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El futuro de la monarquía

José Antonio Zarzalejos: "Llegará un día en el que Felipe VI tendrá un cara a cara con la sociedad española"

Juan Carlos I y Felipe VI, en 2014 tras la proclamación del segundo, junto a la princesa Leonor.

Un rey dueño de su destino o en plena tormenta a merced de las mareas. Responsable de su lugar en la sociedad española o una víctima de las circunstancias. Es difícil mantener al mismo tiempo y con rotundidad esas dos perspectivas sobre Felipe de Borbón y Grecia porque podrían parecer mutuamente excluyentes. Y, sin embargo, Felipe VI, un rey en la adversidad(Planeta), el nuevo libro de José Antonio Zarzalejos, se mueve constantemente en el vasto territorio intermedio que ambas delimitan.

Más de seis años después de su proclamación ante las Cortes, Felipe VI sigue siendo un “rey hipotético”, según escribe en el primer capítulo el veterano periodista. No concede entrevistas y sus ocasionales pronunciamientos públicos no tienen el “nivel” suficiente. En sus discursos abundan los “lugares comunes”, lamenta.

Más allá de las palabras están las decisiones y los hechos. O los silencios, porque callar es también una decisión constatable. Está el año que transcurrió tras conocer los supuestos millones que transfirió a Corinna Larsen antes de reconocerlo, ya asediado por artículos en los periódicos un día después de que se declarara el estado de alarma. O la duda sobre cuánto y cuándo supo de su padre, que actuó también arrastrado por los acontecimientos y las investigaciones de la Fiscalía. O el discurso del 3 de octubre de 2017, tras el referéndum en Cataluña, muy valorado por algunos pero vilipendiado por una muy notable parte de la sociedad catalana.

La inaccesibilidad y una suerte de poder en el misterio, tan propios de los reyes y la religión en el pasado, permiten a unos concederle el beneficio de la duda y a otros achacarle que no actúa o, cuando lo hace, que es para mal o insuficientemente. Zarzalejos se encuentra, entusiasta, entre los primeros. No sólo confía en Felipe VI sino que, además, cree que difícilmente puede hacerlo mejor. 

Presidente del Comité Editorial de El Confidencial y anteriormente director de El Correo y dos veces de Abc, el autor repasa ampliamente lo que él considera la traición de Juan Carlos I (“nos traicionó a todos y a su hijo”). También su marcha a Emiratos Árabes, quién sabe si terreno abonado en su última gira oficial al extranjero como jefe de Estado, a los países del Golfo Pérsico. El libro no ahorra en planteamientos severos sobre el emérito, al que atribuye una “banalización ética de sus propias conductas”. Para Zarzalejos, y según él para Felipe VI, la presunta corrupción del rey que protagonizó la Transición fue una absoluta e imprevisible sorpresa.

El ensayo ensalza al actual monarca, por su propio carácter y, sin duda, por contraste con su padre. Respalda las decisiones que ha ido tomando en los últimos años y lamenta su “desoladora indefensión” ante la amenaza de Corinna Larsen, considerada por el jefe de la Casa Real, Jaime Alfonsín, como “la mayor amenaza para la jefatura del Estado”. Pero también describe su frustración ante un Mariano Rajoy pasivo ante el independentismo, un Pedro Sánchez que no se identifica con la Corona (no como Felipe González o Alfredo Pérez Rubalcaba) y, finalmente, Unidas Podemos, que ataca impunemente a la monarquía desde dentro del Estado, según el autor.

¿Es Felipe VI una víctima?

Lo esencial de un rey es que se controle a sí mismo

Sabe que está expuesto a unas variables que no controla y, en una monarquía parlamentaria, sus facultades son fundamentalmente simbólicas y representativas. El rey tiene un poder blando, no uno ejecutivo, y por lo tanto una dependencia extraordinaria del propio sistema institucional, del apoyo de su familia (estrictamente la Familia Real) y de sus propias capacidades personales como individuo. Lo esencial de un rey es que se controle a sí mismo y que sepa que sus limitaciones son las que establece el régimen constitucional. Si es ejemplar en su conducta privada, es rey 24 horas al día y se ajusta a la Constitución, tiene un empoderamiento realmente extraordinario. No diría que es una víctima.

