ha llevado a un desastre que ha dejado al mundo científico con una credibilidad muy mermada. Deberíamos todos parar, reflexionar un poco y hacer las cosas con un poquito más de calma. Tenemos una inflación periodística y científica que deberíamos revisar para el futuro de la gestión de la información en las epidemias.

P. ¿Le ha sorprendido la evolución positiva que hemos registrado en las últimas semanas? ¿Es una evolución normal teniendo en cuenta la dureza del confinamiento?

R. La evolución ha sido bastante rápida, algo más que en otros países. Sobre todo comparando con Italia, que ha sido el país más cercano por características poblacionales. Es verdad que el confinamiento en España, salvo un par de semanas, ha sido más duro que en Italia, y eso puede explicar parte de ello. Pero tampoco diría que ha habido una diferencia abismal. Veremos qué pasa en el futuro. Teniendo en cuenta el estudio de seroprevalencia, hay una bolsa de susceptibles muy grande para la que debemos estar preparados.

P. ¿Cree que España está preparada para un rebrote desde el punto de vista de la Salud Pública?

R. La desescalada ha sido una preparación de las comunidades autónomas para preparar su vigilancia epidemiológica. Han salido bastante reforzadas. Este sistema está funcionando muy bien ahora que tenemos pocos casos, veremos en cuanto haya un aumento en la transmisión o veremos en octubre o en noviembre cuando empiecen casos de gripe, que los casos sospechosos sean muy parecidos y se aumente la presión sobre estos equipos de Salud Pública. Yo espero y deseo que en el caso de que vuelva a haber transmisión comunitaria, seamos capaces de detectarlo antes y tomar medidas lo antes posible. Pero hasta que no haya presión sobre los equipos, será difícil de saber.

P. ¿Hay ya más certezas que dudas acerca del potencial de contagio al aire libre, tan discutido estas últimas semanas?

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R. Parece que en espacios exteriores la transmisión es un poco menor, pero creo que estos mensajes tienen que ir con un poco de cautela. Vale, es menor, pero no podemos descuidar las medidas de seguridad, mantener la distancia, mascarilla, higiene de manos, etcétera. Debemos pensar además en el interior, donde la capacidad de cumplir las medidas de seguridad es menor. Hay menos ventilación, los espacios suelen ser más pequeños, suele haber más superficies que podemos tocar.

P. Algo que creía al principio de la pandemia y que la evidencia científica le ha sacado de su error.

R. Tenemos que reaprender para el futuro. Y esta burbuja científica de la que te hablaba antes nos ha hecho poner esperanzas en cosas que creíamos ciertas y que no lo eran. Tenemos que aprender a ser mucho más prudentes en cualquier declaración que hagamos. Por ejemplo, con los primeros informes yo pensé que la inmunidad de grupo iba a ocurrir y que tendríamos una bolsa de asintomáticos enorme en Madrid. Luego se ha visto que era un error garrafal. Y eso no significa no actuar: hay que actuar con la evidencia que se tiene, y no esperar a tener todas las certezas.

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