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La cuestión territorial

El soberanismo vasco lanza la propuesta "confederal" al agitado debate territorial

La candidata de Bildu, Maddalen Iriarte, junto al coordinador general de la formación, Arnaldo Otegi, la noche electoral del 12J, cuando la izquierda abertzale obtuvo su mejor resultado histórico.
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Ya suena el término en el siempre enconado debate territorial: "confederar". O, más concretamente, "República Confederal Vasca". No es una propuesta del todo nueva, pero ha ido ganado adeptos y ahora está logrando hacer ruido. Ha partido desde Navarra a través de Bildu, que ha obligado incluso a pronunciarse a la presidenta, María Chivite. "No habrá ninguna república confederal vasca" mientras ella presida la comunidad, ha afirmado en el Parlamento foral navarro la socialista después de que a primeros de diciembre Bildu pusiera su propuesta encima de la mesa. La declaración del partido abertzale, presentada con motivo del Día de Navarra, dice así: "Sí, queremos una república vasca, una república confederal, que considere y dé cauce a la singularidades de cada uno de los territorios vascos, y desde luego sin reyes ni gobernantes corruptos".

Pero no sólo la izquierda abertzale defiende la "confederalidad". También lo ha hecho el PNV, aunque –como es habitual en el partido jeltzale– administrando los tonos y los tiempos, sin dejarse arrastrar por las iniciativas de otros. No es poca cosa. Defienden la confederalidad, cada uno con sus matices, PNV y Bildu, que suman un 70% de los votos en el Parlamento vasco. Sin llegar nunca a asentarse como propuesta firme, la confederalidad ha llegado a aparecer en el abanico de hipótesis de sectores de Podemos, aunque sin concreción. Y tras las elecciones en el País Vasco y Galicia hizo suya la idea Más País a través de su líder. “La alternativa popular será confederal y plurinacional o no será”, escribió en Twitter, en el fragor de la noche electoral, Íñigo Errejón. Como es habitual con el uso del término, no hay detalle.

Su uso situaba a Errejón en sintonía con un aliado potencial, el sector liderado por Teresa Rodríguez en el convulso espacio Adelante Andalucía, que defiende una alternativa política con una “perspectiva confederal”: “Andalucía tiene que reivindicar, desde una perspectiva confederal […], lo que nos merecemos”, ha afirmado su dirigente José Ignacio García, precisamente en su intervención para valorar los resultados del 12 de junio, que dieron un nuevo empujón a las fuerzas soberanistas.

El empujón de las elecciones vascas

Fue precisamente antes y después de las elecciones gallegas y vascas cuando más se escuchó la idea, ahora recuperada y elevada por Bildu. "Yo ahora mismo no veo la independencia cercana.[...] En este momento vemos que es factible tener otra relación con el Estado español de corte confederal", afirmó durante la campaña de las elecciones vascas Maddalen Iriarte, candidata de Bildu. "Esta es una propuesta de diálogo con el Estado y es una oportunidad para Araba, Bizkaia y Gipuzkoa, que también podría serlo para Cataluña y para todas aquellas naciones que quieran dar un paso hacia la independencia", añadió.

Las palabras de Iriarte entonces, o la propuesta de Bildu en Navarra, no son ocurrencias. La confederalidad está en el programa electoral de Bildu para las autonómicas vascas, aunque con una formulación tan alambicada como imprecisa. ¿Cuál? Bildu defiende “un marco de autogobierno-soberanía blindado fruto de una relación bilateral de naturaleza confederal y no dependiente ni subordinado a decisiones del Tribunal Constitucional o el Congreso español”, con el “compromiso por una consulta antes de cualquier negociación con el Estado del nuevo status político”. Políticamente difícil. Por un lado, se alude al “autogobierno”, que remite al autonomismo; por otro, se niega la soberanía española en el País Vasco, al excluir al Congreso. La formación abertzale se compromete a plantear su propuesta “confederal” como proposición de ley [ver aquí el programa de Bildu]. Arnaldo Otegi lleva insistiendo con la idea todo el año.

De modo que la propuesta ya estaba muy presente en la política vasca antes de que Bildu la formalizara en Navarra. En Euskadi figura nada menos que en el programa del PNV, el partido dominante de la escena vasca, tan a menudo decisivo en la española. El “estatuto político” que defiende la formación jeltzale “articulará una relación entre Euskal Herria y el Estado español a través de un modelo de igualdad política, respeto institucional y reconocimiento mutuo, y tendrá naturaleza confederal”. Más. “Abordará un sistema bilateral de garantías que blinde el autogobierno tanto material como político resolviendo los conflictos que puedan suscitarse a través de procedimientos de lealtad y cooperación, evitando la judicialización”. Añade el programa del partido gobernante: "La delimitación competencial que incorporará el nuevo estatuto político se adecuará al nuevo modelo de relación bilateral y de igual a igual entre el Pueblo Vasco o Euskal Herria y el Estado, de respeto y reconocimiento mutuos, de naturaleza confederal" [ver aquí el programa del PNV]. Aunque el PNV emplea el término "confederal", todo el desarrollo de la idea parece remitir a la bilateralidad.

Estados soberanos

Precisemos. ¿De qué hablamos cuando hablamos de "confederar", "confederación" o "confederalidad"? El término es usado como una especie de significante abierto a múltiples interpretaciones, sin ceñirse a la rigurosamente emanada de la Teoría del Estado. Porque, si nos ajustamos al significado académico, la conclusión sería clara: una confederación es una unión de Estados soberanos, algo más parecido –sin serlo– a la Unión Europea que la España de hoy.

