Crisis del coronavirus

Sin mascarilla, teletrabajando de verdad y desconfiando en la política: lo que (nos) quedará al recuperar la vida pre-covid

Una pareja se besa en el centro de Barcelona.

En marzo de 2020, la vida nos dio un vuelco. Ingenuamente, muchos pensamos que todo saldría bien, que serían 15 días de esfuerzo y ya está. Luego confiamos en las promesas de una "nueva normalidad" que de "normalidad" tuvo más bien poco. Nos advirtieron de una segunda ola en octubre que llegó en agosto. Ni el mundo, ni España, ni nosotros somos los mismos: ¿lo volveremos a ser? La llegada de una vacuna, mucho antes de lo previsto y con eficacias sorprendentes, ha devuelto la esperanza a una normalidad de las de verdad a lo largo de 2021. Pero habrá cambios que, opinan los expertos, se quedarán para siempre. Tardaremos en quitarnos la mascarilla, sobre todo en interiores, pero nos la quitaremos. El gel hidroalcohólico, eso sí, será –o debería ser– mucho más común: la relación coste-beneficio es inmejorable. Volveremos a las oficinas, aunque reduciremos presencialidades absurdas y viajes innecesarios. Tardaremos algo más, si es que algún día lo hacemos, en recuperar la confianza en unas instituciones que nos han encumbrado como héroes y nos han tachado de enemigos con semanas de diferencia. Y la Salud Pública saldrá fortalecida tras haberse reivindicado como esencial. O eso queremos pensar. 

Para pensar en el medio plazo, primero hay que pensar en 2021, donde la protagonista indiscutible será la vacuna contra el covid-19. Acortar o alargar los tiempos dependerá de cuestiones aún por demostrar. Cuánto dura la inmunidad, su eficacia en personas mayores, y la pregunta del millón: si se trata de una vacuna "esterilizante", que previene el contagio, o "neutralizante", solo la enfermedad. Y eso sin tener en cuenta los posibles, aunque improbables, efectos negativos de la variante descubierta en Reino Unido con respecto al producto inmunizante. Así lo explica el especialista en Salud Pública y exdirigente de la Organización Mundial de la Salud (OMS) Rafael Bengoa. En todo caso, "si conseguimos que un alto porcentaje, un 70%, se vacune, y si el ámbito político se pone de acuerdo para actuar conjuntamente en todo el Estado, llegaríamos a una imnunidad de rebaño en otoño de 2021", prevé. Eso implicaría que habríamos logrado lo que se conoce como un "control endémico" del virus, puntualiza: no ha desaparecido, pero podremos vivir, en un muy alto grado, como antes. 

Eso sí: hasta no llegar a la inmunidad de rebaño, tendremos que seguir con las mismas medidas: mascarilla, higiene de manos y distanciamiento físico. El experto duda, en todo caso, de que la baja circulación del SARS-CoV2 junto a la circulación habitual de otro tipo de enfermedades, como la gripe, hagan necesario cubrirnos nariz y boca en espacios interiores, como centros comerciales o el metro. Es una incógnita a despejar. "El virus de la gripe muta mucho todos los años, pero el nuevo coronavirus no sabemos cuánto muta. Si no lo hace mucho, podemos pensar que vamos a tener un control endémico con la vacuna. Pero lo más probable es que tengamos una solución que nos permita, año tras año, tenerlo bajo control". 

Coincide la secretaria de la Asociación Madrileña de Salud Pública, Pilar Serrano. "Hasta muy al final de año, la transmisión comunitaria no estará controlada", predice. No cree que la mascarilla se quede para siempre: de hecho, prevé que dentro de poco se eliminará la obligatoriedad de llevarla en lugares abiertos. "No hay una evidencia" de que sea eficaz al aire libre, y muchos países no la han impuesto, recuerda. No cree que, "como en los países asiáticos", el tapabocas se convierta "en parte del outfit". "Me cuesta creer que esa vaya a ser la evoluciónoutfit. En principio no va a ser necesaria la mascarilla", aventura. 

Serrano, en cambio, sí cree que el gel hidroalcohólico en lugares públicos ha llegado para quedarse. "Nadie puede discutir la eficacia del lavado de manos en la transmisión. Hacemos muchísimo hincapié en esto con los estudiantes". También considera que este tipo de productos elimina los patógenos de la piel con más eficacia, incluso y en condiciones concretas, del agua y el jabón. "Es bastante fácil y cómodo", por lo que no debería ser problema acostumbrarnos, para siempre, a echarnos de vez en cuando para reducir las posibilidades de contagiarnos. De covid-19 o de otros virus potencialmente peligrosos que conviven con nosotros. "Lo de la higiene de manos no deberíamos ni tener que decirlo", se suma Bengoa: más allá del gel, pasar por el lavabo con más frecuencia de la que era habitual debería ser una obligación. 

Teletrabajo, sí, pero mejor

De un día para otro, millones de trabajadores de todo el mundo se encerraron en sus casas y siguieron desempeñando sus tareas a distancia, gracias a Internet. En la actualidad, muchos han vuelto a la oficina: otros siguen con chats con el jefe, reuniones por videollamada y, desgraciadamente, correos electrónicos fuera del horario laboral. Los expertos consideran que lo que se hizo de manera precipitada debe regularse y normalizarse, sin que repercuta en pérdida de productividad o de derechos laborales. "Lo que se ha hecho hasta ahora no era teletrabajo: se han llevado el ordenador a casa y han hecho lo que han podido", afirma el profesor de Economía y Empresa de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC) Manel Fernández. Hace falta un plan que garantice derechos y afine la productividad.

