Crisis del coronavirus

Sánchez agita a los países del sur y vincula el fondo europeo y las subvenciones agrícolas a la supervivencia de la UE

El presidente español, Pedro Sánchez, y su homólogo el primer ministro portugués, António Costa, en el Palacio de São Bento de Lisboa.

Pedro Sánchez quiere un acuerdo y lo quiere ya. El presidente del Gobierno inició este lunes en Lisboa una ofensiva diplomática internacional para tratar de vencer la resistencia de los países más reticentes a la aprobación del fondo europeo para ayudar a los países más afectados por la pandemia y conseguir su aprobación en el Consejo Europeo de los días 17 y 18. La cita será al día siguiente del homenaje de Estado a las víctimas españolas de la covid-19 que tendrá lugar en Madrid el jueves 16 en Madrid, presidido por Felipe de Borbón y con la participación de las máximas autoridades de la Unión Europea.

El presidente, según las fuentes del Gobierno consultadas por infoLibre, quiere jugar fuerte en Bruselas. Sánchez sabe que el acceso de España a esos fondos extraordinarios es decisivo para su planes de reconstrucción económica y social porque con ellos podría financiar una parte sustancial de varios pilares básicos de su programa de legislatura, entre ellos la transición ecológica de economía española y su digitalización.

Sánchez cuenta a su favor con el respaldo de Alemania, Francia e Italia, las tres grandes economías de la zona euro —España es la cuarta—. Este lunes selló el respaldo de Portugal en una visita a su primer ministro, António Costa, en la que el mandatario luso le garantizó también el respaldo a la candidatura de la ministra española de Economía, Nadia Calviño, como presidenta del Eurogrupo. El miércoles recibirá en la Moncloa a su homólogo italiano, Giusseppe Conte, un aliado clave en la coalición de países del sur de Europa que reclaman ayuda.

El presidente tiene menos de dos semanas para tejer un frente común y, al mismo tiempo, convencer a los países más reticentes al fondo de ayuda —Holanda, Suecia, Austria y Dinamarca— de que está en juego la credibilidad de la propia Unión Europea como proyecto común en un momento delicado. La salida del Reino Unido, que culminará el 31 de diciembre, ha debilitado la fortaleza de la UE y un fracaso en la respuesta unitaria —y no condicionada, a diferencia de lo que ocurrió en la de 2008— a la crisis económica puede poner en riesgo su futuro. Un argumento en el que Sánchez busca la complicidad de Angela Merkel y Emmanuel Macron, líderes de las potencias clave de la Unión y al mismo tiempo los dirigentes políticos europeos más conscientes de los riesgos que implicaría para el proyecto europeo alimentar a la ultraderecha con la frustración de los ciudadanos del sur.

La pugna, una vez más, es entre países ricos y países menos ricos. De hecho, las familias políticas están cruzadas: Suecia y Dinamarca son socialdemócratas, Alemania del PP europeo y Francia liberal.

Sánchez no lo tiene fácil. Quiere un acuerdo lo más cercano posible a la propuesta de la Comisión Europea, que propone un fondo de 750.000 millones de euros, de los cuales 500.000 serían transferencias y el resto préstamos. España, el segundo país más afectado por la pandemia detrás de Italia, sería también el segundo más beneficiado: unos 140.000, de los que 77.000 serían transferencias y el resto préstamos.

Pero ese dinero no sólo no está asegurado sino que ahora se ha convertido en la excusa perfecta para los países que quieren adelgazar la Unión recortando el Marco Financiero Plurianual, el documento que regirá los límites de gasto de la Unión entre 2021 y 2027. Lo que significa decidir cuánto gastará la UE en subvenciones agrícolas, lo que se conoce como Política Agraria Común, y cuánto en políticas de cohesión. Ambos conceptos podrían ser sacrificados con la excusa de liberar recursos y destinarlos al fondo covid-19. España forma parte del grupo de países que se opone a tocar ambos capítulos de gasto, especialmente el primero, lo que añadirá complejidad a una negociación ya de por sí difícil.

Ambos debates se están solapando además con la pugna por la presidencia del Eurogrupo, el órgano informal de ministros de economía de la zona euro. La vicepresidenta tercera de Asuntos Económicos y Transformación Digital, Nadia Calviño, disputa esa plaza al ministro liberal de Finanzas de Luxemburgo, Pierre Gramegna, quien ya se postuló en 2017, y al ministro conservador irlandés, Pascale Donohoe.

La elección tendrá lugar este jueves. El ganador final deberá conseguir el apoyo de al menos diez de los diecinueve ministros del euro. Si ninguno llega a esta cifra, se eliminará el candidato con menos apoyos y se volverá a votar. El proceso se repetiría sucesivamente hasta que sólo queden dos nombres y uno se imponga sobre el otro. La persona elegida estrenará el cargo en la reunión del Eurogrupo prevista para el 11 de septiembre en Berlín.

Conocer el terreno que pisa

La apuesta del presidente español pasa por salir bien parado en esos tres objetivos: el Eurogrupo, el fondo covid-19 y el Marco Financiero. Y todo este mismo mes de julio, porque necesita conocer los límites económicos a los que se enfrenta antes de poner en marcha la redacción del proyecto de Presupuestos de 2021, que en teoría debería entrar en el Congreso antes del 30 de septiembre y de los que depende que el año que viene se produzca la ansiada y prometida recuperación tras el desastre provocado por la pandemia.

De ahí que Sánchez considere “imperativo” alcanzar un acuerdo en la cumbre de la semana que viene, durante la primera reunión presencial de los líderes europeos tras cuatro meses de relación a través de videoconferencia.

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Antes de ese día acudirá a visitar al primer ministro de Países Bajos, Mark Rutte, el líder oficioso de los países que quiere limitar la ayuda, condicionarla como si fuese un rescate o, si no consiguen bloquearla, usarla para recortar el presupuestos comunitario. En los próximos días se multiplicarán los contactos, algunos en agenda y otros de manera discreta, con los 27.

Los ejes de las discusión son varios: el tamaño global del fondo, la proporción entre transferencias y préstamos, los criterios de reparto entre países, el plazo de ejecución de los fondos y la condicionalidad —que no dependan de compromiso concretos de reducción de déficit y deuda—. El plazo de ejecución e uno de los que Sánchez considera más importantes, porque cuanto más tiempo se puedan prolongar en el tiempo más margen tendrá para acometer en esta legislatura sus planes presupuestarios.

Si los Veintisiete y la Eurocámara dan su visto bueno, la Comisión Europea recabará los fondos emitiendo deuda en los mercados, una deuda que posteriormente se devolverá a través de los Presupuestos europeos futuros. Para ello, la Comisión quiere diseñar nuevos recursos propios (como impuestos al plástico de un solo uso), pero el resto será aportado conforme a la clave de participación de cada estado en los presupuestos.

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