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Memoria histórica

Banderas franquistas o gemelos con la insignia de las SS: así se usa Amazon como trampolín para glorificar totalitarismos

Placa con la imagen del dictador en Amazon.
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Con unos beneficios de 17.700 millones de euros y una mejora en la facturación del 38%, el gigante Amazon ha aprovechado la pandemia para seguir consolidando su posición dominante en el sector del comercio electrónico. No es de extrañar. Al fin y al cabo, prácticamente todo lo que se pueda imaginar está a un click de distancia. Si lo que necesita son pañales para el bebé, solo tiene que iniciar sesión en la plataforma y pulsar el botón de compra. Si lo que busca es adecentar el jardín, únicamente debe entrar en la categoría "Herramientas" y decidirse por su cortacésped favorita. Y si lo que pretende es lucir con orgullo su adhesión a regímenes totalitarios, con una simple búsqueda tiene al alcance de la mano una gran variedad de artículos de este tipo. A través de la plataforma se venden banderas de la dictadura, insignias con simbología franquista o discos de grupos abiertamente neonazis. Es una realidad que irrita especialmente a los colectivos memorialistas, que consideran que la comercialización de esta clase de merchandising supone una humillación para las víctimas. Algo que, sin embargo, los constitucionalistas consultados por este diario enmarcan dentro de la libertad de expresión.

Un simple buceo por Amazon permite chocarse de frente con este tipo de mercancía. Por algo más de diez euros, se puede adquirir una placa de cartera con la imagen del dictador Francisco Franco acompañada de la frase "Yo conduzco, él me guía". Por lo general, es un producto que no se compra de manera individual. Habitualmente, forma parte de un pack que incluye también un llavero con el lema "Una grande y libre" y una bandera de metro y medio de ancho y noventa centímetros de alto con el Águila de San Juan. No es la única que puede encontrarse en la página. Para los falangistas, está la del yugo y las flechas. Y para los carlistas, la Cruz de Borgoña, una enseña que se encarga de vender la misma empresa que, por otro lado, diseña y comercializa al mismo tiempo la tricolor de la Segunda República. También hay artículos relacionados con el Tercer Reich o con la Italia fascista. Por ejemplo, un pin con la calavera que sirvió de insignia a las Waffen SS. Incluso ha llegado a colarse algún busto del propio Adolf Hitler. "Puede utilizarse como decoración para el hogar en la sala de estar, tienda, oficina, escritorio", recogía la descripción de este producto, que ahora aparece como "no disponible".

Los colectivos memorialistas consideran inaceptable que una plataforma de esta envergadura sirva de trampolín para esta clase de artículos. "Supone una banalización del mal, del crimen. Cuando se normaliza el fascismo de esta forma tan evidente, tenemos un problema", explica en conversación con este diario Bonifacio Sánchez, de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH). Para el portavoz de este colectivo, que lleva dos décadas trabajando intensamente con las víctimas de la dictadura, el hecho de que símbolos de este tipo puedan comercializarse sin ningún rubor y circular con total normalidad por las calles causa una "imagen nefasta" como país. "Nos estamos empezando a instalar en un discurso de la equidistancia que lo que hace es alimentar a la bestia. El fascismo es un peligro evidente en la actualidad", recuerda, al tiempo que defiende con firmeza que la exhibición de esta simbología supone una humillación a las víctimas de la dictadura: "Mientras ellas permanecen ocultas se permite que los llamados vencedores hagan alarde de su poder".

El gigante tecnológico cuenta, en la actualidad, con unas políticas de venta y un código de conducta de aplicación para todos los vendedores. Unas normas que incluyen, entre otras cuestiones, un capítulo centrado en el material de carácter controvertido. Así, por ejemplo, quedan prohibidos todos aquellos productos que contengan material "con carácter violento u ofensivo" siempre que no tengan "ninguna relevancia histórica", así como aquellos que "promuevan, inciten o exalten al odio o la violencia hacia cualquier persona o grupo" o los que fomenten "la intolerancia por motivos de raza, religión u orientación sexual". De incumplirse esto, la empresa puede desde cancelar el listing a terminar definitivamente con la relación comercial. Este diario se ha puesto en contacto con la compañía para conocer dónde pone el gigante las líneas rojas, cómo actúa contra estos artículos, cuántos de este tipo se han retirado en los últimos años o si dispone de un algoritmo para localizarlos o depende de las denuncias que puedan hacer los usuarios de la plataforma. Sin embargo, desde Amazon han rechazado pronunciarse sobre todas estas cuestiones.

