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Manuela Carmena: "Los ciudadanos miran con verdadera pena el discurso político"

Manuela Carmena aún mantiene un estricto confinamiento. Eso no le impide contestar a nuestras preguntas. Lo hace mediante videoconferencia, desde "la habitación más fresquita" de su casa: la cocina. La conversación, que fluye en tono cercano y casi familiar, deriva en una reivindicación de ética y decencia para algunos sectores de la clase política.

Ha pasado más de un año de su salida de la vida política activa. ¿Podría hacernos un balance personal de su experiencia como alcaldesa?

Desde el primer momento encuentro que hay una oposición completamente cainita, con un objetivo esencial: hacer que no pueda gobernar, hacer que sea imposible un gobierno progresista, un gobierno de izquierdas. Recurriendo absolutamente a todo: a los insultos, a la descalificación, a los bulos… Mi sorpresa es que en el Ayuntamiento no se habla. Fundamentalmente hay un enfrentamiento a la persona, unido a unas estructuras de insulto y descalificación que son verdaderamente sorprendentes e impiden hablar de nada. Envilecen absolutamente el diálogo político. Yo pedí a las personas que trabajan conmigo que hicieran una recopilación de todos los insultos que se cruzaban en los plenos. Cuando lo volví a leer, vi que realmente es impresionante. Se me acusaba de mentir, de falta de dignidad, de calumniar, de hacer traición a la patria. Con todo eso, dices: "¿para qué? ¿qué pretendían?". No lo sé, pero lo que sí es verdad es que consiguen que la democracia se envilezca. Todo esto tiene que valer para saber lo que nunca debe ser la política.

Todos los estudios muestran una fuerte confrontación política que puede llegar a la sociedad. Vivimos unos tiempos de extrema polarización. ¿Qué opina al respecto?

Hay momentos en que en los países existe una confrontación. Es necesaria y sana. Lo que estamos viendo ahora es una descalificación, una utilización sistemática del insulto. Todo esto encaminado nada más que a un afán de derrocar un gobierno para ocuparlo otros. Esto es terrible, porque esto es, sobre todo, infantil, es pueril, no tiene contenido. A mí no solo me preocupa en el diálogo político escuchar a veces estas descalificaciones -sé de lo que estoy hablando, tengo constancia documental de los plenos del Ayuntamiento- sino la fatuidad, la falta de contenido en los debates, que serían tan importantes. Yo creo que esto es lo que hace que los ciudadanos miren con verdadera pena -incluso diría que pasmo- el discurso político.

¿Cree usted que los partidos políticos están realmente preocupados por alcanzar acuerdos transversales?

Desde el momento que a los partidos políticos lo único que parece preocuparles es aumentar sus réditos electorales, la política se está convirtiendo en un elemento de comunicación, sin más. No es importante lo que se hace, sino lo que se dice, lo que se cuenta, cómo se cuenta. Porque hay determinados momentos en los que puede haber discrepancias importantes que hay que analizar, pero es que estamos en un momento en el que solamente cuenta la comunicación. Entonces cada uno busca una estructura de comunicación, que seguramente venga aconsejada por aquellos departamentos que van sugiriendo cómo puede subir un poquito ese número de votantes. Siempre pensando cómo tener más posibilidad de llegar al poder, cómo acceder al gobierno. Es un desastre.

La izquierda gobierna en España gracias a un acuerdo de coalición. ¿Cómo interpreta usted la tradicional dificultad de la izquierda para ponerse de acuerdo?

Yo creo que la izquierda está desorientada. No ha tenido capacidad de verdaderamente constituir una nueva manera de hacer política. Quizá, debido al temor de que esa nueva manera de hacer política no le haga, de momento, conseguir esos votos, que los partidos, sean de izquierdas o derechas, siguen añorando como el elemento más determinante de lo que es una vida política. Yo creo que no es así, porque algo mucho más importante aún que los votos es valorar cuál es la incidencia que se tiene en la sociedad; cómo los discursos cambian la transformación social; cómo la sociedad se ve afectada por unos o por otros planteamientos políticos; cómo determinadas actuaciones de verdad mejoran la vida de los ciudadanos; cómo hay que continuar por esos caminos. Si esto fuera así, yo creo que toda la izquierda se sentiría unida. Me parece que hay mucho que une a la izquierda en general.

Algunos sectores acusan al gobierno de pretender un cambio de régimen. ¿Qué piensa usted cuando oye este tipo de afirmaciones?

Cuando se tilda al Gobierno actual de pretender nada menos que transformar la estructura última de nuestra configuración como país es absolutamente ridículo. Pero fíjate en que, aun siendo absolutamente ridículo, los medios de comunicación dan el rédito que se pretende. Todo eso va quedando en las conciencias de la gente. Los medios de comunicación van constantemente incorporando estas ideas. Las elaboran, las modifican, las amoldan. Esto tiene un efecto pernicioso porque es un discurso que no tiene base ninguna.

¿Cree usted que el discurso populista se basa en la exaltación de lo emocional frente a lo racional?