Como resumía el catedrático de Derecho Constitucional Francesc de Carreras en La Vanguardia, en una de esas ocasiones en que el término confederal aparecía en el debate, antes de que el procés devorase estos matices: “El fundamento jurídico [de la confederación] es un tratado internacional, dado que los sujetos que lo constituyen son Estados soberanos [...]. En el Estado federal, por el contrario, la soberanía no reside en los territorios que lo integran, sino en el conjunto del pueblo [...]. No se funda en un tratado sino una constitución emanada del poder constituyente que reside, precisamente, en dichos ciudadanos”. Federación no es un grado menos que confederación. Son dos asuntos distintos, dos categorías distintas, la diferencia entre ambas es sustancial.

Siguiendo a Carreras, para confederarse habría antes que ser un Estado. Es decir, sería primero la independencia y después la confederación. Es difícil compatibilizar esta idea con ese sobreentendido según el cual la confederación es un una especie de estación intermedia entre la federación y la independencia, como a menudo se interpreta. Pero, claro, es política: las palabras no acaban significando sólo lo que dicen los tratados jurídicos. Bildu y PNV vienen usando el término con la suficiente ambigüedad como para evitar entrar al fondo de su significado en teoría política.

Pedro Ibarra, catedrático de Ciencia Política de la Universidad del País Vasco, en declaraciones a infoLibre para un artículo tras las elecciones vascas, veía el uso del término "confederal" en la izquierda abertzale como una forma de cambiar el marco expresivo histórico del autodeterminismo. Es decir, como un remozamiento del lenguaje para llegar a capas nuevas de la población. “Bildu ha ido centrando su discurso en lo social y alejando su nacionalismo de la ortodoxia clásica, expresándose más por el derecho a decidir, la democracia, la confederación...”, explica.

Un órdago a la grande

El catedrático de Derecho Constitucional de la Universidad de Granada Agustín Ruiz Robledo tiene muchas dudas sobre la verdadera voluntad confederal de Bildu y, sobre todo, del PNV. “Ahora mismo el nacionalismo gana mucho más con su actual estrategia. Plantear listas de demandas y, en cada votación, ir sacando cosas al Gobierno. Es mucho más provechoso que un órdago”, dice. En la tramitación de los presupuestos se ha visto clara esta estrategia, según Ruiz Robledo.

Porque, según el jurista, confederar-confederar sería un órdago a la grande. “En el Estado federal, la federación crea un Estado. Pero la confederación es una unión de Estados, y por lo tanto no tiene constitución, sino que su norma fundante es un tratado internacional. Un Estado confederado es un oxímoron”. Dicha confederación, explica, podría hipotéticamente llamarse España, pero sería otro sujeto político distinto del actual, que tendría que desaparecer. “Los sistemas confederales no existen. Lo más próximo es la UE, que ya desde tiempos de Delors era definida como 'objeto político no identificado'. Suiza evolucionó hacia un modelo federal, aunque aún se llame formalmente Confederación Helvética. También los Estados Unidos evolucionaron desde una confederación original”, añade, al tiempo que subraya la –a su juicio– inviabilidad de evolucionar desde un Estado unitario hacia una confederación de Estados.

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Ruiz Robledo ve imposible una confederación de España, al menos en los estrictos términos. “Lo que pretenden Bildu y PNV, lo que ponen sobre el papel, suponer cambiar (directa o indirectamente) el artículo 2 de la Constitución e impedir que el Constitucional actúe en el País Vasco. ¡Si hasta la Unión Europea tiene un tribunal para resolver los conflictos de competencias! Eso no sería un Estado”, afirma el autor de La mirada de ArgosLa mirada de Argos (Reus, 2020). Además, tiene serias dudas de que el soberanismo lleve hasta el extremo su propuesta máxima de una confederación, ya que pondría en riesgo una relación actual con el poder central “difícil de mejorar”. “Lo que realmente se pretende es dar más poder a la autonomía”, considera.

El profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Sevilla Fernando Álvarez Ossorio subraya: “No hay ninguna confederación como tal. No hay. Y conviene mirar a la historia. Estados Unidos empezó con una confederación y terminó con una guerra civil. La confederación es un pacto entre Estados plenamente soberanos que ponen en común una serie de materias, habitualmente centradas en relaciones diplomáticas, guerra, comercio... Debe haber una Dieta, una cámara en la que se reúnen los ministros. Pero de la confederación se sale [un Estado] en cualquier momento, porque cada Estado conserva su soberanía. Desde que te confederas, tienes la llave para salir”, explica Álvarez Ossorio, que cita como referentes políticos de la hipótesis confederal a Proudhon o, puertas adentro, a Blas Infante.

A juicio de este jurista, el debate sobre la confederalidad hay que evaluarlo más política que jurídicamente, ya que en este segundo ámbito “es un concepto periclitado, que pertenece más al derecho internacional que el estatal”. “Aquí la clave está en que en Cataluña y Euskadi el nacionalismo tiene un gran peso electoral. Ese es el tema, no es otro. Y las formas federales igualitarias que a menudo se mencionan sencillamente no las quieren. Porque el propio constituyente estableció la existencia de dos modelos diferentes, nacionalidades y regiones”. De modo que la propuesta confederal, según se desprende del análisis de Álvarez Ossorio, sería una forma de volver a empujar hacia mayores logros soberanistas, que no necesariamente adquirirían la forma de un Estado aparte. El profesor lo ve más bien como una toma de posición para conquistar cuotas de autonomía en un momento de crisis del modelo territorial. Si en su día nacionalidades fue más que regiones, ahora confederado sería más que federado.

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