14F | Elecciones en Cataluña

Arrimadas busca frenar el voto útil al PSC calcando la estrategia de Rivera y ofrece a Illa gobernar juntos Cataluña

Carlos Carrizosa e Inés Arrimadas en un acto de precampaña en Sabadell.

Fernando Varela

Si no fuese porque Albert Rivera está fuera de juego —y cuando habla parece remar en contra— y porque la veleta de las expectativas mira en contra de la formación naranja, la precampaña catalana de Ciudadanos sería indistinguible de la que en diciembre de 2017 aupó a Inés Arrimadas al primer puesto del podio electoral.primer puesto Claro que entonces soplaba el viento de cola de la polarización política y la extrema tensión que siguió a la fallida declaración de independencia de Cataluña y a la persecución judicial de los líderes del procés y que contribuyó decisivamente a que las urnas registrasen una participación histórica en favor de los extremos del arco: el Junts per Catalunya de Carles Puigdemont y el partido de Ciudadanos de Albert Rivera.

Hoy las circunstancias son bien diferentes. Al cansancio por el callejón sin salida en el que lleva parada la política catalana desde hace tres años se suma la pandemia y las dificultades de movilidad y el miedo a los contagios que está causando. Los analistas no se ponen de acuerdo sobre quién puede resultar más perjudicado por una baja participación participaciónque consideran inevitable: si los partidos soberanistas o los unionistas. Pero todos temen las consecuencias de la desmovilización.

La presidenta naranja, Inés Arrimadas, enfrenta la campaña en una posición mucho más desfavorable que en 2017 pero siguiendo casi al milímetro el mismo guion. En los últimos días, al tiempo que trata de desacreditar la gestión del candidato socialista, Salvador Illa, al frente del Ministerio de Sanidad, ofrece un Govern Ciudadanos-PSC liderado por su aspirante a la presidencia, Carlos Carrizosa.

Es una suma imposible, según todas las encuestas. No alcanza para gobernar. Pero ese no es el objetivo. Lo que de verdad busca Arrimadas es obligar a Illa a pronunciarse y aclarar públicamente si está dispuesto a gobernar con Ciudadanos. Si aceptara la hipótesis de un acuerdo con Cs, se desactivaría la sangría de votos hacia los socialistas. Si la rechazara, abonaría la idea de que un tripartito PSC-ERC-Catalunya en Comú-Podem es posible y eso también ayudaría a frenar el trasvase de electores hacia la candidatura del exministro de Sanidad.

Así que Arrimadas lo repite a diario. “Si hay suma constitucionalista estaremos a la altura”. “Si Ciudadanos tiene un apoyo grande del constitucionalismo podremos hacer un Gobierno centrado y moderado con otra fuerza constitucionalista como puede ser el PSC, pero liderado por Ciudadanos”.

Acumular el voto constitucionalista en Cs, subraya, es la mejor garantía de que el PSC no acabe pactando con Esquerra y con Catalunya en Comú-Podem un Govern tripartito de izquierdas que tanto ella como PP y Vox aseguran que es el verdadero objetivo de Salvador Illa. “La única garantía de que no se reedite ese tripartito con Esquerra, que va a alargar el procés, es que el PSC no pueda elegir. Si puede hacerlo elegirá a Esquerra y a Podemos”, afirma tajante Arrimadas. Es algo que, desde su punto de vista, se deduce del respaldo que ERC dio a los Presupuestos del Gobierno de coalición PSOE-Unidas Podemos.

La paradoja de este planteamiento es que es exactamente el mismo que ella y Rivera trasladaron a los electores durante la campaña de 2017. Entonces Arrimadas era la candidata a la Presidencia de la Generalitat y aseguraba en sus mítines, un día sí y otro también, que el PSC quería repetir un tripartito con “Podemos y Esquerra y los independentistas para alargar el procés”. procés”.Prometía, como ahora, “una auditoria del proceso soberanista” y aseguraba que dedicaría esos recursos a políticas sociales. “Cuantos menos escaños tengan el PSC y los comunes”, proclamaba en sus mítines hace tres años, “menos posibilidades de tripartito”.

Llamamiento

Entonces apelaba a los indecisos y, sobre todo, a los desencantados con el PSC. Hoy son los socialistas los que piden el voto de quienes en 2017 dieron su confianza a Cs y ahora se sienten decepcionados.

La denuncia de la preferencia del PSC por un gobierno con los republicanos que Cs repitió en cada mitin en 2017 tampoco entonces le impidió proponer a los socialistas que gobernasen con ellos y con el PP. Entonces Arrimadas no sólo estaba dispuesta a gobernar con Miquel Iceta pese a ser partidario ya entonces del indulto para los líderes del procés si no que se abría incluso a negociar la abstención de los comunes a cambio de garantizar el impulso de determinadas políticas sociales.

Hace tres años Cs fue el partido más votado, pero las formaciones independentistas conservaron la mayoría del Parlament y por tanto el control de la legislatura. Durante los últimos tres años Ciudadanos no sólo no fue capaz de tejer alianzas con los partidos unionistas sino que la propia Arrimadas acabó por abandonar la política catalana para trasladarse a Madrid.

Ahora Arrimadas dice que las cosas serán diferentes porque “el independentismo”, asegura, “está desmovilizado” y “dividido”. Y eso en su opinión abre la puerta a hacer realidad el Gobierno de “constitucionalistas” que no pudo formar tras las elecciones de 2017.

Ciudadanos, razona su líder, ocupa una posición central. Y si gobierna con el PSC estará en situación de negociar a izquierda y derecha. “Creo de verdad que con un Gobierno liderado por Ciudadanos con el PSC podríamos tener estabilidad, con apoyos a izquierda y derecha. Daríamos cuatro años de tranquilidad y de gestión”.

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Arrimadas pelea contra la memoria de un electorado que sabe que la victoria de Cs en las elecciones de 2017 no supuso ningún cambio. Ni impidió un gobierno independentista ni sirvió para construir complicidades entre quienes no defienden la independencia de Cataluña, que además acuden a las elecciones del 14F más divididos que nunca gracias al ascenso de Vox. Y batalla también contra las encuestas, a las que trata de desacreditar diciendo que en 2017 tampoco pronosticaron que Ciudadanos quedaría en primer lugar.

Pero no es verdad. Si se repasa la media de los estudios de intención de voto de aquellas elecciones es fácil comprobar que daba la victoria a Ciudadanos, aunque es verdad que por dos puntos menos de lo que ocurrió el día de la votación. De hecho, el mayor error de aquellas encuestas fue que infravaloró a Junts per Catalunya, que acabó consiguiendo cuatro puntos más que lo que decía media de estudios demoscópicos y logró superar a Esquerra en votos y en escaños.

Entonces Arrimadas sí se fiaba de los sondeos. Servían, según sus propias palabras, para que los electores viesen “que es posible”, que “no es una utopía” ser la fuerza más votada. Ahora, cuando le pronostican una caída por debajo de la mitad ya no les da ninguna credibilidad.

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