El experto cree que las empresas que quieran mejorar su huella ambiental y su imagen pública mantendrán el teletrabajo como parte habitual de su modus operandi. Pero, insiste, "requiere de una estrategia": que tanto "los mandos medios y directivos estén entrenados para gestionar los equipos en remoto", algo que se fundamenta en "la confianza en el trabajador", como que los propios empleados potencien "su compromiso en los objetivos y en los proyectos". Hará falta profundizar en las medidas que garanticen la seguridad y la salud laboral, así como mantener un equilibrio entre lo presencial y lo online

"Es muy importante diseñar cómo van a ser los encuentros del futuro", asegura. No todo puede ser en remoto: "la creatividad se nutre de la proximidad". A su vez, el profesor de la UOC cree que muchos eventos que antes requerían de la presencialidad ahora pueden hacerse a distancia, optimizando los recursos y el tiempo sin perder ninguna garantía. "La mayor parte de las reuniones online están siendo cada vez más productivas. La gente dice menos tonterías, hay menos interrupciones. A partir de ahora va a ser muy difícil justificar muchos viajes" innecesarios, concluye.

Un país más desconectado de sus gobernantes

"La verdad, las predicciones del futuro se nos dan fatal en ciencias sociales", asegura la socióloga de la UNED María Miyar, preguntada sobre cómo cambiarán las ideas, los valores y los hábitos de los españoles una vez pase la pandemia. "Hay un chiste habitual entre los economistas: hemos predicho 11 de las últimas cinco crisis", afirma, con sorna. La experta reconoce que es "un poco arriesgado" hacer predicciones en un escenario tan cambiante, pero la sociología ya está empezando a sacar conclusiones de cómo hemos cambiado y de cómo cambiaremos ante la enorme disrupción del coronavirus. 

Se sabe, explica, que "los valores cambian poco a lo largo de la vida", aún con una crisis sanitaria, económica y social tan grande sobre nuestros hombros. "La religiosidad, ser de izquierdas o de derechas...", ejemplifica. Otras ideas sí que son más volátiles y se han visto influidas por la pandemia. "Un estudio en Reino Unido ha encontrado que ha disminuido la cohesión social", la manera en la que los ingleses perciben a sus vecinos, la bondad o buenas intenciones que perciben en el prójimo. En este ámbito, la primera y la segunda ola han registrado diferencias muy significativas. Durante el confinamiento duro de marzo, muchos se quedaron sorprendidos por la reacción de solidaridad, de todas a una y de cumplimiento mayoritario de las normas. Los sociólogos no quedaron tan impresionados. Sabían, explica Miyar, que el tópico de español indisciplinado es eso, un tópico. "Sabemos que en situaciones de crisis las sociedades suelen cohesionarse", apunta. 

Sin embargo, durante la segunda ola se rompió la unión. ¿Por qué? Por la "insistencia en culpabilizar a la propia sociedad", apunta Miyar. "Cuando todo el rato se mandan mensajes, desde todas las esferas, de castigo a distintos sectores y a la sociedad en su conjunto, eso destruye esa confianza". Si quieres ayudar pero recibes mensajes de que los jóvenes son unos irresponsables que se van de botellón y esparcen el covid entre sus abuelos, ¿para qué vas a ayudar?, reflexiona la investigadora. "Eso aviva el individualismo". 

Frente a valores generalmente inmutables, como la ideología autopercibida o la religión, la confianza en las instituciones y en los gobiernos se puede desvanecer muy rápido, y así ha sucedido durante la pandemia, explica Miyar. "No hay ningún estudio definitivo" todavía, advierte: pero "todo apunta a que la percepción de que las normas, en muchas ocasiones, se han basado más en criterios políticos que en sanitarios ha minado la confianza de la ciudadanía en las instituciones". Aunque, reconoce, España ya llevaba una trayectoria negativa en este sentido antes de marzo. 

¿Aprenderemos la lección con la Salud Pública?

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Si hay una lección prioritaria que ha dejado el paso del SARS-CoV2, es la referente a la importancia de la Salud Pública. Todos los países necesitan tener un sistema de Salud Pública fuerte, preparado para cualquier contingencia, que sea capaz de desplegar una red de vigilancia epidemiológica eficaz y que esté estrechamente vinculada a la Atención Primaria. "Desde el mes de marzo estoy intentando decir que necesitamos reforzar la Atención Primaria y la Salud Pública y que estén muy sincronizadas", afirma Bengoa. Tanto el personal como la propia disciplina tienen que estar muy vinculados a los centros de salud, en vez de a los hospitales, que es donde habitualmente trabajan, asegura. Pero dependerá, como casi todo en esta vida, del dinero. 

"El sector salud va a recibir parte del fondo de recuperación. Entre el dinero español y el dinero europeo, hay una buena proporción para la sanidad. Pero hay que verlo en el presupuesto", asegura Bengoa. El epidemiólogo ex de la OMS apuesta por la creación de una "agencia independiente" que haga un seguimiento de si realmente se está invirtiendo en donde se tiene que invertir en cada comunidad autónoma. "Si no tienes esa agencia, depende de la voluntad política, y no basta", advierte. "Hace falta una intervención planificada entre el sector científico y las decisiones politícas para atar eso bien". 

El objetivo es contar con un sistema de alerta ante futuras pandemias, que llegarán, "mucho más poderoso que el que hemos tenido, que nos permita actuar mucho más rápido". En marzo nos sorprendieron: debemos aprender, resume el experto, por qué nos han sorprendido y mejorar para que los virus con potencial pandémico no nos vuelvan a pillar. 

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