Y, sin embargo, dice que padece una “desoladora indefensión”. En su discurso de proclamación ante las Cortes prometió una “monarquía renovada para un tiempo nuevo”. ¿No ha utilizado el margen del que disponía? ¿Pensó, ingenuamente, que no era necesario?

No ha pecado de ingenuo. En primer lugar, es un rey traicionado fundamentalmente por la conducta de su padre, que no se atuvo al comportamiento de un rey constitucional y parlamentario. Le entregó una jefatura del Estado ya deteriorada en su reputación. Pero el rey [Felipe] ha tomado medidas realmente extraordinarias. Ha cambiado la estructura de la Casa del Rey, sustituyendo al jefe de la Casa, ha introducido a los cuerpos del Estado, reducido la Familia Real -apartando a sus hermanas-, ha establecido un régimen draconiano sobre donaciones, premios, préstamos o herencias y un código de conducta.

Cuando es consciente de la ingeniería financiera que ha hecho su padre para ocultar comisiones o donaciones recibidas de Arabia Saudí, le retira la asignación presupuestaria, de la agenda pública y finalmente le indica el destino de un extrañamiento o expatriación. Y todo hay que enmarcarlo en una situación política con cuatro elecciones generales, en la que el paradigma cambia con la irrupción del pluripartidismo y la emergencia de fuerzas republicanas como nunca antes. Ha tenido la crisis de Cataluña y una pandemia secular. En todo este escenario adverso, el rey no ha podido tener un comportamiento más templado y a la vez, audaz. Quizás por tratarse de tantas decisiones en poco tiempo no han permeado en la opinión pública.

El periodista José Antonio Zarzalejos, esta semana con el Palacio Real al fondo. Carlos Ruiz B. K

Es decir, que sí ha utilizado todo el margen que tenía.

Felipe VI no ha tomado algunas decisiones por ignorancia o por inadvertencia

Sí. Algunas decisiones no las ha tomado no por falta de voluntad sino por ignorancia o por inadvertencia. La ruptura [con Juan Carlos I] tendría que haber sido completa. Ni vivir en la Zarzuela, ni tener una secretaría personal ni una agenda pública. Todo eso es incompatible con una renuncia [al trono].

¿En qué momento se da cuenta Felipe VI de lo que usted llama la “traición” de su padre? ¿Por qué está callado desde marzo de 2019, cuando le escriben los abogados de Corinna Larsen, y hasta que la donación estalla en la prensa en marzo de 2020, en plena pandemia?

Es una pregunta pertinente. Yo también me la formulo en el libro de una manera más o menos indirecta. En 2019 el rey no descubre que su padre tiene andanzas con Corinna Larsen. Eso ya lo sabe. Y no solo con Corinna Larsen. Lo que desconoce es que hay una estructura financiera. Cuando se entera, lo pone en conocimiento de las “autoridades competentes”, que por otra parte ya habían recibido una copia. La primera reacción es de incredulidad. Además, falta documentación. El hijo le pregunta al padre: “¿Qué es esto?" El padre le reconoce expresamente que nunca se lo había contado. El rey se va al notario el 12 de abril y renuncia simbólicamente a todo lo que le pueda corresponder de esos fondos. Luego descubre que la fundación Lucum está liquidada desde 2012 e indaga sobre la transmisión de esos fondos. El rey [emérito] va a Londres a hablar con Corinna para saber qué pretende y en mayo, se le pide que renuncie a su actividad pública. ¿Por qué no hubo una reacción pública inmediata? Creo que se buscó la oportunidad y el tiempo se le escapó de las manos. ¿Pero pierde la oportunidad el rey o el Gobierno? Si la pierde el rey, la pierde el Gobierno. Si la pierde el Gobierno, la pierde el rey. Es algo desgraciado, pero en ese momento falta la rapidez suficiente para comunicar a la opinión pública lo que ha ocurrido y cómo se iba a actuar. A mí nadie me ha dado una explicación convincente para esa espera más allá de la delicada salud del rey [emérito].

¿En qué momento comienza la “banalización ética” de Juan Carlos I? ¿Es él consciente?

No tiene un sentimiento de contrición. No hace una autoevaluación en términos excesivamente coherentes como la haría el común de los mortales sobre algo irregular, poco ejemplar o inadecuado.

¿Eso es fruto de la “conspiración del silencio” o “el silencio permisivo”?