A mí me parece que las emociones también son muy importantes. Las emociones en el marco de la verdadera ética política; las emociones, por lo que significa la democracia para todos; las emociones en tanto en cuanto tenemos que ser conscientes de que, para la gente, cuanto más vulnerable es, más importante es la ley, más importante es la democracia, más importantes son los derechos. Esto son emociones, sí. Son buenas y son necesarias. Debemos dejar que circulen nuestras emociones. Queremos que el mundo sea mejor para todo el mundo. Yo me resisto a pensar que esto tiene que ver con el populismo. Ahora se está empleando el término "populismo", pero yo creo que lo que estamos viviendo es algo mucho peor. Es la falta de ética, es una falta de la esencia de la democracia. Está invadiendo las estructuras democráticas, destrozándolas.

¿Qué lecciones ha aprendido durante el confinamiento?

El confinamiento ha dado más fuerza a la sociedad civil. Yo creo que los ciudadanos nos hemos sentido unidos, nos hemos considerado importantes, hemos creado estructuras de apoyo que las instituciones no han sido capaces de crear. Y lo hemos hecho sin ningún tipo de rencor, sin ningún tipo de revancha. Lo hemos hecho con una espontaneidad necesaria. La ONG en la que yo participo está destinada a rentabilizar y a dar posibilidades a las personas que no tienen trabajo de encontrar una alternativa en la artesanía textil. La verdad que ha sido precioso porque no solamente hemos recibido más de 2.000 aportaciones, sino que estas aportaciones han venido unidas a cartas muy bonitas. Cartas en la que muchas personas explican lo importante que es, en un momento concreto, haber sentido que se estaba haciendo algo en común. Que se estaba fabricando algo entre todos. Todos diseminados. Todos sin poder vernos. Todos sin poder hablar. Pero había manos que estaban trabajando para un proceso común, para un proyecto en común. Y yo creo que eso es muy bonito.

Existe un debate público sobre la denominada judicialización de la vida política. ¿Cuál es su opinión al respecto?

Cuando hay un índice grande de judicialización en cualquier aspecto, esto suele indicar que algo no va bien. El que haya este índice tan alto de judicialización de la política indica que ésta no está siendo capaz de autorregularse. Es imprescindible que la política se autorregule, que tenga una estructura para que los comportamientos de las personas que están trabajando en política tengan un perfil ético y no tengan la necesidad de estar constantemente recurriendo a los tribunales. Un exceso de judicialización, para mí, es un diagnóstico de que tenemos muchos aspectos de nuestra democracia que es necesario cuidar y mejorar.

El ejercicio del periodismo libre e independiente es uno de los pilares de la democracia. Sin embargo, éste se está viendo amenazado por un incremento de los bulos, fakes, etc. Usted misma ha sido víctima de algunos. ¿Qué valoración hace usted de este fenómeno?

Me parece muy importante hablar de la libertad de expresión. Los que me conocéis y me habéis oído hablar sabéis que yo siempre digo que la libertad de expresión es el oxígeno de la democracia. Pero también es necesario que exista el derecho a la información veraz. La información veraz no tiene nada que ver con la libertad de expresión. No se puede mentir. Además, ahora mentir es más difícil que antes. Es verdad que las mentiras se divulgan con una rapidez extraordinaria, pero también se deshacen con una rapidez extraordinaria. Me gustan mucho las agencias de verificación, con las que cuando alguien dice una mentira, tú puedes constatar inmediatamente que la mentira existe. Pero en la medida en la que no haya un reproche a quienes mienten, las personas que mienten y crean bulos lo van a seguir haciendo. Porque no tienen más que réditos positivos. Creo que es necesario que en los medios de comunicación existan también estructuras de autorregulación que impidan que una persona mienta, que dé una información sin contrastar.

Dice Emilio Lledó que "la defensa de lo público hace vivir la democracia". ¿Cree posible que el fortalecimiento de lo público sea una de las consecuencias de esta crisis inédita?

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Lo público es esencial. Lo necesitamos. Pero lo público tiene que romper esa cáscara incomprensible de las burocracias irracionales que acaban convirtiendo lo público en algo que no tiene la inmediatez y la transversalidad que se necesita. Lo público es imprescindible. Pero hay que abordar la reforma de verdad, de una vez por todas, que haga ágil, que haga transversal, que haga moderno lo público. Todavía seguimos viendo una administración autoritaria que no ha asumido que está realmente al servicio del ciudadano y que debe tener estas características. Que la hagan algo dinámico, razonable, transversal, nuevo, útil.

¿Ha percibido una especie de discriminación por edad en la gestión de todo lo ocurrido? ¿Desde su edad ha sentido que se actuaba con menosprecio hacia los mayores?

Me hace gracia que todo el mundo habla, sin pensarlo casi dos veces, de nuestros mayores, de proteger a nuestros mayores. ¿Por qué no se habla de nuestros adultos? Parece ser que nuestros adultos son los propietarios de la definición de ciudadano puro. Después están los niños, los mayores, que son "nuestros" mayores. No sé, es una visión ridícula. La edad no puede ser un elemento de limitación de los derechos de unos y otros. Yo creo que la edad, entre otras cosas, aporta una serie de valores que son muy interesantes para el trabajo de lo público. Significa la experiencia, la capacidad, el poder que da estar liberado de las trabas de los trabajos ordinarios te brinda una enorme situación objetiva de creatividad. Es muy interesante ver cuántas grandes obras se han hecho por personas que se han jubilado.

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