La batalla por la derecha

Cuatro meses de sesiones de control evidencian la estrategia coincidente de PP y Vox contra el Gobierno

Santiago Abascal (Vox) y Pablo Casado (PP), en sus escaños del Congreso de los Diputados.

El presidente es un mentiroso y España va camino de la ruptura territorial mientras transitamos hacia un régimen totalitario. El análisis de las intervenciones de los líderes del PP y de Vox, Pablo Casado y Santiago Abascal, en las sesiones de control al Gobierno durante los cuatro últimos meses de 2020 revela una estrategia coincidente y una superposición de mensajes entre ambos dirigentes a pesar de la distancia con la derecha extrema que el líder conservador intentó hacer ver en el pleno que debatió la moción de censura con la que los ultras intentaron disputar el liderazgo de la oposición parlamentaria.

La pelea entre PP y Vox no es por el proyecto político, es por el espacio. En las siete sesiones de control al presidente del Gobierno en las que ha intervenido —su portavoz, Cuca Gamarra, asumió la única de la que Pedro Sánchez se ausentó— Pablo Casado ha hecho gala de su discurso más duro combinando tres ideas: el Ejecutivo ha fracasado en la lucha contra la pandemia, ha cedido a las demandas de independentistas vascos y catalanes para mantenerse en el poder y tiene una agenda destinada a recortar las libertades. También ha ofrecido varias veces al presidente llegar a acuerdos, siempre y cuando acepte aplicar las políticas del PP, y le ha tachado repetidamente de mentiroso.

Un discurso, en la práctica, casi indistinguible del de Santiago Abascal. El líder de Vox, con 36 diputados menos de que el PP, no ha tenido tantas oportunidades de intervenir en las sesiones de control. Apenas lo ha hecho en dos ocasiones —Sánchez estuvo ausente en el tercer pleno que le tocaba hablar, así que prefirió ceder la palabra a su portavoz, Iván Espinosa de los Monteros—. Pero lo compensó con creces en el debate de la moción de censura en la que intentó, sin éxito, que el PP cerrase filas con él contra Sánchez.

Las veces que el líder ultra ha preguntado a Sánchez en la sesión se control del Congreso su prioridad ha sido sobre todo política. Le ha acusado de anteponer su “agenda ideológica” a los intereses de España en medio de una gravísima crisis económica de la que le hace enteramente responsable. Y aunque ha pasado sólo en dos ocasiones, cuando ambos dirigentes compitieron por los focos fue cuando Casado más duro se mostró contra el presidente.

La primera vez ocurrió el 9 de septiembre, casi al principio del periodo de sesiones. En plena escalada de la segunda ola, el líder del PP acusó a Sánchez de mentir sobre la pandemia, sobre las víctimas reales del virus y sobre la profundidad de la crisis económica. Eso sí, sin olvidarse de ofrecer varios pactos siempre y cuando el Gobierno renuncie a su programa ya asuma las propuestas del PP, entre ellas el establecimiento de un cordón sanitario contra los independentistas y unos Presupuestos Generales del Estado que incluyeran una rebaja generalizada de impuestos. “Usted no busca diálogo; usted lo que exige es nuestra rendición incondicional y no para gobernar mejor sino para seguir haciéndolo mal pero impunemente, sin oposición ni alternativa”.

Aquel día, Santiago Abascal, acusó a Sánchez de anteponer “su agenda ideológica a los verdaderos intereses de los españoles de salud, de libertad, de seguridad y de prosperidad”. Le llamó “campeón mundial en cuanto a la peor gestión de la epidemia” y le hizo responsable de “romper en pedazos nuestra soberanía”. Y le ganó la partida de los titulares a Casado al afirmar su ya célebre: “Señor Sánchez, preside el peor Gobierno que ha tenido nuestro país en ochenta años”.

Sea a propósito o por causalidad, lo cierto es que los discursos más duros del líder del PP en el Congreso han coincidido hasta ahora con las sesiones en las que se vio obligado a competir con el presidente del partido que representa en la Cámara a la extrema derecha.

Volvió a suceder en la sesión de control del 14 de octubre. Casado aprovechó su intervención para exigir el cese del vicepresidente Pablo Iglesias a la vista de la decisión del juez del caso Dina de proponer al Tribunal Supremo que tomase declaración al también líder de Unidas Podemos. De paso acusó a Sánchez de intentar acabar “con la independencia judicial” y le advirtió con dureza: “A mí no me presiona nadie y menos alguien como usted”.

Estaba entonces Casado en plena campaña en defensa de Madrid frente a una supuesta persecución por parte del Gobierno. “Usted ha mentido todo el tiempo, miente con los 60.000 fallecidos, miente con los informes ocultos de Seguridad Nacional, miente también negando el plan B que le hemos ofrecido desde hace meses. Retire ya el estado de alarma, señor Sánchez”, le exigió apenas unos días antes de que su partido se abstuviese en la votación del Congreso que decidió establecer un nuevo y prolongado estado de alarma —el que está en vigor— que dio el control de la situación a las Comunidades Autónomas.

