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Crisis del coronavirus

De "quedaos en casa" a "salid, pero al aire libre": los expertos en Salud Pública ya no quieren ser un 'Pepito Grillo'

Una pareja observa el espectáculo floral que estos días se puede ver en el parque Jose Antonio Labordeta, en Zaragoza.

No salgáis de casa, hay que ser responsables. Todavía no ha terminado la pandemia. Hay que seguir las recomendaciones sanitarias. No podemos relajarnos. La Salud Pública, con el loable objetivo de reducir los daños de la crisis sanitaria, lleva un año repitiendo estos mensajes: sin negar el poder y la influencia de las administraciones para corregir el rumbo de la transmisión, cada uno puede y debe poner su granito de arena. Sin embargo, otros especialistas apuestan por cambiar el enfoque y abandonar –siempre que las circunstancias lo permitan– el tono aleccionador, el papel de Pepito Grillo, para centrarse en "la vida buena", en lo que sí podemos y debemos hacer, aunque no sea de riesgo cero, para compatibilizar el control de la pandemia con el disfrute, el desahogo. La Semana Santa de 2021 es un buen marco para ello: tiempo primaveral, fiestas menos centradas en la reunión familiar y limitaciones al viaje entre comunidades que invitan a pensar en alternativas de ocio. La mejor opción está clara: hagas lo que hagas, al aire libre. 

"Necesitamos una salud pública que entienda que su objetivo no es ser el Pepito Grillo de la población, sino una herramienta para la búsqueda de la vida buena, preocupándose no solo por las ganancias totales de bienestar, sino también por su distribución dentro de la sociedad", explica en este artículo el experto en gestión sanitaria y coautor de Epidemiocracia Javier Padilla. Siendo conscientes de que, evidentemente, hay rutinas de la vieja normalidad que no debemos repetir ahora, y que cierto papel de esta rama consiste en señalar todo lo que está contraindicado en un contexto pandémico, Padilla defiende que la Salud Pública necesita empatizar y entender "el deseo de la población de llevar a cabo opciones que a día de hoy suponen riesgos difícilmente asumibles" y ofrecer alternativas que canalicen ese deseo. Para el autor, este cambio de timón se ejemplifica con el ocio en espacios exteriores: no solo puedes quedar con tus amigos, pareja o familia al aire libre, sino que es correcto hacerlo. No solo te doy permiso, sino que reconozco que –para evitar el sufrimiento psíquico y la fatiga, si eso ayuda– está bien que lo hagas. 

"No basta con que le diga a la gente que se tiene que reunir al aire libre, sino que ha de exigir la apertura de todos los parques, patios de los colegios, zonas abiertas de museos, parques y jardines, para que se pongan a disposición del encuentro de la gente, animando además a que estos encuentros se produzcan, no viéndolos como un mal menor", explica Padilla. La Semana Santa es el momento perfecto para ejecutar este cambio de rumbo: vienen días festivos donde el ocio prepandemia habitual es difícil o ilegal –viajes a otras partes del país, fiestas hasta altas horas de la noche– y donde el tiempo meteorológico da un respiro después de meses de frío. Así lo cree el epidemiólogo Mario Fontán, que aplaude el artículo publicado en la web del Colectivo Silesia. "Se cae muy fácil en las limitaciones, pero el objetivo final es que todos vivamos mejor". 

"Todos, en determinados momentos, hemos pecado de ir a lo fácil: decirle a la gente lo que tiene que hacer", asegura Fontán, que opina que han faltado discursos sobre el beneficio colectivo tras las limitaciones –evitar sufrimiento y muerte, por si fuera poco– y sobre lo que podemos seguir disfrutando y debemos practicar para limitar la fatiga pandémica, asumiendo que casi ninguna interacción humana tiene riesgo cero en una pandemia. El peligro de un paseo por el campo o a la orilla del mar, acompañado de seres queridos y con mascarilla es mínimo comparado con los beneficios a nivel mental que conlleva. Y no se pone el foco sobre eso, sino sobre la prohibición. 