En el terreno de la libertad de expresión

A pesar del rechazo que provoca la comercialización de esta simbología en los colectivos memorialistas, los juristas consultados son absolutamente categóricos al respecto. "Entran dentro del ámbito de la libertad de expresión, del mismo modo que cualquier persona puede vender o comprar, por ejemplo, una imagen de la virgen María haciendo cualquier cosa", apunta Germán Teruel, profesor de Derecho Constitucional en la Universidad de Murcia. Tampoco José María Morales, catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Sevilla, entiende que la venta o la exhibición de esta clase de artículos, por muy execrable que sea, pueda estar promoviendo o incitando por sí sola al odio o a la violencia hacia personas o grupos. Ambos recuerdan, además, que España no es una democracia militante, a diferencia de otros Estados como Francia o Alemania, donde no es admisible en el ordenamiento jurídico una ideología que contradiga los valores constitucionales, incluido el principio democrático. Dos Estados en los que, por tanto, el reproche penal a la exaltación de estos regímenes totalitarios lleva años sobre la mesa.

El Código Penal germano –Strafgesetzbuch– prohíbe en su artículo 86 la difusión de propaganda "cuyo contenido esté destinado a promover los objetivos" de organizaciones nacionalsocialistas, mientras que el 86/A castiga la exhibición de símbolos de estos colectivos –las penas van desde una sanción económica hasta una condena de cárcel que no puede superar los tres años–. En territorio francés, el artículo R645-1 del Código Penal prohíbe "llevar o exhibir en público un uniforme, insignia o emblema" que recuerden a los que portaban miembros de organizaciones declaradas criminales en base al Estatuto del Tribunal Militar Internacional, como por ejemplo el NSDAP nazi. Una dureza que, sin embargo, se escapa de la plataforma de comercio electrónico. Una búsqueda sencilla en Amazon Francia permite localizar sin problemas, por ejemplo, una camiseta con el emblema de la Tercera Panzerdivision SS Totenkopf, una de las unidades especiales de las Waffen SS. O una bandera negra con la variación en blanco de la cruz celta, parte también de la iconografía nazi.

Pero, entonces, ¿dónde se encuentra el límite? Los expertos explican que todas las ideologías están "amparadas" en nuestro país. Eso sí, continúan, la libertad de expresión tiene unas líneas rojas que no pueden superarse y que se ha encargado de marcar el propio Tribunal Constitucional. "No lo están los mensajes que supongan una humillación a las víctimas, que se entiendan como una amenaza con efecto coactivo o cuando llevan aparejada una provocación que genera un peligro cierto", detalla Teruel. Esto, dice, se tiene que analizar en profundidad. Hay que ver quién es el emisor, cuál es el medio de difusión, en qué momento se está emitiendo. Porque no es lo mismo, apunta, un mensaje incendiario que un responsable público, por ejemplo, pueda lanzar en un momento de tensión racial que un discurso que, aunque sea mucho más vehemente, pueda soltarse en un contexto en el que no exista un "peligro cierto" de actos violentos contra un determinado colectivo. "No se puede hacer énfasis exclusivamente en lo mal que puede sonar una expresión, sino que hay que prestar atención a todo el contexto", desliza.

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¿Bandas neonazis?

Con esta explicación, cabría preguntarse si la interpretación sería diferente si, por ejemplo, se vendiese este mismo merchandising pero con frases que, directamente, pusiesen la diana sobre un determinado colectivo o llamasen a la violencia contra el mismo. "Eso ya sería diferente, ahí creo que empezaríamos a entrar ya en el delito del odio", opina el catedrático de Constitucional de la Universidad de Sevilla. Teruel, sin embargo, pone de nuevo sobre la mesa la necesidad de estudiar el contexto a fondo para ver el alcance que dicho mensaje puede tener en la sociedad. "No es lo mismo, por ejemplo, una camiseta en la que ponga ‘vamos a cazar policías’ en el País Vasco en los años más duros de ETA que una prenda que pueda llevar una persona ahora mismo por la calle con la frase ‘vamos a cazar fascistas", opina. El diablo, por tanto, se encuentra para los juristas en este tipo de detalles. Sin embargo, del mismo modo que resulta sencillo encontrar simbología de regímenes totalitarios en la plataforma, en la página es imposible encontrar un solo artículo con frases explícitas que puedan poner directamente en la diana a un determinado colectivo.

Los expertos, por supuesto, incluyen la música dentro de este mismo debate. Porque Amazon también es un trampolín para todo tipo de bandas. Incluidas, claro, las neonazis. Dentro de la plataforma se pueden encontrar grupos como Estirpe Imperial o División 250, en recuerdo a los combatientes españoles que fueron a luchar junto con los nazis durante la Segunda Guerra Mundial. Son dos grupos de culto dentro de la extrema derecha. En su repertorio, canciones tan repugnantes como Eh! Negro: "Eh! Negro vuelve a la selva, Europa es blanca y no es tu tierra. Robando y mendigando queréis vivir, los jóvenes blancos, orgullosos skins, tarde o temprano os sacaremos de aquí". Morales tiene claro que este tipo de mensajes que denigran directamente a un colectivo vulnerable, se expresen como se expresen, entran dentro de la discriminación racial. "Según la doctrina del Tribunal Constitucional, este discurso no estaría protegido por la libertad de expresión", apunta del mismo modo el profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Murcia, quien, no obstante, discrepa de esta línea.

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