Se está buscando en los medios un chivo expiatorio para las responsabilidades del rey

Sobre este asunto me gustaría decir que se está buscando un chivo expiatorio para las responsabilidades del rey. Los propios periodistas estamos cayendo en asumir una supuesta responsabilidad in vigilando respecto del jefe del Estado. ¡Es una mala broma! ¿Los periodistas que cubrían la Casa Real tenían que enmendar los yerros del emérito y aconsejarle? ¿Los periódicos tenían que decirle cosas tan elementales como que no tuviese relaciones extramatrimoniales o, si las tenía, que fuese discreto, o que no gastase o no viajase?

La responsabilidad es de don Juan Carlos y sólo de don Juan Carlos. ¿Que no funcionaron los controles adicionales? Muy bien, pero empezando por los políticos.

Esos controles, también los mediáticos, son esenciales en toda democracia.

Hasta cierto punto. Cuando se ha conocido lo que ha ocurrido, prácticamente todos los medios han informado sin limitación.

¿Usted fue parte de esa “conspiración del silencio” o del “silencio permisivo” para con Juan Carlos I? ¿Se dio cuenta a posteriori?

He dirigido dos periódicos, los dos importantes y confesadamente monárquicos desde su fundación. Tuve el conocimiento de las andanzas del rey. De sus tejemanejes económicos no tuve nunca ninguna noticia ni rumor que fuese antesala de una. Es más, cuando se trataban de comprobar, se nos decía que los rumores eran la antesala de insidias, no de noticias. Todos pudimos haber hecho algo diferente, pero hay que recordar quién era Juan Carlos I. El hombre que devuelve la soberanía al pueblo español cuando tenía todos los poderes de la dictadura. El hombre del pacto constitucional. El que apadrina a Adolfo Suárez. El hombre con el que la izquierda antifranquista gobierna durante 13 años tras hacer fracasar él el golpe de Estado. Abre a España a la esfera internacional. Es el exponente del gran milagro español, por ejemplo en las Olimpiadas de 1992. Si queremos olvidar todo eso y reducir el reinado a los últimos 12 años, podemos darnos muchos golpes de pecho. Pero don Juan Carlos no es resumible sólo a eso.

En el libro dice que ese velo de silencio tapaba vergüenzas de la élite empresarial.

Sin duda. Una parte del entorno del rey era de carácter plutócrata y empresarial e influyó muchísimo. No voy a señalar nombres, pero algunos estaban en la cúspide y ahora están en el barro. Incluidos títulos nobiliarios.

¿Eso ha cambiado?

Totalmente.

¿Por qué tenemos que creerlo? ¿Por qué hay que creer que al cambiar al padre por el hijo todo cambia? ¿No tiene que ganárselo?

La presunción de inocencia no se gana, la tenemos todos los ciudadanos.

A él no le hace falta. Es inviolable.

Como los demás reyes en Europa y los presidentes de la república. Dicho esto, no hay rey, por bueno que haya sido su ascendiente, que no deba esforzarse en mantener una legitimidad de ejercicio. Tiene dos aspectos: la ejemplaridad de su vida privada y ser funcional para los intereses del Estado: una institución apolítica, apartidista y neutralmente activa, que además absorbe la representación del Estado. Para el rey no puede haber monárquicos y republicanos, ricos ni pobres. Si no es así, las monarquías fracasan. Para don Felipe, la referencia es lo que su padre ha hecho bien pero, sobre todo, lo que ha hecho mal.

El rey emérito en una imagen de archivo.

Dice que Jaime Alfonsín, jefe de la Casa, sigue considerando a Corinna Larsen como la peor amenaza para la monarquía.

Corinna Larsen es una mujer despechada y pretende ir mucho más allá de los acontecimientos

Es una mujer despechada y, como tal, tiene una animosidad que se sobrepone incluso a la verdad. Pretende ir mucho más allá de los acontecimientos e implicar a la propia Corona. Por eso se la toman muy en serio en la Casa del rey.

En el libro dice que la Familia Real española no dispone de un patrimonio relevante a diferencia de otras en Europa. ¿Cómo puede saberlo?

Juan Carlos parece que sí tiene dinero, ¿verdad? En España, los reyes sí tienen que hacer declaración de rentas y patrimonio, aunque se mantenga en secreto. Registralmente no hay nada. Ni vivienda, ni finca ni residencias.

Eso es lo que se conoce.