Para pasar del "no pasa nada por hacer actividades al aire libre" al "está bien que hagas actividades al aire libre" es necesario tener espacios públicos y comunes donde disfrutar, sin que necesariamente se obligue al consumo. En el contexto de las grandes ciudades, la implantación de zonas verdes sobrepasa lo meramente urbanístico para convertirse en una cuestión de salud. Pero no solo se trata de parques y jardines, matiza Fontán. "El diseño de las calles y los barrios, para que favorezcan que la gente camine más, es salud pública. Cómo construimos las ciudades termina creando desigualdades", ejemplifica. 

Cómo hemos cambiado de la primera a la cuarta ola

Durante el confinamiento de marzo y abril, la consigna fue clara: quédate en casa salvo para comer y trabajar. Sin más excepciones de las estrictamente necesarias. Por entonces, la evidencia sobre cómo se transmitía el SARS-CoV2 era muy limitada: y el miedo, incapacitante. Creíamos que era probable que nos contagiáramos tocando una barandilla o cruzándonos con el vecino en el supermercado. Ahora sabemos que no es así, pero a veces actuamos como si no lo supiéramos. Fontán rechaza la "dicotomía falsa" entre el contagio por gotículas de saliva que expulsamos al hablar y por aerosoles, gotas más pequeñas que permanecen suspendidas en el aire: ambas circunstancias tienen su papel en la transmisión. Aunque la importancia de la segunda vía explica por qué se considera que las actividades al aire libre son relativamente seguras, siempre usando mascarilla. 

Un contagiado con el virus puede transmitírselo a otro por pequeñas gotas de saliva que expulsa al hablar: por eso la distancia y el uso de mascarilla son tan importantes. Pero también puede dejar el virus flotando en el aire: por lo que interiores mal ventilados (como bares, restaurantes o domicilios), donde además la consumición obliga a la retirada del tapabocas, son entornos de riesgo aunque haya separación entre mesas. "Se le ha dado demasiado peso a las superficies y gotas gordas y los aerosoles tienen más importancia de la que pensábamos", considera el virólogo Antonio Alcamí, que también rechaza la dicotomía: muchos expertos se han peleado intentando establecer porcentajes de predominancia de una vía sobre la otra, pero en términos de epidemiología el único mensaje que importa es que ambas juegan su rol. En lo que están de acuerdo todos es en que el contagio por superficies es muy improbable: puede suceder, pero "hemos sobreestimado la resistencia del virus" fuera del cuerpo humano. 

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Teniendo en cuenta esta evidencia, determinadas administraciones, como la de Reino Unido, han adoptado desde la primera ola un mensaje en positivo con respecto a exteriores, no desde la restricción: animando a la población a encontrarse en parques, jardines y demás espacios abiertos, donde el riesgo de contagio por aerosoles es mínimo y donde no hay que consumir –y quitarse la mascarilla– para disfrutar. Este mismo lunes, el Ministerio británico de Sanidad ha publicado una nueva campaña al respecto. No solo para preservar la interacción social mínima para no sufrir la soledad, también para evitar la tentación de quedar en domicilios particulares, toda vez que la hostelería sigue clausurada en el país. 

En España, los parques siguieron cerrados en muchas grandes ciudades durante la desescalada, y los espacios infantiles de juego estuvieron clausurados durante meses. Las redes sociales se llenaron de críticas a los viandantes que disfrutaban del sol de mayo en playas o jardines. Fontán insiste: "El riesgo cero no existe, pero si vas a hacer una actividad, mejor que sea al aire libre. La gente necesita interactuar para su salud. Es contradictorio tener los bares abiertos y los parques cerrados". Coincide Alcamí: esta Semana Santa, lo mejor para evitar el contagio es lo más seguro es un paseo por el campo.

Desgraciadamente, y como los católicos saben de sobra, a veces el tiempo no acompaña en Semana Santa. Los meteorólogos prevén la entrada de una borrasca a partir del jueves, precisamente el primero de los dos días festivos, que dejará lluvias en toda la Península. Pero si el lector tiene la suerte de descansar durante toda la semana, aún está a tiempo de cambiar un paseo por el parque en buena compañía a una quedada en un domicilio particular.

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