En aquella sesión, Abascal también tenía como objetivo a Iglesias. “¿Cómo duerme usted con el señor Iglesias?”, le preguntó al presidente antes de reprocharle que “su acólito” no sea monárquico y que con sus declaraciones hubiese faltado “a las más elementales normas de respeto ante su majestad el rey”. Sin olvidar al debate abierto en torno a la renovación del Consejo General del Poder Judicial, que Vox considera un “ataque brutal contra la justicia independiente”. Compitiendo en hipérboles, el kñider de Vox volvió a ganar a Casado: “Ustedes están al frente de un golpe contra el Estado de derecho, contra el rey constitucional, contra la justicia independiente y contra la oposición democrática, a la que amenazan un día sí y otro también desde la bancada azul del Gobierno”.

Cesta argumental

A lo largo de todas sus intervenciones en las sesiones de control del Congreso desde el mes de septiembre, Casado ha repetido el mismo conjunto de argumentos, sin apenas variaciones más allá de enfatizar alguno en función de la agenda de cada momento. El líder del PP aprovecha cada semana para hacer responsable a Sánchez no sólo de hacer dejación de funciones en relación con la pandemia sino de haber profundizado la intensidad de la crisis económica. Sin olvidar lo que denomina el “recorte del estado de Derecho” ni de reprocharle estar supuestamente mintiendo sobre la cifra real de víctimas de la covid-19 y echarle en cara “los pactos con los herederos de Batasuna”.

El 30 de septiembre acusó al presidente de mentir y a ser desleal al rey. “¿Cómo pretende proteger a los españoles abriendo una crisis institucional? Usted prometió guardar y hacer guardar la Constitución con lealtad al rey, pero una vez más mintió. Lleva dos años siendo desleal al tolerar los ataques de su Gobierno al jefe del Estado”. No sólo eso: según el líder del PP, Sánchez está “subvirtiendo la legalidad cobardemente por la puerta de atrás” con sus pactos con EH Bildu, los independentistas catalanes y Unidas Podemos, con quien gobierna desde hace casi un año.

“Señor Sánchez, si le queda algo de dignidad institucional, cese a su Gobierno radical y rompa con sus socios, que ya amenazan con otro golpe a la legalidad”, le exigió. Antes de rematar con uno de sus lugares comunes favoritos en el Congreso: “El problema no es la Constitución ni la monarquía ni Europa ni los ayuntamientos ni las autonomías ni la oposición; el problema es usted, que está degenerando las instituciones y arruinando a los españoles por un puñado de votos”.

El 28 de octubre, sin rivales a la vista —ese día no intervenían ni Abascal ni Inés Arrimadas, la presidenta de Ciudadanos—, Casado se centró en la segunda ola de la pandemia y y en un estado de alarma que critica a pesar de que no se opuso a su aprobación. Y reivindicó su talante negociador: “Mi mano sigue tendida, la pelota sigue en su tejado, suya es la responsabilidad, por mí no quedará, señor Sánchez”.

El líder del PP recuperó su discurso más crispado el 18 de noviembre. Para reprochar la decisión del Gobierno de incorporar a EH Bildu a la negociación de los Presupuestos, el líder del PP personalizó en un asesinato muy concreto de ETA, el de un diputado de su formación, Alberto Jiménez Becerril. “A Alberto le dispararon por la espalda. Ascen empezó a gritar y la mataron también Tenían 37 años y dejaron 3 hijos huérfanos de 4, 6 y 8 años. Los tuvo que cuidar su tía Teresa” (hoy diputada conservadora y presente en la sesión), añadió Casado a Sánchez conminándole a “mirar a los ojos” a la diputada y “darle una explicación”.

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Casado recordó a Sánchez su promesa de que nunca pactaría con ellos, a pesar de lo cual “Bildu le hizo presidente, le dio el gobierno de Navarra” y ahora apoyará los Presupuestos. “Díganos si ha cedido algo más para aprobarlos”, preguntó insinuando que había razones ocultas, entre las que el PP cita a menudo el traslado de presos etarras a cárceles próximas al País Vasco y la supuesta prohibición del castellano en las aulas. Al final, remarco, “con quien no podemos dormir tranquilos los españoles es con usted”.

Son las mismas ideas críticas que nuclean el discurso de Abascal desde la tribuna, aunque en su caso las oportunidades de hablar hayan sido más escasas. La ineficacia contra el virus, la destrucción de la economía, la ruptura de la unidad de España, la entrega a los “filoetarras” vascos y a los independentistas catalanes y la supuesta sumisión a las exigencias de los “comunistas” de Podemos. Un conjunto de reproches al que el líder ultra suma con frecuencia otros dos —la supuesta connivencia del Gobierno con una “invasión” de inmigrantes del norte de África y su complicidad con la ocupación ilegal de viviendas—.

El enfoque de ambos en el control al Gobierno es básicamente el mismo. Las diferencias son de intensidad —el líder de Vox suele ser más radical en sus afirmaciones— y de exigencia. Casado no ha pedido, de momento, la dimisión de Sánchez, sólo el cese de Iglesias y la ruptura con Podemos. Abascal, en cambio, sí ha pedido la cabeza del presidente. De hecho, ese era el eje de la moción de censura que perdió estrepitosamente el pasado mes de octubre.

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