Pero, ¿por qué tenemos que someter a Felipe VI a una presunción negativa? Es un apriorismo. Carga con el daño reputacional [por Juan Carlos I] pero lo que precisamente está haciendo es reconstruir lo que su padre destruyó.

Escribe que la Casa Real se planteó una regularización de todos los bienes de Juan Carlos I, pero que no se llevó a cabo porque no había dinero suficiente para ello. Entonces se valoró recurrir a grandes fortunas españolas para que sufragasen la operación, pero también se descartó. Finalmente, Juan Carlos I optó por regularizar sólo el período posterior a su abdicación. Es decir, que Felipe VI sabe todo lo que tiene su padre. Algo que nosotros no sabemos.

Supongo que sabrá más que nosotros, pero lo que él sabe lo sabe el Ministerio Fiscal. ¿Cuánto dinero se necesita para regularizar 100 millones de dólares? Si los recibió y había transferido buena parte de ellos a Corinna Larsen, que no los quiso devolver, es una cantidad que se va. Se pueden añadir terrenos en Marrakech, algún apartamento en Suiza o alguna casa en Londres. Son cantidades absolutamente disparadas y fuera de su economía. El rey es tan consciente del comportamiento de su padre que lo ha expatriado.

Pero, ¿actúa el rey para solucionar un problema o reacciona ante crisis una vez que han estallado, cuando ya es inevitable?

No tengo la más mínima duda. Está saneando total y absolutamente la Zarzuela con un coste emocional, personal y familiar extraordinario. No tiene relación con su hermana Elena, ha sancionado a su hermana Cristina y ha expatriado a su padre. ¿Qué más le podemos pedir al rey? Y me vas a preguntar… ¿hablar más claramente?

[...]

Llegará un día en el que el rey tendrá un cara a cara con la sociedad española

Yo también lo digo. Llegará su momento y un día tendrá un cara a cara con la sociedad española, pero cuando tengamos todos los elementos de convicción de lo que ha ocurrido.

¿Para cuándo una Ley de la Corona?

Hay que poner de acuerdo a los grupos políticos sobre que sea jurídicamente posible desarrollarla. Y para eso sería muy interesante que el Consejo de Estado ofreciese un dictamen profundo y bien debatido. Lo que no se puede hacer a través de una ley orgánica es alterar los términos, letra y espíritu, del título segundo [de la Corona, en la Constitución]. Hay juristas que dicen que es posible una Ley de la Corona y otros que no.

¿Se puede desmontar o acotar la inviolabilidad desde dentro?

Ese es el debate jurídico. ¿Una Ley de la Corona puede establecer que la inviolabilidad se refiere sólo a las conductas institucionales y públicas o es también para conductas privadas? El debate se dio ya en 1977. El catedrático Enrique Gimbernat ya advirtió de que podíamos encontrarnos con la indeseable posibilidad de un “monarca delincuente”. 

El diseño de ese desarrollo legislativo “corresponderá a su Casa en estrecha coordinación con el Gobierno”, escribe. También el Ejecutivo y Pedro Sánchez han dicho que la reforma la tiene que liderar el rey y los demás ayudar. ¿Cómo es esto posible? ¿El rey se regulará a sí mismo? ¿Responde ante el Legislativo y el Ejecutivo o es al revés?

El rey se puede autorregular, como ha hecho con las disposiciones que le corresponden y las reglas de conducta, pero esas normas no forman parte del ordenamiento jurídico. El rey tiene capacidad para proponer al Gobierno, igual que propone hacer duque o marqués a alguien. Si quiere quitarle a su hermana el título de duquesa, debe aprobarlo el Consejo de Ministros. La llave la tienen el Gobierno y el Legislativo. Lo que no se puede hacer en una monarquía parlamentaria es tratar al rey como si fuese un elemento institucional inexistente o translucido. Debe tener conocimiento y poder hacer aportaciones.

¿Debería el CIS preguntar por la monarquía? ¿Por qué no lo hace?

Debe. Y cuanto antes, mejor.

¿No lo hace porque al PSOE le “estorba” el rey en la conversación pública, algo que dice en su libro?

Lo que estorba en la conversación pública en España con una crisis sanitaria, territorial, económica y social brutal es poner el foco sobre un jefe del Estado que fue y ya no es y no tiene ninguna relevancia constitucional, pero sí mucha capacidad para irritar a la opinión pública. Sacarle del foco es una buena medida.

Habla de una “ajenidad” de Sánchez respecto a la adhesión de Felipe González o Alfredo Pérez Rubalcaba a la monarquía.

Sánchez no quiere tumbar la monarquía porque eso no es reformar la Constitución sino abrir un proceso constituyente y el que lo hace normalmente acaba engullido

Es evidente. Sánchez no quiere tumbar la monarquía porque eso no es reformar la Constitución sino abrir un proceso constituyente y el que lo hace normalmente acaba engullido. Pero es evidente por la simple interpretación de los acontecimientos que el presidente del Gobierno se encuentra más cómodo con un papel más reducido en lo simbólico y en lo representativo de la monarquía. Es así por presidencialismo. También lo ejerce en relación al Consejo de Ministros o al Congreso, que llena de decretos leyes en vez de proyectos de ley.

Cuando el rey recibe cartas de militares y no se sabe si es para prestarle apoyo o pedírselo, cuando sabemos lo que piensan de verdad y expresan en sus chats, cuando hay parte de la derecha que se intenta apropiar de su defensa y ensalza a Juan Carlos I en pleno escándalo por sus conductas, ¿cómo debemos interpretar el silencio del rey?

Siempre en términos constitucionales. La Constitución tiene las respuestas del rey.

¿Y no puede pedirles que no le quieran tanto?

El lenguaje del rey es el de los hechos, no principalmente el verbal. ¿Qué hace la Casa del Rey cuando recibe esas cartas, esas algaradas desafortunadas? Lo que debe. Se las pasa al Ministerio de Defensa, que es quien debe darles respuesta. ¿Qué hace cuando determinada derecha le da el abrazo del oso? Seguir recibiendo a gente de derecha, de izquierda, de arriba y de abajo.

El rey Felipe VI recibe en audiencia a una comisión de la XIX Promoción de la Academia General del Aire en el año 2013 cuando aún era príncipe. Casa de S.M. el Rey

¿Qué sentido tiene que el rey vaya a la inauguración de la exposición de Azaña? Tiene una carga simbólica muy importante

¿Hay incomodidad en la Casa del Rey por esas muestras de apoyo?

Al rey lo que le gusta es la discreción y ser el rey de todos los españoles. Y lo trata de demostrar. ¿Qué sentido tiene que el rey vaya a la inauguración de la exposición de Azaña? Tiene una carga simbólica muy importante. Está diciendo que asume la historia de España y de la república. Empecemos a ser un poco perspicaces. Del mismo modo que el rey se va en el mismo avión con Pablo Iglesias a Bolivia, el vicepresidente tiene una agenda paralela y al rey no se le ocurre hacer consideración alguna. 

Al rey se le escuchó claramente el 3 de octubre de 2017 tras el referéndum en Cataluña. Por una parte usted considera que su discurso fue el correcto y por otra, que la monarquía debe ser empática.

Con una gran parte de los catalanes lo fue. Con otra, no, pero con esa no puede ni debe serlo porque se saltó la Constitución a la torera.

¿Y si esa parte es muy importante en votos y escaños y estable en el tiempo? ¿Qué pasa si la ciudadanía le da la espalda sistemáticamente al rey? ¿Que no haya sido comprendido no es también su responsabilidad?

Eso le puede ocurrir a nuestro rey, a la de Inglaterra, al de Suecia, al presidente de la república francesa o al de la italiana, que acaba de proponer a un señor no electo para dirigir el Gobierno. No podemos pretender que la monarquía tenga el 100% de consenso, ni aquí ni en ninguna parte. Tampoco lo tendría la república.

¿Tiene el consenso necesario en Cataluña?

Cataluña está dentro de España y ese consenso habrá que conjugarlo con el del resto. La medida de todas las cosas en España no la da Cataluña.

Sí es la medida, en parte, de la estabilidad política de este país.

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Lo es, sobre todo cuando se barren a las minorías, como se hizo el 6 y 7 de septiembre, o se comete un acto de sedición ante la Consejería de Economía.

¿No pudo hacer un discurso distinto? Pedro Sánchez le pidió diálogo.

Siempre se puede responder de manera distinta e introdujo una expresión. Sí recogió el sentir del jefe de la oposición y, por cierto, de Miquel Iceta.

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